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LA CIUDAD FLOTANTE


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Uno de los comentarios que siempre se hace sobre Argentina es la gran variedad de paisajes que ofrece a lo largo y a lo ancho del mapa. Las Cataratas del Iguazú, los sorprendentes lagos ubicados en el Sur y la localidad de Tafí del Valle en Tucumán son algunos de los lugares más conocidos y que más turismo reciben. Muy pocos saben que a tan solo una hora del microcentro porteño hay una ciudad flotante que crece día tras día y que se vio obligada a mejorar todos sus servicios, incluyendo el de traslado, para cumplir con las demandas, no solo del turismo, sino también de sus propios habitantes.

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Actualmente en la Primera Sección de islas, que llegan hasta el río Paraná de las Palmas, viven más de 11.000 personas, número que se ha duplicado con respecto al 2010. Las islas que conforman el Delta del Paraná y sus más de 320 kilómetros de longitud, lo transforman en uno de los más grandes del mundo, junto con el delta Polesie, ubicado en Polonia.
La vida en el Delta presenta diferencias. Cerca del Puerto de Tigre las actividades principales son el turismo, la gastronomía y los deportes acuáticos. Hay clubes de remo, recreos donde se puede pasar el día y en los ríos se ven navegar gran cantidad de botes, lanchas deportivas, lanchas colectivas, yates y enormes catamaranes. Pero el verdadero encanto de la Venecia argentina comienza a unos pocos kilómetros, en donde finaliza la zona más poblada y turística. Los isleños viven cuidando casas de fin de semana, de lo que venden a los turistas y de cualquier tipo de trabajo que puedan hacer en la isla, desde carpintería hasta poda del césped. Lejos del Puerto de Tigre hacia el nordeste, el turismo disminuye hasta desaparecer y las casas con parques son reemplazadas por plantaciones de álamos, sauces y pinos.

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En estos últimos años, una de las tendencias más destacadas fue la construcción de pequeñas cabañas, preparadas para hospedar de dos a cuatro personas. Estas cabañas son construidas detrás de la casa en donde viven los propios isleños, o alguien que tiene una casa para pasar el fin de semana y utiliza la cabaña para generar algún ingreso extra. Tal es el caso de Claudia Tomás. Ella tiene 58 años y es médica en el Centro Gallego. Desde joven que tiene una casa en el arroyo Espera, y hace apenas un año que decidió construir una cabaña en el parque del fondo. Claudia promociona la cabaña que tiene en el Delta, a través de una página de Facebook que tiene más de 7.500 seguidores. Esto lo consiguió subiendo fotos que ella misma saca y tomándose el trabajo de responder muy atentamente las más de 70 consultas diarias que recibe. “Un fin de semana común para 2 personas, ingresando el viernes a las 19.30 y saliendo el domingo a las 17 tiene un valor de $2500”, repite Claudia en un mensaje que ya tiene prácticamente automatizado.
Vivir en el Delta no es sencillo. Si bien existe un servicio de lanchas colectivas, no llegan a los lugares más alejados o lo hacen con poca frecuencia. Tampoco hay luz eléctrica en todo el territorio y recién hace unos pocos años está avanzando la telefonía. Para ir a la escuela, una lancha recoge a los chicos que viven más lejos. Otros, van en bote de remos. Algunos, deben quedarse a dormir durante la semana porque si no pasarían el día viajando.
Juan Almada es empleado de la empresa Interisleña hace más de 20 años y vivió en la isla durante su infancia. “Allá por los ´90, la lancha hacia 2 viajes de ida y 2 de vuelta por día. Era un servicio que se les brindaba a los isleños para que puedan viajar hasta la estación de tren ubicada en Tigre, muchos trabajaban ahí. Una lancha a la mañana y otra cerca de las 21”.
Hace más de una década que la empresa interilseña se vio obligada a mejorar el servicio que brinda. Con la llegada del turismo y el aumento poblacional de la isla, la frecuencia con la que pasan las lanchas es mucho mayor. Durante la semana hay seis lanchas por día. Mientras que los fines de semana se agregan 3 horarios más, dependiendo la estación del año.
Tanto los isleños como los turistas, hacen las compras en un negocio como todo el mundo, pero este negocio, en vez de estar en la calle, está en una lancha que vende desde fideos, leña y hasta clavos. Cuando alguien lo llama desde un muelle, el lanchero atraca y ofrece su mercadería. La lancha almacenera pasa entre 2 y 3 veces por día, siempre a partir de las 15, y se distingue por sobre las demás, gracias a una bocina muy particular que hace sonar constantemente. También hay un isleño que se pasea en su bote vendiendo productos de panadería, como tortas, empanadas y hasta panes caseros. Lo hace únicamente los fines de semana y generalmente en la hora de la merienda.
Daniel Cenizo vive en la isla hace más de 20 años con sus 7 hermanos en una casa pequeña ubicada en el río Carapachay. Se las arregla para vivir haciendo viajes particulares en su pequeño bote, también hace trabajos de carpintería, poda de árboles y vende unas canastas de mimbre hechas por él. “En los últimos 5 años la cosa cambió. Antes yo tenía que viajar a San Fernando para trabajar. Ahora con la gran cantidad de personas que tienen su casa de fin de semana en la isla, puedo vivir de los trabajos relacionados a la madera o la poda de árboles”, cuenta Cenizo. Y agrega: “Hay muchas construcciones nuevas, la mayoría de los trabajos que hago son para complejos de varias cabañas o particulares que quieren remodelar sus casas. Al haber crecidas del río constantemente, todas las construcciones deben estar en alto para evitar que el agua arruine todo. Los muelles y las rampas también se deterioran con el paso del tiempo, porque por más buena madera que se le coloque, la humedad termina arruinando todo”.
Cenizo cuenta que los isleños han sido siempre marginados. Vivir en la isla fue la única opción que tuvieron en su momento, y son pocos los que tomaron la decisión de hacerlo por placer. “Hace unos años, tener un terreno aquí era muy pero muy barato, hoy no lo es para nada. El valor del metro cuadrado podría compararse con cualquiera de un barrio estándar en la capital federal”.
Los isleños no quieren ni ven con buenos ojos a los que van a pasar el fin de semana en su lancha último modelo. Pero lo cierto es que también se han visto beneficiados, ya que con la llegada del turismo local, han aumentado la cantidad de viajes que hace la empresa Interisleña para trasladar pasajeros. La prefectura navega día y noche para asegurar que todo esté en orden, y hasta se ha mejorado el servicio de recolección de basura.


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