“Veo veo… ¿Qué ves? Una cosa, ¿Qué es? ¡Que Atlanta ya se va de la B para nunca más volver!”, entonan acompañados de bombos y trompetas pasada la una de la tarde, de este domingo nublado de mayo, los hinchas bohemios en todos los laterales del estadio Don León Kolbowski. Flamean banderas azul y amarillo en todo el barrio de Villa Crespo, Humboldt 390 no es la excepción. Los edificios están teñidos de los mismos colores, los trapos cuelgan de los balcones y desde temprano caminan los vecinos vestidos con esos colores.
Por Sofía Alma Pereyra
Tras siete años deseando subir un escalón más, el club bohemio logró ascender hace tan sólo 15 días a la Primera B Nacional. La derrota que Acassuso sufrió aquella tarde del lunes 6 ante Almirante Brown garantizó los ascensos automáticos del Club Atlético Atlanta y de Deportivo Riestra.
Los famosos hinchas del bohemio, emocionados por el logro del club de sus amores, festejan la noticia a través de las redes sociales. El primero fue Nicolás Cayetano, periodista deportivo y presentador de radio y televisión, que compartió en Instagram una foto con su familia en los festejos y, feliz, expresó: “Cara de ascenso de Atlanta de papá Pilo”.
Mientras que Sebastián Wainraich, conductor de radio y televisión, compartió en la misma red social una tierna foto alzando a su hijo mientras disfrutaban de un partido. Junto a la tierna imagen escribió: “Subite que ya somos del Nacional”.
Jorge, un hincha de Atlanta, de 72 años y afiliado al club por su padre desde sus 15 días de vida, dice que cuando los pobres se divierten la alegría es doble, “no somos Boca o River que si no ganan hoy festejan el fin de semana siguiente”, remarca.
Hoy Atlanta juega su último partido en la B Metropolitana frente a Talleres de Remedios de Escalada, último en la tabla de posiciones. A la una en punto comienza el partido, unos 10 mil hinchas no paran de alentar. El equipo sale a la cancha sabiéndose ya ascendido, pero con otro objetivo posible de cumplir, el subcampeonato. Todo un barrio está paralizado. Hasta los empleados de la obra del Ferrocarril San Martín pararon para mirar el partido desde lo que serán las nuevas vías del tren.
En la platea familias enteras miran el partido, un abuelo se saca la foto con su nieto de no más de un año mientras detrás los jugadores avanzan buscando el gol. Héctor tiene 63 años, los mismos que lleva como socio del club, está en la cancha con su nieta, “quinta generación” dice, mientras la mira con orgullo y agrega, señalándose un tatuaje con la insignia 100% Bohemio, “mi viejo fue fundador de la subcomisión de fútbol infantil, imagínate lo que es esto para mí”.
El hincha bohemio se declara visceral, seguidor, sufrido, luchador. Es el sentido de pertenencia que tiene con el club, con el barrio, lo que lo identifica. Eso se percibe en todo momento con las banderas que cuelgan del alambrado: Serrano 32, Darwin, Dorrego, Fitz Roy, Acevedo. Con mayor o menor producción pero todas comparten los colores y la pasión de un barrio que sabe que ya no jugará más en las ligas menores y que lo que viene es un desafío para todos.
El equipo, dirigido actualmente por el uruguayo Alejandro Orfila (hasta la fecha 27 lo dirigió Pepe Castro), es el más goleador de la B Metropolitana, con 61 tantos a favor, y tiene una de las mejores defensas, con tan sólo 27 caídas.
Faltan menos de diez minutos para ir al entretiempo y llega al unísono el grito de gol en todo el estadio. Ignacio Colombini, entrando desde la derecha, manda la pelota a la red con un derechazo a media altura. La hinchada se funde en un “¡vamos, vamos, vamos los bohe!”.
Llega el entretiempo, 15 minutos para que los jugadores descansen, el director técnico rearme el equipo, busque una nueva táctica. Suenan “Los Palmeras” en el estadio, en la tribuna los rostros no son de preocupación, por el contrario, algunos bailan, otros se saludan, aprovechan para comprar un choripán o hacer un llamado. Son todos vecinos del barrio y si no, se conocen del club.
Comienza el segundo tiempo, ingresa Talleres a la cancha con cambios en su equipo, aunque mantiene la poca claridad para llegar al arco de Rago. Arco que se encuentra invicto desde hace 892 minutos, lo que corresponde a unos 9 partidos sin recibir goles. Si sigue con esta racha llega al récord argentino.
Pasaron 18 minutos y Atlanta no perdona. El misionero Pedrozo entra en posición de 9, atropella de derecha y decreta el segundo gol, un golazo. Explota la hinchada. Atlanta es más Nacional que nunca. El subcampeonato está cerca, es momento de comenzar con los cambios en el club bohemio y así lo determina Orfila.
Una mujer consulta varias veces al marido cuántos minutos faltan, mira el celular, peina a su hija, vuelve a preguntar cuántos minutos faltan. Mira la cabina de prensa, “ahí hay un famoso” le dice al marido. Ese famoso es el presidente de la Asociación de Fútbol Argentino, Claudio Fabián Tapia.
“¡Penal, penal!”, gritan todos mientras el árbitro marca con el aerosol el punto de tiro directo al arco para Colombini. Un tiro bajo a la esquina del arco y tercer gol bohemio. No quedan dudas, a los 35 minutos Atlanta es merecido subcampeón y más Nacional que nunca.
Los obreros del Tren San Martín se retiran. En la tribuna cantan, no paran de abrazarse, algunos hinchas lloran, flamean por el aire la azul y amarillo.
Cumplidos los 45 minutos el árbitro da los dos pitidos. Final del partido. Un abuelo, con gorro azul y amarillo, le dice con lágrimas en los ojos a su nieto: “¡vimos ascender a Atlanta juntos Santi!”. Los jugadores y el cuerpo técnico se abrazan en el medio de la cancha, saludan a la popular y se retiran al vestuario.
“Atlanta es mi segunda familia. Después de mi mujer, que hoy se cumplen 3 años de su fallecimiento, y mis hijos, es lo más importante que tengo. El día que me falte Atlanta es como si me faltara un hijo”, dice emocionado Héctor, al que en el club lo conocen todos como Cholo.
Pasan algunos minutos y los jugadores, con el pelo teñido de azul y amarillo, salen a saludar a los hinchas entre fuegos artificiales. Nicolás Cayetano y Sebastián Wainraich son los encargados de presentarlos mientras el “Chiqui” Tapia, presidente de la AFA les entrega la medalla por el ascenso. Una vez terminado el acto jugadores y familiares se funden en un abrazo. Los hinchas alientan, no paran de alentar.
“Veo veo… ¿Qué ves? Una cosa, ¿Qué es? ¡Que Atlanta ya se fue de la B para nunca más volver!”.
Agregar comentario