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De Bolivia a Chubut: el caporal más austral del mundo


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Una danza proveniente de Bolivia, a 3400 kilómetros, en la Patagonia argentina. Una convocatoria esperada y muchas historias de jóvenes que encuentran en este baile, una pasión.


La tarde está silenciosa y tranquila, como es habitual en la esquina de San Lorenzo y Petra Santamaría. Un barrio más, pero con una historia en particular que lo caracteriza. Las calles de tierra son la excusa para que el viento patagónico levante una ráfaga y el polvo lo cubra todo. El viento es el único sonido y en esa esquina se va construyendo con bloques rojos de ladrillo hueco sin revocar, de a poco, con esfuerzo, el Centro de Residentes Jujeños de Puerto Madryn, ciudad ubicada en el extremo noreste de la provincia de Chubut.

Allí dentro hay un espacio amplio de usos múltiples, con pocas ventanas en la parte superior, pero que brindan buena iluminación. Un cuidador abre la puerta: él es Fernando y da la bienvenida a los que van llegando. Los conoce a casi todos. Acomoda un poco las sillas y camina a otro ambiente; la cocina. Allí ya tenía el mate preparado. El Centro de Residentes Jujeños es el lugar de encuentro, donde la Fraternidad de San Simón Sucre, filial Chubut, hace la convocatoria y, como todos los años, recibe con los brazos abiertos a todas y todos los interesados en bailar esta danza boliviana.

Van llegando los jóvenes, que de una u otra forma se fueron enterando, a través de boca a boca, o por invitación mediante las redes sociales. También aparecen quienes forman parte ya de la fraternidad, con sus vestimentas características, y por supuesto, los organizadores de la propuesta, y entre estos últimos, están Carla Tapia y Ariel Vásquez, ambos, encargados de hacer la selección, los guías del grupo. Ambos argentinos e hijos de ciudadanos bolivianos, que hace más de 30 años residen en Puerto Madryn. Actualmente, la comunidad boliviana representa un tercio de la población total de la ciudad.

Ariel cuenta: “Es una oportunidad para formar parte de la fraternidad, el caporal, para mí, es un sentimiento que llevo en el alma y en el corazón”. Ya pasaron 24 años desde que Ariel comenzó a bailar esta danza, que cada vez le gusta más.

En cuanto a la historia de los caporales, curiosamente a pesar de su popularidad, no es una danza milenaria, sino que se inspiró en la Saya; una fusión que sintetiza influencias africanas, española y aymara. La familia Estrada Pacheco, apasionada por las expresiones folclóricas (especialmente la danza y música) a finales de la década de los 60 se inspiró en una presentación de este baile, la saya, y en su personaje (el caporal). Se les puede dar el título de pioneros en el nacimiento de esta danza que revolucionó el folklore y es una cien por ciento boliviana, aunque en la actualidad, varios países se acreditan su origen, como lo son Perú y Chile.

Ahora son las seis de la tarde de un domingo y de a poco el lugar se va llenando de color y sonido. En seguida conectan los parlantes y los primeros acordes de caporal comienzan a sonar y la música, que va directo del oído al corazón, y del corazón al resto del cuerpo en movimientos cada vez más enérgicos, fuertes, poderosos…. Eso es el caporal. Contra las paredes, las sillas simulan percheros donde los bailarines y bailarinas van dejando sus cosas y se colocan las polleras y los zapatos de taco, ellas; y los pantalones y botas con cascabeles, ellos. No hablan, sólo van acomodando la vestimenta, calzan sus botas, observan que todo se encuentre en su lugar, y allí, de a poco comienzan a bailar y aplauden. Al rato se van sumando otros miembros con cantos y saltos. Es un espectáculo de acrobacia, realizando en el aire hermosas figuras de callejón frente a frente. Avanzan y retroceden llevando el cuerpo de acuerdo al paso ágil y saltado en forma conjunta y sincronizada. Caminan con pequeñas flexiones con diversos movimientos. En cambio, las mujeres se acomodan detrás de los hombres, haciendo otros movimientos suaves y sensuales, moviendo sus manos al compás de la música.

Carla llega primero, y enseguida organiza a los que forman parte de la fraternidad, y se va presentando con los nuevos que de a poco, van llegando. Ariel, que llega bastante tiempo después, saluda con familiaridad al grupo, y comienza a orientar a los jóvenes, que media hora después de lo pactado, siguen llegando y se van acomodando. En una silla estaba Lorena, es la segunda vez que asiste. Ella ya había hecho caporal, pero su primera experiencia, no fue del todo amigable. En esta convocatoria, va por otro rol en la danza. Ella se enteró que puede ser “macha” del caporal, y eso la animó a volver, porque la danza le gusta y conoce a varios compañeros que bailan. Ahora se siente cómoda, y los guías la invitan a bailar. Ella quiere empoderarse, ella quiere ser “macha”, rompiendo el dominio de lo masculino en la danza. Ser macha, consiste en bailar con atuendo masculino, siendo mujer. De ahí lo llamativo del rol. Ser macha no es simplemente “me gusta bailar”. Va más allá de todo eso; representa a una mujer que suena a través de sus botas con cascabeles, con voz, con pasos firmes, con energía y con autonomía. Ser macha requiere de una exigencia física superior, al resto de las bailarinas de caporal. Esta fraternidad incorporó este año, a Noelia Catán, joven de 27 años, como la primera macha en la tropa de machos de San Simón Sucre, filial Chubut. Lorena quiere ser la segunda.

Los guías se entusiasman. Los pasos van saliendo y el grupo se va encendiendo y acompañando. Son las siete de la tarde, y aún siguen llegando jóvenes, de diferentes edades, cada uno con una historia y diferentes intereses.

Foto: El Chubut

Carla Tapia, guía de caporal, descubrió su amor por la danza, viendo los desfiles por televisión, Su papá no la llevaba a los caporales, así que tenía que conformarse mirándolos por la tele. El color de los trajes, el movimiento tan armónico y la sensualidad de las “cholitas”, abrieron en ella un nuevo mundo. Ya de grande, se enteró de las convocatorias y comenzó a formar parte del grupo. Dice que no es fácil, que la vestimenta es muy cara, ya que la traen de Bolivia, pero eso no la intimida y sigue adelante. “Esto para mí, es maravilloso, lo mejor que hice en la vida”, cuenta.

Carla Tapia, guía del grupo, nos cuenta su sentimiento hacia la danza:

-Siento mucho orgullo, mucha emoción. Nunca pensé llegar a esto, y no lo pienso dejar… no lo dejo por nada. 

De jeans y camisa de manga corta, está Ariel. A pesar de su voz baja y de pocas palabras es el que más se escucha en el salón del lugar. El centro de residentes entero sabrá quién llegó porque él saluda a todos por su nombre y en voz alta.

Hoy Ariel, trae en su bolso, el nuevo traje de caporal, recién llegado de Bolivia. Saludó con una sonrisa a Fernando, el portero del lugar y se sentó. Comienza a sacar de a poco, pantalón, camisa, las botas con cascabeles. Fernando mira con asombro ese colorido y ese brillo tan especial, poco común.

-¿Qué sentís cuando bailás caporal?

– No sé… una felicidad… no sé. Es como cuando ganás un premio, una satisfacción grande, porque lograste algo. Lo puedo comparar con el fútbol, soy hincha de un club, y cuando gana me pongo feliz. Me hace feliz. Bailo caporal y me siento la persona más feliz del mundo. No solamente porque es una danza linda, porque representa la cultura de mis papás. El mismo ritmo te lleva, la pasión. Nos atrae mucho. 

Pasión, palabra que repite una y otra vez, sin darse cuenta, Ariel, tratando de explicar qué es lo que siente cuando baila el caporal. Pasión es energía, lo que nos empuja a hacer algo, a mejorar, a hacer que pase, a hacerlo con detalles, que nadie ve. 

“No sé”, dice Ariel. Y se me viene el recuerdo de un fragmento de una película.

“No puedo explicarlo. Cuando empiezo a moverme lo olvido todo, y es como si desapareciera y todo mi cuerpo cambiara, como si tuviera fuego dentro, Y me veo volando como un pájaro. Siento como electricidad “respondía Billy Elliot(interpretado por Jamie Belll) a la pregunta que le lanzaba el jurado de la Royal Ballet Scholl” ¿Qué sientes cuando bailas? ”Billy hace una pausa antes de decir: “No sé’ “y los jueces lucen decepcionados.

Los trajes se traen de Bolivia. Hay personas del grupo que se encargan de eso. Su costo es elevado, de aproximadamente 420 dólares el traje. A eso hay que sumarle el transporte. Cada integrante del grupo paga su traje.

– Por ejemplo, la vestimenta, los trajes son tan lindos, que nos dan impulso para sacar nuestro orgullo. Es costoso, pero es una pasión, somos todos laburantes, pero lo pagamos con gusto.

Carla agrega que cada integrante tiene varios trajes, y que los van cambiando. Se estrenan para una fecha importante, generalmente para los carnavales.

–¿Cuál es el próximo evento dónde van a participar?

–Nos estamos preparando para los carnavales de febrero, pero si surge alguna invitación, nos sumamos. Viajamos también a Córdoba, Mendoza, Buenos Aires –responde encendido Ariel.

Esta danza sigue creciendo cada vez más en nuestro país y la fraternidad de Puerto Madryn es el lugar más austral del mundo donde se practica. Parte principal de su popularidad se debe al ritmo contagioso y sus acrobacias.

Foto: El Chubut

El capataz o Caporal, era un hombre mulato o mestizo elegido por los españoles para dirigir la producción de coca, café, cítricos y uva en la zona de los Yungas en el departamento de La Paz. En sus comienzos, la danza buscaba representar la prepotencia y poder del capataz sobre los esclavos.

Van llegando los jóvenes, y su vestimenta se transforma en un abanico de colores, brillos y sonidos. La danza de los caporales es un baile boliviano folklórico, que emplea atractivas vestimentas, de ágiles movimientos para los hombres, con patadas, saltos y giros, mientras que para el rol de la mujer se destaca sus delicados y suaves movimientos, cargados de sensualidad y a belleza, donde el movimiento de las caderas, 

El látigo o chicote es uno de los accesorios más representativos y se sabe que fue usado como símbolo de control, jerarquía y poder. Hasta hace algunos años era prioridad de los varones caporales, hoy pasó a ser un elemento simbólico muy importante que en muchos casos se obvia por desconocimiento o falta de criterio. La vestimenta evolucionó de forma vertiginosa incorporando distintos diseños como dragones, virgencitas, letras, nombres, iniciales, etc., dando así una gama enorme de colores que logran identificar a las diferentes Grupos y fraternidades de caporales. El sombrero representa un accesorio que da estética al movimiento, originalmente su uso servía para distinguir la jerarquía a quien lo lleva. Las botas y cascabeles, son accesorios que les daban ciertos privilegios a quienes los usaban al dotarlo del poder que se les había otorgado al ser caporales. 

La Fraternidad Folclórica y Cultural Caporales Universitarios San Simón, en la ciudad de Cochabamba, cumple el 22 de noviembre 44 años de su fundación. Eran un grupo de estudiantes universitarios que querían participar de la majestuosa entrada del Carnaval de Oruro llevados por su devoción a la Virgen del Socavón. Esa tradición llegó a Puerto Madryn y se vive hoy acá.

La postal de esa tarde nos muestra a un puñado de jóvenes, que bailan, saltan, aplauden, casi sin hablar. Es un rasgo típico de la colectividad boliviana. En el fondo, resuenan varios silbatos, que sirven para marcar el paso, y son utilizados por los guías. Entran algunos perros convocados por el sonido y el movimiento. La tarde va llegando a su fin.

Domingo, 21.10 horas. Ya se fueron todos, sólo queda Ariel charlando con Fernando, el portero. Las sillas vacías, el silencio lo va cubriendo todo. Una tarde llena de alegría y el compromiso de volver a encontrarse y seguir sumando nuevos integrantes. Fernando, de a poco, va bajando las llaves de luz y el lugar queda en penumbras.

¿Qué hace que jóvenes argentinos decidan apropiarse apasionadamente de esta danza que nunca vieron en persona, que no tienen familiares que la practiquen, que no utilicen ni vean en las vidrieras la vestimenta del caporal, que no se practique en la zona, ni en la provincia, ni en la región, sino a 3400 kilómetros de distancia de donde viven? Será que hombres y mujeres aman esta danza se animan al reto, a pesar de ser tímidos, porque el baile es el atajo a la felicidad.


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