La bajante del río Paraná provoca cambios críticos en la vida ambiental, económica, productiva y social que afecta de manera particular a los trabajadores de la pesca ¿Cómo subsisten? ¿Con qué recursos cuentan? ¿Qué alternativas construyen?
La bajante del Paraná se genera por múltiples causas: las variaciones climáticas que afectan a la región, especialmente a la Cuenca del Plata; la sequía, la depredación del Amazonas y la devastación de los humedales, entre otras. Todo esto impacta directamente en el abastecimiento de agua para consumo humano, la generación de energía, la navegación, el sostenimiento de la flora, la alimentación y reproducción de la fauna y particularmente a la pesca artesanal de río.
La pesca en el río Paraná, explica Pablo Collins, director del Instituto Nacional de Limnología UNL–CONICET -en una nota de Mariana Romanatti de la facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas-, “se basa principalmente en especies migradoras, que son de crecimiento lento, es decir, que requieren varios años para llegar a tamaño comercializable. Así, los individuos de las especies que conforman el stock pesquero actual posiblemente son aquellos que nacieron en 2015, 2016, mientras que las que se están criando ahora van a poder ingresar a partir del 2024, 2025. Por lo tanto, si los juveniles no consiguen encontrar un área de cría, el stock pesquero va a estar mermado”.
José Ramírez es pescador, integra desde hace diez años la Cooperativa de pescadores de Villa Constitución, en la provincia de Santa Fe. A sus 42 años, con cuatro hijos y una nieta que alimentar, cuenta que “el río está bajo y pescado hay poco. La verdad que estamos sufriendo muchísimo. Antes extraíamos 300 kilos de pescado diario y hoy apenas llegamos a 30, no alcanza ni para la nafta”.
Las pesquerías continentales de la Argentina son importantes, no sólo por lo que representan económicamente -más del 90% de la producción pesquera de río del país proviene de la Cuenca del Plata-, sino fundamentalmente por su gran impacto social y cultural. Para los pescadores artesanales, la pesca no sólo representa su fuente de trabajo y de subsistencia sino su forma de vida.
“Por ahí nosotros cazamos un ave, hacemos cosas con el pescado para la comida diaria. Yo mantengo a mi familia con la pesca, trabajo de lunes a viernes y a veces los sábados y domingos si no llego a tener lo necesario en la semana. Con la cooperativa hacemos algo lindo, nos ayudamos entre todos, somos 10 fundadores y 70 socios”, dice José.
Unos 7 mil pescadores artesanales registrados trabajan con embarcaciones o canoas de entre 4 y 7 metros, propulsadas a remo o con motores de baja potencia. La figura del pescador artesanal está incorporada en la legislación e incluye a quienes realizan su tarea en cercanías de sus hogares, por cuenta propia, sin establecer relaciones de dependencia laboral con terceros. Se desarrolla en forma individual o en pequeños grupos o cooperativas. El producto de la pesca es de su propiedad y está destinado al consumo familiar, la venta directa al público, a comercios, frigoríficos o acopiadores.
Sobre este tema el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, informó: “Los volúmenes totales de extracción anual en la región de la cuenca del Plata se estiman en 40 mil toneladas. Las capturas de sábalo aportan la mayor proporción. Otras especies como boga, armado, bagre amarillo, manguruyú, surubí, dorado, pacú, patí, raya, armado chancho, salmón de río, manduví y piraña, también son objetivo de estas pesquerías, aunque su volumen de extracción, en conjunto, no superan el 20% del valor correspondiente al sábalo”.
Los pescadores artesanales viven de la isla, del río y de su actividad. Sin río no hay vida.
Sixto Raúl Díaz, tiene 60 años y siete hijos, dice que “es muy triste lo que está pasando. Nosotros pescamos en el río con masa, con tejido, acá en el Paraná. Somos luchadores, guerreros, tenemos hijos, la familia por la que luchar. Tirar el tejido, tirar el espinel y cargar, la fuerza que hacemos. Con la bajante está todo mal. Mi vida es la isla, mi vida es ser pescador”.
El diputado provincial del Frente Social y Popular (FSP), periodista y escritor, Carlos del Frade, detalla que “las familias pescadoras, alrededor de 6 mil en toda la provincia de Santa Fe, enfrentan la bajante del Paraná como pueden, recibiendo subsidios o un ´potenciar trabajo´ y resistiendo, como desde hace décadas, la depredación de los frigoríficos exportadores de harina de pescado. Durante 2020 y 2021, la bajante del Paraná coincidió con la pandemia y la situación de las familias de pescadores se tornó dramática, hecho que generó varios cortes de puentes y rutas”.
Como salidas inmediatas plantea que “las familias que integran la economía de subsistencia necesitan una reformulación de la ley provincial y la decisión del gobierno nacional de generar otras reglas de juego sobre esta cara del extractivismo que es la exportación de pescados. La cuestión de fondo es dotarlas de derechos laborales plenos y generar espacios de respeto a su condición de productores de la economía popular”.
Sixto vivió siempre en el Paraná y conoce lo que él y sus compañeros pescadores sufren con la bajante. Cuenta que “no puede entrar, no puede llegar a sacar un pescado. En la noche, pueden sacar un poco más, 50 kilos entre todos, 10 kilos cada lancha estando toda la noche”. Mientras las consecuencias del cambio climático, la depredación de los bosques y la destrucción de los humedales seca el río, miles de trabajadores de la pesca se unen para sobrevivir. “Ahora estamos cavando para hacer una casilla en la isla. Nosotros vivimos de la isla”.
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