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CAMBIAMOS EL VÍNCULO CON EL DINERO


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Telares de la abundancia, una experiencia de “empoderamiento” emocional y material que se expande por el país y de la que participan cientos de mujeres. Aportan 20 mil pesos y se llevan hasta 160 mil.

Por Amatista Casamajor y Juan Cruz Carrique

“A mucha gente le suena como mensaje enmascarado todo esto del amor y el compromiso. Pero acá se trata de hacer algo distinto en la economía y en el apoyo a la mujer”, comenta Leonora desde uno de los diez recuadros de la pantalla, en una de las reuniones semanales por Skype. No lo dice con bronca, su convicción pasa por otro lado: “La idea es realizar una transformación real en nosotras, por eso no estamos en los medios” de comunicación. Está hablando de los telares de la abundancia, una experiencia de “economía solidaria” que en los últimos meses se popularizó entre mujeres de numerosas ciudades del país.

Lo primero que hay que entender, insiste Leonora, es que “el telar es un organismo vivo, que está siempre mutando y que tiene una estructura en forma de mandala o flor; es decir, de afuera hacia adentro y no de abajo hacia arriba”. Esto significa, por una parte, que las participantes de un mandala están en un perpetuo recambio y, por otra, que no hay roles jerárquicos, ya que todas acaban ocupando todas las posiciones.
Cada mandala define su propio modo de organización y funcionamiento. En cuanto a su estructura, en el momento del regalo, cada una está compuesta por 15 mujeres, distribuidas en cuatro posiciones diferentes. En el círculo exterior hay ocho “fuegos”, en el siguiente cuatro “vientos”, en el anteúltimo dos “tierras”, y en el centro el “agua”.
Manuela, de 29 años y periodista, cuenta que para ingresar “cada mujer debe asumir un doble compromiso: el primero consiste en entregar un regalo de 20 mil pesos (1440 dólares) para que la que está en el centro cumpla su sueño; el segundo compromiso es invitar a una o dos mujeres”. Una vez que ellas ingresan, se estima que en cuatro semanas –el ciclo de la luna– van a recibir esa suma multiplicada por ocho, es decir, 160 mil pesos, aunque ese tiempo suele extenderse y llegar a ocho o diez semanas. Pero lo más importante, aclara Manuela, es que “no hay nadie que haga de intermediario ni que administre la plata”.
Sin embargo, para estas mujeres, el telar no está pensado simplemente como un medio para conseguir dinero. Como cuenta Cecilia, docente y periodista de 36 años, el empoderamiento se da en un nivel emocional: “Cuando vos entrás como ‘elemento fuego’ y tenés que hacer el regalo, sí o sí tenés que confiar en vos y en los demás. Y ese confiar es también quemar miedos; el miedo a perder, el miedo a la escasez, al desamparo. Después, en cada etapa se movilizan otras cosas”.
Tras este proceso, que puede variar en tiempo pero no en el orden de las etapas, se alcanza por fin el empoderamiento material. Este ocurre cuando se llega a la posición de ‘agua’ y se reciben los regalos.
Contra la creencia generalizada, Rosa, docente y una de las fundadoras del grupo “Resistiendo con aguante”, asegura que recibir es lo más difícil de todo: “Las mujeres estamos acostumbradas a dar. A mí me costó horrores sentirme merecedora y ser el centro de algo. Ahí me empoderé en el liderazgo, pero desde un lugar amoroso”.
Sin embargo, la veta combativa aparece cuando le preguntan por las críticas de los medios de comunicación de todos los espectros políticos calificaron como “estafa” “fraude” o “lavado de cerebro”. “Nosotras -afirma Rosa- estamos cambiando la manera de relacionarnos con el dinero y con nuestra esencia de mujeres, que no son meros discursos. Si nos critican o nos llaman estafadoras es porque en el telar de los sueños nos atrevemos a tocar la víscera más sensible del ser humano que es, como decía el general Perón, el bolsillo. De esa manera nos metemos directamente con el sistema financiero y eso no le gusta a nadie.”


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