Mamás, papás, tíos ¡y hasta abuelos! coparon las redes sociales. Los y las jóvenes sacan la bandera blanca. Por ahora.
Por Dylan Resnik
“No pasarán”, fueron las eficaces palabras del generalísimo Robert Nivelle durante la Primera Guerra Mundial para frenar la avanzada del Imperio Alemán. Si un simple enunciado como aquel hoy bastara… No hay Nivelles para los viejos que se abalanzan como moscas a la miel sobre las redes sociales.
Nosotros, los y las adolescentes desplazados por ellos, los y las mayores, buscamos nuevos refugios. No hay tregua posible. Cualquier tipo de convivencia cambiaría el sentido esencial de estos espacios virtuales donde simplemente somos.
No vamos al choque. De nada sirve luchar por un espacio que no será nunca lo que era. Las redes sociales parecen ser moldeables, pero cada cambio, cada actualización, no es más que el reflejo de una nueva toma de trincheras de la gente grande. Una vez que llegan y se instalan, la aplicación nos da la espalda y se traduce al idioma adulto.
En Facebook, la red social más popular en el mundo, la batalla es triple: los hijos y las hijas luchan con sus padres, madres, tíos, tías. Y ellos con los suyos.
Todo empezó, probablemente, con una solicitud de amistad de mamá o papá. Ellos actuaban desinteresada y hasta ingenuamente. Llegaban como perros hociqueando con cautela. Leían lo que se publicaba y quizás ponían algún que otro Me Gusta. Facebook ya tenía una lógica más o menos clara y el batallón adulto todavía la estaba interpretando.
Su presencia nos retrajo. Obviamente si nuestros viejos y tíos integraban la audiencia ya no publicábamos lo mismo. En paralelo, la adultez comenzó a interconectarse, a generar su circuito. Encontraron en la plataforma a sus amigxs de la escuela, de la secundaria, a una primera pareja. Usuarios como ellos, recién salidos del horno. Stalkearon sin saberlo.
Cambiaron las relaciones familiares. Hace cuatro meses, en mi cumpleaños, mi madre me dijo: “Te escribí en tu muro y no le pusiste Me gusta. ¿Estás enojado conmigo?” Eran las ocho y yo recién me despertaba. También llegaron los posteos o fotos en nuestras biografías pensando que solo nosotros podíamos verlos y preguntas, muchas preguntas, sobre el funcionamiento de la plataforma.
LA MIGRACIÓN
Hace cuatro años le dedicaba mi tuit número mil a un compañero de la secundaria. Él me había convencido unos meses atrás de crearme un usuario. No le encontraba mucho sentido pero lo hice. Al poco tiempo le compartía a mi nicho de seguidores lo que me entraba en 140 caracteres bajo la consigna “Escribe un nuevo Tweet”. Ese “pío” -según el traductor de Google- no era algo definido. Era lo que yo quería que fuera. Después de un tiempo ese sinsentido inicial se transformó en un sentido en sí mismo.
La consultora BI Intelligence, de Estados Unidos, calcula que la edad promedio de las y los usuarios del pajarito celeste es de entre 45 a 65 años. Ellxs no publican Un Nuevo Tweet, como lo hacíamos nosotrxs, porque ahora la consigna es otra, menos abstracta. El pajarito les pregunta: “¿Qué está pasando?” o “¿Qué está pensando?” Un tuit ya es algo definido, es una respuesta.
Otro reflejo del cambio de rol juvenil en Twitter es el certificado de lxs usuarios famosxs. Un tick blanco en el centro de una nube celeste, a la derecha del nombre, les comunica a las personas que ese perfil es posta. Que no es trucho.
Nosotros no necesitamos que nos digan si un usuario es quien dice ser, tampoco necesitamos ser bombardeados por pipas blancas en nuestros propios perfiles: entendemos cómo funciona la red, nos sobran tantas explicaciones.
Los 140 caracteres ya no sirven para dedicárselo a los usuarios amigos, porque los adultos le cambiaron -le buscaron y encontraron- el sentido. La juventud actúa de manera pasiva en la plataforma, la mayoría casi no escribe. Simplemente lee cada tanto, cuando ya no hay nada nuevo en los otros espacios. Es, sin duda, territorio conquistado por los grandes.
ABUELXS 2.0
Facebook mismo nos dio la espalda y se pasó al bando adulto. Al iniciar sesión la aplicación te ofrece cosas: “Hace cuatros años que sos amigo de tu amigo… Regálale este video de fotos que hicimos para ti”. Pero nosotros no queremos que Mark Zuckerberg nos ofrezca cosas, mucho menos un video con tres fotos y una música infantil para celebrar una amistad virtual.
Y ahí, cuando las cosas parecían claras, con nosotros abroquelados en el Messenger, llegó el tercer ejército al campo de batalla: lxs abuelxs.
Ellos no tuvieron –ni tienen- piedad alguna. Bombardean al mundo con sus Me Gusta y publican sistemáticamente en cuanta foto o comentario vean. Comparten cosas en sus muros y te piden que, por favor, les regales más vidas para seguir jugando al Candy Crush. Hay 17 mil abuelos y abuelas que forman parte del grupo “Abuelos Modernos”, donde pasan sus días publicando fotos de “nietos más lindos del mundo” y se ponen Me Gusta, y se comentan, y se comparten, y se van quedando con lo poco que nos queda de Facebook.
¿ADÓNDE HUIR?
Fuimos desplazados de nuestras redes favoritas. En la diáspora encontramos nuevos espacios donde las batallas se presentan, pero más sutiles. Llegamos a nuevos destinos como Snapchat o Instagram. Algunos, jóvenes románticos, desempolvaron su viejo Blogspot en busca de un espacio virgen, sin huella visible de vida adulta.
Snapchat se nos fue de las manos. La empezamos a perder con la hegemónica selfie Tinelli-Macri: dos de los usuarios con más seguidores en Twitter posaron frente al celular y se sacaron una foto con orejas y nariz de perro. Nuevamente la política y el espectáculo bombardearon nuestro espacio. Todo Noticias (TN) ya tiene un usuario. El fantasmita amarillo creó una nueva sección, Discover, donde podés informarte, en los 10 segundos que duran las fotos, a través de CNN, National Geographic y otros. Nuevamente le buscaron y encontraron un sentido a una plataforma que no lo pedía ni lo precisaba.
Otra alternativa es PHHHOTO, un híbrido que permite publicar videos cortos que se reproducen en constante loop. Fotos en movimientos. Queridos adultos: si nos buscan en Instagram y no estamos, ya saben dónde encontrarnos.
OPERACIÓN RESCATE
Este es, quizás, el momento para que un o una Robert Nivelle adolescente impida el avance adulto. La red social de las efímeras fotos no está del todo perdida. En este frente, al igual que en Instagram, se está luchando ahora. Porque en carácter son similares: un espacio donde se comunica en fotos y videos. La diferencia está en que, en la primera aplicación, las fotos duran hasta que uno desee borrarlas, en la otra duran hasta 10 segundos. Recientemente Instagram se “snapchatizó” y creó una sección (Stories) que cumple la misma función que el fantasmita y le da vida a las fotos por 24 horas.
Todavía es un espacio poco explorado por los y las personas adultas. Twitter, Facebook y Snapchat parecen haber saciado sus ganas de volver a la adolescencia. Juega a nuestro favor el espíritu de la foto, algo muy propio de la generación Z, pero no hay que bajar la guardia, porque en cualquier momento llegarán ellos, como siempre, y le darán un carácter utilitario.
Entonces, si avanzarán a cualquier costo, emprendamos desde ahora la operación rescate. Defendamos el sinsentido de las acciones. Lo efímero. Lo porque sí. Salvemos a las cosas de sus explicaciones. Enfrentemos con todas nuestras fuerzas al ejército adulto. Salgamos de éste círculo vicioso donde un lado tira y el otro empuja, de esa obviedad generacional tan vaga. Abramos las manos y que nuestras redes caigan al suelo.
Mirémonos a los ojos. Salgamos a la calle. Provoquemos a lxs adultxs para que nos sigan, que coman de nuestra carnada, y volvamos al mundo más allá de los accesos directos, de las aplicaciones, de ahogar las horas en un inmenso mar de notificaciones.
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