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DESPACITO, DESPACITO, LES ROMPIMOS EL CULITO


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La homosexualidad en el fútbol sigue siendo tabú, igual que hace 19 años, cuando Daniel Passarella anunció que no iba a aceptar gays en la Selección. La negativa de los protagonistas a opinar es indicativa del statu quo.

Por Ignacio Carmona | @nachocar2

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“¿Pero por qué me llamas a mí? ¿Y yo que tengo que ver? De ese tema no opino”. Alguna variante de esas frases se encuentra un periodista si aborda un tema como la homosexualidad en el fútbol. “Despacito, despacito, les rompimos el culito”. “Huracán, Huracán, por el culo te la dan”. El culto al puto activo, mientras tanto, se renueva todos los fines de semana en las canchas de la Argentina. 

“No aceptaría un homosexual en mi equipo”, anunció en 1995 Daniel Passarella, por ese entonces técnico de la Selección, en una entrevista a El Gráfico. Lo que era una pregunta perdida entre otras 99 armó un revuelo sin precedentes. Carlos Jáuregui, activista LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) y primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), le contestó entonces a Clarín que ya había un jugador gay en la Selección mayor y otro en la sub-20. Para un ámbito tan cerrado como el fútbol, ser homosexual tenía serias implicancias. Era ser puto, culorroto, tragaleche, sidoso… Se rumoreó en un momento de la década del ’80 que Ricardo Bochini era homosexual y tenía SIDA. Años después, ya con la versión echada por tierra, Bochini afirmaba: “El peor dolor es esa infamia que largó un tipo que yo era homosexual. Ya está, no es rencor, pero a la gente que arruina mi vida yo no quiero verla”. Para el eterno 10 de Independiente, la infamia era que lo hayan tildado de puto. 

Cuando en 1995 se dispararon los rumores alrededor de la Selección, la reacción en la esfera pública fue contraria a la opinión del DT. Primero fue Diego Maradona (tradicional enemigo del Káiser) quien salió al cruce: “Dicen que tenemos libertad, pero si ven a dos tipos besándose en el colectivo seguro los hacen bajar. Es simple, desde ahora cada gol que Cani (Claudio Caniggia) meta después de un pase mío, le parto la boca”. Recién en julio de 1996 Diego pudo concretar la promesa, en un Boca 4 River 1. Sorprendentemente, el otro que salió al cruce de Passarella fue Julio Humberto Grondona, que entonces presidía la AFA. Nada menos que quien acuñó la frase: “No creo que ningún judío pueda ser árbitro de primera, porque es difícil y ellos nunca buscan lo difícil”, y afirmó que el técnico de la Selección tenía poca tolerancia debido a su juventud. “Si un homosexual respeta las normas del grupo no debería haber problemas en incorporarlo al equipo”, agregó Don Julio. Hasta el presidente Carlos Menem concluyó que si alguien tenía esa condición no debería tener ningún problema en hacerlo público. 

En el ámbito internacional no son muchos los casos de jugadores de primer nivel que han decidido compartir públicamente su homosexualidad, que hayan salido del closet. El más trascendente y trágico es el de Justin Fashanu, inglés con pasado en Manchester City, Southampton, Newcastle y varios equipos más. En 1990, a sus 29 años, aceptó que era gay en una entrevista con The Sun. Cuando jugaba en Estados Unidos, en 1998, lo acusaron de abuso sexual a un chico de 17 años. Después de ser interrogado, Fashanu volvió a Londres porque temía no tener un juicio justo por su condición de homosexual. Se suicidó en mayo de ese año. 

Otro caso es el de Thomas Hitzlsperger, alemán que jugó 52 partidos con su selección y disútó el Mundial 2006. En enero de 2014, meses después de su retiro, el defensor reveló que era gay en el diario Die Zeit y agregó que era algo de lo que se había dado cuenta en los últimos años. 

El ‘Loco’ Carlos Enrique dirigió a El Porvenir en 2012, que en su plantel tenía al único homosexual declarado del fútbol argentino: Rodrigo Díaz, más famoso por haber sido pareja de Ricardo Fort. El entrenador, en una entrevista con El Gráfico, bromeó: “Y… por las dudas no me agachaba, ¿viste?”. Ante la consulta de si había muchos gays en el mundo del fútbol, remató: “Yo caminé mucho la calle, quedate tranquilo: hay mucho y tapado. Ninguno se me insinuó, ni en pedo. Podés compartir o no, cada cuál con su culo que haga lo que quiera, pero libertad sí, libertinaje no. Eso me molesta”. 

En el diario The Guardian de Inglaterra, una columna semanal es escrita por un futbolista de la Premier League cuya identidad se mantiene en secreto. Tiene dos libros y en el primero de ellos resume lo que piensa de la homofobia en el fútbol: “No conozco ‘oficialmente’ a ningún futbolista gay, aunque sospecho que algún compañero estuvo a uno o dos tragos de confesármelo alguna vez. En lo que sí todos estamos de acuerdo es que hay una muy buena razón para mantener la preferencia sexual de cada uno adentro del vestuario: los hinchas. ¿Podrías salir vos a jugar y viajar por todo el país frente a miles de personas que te odian? Yo no”.


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