Catalogado como “deporte alternativo”, desembarcó en la Argentina hace cinco años. No hay árbitros y respetar las reglas vale tanto como ganar un partido. Los fines de semana, el complejo deportivo de Ciudad Universitaria se llena de futbolistas amateurs que, con panzas crecidas, barbas canosas y piernas flacas, se sacan las ganas de patear un rato la redonda.
Por Pedro Caffa / Lucas Taskar / Rodrigo Volpi
En la cancha 8, la más escondida y la que está más cerca de la Avenida Lugones, dos equipos a los que se distingue por sus camisetas corren y gritan. Evidentemente se está desarrollando algún partido, pero no se logra advertir ninguna pelota. Pelota que nunca se encontrará porque, al levantar la cabeza, la vista se topa con un frisbee, ese disco que suele aparecer en las playas. Acá se está jugando Ultimate.
La forma más simple de explicar el Ultimate es decir que se trata de una especie de rugby que se practica con un disco volador. Pero, a decir verdad, es un deporte que, más allá de llamar la atención por lo novedoso, se destaca principalmente por el espíritu amateur que promueve.
Hoy es sábado, y siete equipos mixtos de distintas zonas de Buenos Aires y uno de Montevideo se reunieron para disputar el Torneo “Puro Espíritu”, que dura hasta mañana. Y aunque se trata de una competencia que coronará a un campeón, nadie se muestra demasiado preocupado por los resultados y, en cambio, la buena onda se palpa por todos lados. Es que esa es una de las premisas del Ultimate. “Siempre es importante venir con buena onda, lo que tiene el Ultimate es que vos tenés que ser honesto contigo mismo y con todo el equipo. De esa manera se juega, tenés que tener esos valores adentro tuyo”, reflexiona Carlos Chiale, uruguayo que cruzó el charco para disputar la competencia porque “allá somos un grupo chico de personas que practica Ultimate y como hay un solo equipo no hay competencia”.
El hecho de que sea un deporte auto arbitrado hace que realmente se ponga énfasis en la honestidad, el autocontrol y la diversión. “No hay árbitro, cada uno se tiene que hacer responsable por lo que hace y no se genera eso de buscar la maña para, por ejemplo, frenar al compañero, hacer faltas. Eso no existe. Si se hace una falta se discute entre las dos personas involucradas y se decide si se cobra o no”, cuenta Diego López, que vino desde Mar del Plata, donde practican “Ultimate Beach”.
Los partidos tienen un resultado y, lógicamente, un ganador. Pero una vez que finalizan, cada equipo se junta y debe completar una “Hoja de Espíritu” en la que se evalúa cuál de los dos cumplió mejor las reglas. Luego, esa hoja se compara y entre ambos equipos deciden quién es el “ganador de Espíritu”. Cuando termine el torneo se premiará tanto al campeón como al que más puntos de espíritu cosechó. “El mayor orgullo es poder ganar tanto en lo que respecta al juego como en el espíritu”, agrega Diego.
El amateurismo del Ultimate llamó la atención del Comité Olímpico Internacional y, en mayo de este año, alegando “el rápido crecimiento del deporte” y “el gran atractivo juvenil, una sólida base en los ideales olímpicos, la igualdad de género y el buen gobierno” le otorgó el reconocimiento provisional a la Federación Mundial del Deporte (WFDF), un primer paso para, en el futuro, poder ser parte del programa Olímpico.
Sin embargo, en Estados Unidos, cuna del Ultimate, ya aparecieron grupos que pretenden profesionalizarlo, algo que Martín Gottschalk, uno de los promotores del deporte en nuestro país y actual entrenador del equipo que entre el 3 y el 17 de noviembre disputará un Torneo Panamericano en Brasil, ve con preocupación. “Se abrieron Ligas profesionales con árbitros y características del juego bastante distintas. Por ejemplo, ensancharon la cancha para respetar las líneas de las de fútbol americano y juegan cuartos en lugar de dos tiempos. Están planteando que les gustaría ganar plata y vivir de eso, pero para mí no está nada bueno, quiero que continúe el espíritu amateur”, opina.
Martín, que hasta el año pasado fue el presidente de la Asociación de Deportes de Disco Volador de la República Argentina (ADDVRA), es optimista respecto al futuro del deporte: “La explosión se está dando hacia abajo. El Ultimate es un deporte con origen universitario y en los últimos años, además de explotar en las universidades, está bajando a los colegios secundarios. Hay un nivel de crecimiento asombroso, y estoy seguro de que va a seguir”, sentencia.
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Ultimate Frisbee, deporte alternativo en Argentina
El Ultimate Frisbee llegó a la Argentina en 1997 de la mano del estadounidense Demian Hodari, que vivía en Buenos Aires. A causa de su pasión por este deporte, decidió, junto a sus compañeros, instalarlo en el país. En el 2008, por la iniciativa de antiguos jugadores en Argentina, nació la Asociación de Deportes del Disco Volador de la República Argentina, con el objetivo de organizar actividades nacionales para los miembros e intentar lograr una fuerte difusión de esta práctica.
El 21 de octubre del 2012, tras una votación, se formó una Comisión Directiva de la Asociación, integrada por diez dirigentes y presidida por Ian Mackern. Además, la organización tiene socios que abonan una cuota mensual, que les permite tener voto en las Asambleas, sumado a una participación en todas las actividades que se desarrollen.
Actualmente, se disputa una liga principal en Buenos Aires que está compuesta por nueve equipos: Stinga, Sapukay, Big Red, Discosur, Cadillacs, El Dorado, Cromosoma XY, CPU y EFUM. Todos los partidos se juegan los domingos en el Campo de Deportes de Ciudad Universitaria de la Universidad de Buenos Aires. A la par, hay una liga femenina y un torneo mixto, que cuenta con seis equipos. Los jugadores participan en dos campeonatos por año, uno en otoño y otro en primavera.
Cada dos años, se realiza un mundial y se alternan entre mundial de clubes –un equipo por país- y de países. El Ultimate Frisbee crece a buen ritmo en Argentina y esto se refleja en que tiene un cupo en cada una de las tres categorías para la copa del mundo de naciones.
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