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UN JUEGO DE NIÑOS


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Intentando emular al Zorro, el cordobés Ignacio Pérez Contreras entró al mundo de la esgrima. En Buenos Aires 2018 intentará completar una historia de película en la prueba de espada.

Por Marcos Méndez 

El programa El Zorro está por empezar e Ignacio Pérez Contreras espera ansioso ver a su héroe favorito. El justiciero espadachín con antifaz negro vence a delincuentes en la California española mientras que el joven espadero imagina hacer lo mismo en suelo cordobés. Hasta que una disciplina convirtió esa afición en una práctica deportiva. La esgrima fue la materialización de ese entretenimiento que hizo que dejara de ser un juego para convertirse en una pasión.

Su primera conexión con las espadas comenzó cuando Ignacio tenía 3 años y vio por primera vez La Bella Durmiente junto a su hermana mayor. Fue cuando a partir de entonces su mamá, Carolina Herrmann, debía rebobinar la videocasetera en el acto puntual en que el príncipe Felipe, con su espada y escudo, se enfrenta a Maléfica convertida en dragón. “Esa parte de la película le fascinó y la vio incansable cantidad de veces”, afirmó su mamá. Hasta que Ignacio vio por televisión al Zorro y empezó el aprecio hacia el personaje español. Una vez que su madre le compró dos CD con las temporadas del héroe enmascarado, el joven cordobés pedía verlo un sin fin de veces al día. Incluso cuando Pérez Contreras cumplió seis años, la temática de la fiesta no pudo ser otra que la del héroe montado en un caballo negro, las espadas y capas para todos los invitados inspiraron al joven cordobés por el acto de portar una espada.

Inició como un simple juego de niños, imaginar que portaba un arma blanca interpretada por una rama de árbol, ya que las espadas de cotillón no resistían la fuerza del joven espadachín. Los primeros adversarios de Ignacio en el pueblo fueron las plantas y arbustos que hay en abundancia en la entrada de Alta Gracia donde vive. Sin embargo, Ignacio encontró un complemento para su afición; los libros sobre la historia medieval, aprender y conocer sobre las espadas, armaduras, cruzadas y sus guerreros. Fue entonces cuando era momento de dejar atrás las repeticiones de capítulos del Zorro y empezar a hacer realidad esa fantasía infantil.

Ignacio empezó su travesía por la esgrima en una pequeña escuela del Instituto Atlético Central Córdoba cuando tenía 11 años. “Es un deporte muy jodido para practicarlo, no está muy difundido sobre todo acá en Córdoba, somos muy pocos y ahora para entrenar hay que irse hasta el estadio Mario Kempes”, aseguró el atleta argentino. Pese a tener que trasladarse 56 kilómetros desde Alta Gracia a la capital de Córdoba cada tramo de fin de semana incrementó su arraigo por el deporte. Más otra dificultad, como tener que ausentarse durante dos meses en el colegio por culpa de los viajes, el aspecto académico no lo podía descuidar porque peligraba su continuidad en la esgrima. Sin embargo, Ignacio reconoce el fruto de esos sacrificios, “Varias veces me plantee dejar la esgrima. Hoy en día me alegra mucho haber seguido, y más allá de los resultados creo que conseguí muchas cosas buenas, como amigos, las experiencias de viajes que compartí y las culturas que conocí”, dijo el deportista de cabello castaño corto y una barba prematura Gracias a las competencias y entrenamientos en los que participó Ignacio pudo visitar Canadá, Brasil, España e Italia. El último lugar donde estuvo fue Costa Rica, donde el esgrimista argentino de 17 años se consagró campeón Panamericano, y ese logro le dio su pase para los próximos Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires.

Ahora lo miran con admiración son sus dos hermanas menores. Amparo, de 13 años, construye su propio camino en la esgrima en Córdoba y espera cosechar puntos para poder clasificar a un Sudamericano infantil. Y Luján, de 7 años, quien no compite, pero en cada certamen toma prestado un casco, una espada, y practica los movimientos de ataques. Pese a que la espada que utiliza Pérez Contreras a los 17 años durante las competencias es de acero templado flexible y no tiene ningún borde cortante, él siempre se sentirá como su ídolo del antifaz negro.


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