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Cerveza artesanal Filidoro: de hobby a fábrica autosustentable


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Comenzó hace 10 años como un juego y se transformó en un emprendimiento que provee a los bares más importantes del AMBA y sostiene a 9 familias. Este sábado festejarán su trayecto en el FiliFest. Juan Somoza, uno de sus fundadores, revela algunos de los secretos que guardan puertas adentro.


Entre las calles Yerúa y la avenida Warnes, casi rozando la estación de tren de Paternal en la ciudad de Buenos Aires se encuentra un galpón con una fachada interrumpida por colores alegres y un dibujo de un gallo. Una puerta negra con una inscripción. Un galpón que fue testigo del crecimiento de lo que fue un hobby y se convirtió en un emprendimiento exitoso que, a pesar de los altibajos, sigue en pie y con proyectos. La fábrica de cerveza artesanal “Filidoro” guarda una historia única. Y este sábado van a abrir sus puertas para contarla y saborearla en el FiliFest.

Empezar como un juego, como algo sin importancia, una improvisación de la vida diaria para luego aplicarle una pizca empresarial y terminar siendo una fuente de trabajo para 9 personas, una marca, dejar una huella. Juan Somoza de 35 años eligió hacerlo a través de la fabricación de cerveza. La idea nació hace 10 años cuando su hermano Nicolás empezó a experimentar con utensilios caseros y fabricó sus primeras birras. Tras meses de pensarlo se lanzaron a la pileta y comenzaron a proveer a bares. Pasaron por Flores y Caballito hasta que finalmente en 2015 encontraron el lugar perfecto en el barrio porteño de Paternal para asentarse y definirse como una pequeña empresa.

Al ingresar a la fábrica se observa un tumulto de barriles grises listos para salir, evidencia del fin de semana largo que se acerca. Un olor a gluten flota en el aire como si quisiera imponerse sobre todo lo demás. Y de cierta manera lo logra porque invade todo el lugar. Unas masivas ollas industriales metálicas se despliegan por el lugar. Cada una cumple una función particular pero esencial para darle vida al producto final. Bolsas de 10 kilos de malta apiladas a un costado, canaletas llenas de una espuma media amarronada, barro de levadura.

Años atrás ese espacio estaba completamente desnudo sin rastro de posibilidad de crecimiento. “Le pusimos el cuerpo, -recuerda Somoza- no hubo capitales accionistas, con la cerveza que fuimos vendiendo compramos la maquinaria necesaria para llegar hasta lo que somos hoy”.

Con alegría y orgullo relata hasta el mínimo detalle cómo es el proceso de fabricación. La cerveza es una infusión de agua caliente con granos de malta”, simplifica. “Agua más malta más levadura más lúpulo”, insiste con lógica matemática. Esa es la fórmula básica, lo mínimo que necesitan. El resto es jugar con esos ingredientes y buscar la ecuación perfecta para cada paladar. Los sabores se crean a partir de un blend de maltas y las fusiones que llevan a cabo les permiten crear seis tipos de cerveza: American Pale Ale, Blonde Ale, Irish Red Ale, Algo Contrigo (Witbier), English IPA y Stout. Todas con nombres extranjeros porque su origen se remonta a tierras ajenas a Argentina aunque ellos le dan un toque. Su toque. Pero eso no lo revelan. También fabrican cervezas exclusivas para ocasiones especiales, como cerveza de calabaza, ácida y de guarda.

Con una fabricación mensual de más 30.000 litros, proveen a cervecerías de todo el área metropolitana de Buenos Aires. Solo un 5% de su producción se envasa en latas de aluminio que dura poco menos de una semana sin refrigeración. Una elección que los aleja de un área más demandada es la no pasteurización de sus productos. Un proceso clave a la hora de comercializar con supermercados y empresas que buscan stockearse por meses ya que el producto tiene una mayor vida útil. Según ellos, la pasteurización implicaría sumar un nuevo factor en la cadena de producción. Por lo que prefieren quedarse con la estructura comercial que tienen actualmente: proveer a bares y que su cerveza sea un producto exclusivo de esos locales.

La pandemia fue un obstáculo que pudieron sobrepasar con una capacidad de adaptación envidiable y que hoy en día es una motivación para seguir adelante a pesar de la economía tambaleante con la que conviven.

Filidoro. Un nombre que guarda varios significados. Desde despertar antes que el gallo para trabajar, hasta el descubrimiento de dos razas de esa ave llamadas “Filidor” y “Filibar”.  Todos representan a su pequeña fábrica de Paternal para sus fundadores.

Una cerveza, una comunidad

La fábrica de cerveza artesanal Filidoro abre sus puertas este sábado para festejar su recorrido con los vecinos y vecinas del barrio porteño de Paternal.

Sobrevivientes de la pandemia de Covid19 anuncian en sus redes sociales: “¡Vuelve el FiliFest, vuelve la alegría! Volvemos a cortar la calle, a abrazarnos, a menear hasta abajo y brindar en lo alto”.

Es la cuarta edición de este festival que tendrá música en vivo, actividades para chicos y adultos, comida para picotear y, por supuesto, la cerveza artesanal Filidoro.

“La idea surgió para devolverle a la comunidad y al barrio algo de esa energía que nos dio”, asegura Juan Somoza, uno de los fundadores de la  fábrica. Y así lo harán, una vez más, este sábado de 17 a 23 en Yerúa 5167.

Filidoro en Instagram es @filidorobsas


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