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PREMIER, HERIDAS CERRADAS Y CORAZÓN ABIERTO


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Desde Caballito, el punto medio perfecto de la Capital Federal, el club Premier bombea deporte, música y arte a los y las habitantes del barrio y sus alrededores. Un pasado ‘anarquista’, la crisis de los 90’, la toma, el cierre y el resurgimiento de una institución que expresa sus valores y compromiso social con decisiones, acciones y hasta con las paredes.

Por Melisa Ballotta, Leandro Blanco, Dery Brian Santa Cruz y Giuliana Zorzoli

 

Habitar el club

Es martes a la tarde y los adolescentes se dividen en tres: un grupo entrena boxeo, unas chicas juegan al fútbol en la cancha al aire libre y los otros aprenden diseño de indumentaria en la sala que da a la huerta del fondo. Son 390 chicos y chicas de entre catorce y dieciocho años, con posibilidad de extenderlo hasta los veintiuno, quienes asisten de lunes a sábado al Club Premier en el marco del Programa Adolescencia del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Según la página oficial: “Es una iniciativa pensada para estimular las potencialidades y la capacidad creadora de los adolescentes a través de la expresión artística, del acceso a las nuevas tecnologías de información y comunicación como una herramienta de integración social, y de la práctica de actividades físicas y deportivas orientadas al desarrollo de la personalidad, el trabajo en equipo y el cuidado de la salud”. Para ello, desde 2008, proponen una gestión compartida entre instituciones y el ministerio para llevar adelante diversos talleres a lo largo del año. Es una continuidad del “Proyecto por Nosotros” que se había empezado a implementar en 2007, el último año de gestión de Jorge Telerman en el Gobierno de la Ciudad, cuando el Estado era el único encargado de administrarlo.

Marita Miguel, presidenta del Premier, cuenta que el programa está en el club desde 2012 cuando el padre de un socio acercó la idea. Luego de tener charlas con funcionarios de la Ciudad, decidieron probar y recibieron a 80 adolescentes el primer año. El Estado les gira dinero dependiendo de la cantidad de participantes en los talleres y cada club organiza y contrata al personal necesario según la impronta que quiera darle al programa. Más allá de la escasa plata que le queda a la institución luego de pagar sueldos, comprar materiales y afrontar los tarifazos en servicios, Marita cree que sirve para contener situaciones de vulnerabilidad social que traen los chicos y las chicas encima: “A muchos de los pibes les generó una identidad con el club, una identidad con un grupo”.

Luciana Bianco ejecuta el programa en el Premier desde 2013 y hoy es una de las dos coordinadoras. Explica que cada uno de los diecisiete talleres tiene que tener a un tallerista, encargado de enseñar la disciplina, y a un operador social, que hace el seguimiento de situaciones individuales y de emergentes grupales. Los encargados de ocupar esos puestos son, por lo general, personas relacionadas con carreras universitarias de ciencias sociales: trabajadores sociales, sociólogos, historiadores y comunicadores sociales. En total, son 28 trabajadores destinados a las actividades. Además de las ya mencionadas, hay clases de canto, guitarra, maquillaje artístico y social, fútbol masculino, handball, vóley y taekwondo. Cada año, se proponen los talleres que se quieren dictar y el ministerio tiene que aprobarlos. Los chicos y las chicas que quieren participar se anotan en los Centros de Gestión y Participación (CGP) de sus comunas y, por lo general, se enteran a través del boca en boca, ya que no hay propaganda por la escasez de cupos.

La mayoría de los adolescentes no son del barrio, pero sí asisten a los diversos colegios que quedan por la zona. “Son chicos que no solo tienen vulnerado el derecho a la recreación”, comenta Bianco y agrega que en los diversos momentos del país los operadores van notando cómo las problemáticas de los adolescentes se van modificando. En los últimos tiempos, se ve más reflejado en los informes que, dentro de los motivos de ausentismo, aumentó la imposibilidad de cargar la SUBE. Ahí los operadores son los encargados de brindar información sobre el boleto estudiantil. “Todas las situaciones sociales que pasan en el país, obviamente impactan directo en estos pibes”, explica la presidenta del Premier.

El programa tiene alrededor de 9000 inscritos distribuidos en 35 instituciones a lo largo de la Ciudad. El sur es la zona que más opciones de clubes ofrece. A pesar del crecimiento, el presupuesto no aumenta. A cada adolescente se le otorga una beca de $350 por mes, solo $150 más que lo establecido en 2008. Pasó de ser un estímulo de la actividad recreativa (por ejemplo, los que hacían guitarra, después de un par de meses, podían comprarse una), a meramente cubrir los viáticos. Hoy en día, es un facilitador, pero insuficiente, ya que ni llegan a cubrir el transporte necesario. “Es una realidad que vienen con más hambre o que hay pibes que tuvieron que dejar la escuela para laburar”, concluye la coordinadora del programa en el club.

Todo lo que aprenden durante la semana, lo socializan en muestras y en tres encuentros al año que se realizan en el Parque Sarmiento con los integrantes de los talleres que se dictan en el resto de las Instituciones. La liga está compuesta por clubes como Boca, San Lorenzo, DAOM, Federación Caballito, etc. Esos sábados también fomentan el encuentro para compartir experiencias entre talleristas y operadores de toda la Ciudad.

El ministerio controla el desarrollo del programa con visitas a las instituciones cada quince días. Los supervisores se juntan con las coordinadoras, acompañan con alguna de las problemáticas que surjan en los talleres y aportan una visión de lo que está pasando. Además, tienen tres reuniones preestablecidas por año: una de presentación, una a mitad de año y otra al finalizarlo para evaluar cómo fue el desarrollo. Dentro del Premier, los operadores se juntan mensualmente con las coordinadoras para informarles sobre el desempeño de cada taller. Todo está sistematizado.

Si bien la gestión asociada les brinda a los clubes un margen de libertad en cuanto a qué actividades ofrecer y cómo realizarlas, también es una forma de tercerización y precarización laboral. Ni los profesores ni los operadores son trabajadores del Estado, por lo cual dependen de la capacidad de cada institución para blanquear los sueldos. Además, durante el verano no se desarrolla el programa: son tres meses en los que no cobran. Más allá de los elementos pasibles de mejorar, Bianco pondera las bondades del Programa: “Me parece que está bueno fomentar el trabajo territorial en los clubes”.

Entre el deporte y la pared

Los murales son una muestra de arte urbano, una manera de plasmar ideologías y sensaciones con pincel y pintura. En las paredes del club Premier de Caballito yace todo eso. En 2003, cuando el club comenzó a resurgir, se empezó a tener un enfoque más cultural, por lo que se pintaron murales en la fachada y en las paredes internas del club. En la canchita puede apreciarse una pintada con imágenes de animales y frases como “Ser vegano es un acto de amor”, que hicieron los mismos que concibieron la feria vegana más grande de Capital Federal dentro del club. En el fondo, para contrastar, hay una hamburguesería que no podía quedarse sin su mural porque donde hay fuerza, hay hambre: Darth Vader, el memorable villano de la saga Star Wars, engulle una hamburguesa doble con queso cheddar.

Uno de los murales más grandes y representativos del club es el que se encuentra en el escenario. Una pintada arrabalera, una típica esquina porteña. Dos personas sentadas sobre la vereda tomando mate. Pibes jugando a la pelota en la calle. Un hombre sostiene una cerveza en la vereda de enfrente, otro saluda a un anciano en la esquina de las calles Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, los jóvenes que fueron víctimas de la represión policial durante una movilización en el puente Avellaneda en 2002. Una gorra de policía sobre un tacho de basura. Arte, cultura y rebeldía, en colores y dos dimensiones.

Los alumnos y alumnas de artes plásticas y los de apoyo escolar hicieron su propio mural en el salón donde se llevan a cabo distintas actividades. Pintadas abstractas, calaveras mexicanas, sombras, palabras como Paz y Libertad, grafitis y más calaveras. Todas las voces se concentran en las pintadas, que además le dan un plus a la estética del club de barrio.

La revolución también se hace adentro

A partir de 1954, con la reforma del estatuto con la que se intentó acompañar la robustecida visibilidad femenina en la vida política como en la social que caracterizó esa época, se permitió el ingreso de mujeres al club. A lo largo de los años se fueron sumando distintas actividades en las que todos y todas podían participar de igual manera. En las vías de la lucha y el empoderamiento, el Club Premier transitó un camino que fue revirtiendo las reglas machistas de los primeros años de su fundación.

“En el programa yo tenía un taller femenino de fútbol y dos masculinos, entonces pensé: ¿Por qué tiene que ser así? Le agregué uno a las chicas, ahora juegan mixto un día (a la semana)”, contó Marita Miguel con orgullo. Ella es la primera presidenta del club, fue elegida en asamblea por los socios y socias en enero de este año, cuando comenzó su gestión. El crecimiento, con respecto a la igualdad de género, no es solo en lo deportivo, también se puede ver en la dirigencia del club, en la que se intenta respetar la misma cantidad de mujeres que de hombres.

Que el discurso coincida con los actos es una muestra de que las cosas van por buen camino. Para abordar problemáticas sociales se llevan a cabo charlas marcadas por la concientización y el respeto a la mujer. La forma en la que repercute la información en los receptores y receptoras, en los participantes de esas actividades, se evidencia en los murales pintados por sus propias manos: “Aborto Legal, Seguro y Gratuito”.

Al ritmo del carnaval

En el barrio de Caballito, más precisamente en la calle Campichuelo al 472, se ubica el club actualmente llamado Premier, que registra más de una etapa en su vida institucional. Se fundó el primero de mayo de 1938 por un grupo de hombres que buscaba un espacio para realizar sus reuniones y bajo el nombre de “Chiqué”, en honor al tango del músico Ricardo Luis Brignolo de 1920. El club mostró el arraigo político desde sus comienzos, pero la orientación partidista fue modificándose con el tiempo, como los valores: el club no permitía mujeres por estatuto y 81 años después es presidido por Marita Miguel.

“Cuenta la leyenda que eran anarquistas, pero todo fue cambiando”, cuentan en un texto que realizaron hace algunos años con testimonios de socios de la primera época. Su fundación se explica con la situación política que vivía la Argentina. Bajo el mandato de Roberto Marcelino Ortiz, perteneciente al partido de la Unión Cívica Radical Antipersonalista, seguía vigente la Ley de Residencia, que permitía la expulsión del país de cualquier extranjero sin juicio previo. Los inmigrantes buscaban espacios donde reunirse y la creación de un club resultó el procedimiento ideal.

Premier tiene una historia ligada al barrio y a la unión de sus socios. “Los fines de semana eran una fiesta en esa época (la década del 40), desde la mañana se armaban partidos de fútbol, se comían picadas, los sábados se hacían bailes de tango que muchos recuerdan y donde participaron artistas como el “Polaco” Goyeneche y Homero Expósito”, cuentan en el texto que recupera su historia. El club fue famoso por sus bailes de carnaval, en los que se elegían los mejores disfraces y se realizaba la elección de la “Reina del carnaval”, tradición de los primeros años de la institución.

Premier, como fue rebautizado, nació con el nombre “Libertad”. Sin embargo, no pudo subsistir mucho tiempo como tal debido a la aparición de la policía en el establecimiento. Los oficiales detuvieron a los miembros de la Comisión Directiva para averiguar sus antecedentes y orientación política, tras haber recibido denuncias de que eran posibles anarquistas y comunistas. Luego de la explicación de las personas indagadas, quienes afirmaron ser radicales, el comisario de turno les aconsejó a los directivos modificar el nombre del club porque prestaba a confusión. Así, luego de varias horas de debate en cuanto a lo sucedido, nació el nombre “Premier”, vigente hasta la actualidad.

Luego del crecimiento del club año tras año llegó la década de depresión para la institución, que casi lo lleva a su extinción. En los 90’, bajo el menemismo, las tarifas y los costos que debía pagar el club eran demasiado altos y, sumado a la crisis de ingresos de la población, los socios empezar a decaer notablemente. Sin ingreso por cuota societaria y con un endeudamiento que crecía a diario, Premier fue tomado por veinte personas aproximadamente, quienes durante casi una década mantuvieron cerrado el club. La Comisión Directiva que le cerró las puertas al barrio fue removida tras la aparición de un nuevo colectivo de personas que buscó y logró la reinserción de Premier al ámbito social.

El club reabrió sus puertas en 2003. Además de lo deportivo, empezó a enfocarse en asuntos culturales: peñas, tango, cine, jam de blues. Premier comenzó a ser reconocido como una opción alternativa para la noche porteña. Sin embargo, durante los últimos años, la movida artística mermó por las constantes clausura que recibieron. “Toda institución acompaña el ritmo de lo que pasa en el país”, opina Miguel. Y agrega: “Íbamos creciendo hasta este gobierno, teníamos muchos socios que podían pagar, ahora son menos”.


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