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CUENTOS EN SALAS DE ESPERA DE HOSPITALES DE NIÑOS


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Los Casa Cuna Cuenteros narran historias en el Hospital General de Niños Pedro de Elizalde. Además, cientos de voluntarios lo hacen en diferentes lugares alrededor de todo el mundo.

Por Alfonsina Carissimo (@alfoncarissimo)

La sala de espera del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde está repleta de padres y niños, algunos sentados y otros parados porque todas las banquetas están ocupadas. Son las ocho de la mañana y hace frío, dentro y fuera del hospital. Una voz metalizada habla por un parlante. Enfermeros van y vienen. Sobran caras largas. Pero el clima cambia cuando todos ven llegar a un grupo de personas con remeras verdes. Los reconocen. Son los Casa Cuna Cuenteros.

Este es un grupo de narradores capacitados para contar cuentos en hospitales. Las coordinadoras son Verónica Álvarez Rivera y Alejandra Alliende, ambas narradoras y capacitadoras, junto con Laura Ormando, psicóloga, que coordina la parte institucional del proyecto.

La idea de llevar las historias a un hospital surgió en 2013 en una Feria del Libro: Verónica y Alejandra habían narrado un cuento, y fue Laura quien introdujo al grupo en el Hospital. “Yo creo que todo hospital y espacio de salud debería tener obligatoriamente un espacio de promoción del arte y de la lectura, que es, en fin, promoción de la salud”, dice Laura.

 Como la mañana está soleada, un grupo de cuenteros se trasladan al patio del hospital. Extienden mantas en el piso, varios niños se acercan y a los más tímidos los tienen que ir a buscar. Los padres los miran desde lejos. Otro grupo va a la sala de espera. Otro, a la sala de internación. Así, hasta el mediodía recorren el hospital y narran cuentos para los niños, sus padres, y las personas que se crucen: médicos, enfermeros, personal de limpieza.

“Los cuerpos, tanto de los chicos como los de sus familias, están cansados, dormidos. La narración se trata de que mediante el juego, la fantasía, la imaginación y los cuentos, esos cuerpos se despierten”, explica Laura.

«Yo creo que todo hospital y espacio de salud debería tener obligatoriamente un espacio de promoción del arte y de la lectura, que es, en fin, promoción de la salud»

En la sala de espera se arma una ronda y comienza un cuento. Primero, narra Alejandra y, como los nenes quieren leer, el libro pasa de mano en mano. Después, lee una nena con rulitos pausadamente y en sílabas. Luego, otra lee de la misma forma. Y, cuando el libro llega al tercer niño, las narradoras que están detrás notan que no lee el texto, sino las imágenes. Sin embargo, el niño finaliza el relato y los demás no notan que él no sabe leer. “Y colorín colorado, este cuento ha terminado”, concluye Alejandra, seguida por aplausos de los nenes, sus padres, y los narradores. Según ella, “en la lectura, uno se vuelve compañero y pone todo de sí mismo para el otro”.

Pero los cuenteros de Casa Cuna son solo un pequeño grupo dentro del mundo enorme de la narración. Existe una Red Internacional de Cuentacuentos, un portal en la que narradores de 61 países en los cinco continentes se inscriben para la difusión de su trabajo. Los cuentacuentos narran historias en cumpleaños, jardines, escuelas, plazas, eventos, convenciones y en charlas TED. María Laura Ramírez, maestra jardinera, cuenta cuentos en la costanera del río en San Antonio de Areco, norte de la provincia de Buenos Aires. A este encuentro le llama “Picnic de Libros”, porque, además de narrar, los nenes pueden tomar libros de la biblioteca itinerante que lleva Laura y leer.

 Ella comenzó con este proyecto gracias a un grupo que se llama “Picnic de palabras”, una idea que surgió en Colombia, y que se realiza en Vicente López, Córdoba, Rosario, Pergamino, entre otros lugares del país. Ellos tienen todo un protocolo: después del picnic hacen un relevamiento de qué libros se llevaron, cuáles les gustaron a los niños y cuáles no, y al siguiente picnic llevan los que tuvieron un buen impacto. “Mi sueño siempre fue tener una biblioteca ambulante y esa fue una forma de meter los libros en una valija y sacarlos”, cuenta Laura.

En vacaciones de invierno o de verano, los cuenteros de Casa Cuna organizan una jornada docente en la que maestras de todo el país participan de narraciones en el Hospital de Niños, hace años que María Laura participa de este encuentro. Ella recuerda: “Hubo veces en la que los nenes que escuchaban los cuentos no querían entrar al consultorio y se querían quedar escuchando una historia”. También cree que en el área de la docencia hacen falta más capacitaciones con respecto a la narración y que “un docente no puede hacer una lectura fría, sin miradas ni expresiones; porque el nene se aburre”.


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