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A Rainha Marta


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Con el Mundial a menos de 50 días de su comienzo, Brasil y su capitana buscarán conquistar el título esquivo: la Copa del Mundo Femenina.


“A las mujeres no se les permitirá practicar deportes incompatibles con la condición de su naturaleza, y por esta razón, el Consejo Nacional de Deportes debe publicar las instrucciones necesarias para las entidades deportivas en el país”, reza el artículo 54 de la Ley 3199, sancionada por el presidente Getúlio Dornelles Vargas en 1941. Un año después del nacimiento de O Rei Pelé, la política brasileña prohibía la libertad deportiva para las mujeres. Entre las disciplinas estaba el deporte rey: la mujer no podía jugar al fútbol.

Con la salud como recurso, los sectores conservadores excusaron la medida. “Con justificaciones médicas vinculadas a qué era saludable, se promovía que ellas debían ser buenas madres, estar en el espacio doméstico, cuidar a la familia. Era una representación de feminidad que se impuso en esta época”, explicó Silvana Goellner, investigadora y activista de fútbol y mujeres, profesora de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul.

Hecha la ley, hecha la trampa. A lo largo del país, las chicas practicaban el deporte a la sombra de la legislación. Pese al riesgo de ser detenidas o perseguidas, el fútbol femenino siguió existiendo a escondidas en potreros, plazas y barrios.

En 1979 la prohibición se levantó, pero siguió coartando libertades: el Consejo Nacional de Deportes estableció que los partidos debían durar un máximo de 70 minutos, a las jugadoras se les requería el uso de protectores pectorales, los botines no podían tener tapones con punta y la pelota no podía ser controlada con el pecho. Además, las futbolistas estaban obligadas a mantener su femineidad. Para esto debían presentar su pelo largo, usar maquillaje y pantalones apretados. Sin ir más lejos para el Torneo Paulista 2001, la Federación promovió un draft con más de 200 jugadoras para dividirlas entre 12 equipos, y el corte de pelo fue uno de los criterios de la elección. El vicepresidente de la FPF, Renato Duprat, declaró: “Ninguna futbolista juega con el cabello corto, eso consta en el reglamento”.

Aunque Marta Vieira da Silva haya nacido después de la prohibición, esto no la salvó de tener que pelear para alcanzar sus metas. “Jugando al fútbol era la única en medio de un montón de niños y no era siempre bien aceptada. Pero nunca desistí porque me di cuenta de que era una forma de progresar en la vida y ayudar a mi familia económicamente, y de una cierta manera revertir ese papel de la mujer”, dijo la 10 a BBC Mundo. Si este rol para la mujer estaba muy arraigado en las zonas urbanas de Brasil, qué decir sobre las más pobres. Marta nació, y pasó su infancia, en Dois Riachos, área rural al noreste del país más grande de Sudamérica, donde el deporte era reservado para los hombres.

Ella misma contó que su familia quería que se dedicara a jugar con muñecas para mantenerse femenina. “Cuando me veían jugando al fútbol con los niños, mis hermanos mayores venían, corrían detrás de mí para llevarme a casa y yo salía corriendo. La mayoría de veces no conseguían alcanzarme porque era más rápida”, recordó Marta, entre risas, en conversación con BBC Mundo.

“Mi infancia fue muy difícil”, sus padres se separaron cuando ella tenía menos de un año y su madre tenía que trabajar todo el día para mantener a sus cuatro hijos. Como no tenía dinero ni para la matrícula ni para libros, no pudo ir a la escuela hasta los 9 años, pero antes intentó aprender a leer y escribir por su cuenta. Pocos años después le llegaría la oportunidad de su vida.

Los garotinhos de su pueblo no la dejaban jugar, pero finalmente su familia cedió: comenzó a hacerlo en Centro Sportivo Alagoano, y en uno de los torneos posaron sus ojos en ella, y con 14 años le propusieron probarse en Vasco da Gama. Algo más de 2.000 kilómetros separaban a la fenómena brasilera de su sueño. Tres días de viaje en micro le llevó llegar hasta Rio de Janeiro. A partir de aquí, la vida de Marta comenzó su curva ascendente.

Con 14 años jugó para la Verdeamarela Sub 17, y con tres años menos ya era la mejor. Con 16 fue la primera en hacerlo en dos categorías distintas, Sub 17 y Sub 19. En 2003 llegó su ansiado debut con la selección mayor, y fue parte del Mundial de ese mismo año en Alemania, donde abrió el partido inicial con un tanto de penal. Pese a ser compañera de leyendas de su país como Formiga o Cristiane, Marta lució la 10 a la espalda en su primera Copa del Mundo.

Un año después partiría hacia Europa para comenzar su leyenda como la mejor jugadora de la historia. Umea IK de Suecia era su destino. “Durante los años que jugó en Umea IK de la liga femenina de Suecia, entendió lo que es disciplina, seriedad y profesionalismo”, indicó Ricardo Setyon, periodista brasileño. Desde este punto la migración no paró: no duró más de 4 años en cada equipo. Sin embargo, cosechó las ligas y copas nacionales de Suecia y Estados Unidos, y una UEFA Champions League en su primera campaña en el país nórdico. En su tierra natal no consiguió conquistar el Brasileirao, pero si la Copa do Brasil, y más importante la Conmebol Libertadores, ambas con Santos.

Es muy difícil pensar en una jugadora que superará a Marta Maravilla. Aunque así como se dijo que nadie podría ser más que Pelé, y llegó Maradona, y luego Messi, la brasileña puede jactarse de haber superado a O Rei, como a otros récords impuestos por los hombres: Marta tiene en su vitrina seis premios a la mejor jugadora del mundo (cuatro FIFA World Player, un FIFA The Best y un Balón de Oro), cinco de forma consecutiva, y en cuanto a sus marcas personales es la máxima goleadora histórica de la Canarinha con 111, con los que supera los 95 de Pelé, y lleva la posta, también, en mundiales con 17 goles, uno por encima del que más tiene en el masculino, Miroslav Klose.

Sus logros colectivos más importantes los conseguiría con la Selección de Brasil: dos medallas doradas en los Juegos Panamericanos, dos platas en los Juegos Olímpicos y tres Copa América para el Scratch. Sus galardones le han dado el derecho de ser una figura poderosa en el seleccionado de su país. “Ella también decide quién juega. Marta no tiene el poder de Messi, tiene mucho más”, dijo Setyon.

En el fútbol masculino pocos tienen la dicha de jugar cinco mundiales, y Marta, si nada se lo impide, entrará al exclusivo club de las jugadoras que alcanzaron a disputar seis ediciones, sólo Formiga, con siete, y la japonesa Homare Sawa con seis torneos jugados. Más allá de sus galardones con la Selección, hoy tiene dos espinas clavadas: haberse perdido la Finalissima por lesión, donde Brasil fue derrotada por Inglaterra, y ganar el Mundial, donde su mejor resultado fue el subcampeonato de 2007. En la edición 2023, A Rainha buscará el único logro que le falta por conseguir.


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