Luis Martinez es sinónimo de básquet. Fue el primer entrenador campeón de la Liga Nacional con Ferro Carril Oeste en 1985, logro que repitió al año siguiente. En esta entrevista cuenta, entre otras cosas, como fue su relación con León Najnudel, el trabajo social que realizan los clubes de barrio y, obviamente, su experiencia en Villa Mitre.
Por Jorge Baldino (Twitter: @indiobaldino10 | Instagram: @indio_baldao)
-¿Cómo fue tu acercamiento con Mitre?
Se dio de casualidad. Mis dos hijos jugaban en mini básquet, así que los llevaba tres o cuatro veces por semana allí. Ahí se comenzó a acercar gente de la comisión directiva del club, que también eran padres que llevaban a sus hijos a jugar. Primero se forjó una relación de amistad con varios de ellos y luego me empezaron a insistir para que dirija. Al principio me resistí un poco, pero al final acepté.
-¿Por qué te resistías?
Principalmente porque en ese momento yo era encargado de la Coditep (Comisión de Directores Técnicos Profesionales) y había decidido no dirigir porque eran dos trabajos totalmente contrapuestos; uno no puede estar de los dos lados del mostrador. El primer año dije que no, pero ya en el segundo me convencieron y acepté.
-¿Cuánto tiempo estuviste en la Coditep?
Estuve 17 años como encargado de la Coditep. También fui presidente de Atebara (Asociación de Entrenadores de Básquetbol de la República Argentina) durante 10 años, del 2002 al 2012.
–¿Cómo fue tu experiencia como técnico del club?
Dirigir a Mitre para mí fue hermoso. Durante los cuatro años que estuve, desde 1998 hasta 2002, logramos trabajar con un grupo de jugadores que, más qué profesionales, eran amateurs, pero les encantaba jugar al básquetbol. Siempre los tuve predispuestos para trabajar; logramos una mancomunión muy grande entre jugadores, dirigentes y entrenadores. Aparte de todo eso, logramos un éxito deportivo que para el club fue muy importante: ascendimos a la primera división “A” de Capital Federal por primera vez en los más de 100 años que tiene la institución.
-¿Qué rol ocupan, a tu criterio, los clubes de barrio dentro de la sociedad?
Los clubes de barrio realizan una tarea muy importante en nuestro país. En muchas ocasiones, hasta cumplen con una función que el estado no está en condiciones de hacer: llevar a los chicos hacia el deporte. Tenerlos contenidos, cuidarlos, evitar que estén en la calle, darles la oportunidad de hacer un deporte. Es una tarea social y socio-económica muy significativa.
–En el tiempo que estuviste en Mitre ¿se cumplían este tipo de cosas?
Si, completamente. Siempre intentamos acercar a los más jóvenes a la práctica del deporte. No solo al básquetbol, sino también al futbol o al vóley. La inclusión de los jóvenes en el deporte es una cuestión transcendental dentro de la sociedad.
-Uno de tus hijos, Leonardo, es entrenador de las divisiones inferiores del club. ¿Qué te genera que siga tus pasos en la dirección técnica?
Siento un orgullo y un placer enorme de que Leonardo siga el mismo camino que yo. Sé que lo hace bien, tengo muy buenas referencias suyas. Mucha gente me habla muy bien con respecto a su trabajo. Es una persona seria, honesta y le encanta hacer lo que hace. Así que, principalmente, lo que siento es orgullo.
-Con la gran trayectoria que tenés ¿Por qué aceptaste dirigir un club de barrio como Mitre?
En un principio lo hice por hobby porque, lógicamente, me gusta entrenar. No era una cuestión económica ni nada por el estilo. En mi caso, la trayectoria no tiene nada que ver: al entrenador le gusta dirigir. Y dirige cualquier división, porque es un profesional. De todas formas, no me era ajeno en lo absoluto dirigir un club de barrio porque me inicié en Atlanta, que si bien es más grande, con otra estructura y con mucho fútbol, en ciertos aspectos sigue siendo un club de barrio. Como jugador hice prácticamente toda mi trayectoria allí, así que estaba acostumbrado.
-¿En Atlanta conociste a León Najnudel? ¿Cómo era tu relación con él?
Mi relación con León fue muy especial. Yo fui un amigo verdadero, no como muchos de los que hoy se hacen llamar así pero simplemente tuvieron un vínculo laboral y nada más… Nos conocíamos del barrio. Luego empezó a ser mi entrenador cuando tenía 20 años y estaba haciendo el servicio militar. Yo en ese momento tenía 14 años. Desde ahí entablamos una gran relación, no solo de jugador a entrenador, sino una relación de amistad. Me dirigió en Atlanta durante 15 años. Después se fue a Racing y me llevo a jugar allá. Cuando se fue de Racing, a los dos años aproximadamente, yo ya dirigía el mini básquet de Atlanta. En ese momento me dijo: “Ya tenes 30 años ¿podrías dejar de jugar, no? Dale, porque te necesito conmigo como asistente en Ferro”. Y ahí me fui a Ferro, donde estuve 11 años. Así que la relación personal que yo tenía con León no la tuvo con otros personajes que se involucraron luego en el básquetbol.
-En Ferro ganaste las dos primeras ediciones de la Liga Nacional, en 1985 y 1986 ¿Esos fueron tus mayores logros como entrenador?
Si, por supuesto. El hecho de haber sido el primer entrenador campeón de la Liga Nacional me involucra en la historia de la competición. También logramos el titulo sudamericano y el segundo puesto en la Copa William Jones qué es lo que después se denominó el campeonato mundial de clubes. Pero, realmente, el ascenso que logramos con Villa Mitre quedó muy dentro de mi corazón. Ver la alegría de esa gente el día que logramos el objetivo del ascenso lo voy a llevar para siempre en mis retinas.
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