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Concepciones evangélicas sobre la sexualidad


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La religión cristiana evengélica ha ganado terreno los últimos años en Argentina y el mundo. Muchos de sus mandatos resultan represivos y excluyentes para las libertades sexuales. 


Sexo y religión son dos conceptos dicotómicos propensos a un sinfín de controversias, polémicas y reacciones que, si bien mutan en cuanto a formas y escenarios históricos, no pierden vigencia. Las diversas interpretaciones enemistadas entre sí no resultan perniciosas hasta que, amparadas en supuestos resguardos ante “el mal”, se tornan excluyentes, destructivas, negadoras u opresoras para quien alterne o se corra de lineamientos morales absolutistas. 

Según un estudio publicado en 2017 por el Centro de Investigaciones Pew, en el mundo hay aproximadamente 4.200 religiones activas, pero sólo en cuatro de ellas se concentra el 77% de la población mundial: el cristianismo (31%), islam (24%), hinduismo (15%) o budismo (7%). El porcentaje restante se divide entre adhesiones al judaísmo, religiones populares o tradicionales y cultos. Detrás del grupo de cristianos y musulmanes, se posiciona el 16% que no practica ni simpatiza con ninguna religión. 

En Argentina, la Iglesia Católica está directa y fuertemente vinculada al Estado desde su origen, por lo que su poderío e influencia se puede deducir. Dentro de las ramas del catolicismo hay grupos que, si bien no son mayoritarios, hace más de cuatro décadas incrementan su expansión territorial y cantidad de adherentes en el país: los cristianos evangélicos. 

Esta expansión se torna tangible en la cotidianeidad cuando, por ejemplo, en varios programas de aire y cable que, una vez finalizada su programación, transmiten por horas programas conducidos por pastores que predican sus lecturas del Evangelio e intentan persuadir y sumar adeptos. Otras evidencias son las publicidades constantes en redes sociales y las aperturas de sedes, iglesias o centros de encuentro que, con mayor o menor infraestructura y recursos, ya son parte del “paisaje” en los barrios del Conurbano o las avenidas más importantes en la Ciudad de Buenos Aires. 

La presencia mediática y en territorio no garantiza en sí influencia ni dominio, pero sí permite solidificar bases sociales en línea a objetivos determinados. De aquí que resulta interesante (cuando no necesario) correrse del reduccionismo que ironiza en memes eslóganes y formas de estos grupos religiosos (“Pare de sufrir” ya es una frase popular que se emplea cuando alguien es quejoso/a, por ejemplo), y revisar a qué construcciones e ideas sociales apelan en un escenario mundial en el que muchas de las batallas en el campo social incluyen o parten de consignas ideológicas y políticas que giran en torno a las sexualidades.  

“No creo que haya tabú, pero sí una idea muy negativa sobre el sexo. Creces con la idea de que no es algo bueno, que está mal, tenes que reprimir y siquiera pensarlo solo para vos, te llena de culpa”, dice LM, una joven de 30 años que se crió en una familia practicante del cristianismo evangélico y que desde hace seis años “rompió” con la religiosidad, y si bien “no tiene nada que ocultar” prefiere no exponer su nombre y apellido. 

Son muchas las figuras públicas y culturales que son parte, abiertamente o no, de alguna de las corrientes evangélicas que aprovechan su llegada al público para bajar línea de sus creencias e intereses. 

En el libro Preparémonos para la adolescencia James Dobson, psicólogo estadounidense y presidente de la organización Enfoque a la Familia, “aconseja” sobre fornicar (tener relaciones sexuales con alguien que con quien no se está casado): “Éste (refiere a la penetración) es un acto que el cónyuge reserva únicamente para su pareja. El sexo no es sucio ni malo. Te aconsejo que decidas ahora mismo conservar tu cuerpo para la persona que algún día será tu compañera. Si no controlas este deseo, más tarde te arrepentirás de no haberlo hecho”.

Otra referente del cristianismo evangélico es la escritora Hayley DiMarco que, en su libro publicado en el 2020, Técnicamente Virgen: ¿Cuál es el límite?, define al sexo casual como “la manera en que los chicos obtienen lo que quieren sin ningún compromiso” y por lo tanto sería una forma “de convertirse en un trozo de carne que será masticado y escupido”. En el texto también incluye teorías que suponen consecuencias físicas no comprobadas respecto a las prácticas sexuales: “Tener relaciones te envejece”.

“Como mujer creces muy condicionada en términos generales, pero respecto al sexo es más determinante porque no sólo tenes que mantenerte virgen y pura física y mentalmente, sino que el único panorama que tenés, es casarte joven y coger para satisfacer a tu marido y tener hijos. Tu placer es secundario o algo que tenés que resignar para cumplir deseos supremos”, explica LM.

El único vínculo sexual que el cristianismo evangelista considera aceptable es el heterosexual. Toda relación alterna es condenable. Los discursos homofóbicos no son propios de las religiones de esta índole, pero sí son muchas las figuras políticas que los replican como parte de sus campañas en “defensa de los valores familiares”. 

“Crecí en una familia de la comunidad evangélica, fui a una escuela evangélica, todas mis actividades eran evangélicas y a los 20 años me acepté como lo que soy: puto. Durante cuatro años viví una vida secreta y cuando mi familia se enteró me quedé solo, sin nada ni nadie, ni Dios (se ríe) porque el solo hecho de existir y ser gay era una ofensa para él de acuerdo a la Biblia”, dice Ignacio Gutiérrez, de 40 años. 

En el libro Educación sexual sana para tus hijos, el artista y escritor británico Jim Burns describe a la homosexualidad como un estilo de vida de “alto riesgo” y lo asocia al SIDA, al consumo de alcohol, drogas y suicidios. Clásicos estereotipos retrógrados vigentes sobre la comunidad LGBTQ+. 

Los principios morales de las corrientes evangélicas, que no son meramente perspectivas religiosas o elecciones filosóficas de vida, atentan contra las libertades sexuales del conjunto de la sociedad cuando se “filtran” en las políticas públicas y los ámbitos de socialización y por este motivo, requieren de una recepción activa y crítica.  


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