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BRASILIA, LA CIUDAD QUE NUNCA SE PREPARÓ


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De San Pablo a Brasilia, con escala en Riberao Preto. La Selección ganó y nos hizo mover en el mapa más de 1200 kilómetros. En el próximo cruce de estado está Brasilia. Una ciudad en medio de la nada que se construyó con el fin de hacer una Capital en el interior para federalizar el país.

Por: Jorge Albarracín

Cuesta criticar a una ciudad tan maravillosa como la creada por el legendario arquitecto Oscar Niemeyer a fines de los 50′, pero evidentemente, ni él, ni el Estado pensaron nunca que allí se podría realizar un evento deportivo tan importante como ser sede de una Copa del Mundo de la FIFA.

Para el hincha común, como quien esto escribe, este era “El Mundial”. Por cuestiones económicas, jamás tendríamos posibilidad para presenciar otro a menos que, finalmente, se realice en nuestro país en 2030 como tanto se viene pregonando desde el organismo del fútbol internacional.

De San Pablo a Brasilia, con escala en Riberao Preto. La Selección ganó y nos hizo mover en el mapa más de 1200 kilómetros. A medida que la ruta empieza a acusar mayor kilometraje en dirección al Norte, el panorama empieza a tornarse distinto a la industria de San Pablo o la enormidad de Minas Gerais. Entramos en el estado de Goiás, donde se empieza a sentir el interior brasilero. Gente trabajadora y de pocos lujos, muchas bicicletas cruzando los accesos, pocas estaciones de servicio, muchos puestos y una enormidad boscosa que, por pasajes, llenaba los ojos. En el próximo cruce de estado está Brasilia. Una ciudad en medio de la nada que se construyó con el fin de hacer una Capital en el interior para federalizar el país.

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Hermosa. Imponente. Muy larga. Para el viajero que no tiene donde parar, eso no sirve. En la entrada y en el centro hay hoteles de hiper lujo a los cuales este hincha-cronista, que pudo cubrir los gastos del Mundial hasta ahora, no puede acceder. Entonces la gente de allí nos envía a las afueras para buscar alguna posada o alojamiento del estilo. La verdad que decirle “posada” a los lugares que nos ofrecen es un halago. Los alrededores están plagados de prostitutas y sus respectivos regenteadores en la puerta de cada hospedaje. Poca policía y piso de tierra. Para peor, los dueños se encargaron de inflar los precios estrepitosamente: 260 reales la noche en el más barato.

No lo pases al 5 a 1, ni mucho menos imagines el estado de ese sucucho. Paredes rotas, camas con bichos. Deplorable. Mejor nos vamos de acá. No hay hoteles de nivel medio, ni siquiera bajo. Tampoco argentinos en las calles.

Decidimos volver hacia atrás y encontramos la respuesta: en Valparaíso de Goiás, la ciudad límite entre los estados de Goiás y Brasilia hay tres o cuatro posadas repletas de compatriotas que van al estadio Mané Garrincha. Una ciudad bastante parecida a lo que puede ser el pasaje de la Ruta 8 en San Martín, norte de la provincia de Buenos Aires, detrás de los hospitales.

Evidentemente la capital brasileña no está preparada para recibir eventos deportivos populares como un Mundial en América Latina. Por más de que se hayan invertido millones en el Estadio Nacional y en una especie de MetroBus que no se concluyó, no está a la altura. No por lujo, ni infraestructura, sino porque no soporta la ola popular que representa la pasión por el Fútbol. No hay caso, Brasilia no fue construida para eso.


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