Migrar el sistema educativo a plataformas virtuales evidenció desigualdades sociales: no todas las personas poseen computadoras e Internet para seguir aprendiendo. Un repaso por distintos datos sobre esta desigualdad en la Argentina.
Por Micaela Graziano
Con la llegada del coronavirus al país y la posterior medida de aislamiento social, tomada por el gobierno para evitar el contagio masivo de la población y el colapso del sistema sanitario, la escuela debió mudarse a la virtualidad. Clases en línea, realizadas por medio de plataformas de videoconferencia como Zoom y Meet; videos; audios, foros; pdfs y mails, se volvieron cotidianos en la vida de los estudiantes de todo el mundo. Sin embargo, de acuerdo con un informe del investigador Alejandro Artopoulos, publicado por el observatorio Argentinos por la Educación, en el país dos de cada diez estudiantes de primaria no tienen acceso a internet.
Si bien, conforme a los datos elaborados por el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), el porcentaje de hogares con acceso a internet fijo aumentó, pasando del 49.6% en el año 2014, al 62.8% en el 2019, aún hay mucho camino por recorrer. De acuerdo con un informe publicado en abril de 2020 por el observatorio deArgentinos por la Educación, el 19,5% de los estudiantes que finalizan la primaria y el 15,9% de los estudiantes que finalizan la secundaria no tiene internet en su hogar.
En este contexto de cuarentena, la brecha digital, entendida como la diferencia existente entre aquellos que acceden a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) y aquellos que no, se profundizó, impactando también en la brecha educativa. Artopoulos, sociólogo y director de Investigación y Desarrollo del Centro de Innovación Pedagógica de la Universidad de San Andrés, distingue dos niveles de brecha. La primera, relacionada con el acceso a internet por medio de dispositivos, y la segunda ligada al uso que se hace de la misma, a la capacidad de aprovechar los recursos que la tecnología puede ofrecer.
“Con la pandemia las dos brechas sufrieron modificaciones. Descubrimos que con un teléfono inteligente no se resuelve la primera brecha digital”; sostiene Artopoulos y asegura que aquellas personas que utilizan las tecnologías digitales para el trabajo intelectual necesitan, además de un celular, por lo menos una computadora. “Ya no se trata del acceso al dispositivo, si no al ecosistema de dispositivos”.
De acuerdo con el especialista, en la actualidad, la brecha más importante es la segunda, ligada al uso que se hace de las TIC. “El sistema educativo cree que los jóvenes ya saben usar los dispositivos y en realidad solo saben usar un porcentaje de ese ecosistema de dispositivos. Ese es uno de los equívocos del sistema”, afirma.
Existe también, una tercera brecha relacionada con la velocidad de la banda ancha. Si esta es menor a los 20 Megabits por Segundo (Mbps), se dificultan las actividades de aprendizajes sincrónicos como las videoconferencias, quedando disponibles solo las actividades asincrónicas. Según datos del ENACOM, la velocidad de la conexión en el país mejoró entre 2014 y 2019: pasó de 3,6 Mbps en 2014 a 28,3 en 2019. Sin embargo, de acuerdo con la Cámara Argentina de Internet (CABASE), en el 2019 más del 59% de las conexiones del país no llegaban a los 20 Mbps.
Con respecto al acceso de los estudiantes a internet, el país se encuentra relegado en comparación con otros de la región. En la prueba PISA, un informe realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para medir el rendimiento académico de los estudiantes a nivel mundial, el 85% de los estudiantes argentinos respondió que cuenta con internet, quedando atrás de países como Brasil (91%), Chile (90%) y Uruguay (88%). Dentro de Argentina el panorama no es diferente. Se evidencia disparidad entre los estudiantes de distintas provincias. Las más relegadas son Santiago del Estero, Formosa, San Juan, Catamarca, Misiones y Chaco.
Para subsanar esta brecha, Artopoulos cree que se debe trabajar en tres problemas fundamentales. El primero es la capacitación de los equipos directivos y docentes en las TIC, ya que son los que están a cargo de la transformación digital de las escuelas. Por otro lado, considera que es necesaria una política nacional de conectividad. “Tiene que haber una iniciativa público/privada para avanzar en un plan nacional para conectar a todas las escuelas a una velocidad que permita dar clases”. El tercer punto es la creación de una estrategia para una escolaridad híbrida. Para Carina Lion, doctora en Educación de la Universidad de Buenos Aires y especialista en Tecnología Educativa, lo que se viene será una mezcla entre lo presencial y lo virtual.
Para la doctora, continuar con las clases en este contexto es esencial. Considera que lo principal es poder sostener vínculos en un momento difícil, de aislamiento, de ansiedad. “Seguir enseñando implica tener una escuela presente, un Estado presente y eso es fundamental porque se puede enseñar y aprender de muchas maneras y con múltiples formatos”, asegura. La especialista cree que uno de los principales problemas que planteó la virtualidad fue el desconocimiento de los docentes de las herramientas digitales. “Las tecnologías se les impusieron por el contexto. No es algo que eligieron”, agrega.
Lion define la “activitis” y la “sincronitis”, como dos problemas que surgieron del pasaje súbito de las clases al modo virtual. “Para mostrar que estábamos enseñando, muchas propuestas fueron de actividad excesiva. Esto generó mucha ansiedad en los estudiantes, justo lo contrario de lo que se pretendía generar”, sostiene y agrega que, en este contexto de pandemia y aislamiento, más que nunca, los docentes necesitan a las familias como socias en la educación.
Para la especialista las clases no deben adaptarse a la virtualidad, si no transformarse por ella. “Adaptarse implica que puedo hacer lo mismo que hacía antes, pero con los entornos digitales. Para mí, la tecnología, nos invita a redefinir cuáles son los contenidos esenciales, profundos y únicos que tenemos que enseñar”, asegura y afirma que la virtualidad permite aprender nuevas habilidades como la autonomía, el respeto por las intervenciones sincrónicas, la responsabilidad en la entrega de trabajos y la creación de una rutina.
En cuanto a la brecha digital considera que afectó tanto a alumnos como a docentes. “Creo que la política de ir con cuadernillos, radio, televisión, que se organizó desde el Estado da cuenta de un reconocimiento de esas brechas. En los próximos años hay que hacer una gran inversión en infraestructura que garantice conectividad de calidad para todo el país”, afirma la doctora en educación, que también fue integrante del Consejo Asesor del Programa “Conectar Igualdad”.
Lion cree que existen muchas brechas digitales, y sostiene que la más visible es la de infraestructura, pero también están las brechas de uso y las brechas de género. Para ella el desafío es: “aprender a usar con un sentido la tecnología, apropiársela de un modo genuino con igualdad de oportunidades para varones y mujeres”.
El acceso a internet es considerado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como un derecho humano desde el año 2011. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censo de la República Argentina (INDEC), en el año 2019 tres de cada diez argentinos no acceden a él.
¿Cómo reducir la brecha?
Desde el Observatorio Argentinos por la educación, se elaboró un informe donde se detalla una serie de políticas para disminuir las disparidades en el acceso a internet, que hoy impactan directamente en el acceso a la educación. La propuesta de “Rating cero para contenidos educativos” se centra en generar acuerdos con operadores de internet móvil para que distintas páginas educativas sean gratuitas. El gobierno aplicó esta medida con el lanzamiento de “Seguimos Educando”, una sitio online que provee contenido educativo. Además, desde el ENACOM se liberó el uso de datos móviles, para el acceso de los alumnos de las 57 universidades nacionales del país a las plataformas educativas. Al necesitar más de internet para llevar adelante las clases virtuales, muchas personas debieron cambiar el plan de datos móviles, incrementando sus gastos. Es por eso, que otra de las medidas sugeridas se centra en el aumento de datos disponibles para el uso educativo de la red.
Otra propuesta, implica generar un acuerdo entre el Estado y los proveedores de internet para que exista un acceso preferencial a un cierto ancho de banda en páginas educativas. También, la creación de puntos de acceso público a internet, medida que ya funciona en varias provincias del país como San Luís y la distribución de dispositivos como el Plan de Conectividad Juana Manso, anunciado por el gobierno en el mes de mayo, que busca distribuir computadoras entre chicos en edad escolar, son opciones para reducir la brecha.
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