El cordobés Joaquín Quetglas tuvo que acostumbrarse a los viajes de avión para completar su preparación con vistas a Buenos Aires 2018. Es uno de los Pumitas que buscan el oro en el seven.
Por Arturo Aras
Hace poco más de un año, un adolescente cordobés, cruzaba por las puertas del Aeropuerto Internacional Ingeniero Ambrosio Taravella en busca del avión que lo lleve hasta Buenos Aires. Agobiado por la gran masa de gente que camina de un lugar a otro junto con sus valijas, Julián Quetglas no encontraba dentro de él la tranquilidad que vio en las caras de todas las personas que pasaban por delante suyo.
“Mi primer viaje solo en avión fue en el 2017 a Buenos Aires, lo que me acuerdo es que cuando llegue al aeropuerto no sabía dónde tenía que hacer el check-in y estaba muy preocupado por no perder el vuelo”, recuerda el full-back que en poco más de dos semanas representará a nuestro país en los Juegos Olímpicos de la Juventud. Un conocido o un simple fan de La Tablada, club en el que se desempeña Julián, no lo hubiera identificado. El chico gritón, acostumbrado a ordenar la defensa, a decirle a sus compañeros que espacios ocupar se vio disminuido al tamaño de una aguja que, en el pajar más grande de sus cortos 17 años de vida, buscaba la manera de abordar el transporte que luego de tres horas aterrizaría en la capital argentina.
Sin sus 14 compañeros por delante suyo para apoyarlo, Julián aprendió a orientarse sólo dentro de un aeropuerto: “Me costó aprender a viajar”, recuerda con una sonrisa de incomodidad en la cara. Sin dudas fue algo que, en ese momento, le generó mucha incertidumbre, ya que no contaba con esa seguridad que tenía durante los partidos, cuando veía a todo su equipo delante de él, dándolo todo en cada pelota, en cada tackle. En ese momento se encontraba solo, en medio de la fila para hacer el check-in, sin nadie que le diera una indicación o una ayuda de cómo hacer las cosas.
Una vez hecho los trámites y ya sentado en el avión, la cara del full-back cordobés comenzó a invadirse de la calma que vio en todas las personas que pasaron por frente de él cuando ingresó al aeropuerto. El ruido ensordecedor de las ruedas de las valijas, los anuncios por altoparlante y las despedidas entre llantos de familiares, se vieron atenuados con unos auriculares y una simple canción de La Barra, grupo del cual Julián es fanático.
Si bien esta experiencia fue muy distinta a todas las que le tocó vivir hasta el momento, Julián sabe que viajar desde Córdoba a Buenos Aires es algo que lo transforma. Es como si durante esas tres horas el chico extrovertido y sociable que grita en defensa, aquel que pone cuarteto y baila en el vestuario con sus compañeros frente al técnico no subiera al avión y apareciera en destino, una vez que este aterriza: “Depende para que viaje prefiero ir solo o acompañado”, argumenta con total confianza.
Pareciera ser que tantos juegos siendo la bandera de la defensa de su equipo le sirvieron poco a la hora de enfrentar un desafío como este. Sin embargo, las personas que más lo conocen resultaron ser un sostén fundamental en ese momento: “Mi familia me apoyo mucho en eso y me hicieron más fácil aprender a viajar”, agregó el único representante cordobés que integra el plantel de seven argentino.
Sin duda la familia Quetglas ha sido una pata fundamental en la corta carrera de Julián. Hijo y nieto de rugbiers, el chico de dieciocho años tuvo a lo largo de su vida deportiva el asidero de sus parientes, principalmente de su padre y de su abuelo: “Siempre, desde que me inicié en el camino del deporte mi papá me acompañó, y a los 14 cuando empecé el gimnasio él me llevó y me apoyó en todo”, rememoró el full-back.
Pueden pasar meses y varios viajes en la vida de Julián pero volar es algo a lo que siempre le va a costar acostumbrarse, ya que, una vez, antes de una gira por Sudáfrica llegó 40 minutos tarde y perdió el embarque que lo llevaría hasta Aeroparque. Para su suerte, pudo subirse a otro avión que despegó media hora después, aunque la multa por no llegar en tiempo y forma estuvo.
Más allá de todo esto, el cordobés de 18 años ya espera ansioso el inicio de los Juegos en busca de una medalla y, si bien todavía le queda un viaje por hacer, espera que eso no lo perturbe y buscará cumplir un objetivo personal: “Quiero representar a mi provincia y dejarla en lo más alto”, concluye Julián.
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