María Eva Lubik tuvo un puesto de diarios en Parque Leloir –Ituzaingó–, en el Oeste del Gran Buenos Aires. Antes de celebrarse el día del canillita, cuenta su historia.
Por Alejandra Nouche.
Lubik tiene 64 años y hace unos meses decidió cerrar la parada que había heredado de su suegro y en la que estuvo casi la mitad de su vida. Ahora cuida a sus nietos y ayuda a las hijas para que puedan seguir estudiando. Considera que ese tiempo es una de las cosas más importantes que puede brindarles.
-María te quería preguntar…
-¡María Eva!
-¿María Eva por Eva? ¿Eva?
-Si claro nena, soy del 50, un orgullo.
-¿Por qué decidiste vender el puesto después de tantos años?
-No lo vendí. Mis hijos no querían saber más nada y a mí ya no me daba el cuero, y con las suscripciones no manejas efectivo. Terminaba sacando plata de mi jubilación para pagar las bolsitas, el arreglo de la moto, la nafta, y eso me llevo a fundirme.
Las suscripciones las ofrecen los grandes diarios a cambio de tarjetas de beneficios (Clarín 365 y Club La Nación) que los lectores pagan directamente por débito automático a través de las tarjetas de crédito.
-¿Demora mucho cobrar las suscripciones?
-Es que no te las pagan. A cambio mandan mercadería que no tiene salida. Es una forma de presionar para que el monopolio se quede con los repartos. Ya cerraron mil y pico de puestos. Si cada tres diarios que vendés en efectivo entregás diez de suscripción.
-¿Y como era la relación con las distribuidoras?
-Y son todas grandes, si tenés algún problema no se hacen cargo. Si me faltaba algo me decían: “Mandá a reclamo, mandá a reclamo”, y si no venía terminabas pagando. La cuenta con ellos siempre subía.
-¿Recordás épocas mejores, de mayor tirada?
-¡Sí Claro! A mediados de los ’80 vendíamos muy bien, en la época de Alfonsín. Yo crié 4 hijos, y era lo único que teníamos. La crisis del ’89 fue difícil, pero la pasamos. Después levantó un poco, pero en los últimos años empezó a ir para abajo. Les decíamos a los del sindicato: “Van a ver cuando empiecen a cerrar los puestos”, y ellos decían que no.
-¿Te sentías bien representada por el sindicato?
-Nunca nos afiliamos. Mis suegros sí estaban afiliados, pero cuando hubo que poner la cara, nadie la puso. Y no pudieron evitar los cierres. Vos venís por Brandsen y ves puestos cerrados y otros que dicen: “Vendo o permuto”. Antes un puesto costaba como un edificio y ahora te lo regalan. Tenemos amistades que compraron en Ituzaingó y se quieren matar.
-¿Creés que el lector de un diario tiene cierta capacidad de abstraerse y cuestionar la información que recibe o confía por completo en el medio que consume?
-Mirá, el que lee Clarín no lo cambia por nada. Le pongas enfrente el diario que le pongas, no te lo cambia.
-¿Vendías revistas alternativas, como por ejemplo Barcelona?
-Acá vendés mas una Pronto, que es accesible. Ya una Caras o una Gente es más difícil. Y alternativas en esta zona no, no compran, pero Barcelona sí, dos vendíamos siempre. También venía el que la veía y te la criticaba a morir.
-¿Cómo es eso?
-Lo que pasa es que la gente se hizo muy fanática, le gusta que le metan en la cabeza lo que tiene que decir y no piensa por sus propios medios. Yo siempre tuve una regla en el puesto. Ni política, ni religión, porque terminás mal, hay que tener cierto recaudo para tratar con las personas.
-¿Decís que hay posiciones más extremas?
-Claro, hay gente que se comió un discurso y lo tiene grabado. Familias que no se hablan por la ideología, pero no se dan cuenta que el gobierno hoy está y mañana se va, y va a venir otro y también se va a ir, y la familia sigue. El fanatismo no sirve, tiene que haber debate, pero civilizado.
-¿Pensás que los diarios en papel están condenados a desaparecer con el tema de Internet?
-Sí. Sí, para mí sí. Si mirás una boleta de 10 o 12 años atrás es increíble lo que se vendía, pero hoy la gente misma te dice: “Yo no lo compro porque lo que me interesa lo busco en Internet”.
-¿Y eso resintió tu relación con los clientes?
-No, cada uno con su plata hace lo que quiere, a mí nadie me tiene que decir lo que tengo que pensar. Es así, hoy estás, mañana no estás, pero lo importante es que la gente reaccione y se dé cuenta de lo que está haciendo.
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