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TRUEQUE POR COMIDA


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La crisis del 2001 hizo de los trueques una manera de afrontar la escasez: miles de personas intercambiaban bienes sin dinero de por medio. En la actualidad, esa modalidad toma fuerza nuevamente y usa a la tecnología como medio de encuentro.

Por María Agustina Zeballo

”Cambio por mercadería J. C. Paz, San Miguel y aledaños” es el nombre de un grupo de Facebook que empezó hace dos años y en la actualidad cuenta con 28.335 miembros. Al menos 300 mujeres son las que se encuentran todos los lunes y viernes a las 14.30 detrás de la estación San Miguel del ferrocarril San Martín. Sobre las vías muertas y un andén abandonado, ellas hacen los intercambios siguiendo siempre la consigna de “un producto, sea ropa, juguetes, calzado por alimentos”.
Fernanda Galera es una de las administradoras del grupo de Facebook que nuclea a todas ellas. No permiten hombres. “Somos todas mamás a las que la plata no nos alcanza y no podemos dejar a los nenes para ir a trabajar”, explica mientras anota en una planilla quién llega al lugar.
San Miguel no es la única ciudad que se suma al trueque. Son varias las localidades del conurbano y barrios de la Capital Federal donde se crearon más grupos. Cada uno tiene su página de Facebook que aclara la ciudad a la que pertenecen y muchos especifican si es solo de mujeres o mixto. Giselle Furreré se unió al trueque que se realiza en Hurlingham hace tres meses, cuando su esposo perdió su trabajo. “Tengo dos nenas chiquitas, la ropa que van dejando la traigo y la cambio por comida”, comenta.
Todas tienen un cartel con el nombre con el que figuran en Facebook. Las transacciones están pautadas de antemano, se suben las fotos de la ropa, los muebles o las tortas que hacen y especifican por qué productos quieren cambiarlos. Las administradoras analizan, aprueban o rechazan cada una de las publicaciones que se suben a Facebook. Galera tiene 3 hijos y cuenta que se le ocurrió armar el grupo de intercambio por que en 2001, cuando ella tenía dieciséis años y un bebé, los trueques la sacaron adelante.
Galera mira cómo una mujer se acerca con un cochecito de bebé entre las vigas de madera, las piedras y las vías. Anota su nombre en la planilla y comenta que a casi todas ya las conoce: “Muchas de ellas están solas, son víctimas de violencia de género, a veces tenemos que acompañarlas a una comisaría o encontrar un lugar donde puedan dormir o cosas así”. Mira en su planilla los nombres de las que faltaron y empieza a mandar mensajes. “Si una falta sin justificación se les da una penalización, porque al no venir es probable que dejen a una mamá sin los alimentos que necesitaba para la cena de hoy”, se justifica la administradora.
Las mujeres con sus carteles y bolsas se acomodan en tres zonas distintas para poder encontrarse mejor. Algunas se animan a gritar el nombre de quien buscan, otras solo buscan con los ojos mientras cuidan a sus hijos que suben y bajan del andén. Cuando hay mal tiempo tienen que suspender los intercambios. Es por eso que pidieron a la Municipalidad de San Miguel un lugar cerrado, ya que se viene el frío y a las reuniones van mucha gente grande y niños. “Acá los políticos vienen, se sacan una foto y desaparecen”, sentencia Galera.
Hace unos días, la administradora pactó un intercambio con Laura, quien ofrecía una campera de abrigo para niños. Cuando se encontraron, Laura llegó con su hija, la dueña de la campera. “Cuando me dio la campera, la nena se largó a llorar, era su campera. La mamá me explicó que era la única que tenía, que en invierno ya iba a conseguir otra pero ese día necesitaba más algo para comer que la campera ¿Qué iba a hacer? Le di los productos igual pero no acepté el abrigo”, rememora.
Mientras Galera aconseja a una mujer sobre cuántos fideos puede pedir por un artículo, explica que en la Municipalidad no están contentas con ellas, les enoja que tanta gente se junte y Control Urbano de San Miguel ya las sacó del primer lugar en el que estaban. “No les gusta que se vea que la gente de acá está muy necesitada”, explica y agrega: “Se les pide que entiendan que no estamos acá porque queremos, las mujeres estamos acá porque lamentablemente hay una necesidad, están sufriendo, esto no es un capricho”, aclara. A su vez, opina que están suplantando el rol del estado pero que por ayudar a la gente, la miran mal.
Andrés Galeano, quien es concejal de la Municipalidad de San Miguel, aclara que no las van a echar, que sabe que no tienen autorización para estar ahí pero no van a litigar. Asimismo, opina que le gusta que haya trueques y que la gente no debería esperar a las crisis para hacer trueques, ya que “ayuda a desarrollar las economías locales”. “Los mejores recuerdos de mi infancia son de los trueques en el 2001, lo recuerdo como una época maravillosa donde generamos grandes lazos entre los vecinos que antes ni conocíamos”, finaliza el concejal.
Conceptos que promueven Galeano y páginas como la plataforma digital de intercambio Biecon son la economía colaborativa, la conciencia sobre el consumismo, el reciclaje, la búsqueda de generar nuevas relaciones con los objetos. Nada de esto llegó a muchas personas del segundo cordón del conurbano. Por el contrario, la necesidad es lo que convoca a ese grupo de jefas de hogar.
Carmen Silva, jubilada y discapacitada, visita el trueque que se arma en la entrada del Coto de José C Paz. Mientras guarda en su bolso el aceite y la harina que intercambió explica: “A mí no me sobra nada, solo puedo traer la ropa de mi esposo que murió el año pasado”. De esta manera Carmen intercambia recuerdos por fideos.


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