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EL PATIO DE SU CASA

Los actos en los patios de la Casa Rosada que Cristina hace habitualmente, inauguraron una nueva modalidad de relacionarse entre la política, los líderes, las instituciones y los militantes. La participación de miles de personas en plena casa de Gobierno marca un hito en la historia de las movilizaciones de este país.

Por Juan Etcheto

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El 20 de noviembre de 2013 fue un día clave en el gobierno de Cristina Kirchner. Después de la intervención quirúrgica que la alejó cinco semanas de sus funciones, y de la dura derrota en las legislativas bonaerenses a manos de Sergio Massa, la Presidenta hizo cambios estructurales dentro del Gabinete en su vuelta. Jorge Capitanich pasó a ser Jefe de Gabinete, Axel Kicillof se convirtió en Ministro de Economía, Carlos Casamiquela el de Agricultura y Carlos Fábrega en el presidente del BCRA.
El giro administrativo no fue el único hecho político de ese día. Tras la presentación y el juramento de los nuevos funcionarios en Casa Rosada, Cristina se acercó al patio de las palmeras, micrófono en mano, y habló cara a cara con el enorme caudal de jóvenes militantes que seguía atentamente el acto apostado en plena Casa Rosada. El estilo discursivo fue absolutamente distinto, como el de una madre a sus hijos. “¡Los extrañé tanto!”, “¡Los quiero mucho!”, “Militen con el corazón”, entre otras, fueron algunas de las frases que representaron ese giro del habitual léxico de Cristina al modificarse el interlocutor.
Esta modalidad es muy singular. Nunca un presidente había hecho actos político-partidarios dentro de la casa de Gobierno, de cara a sus fieles. Durante los últimos dos años, la secuencia se repitió acto tras acto: tras hacer el anuncio por Cadena Nacional, la Presidenta se acercaba a los patios a conversar con los militantes. “Creo que vine a todos los balcones de Cristina… si… vine a todos, y ahora tiene otro gusto, viste? Como sabemos que en diciembre deja de ser presidenta… estos actos son como los últimos capítulos de una despedida”, dijo Cristian Herrera, militante del Movimiento Evita de la Capital Federal, durante el último acto de Cristina en los patios el 15 de septiembre.
Ese día, al calor del “no se va, la jefa no se va”, cántico preferido por los militantes, la casa de Gobierno lucía el paisaje cotidiano de estos actos: militantes agrupados con sus remeras partidarias, con banderas en las manos que colocaban sobre sus cabezas cuando por la panatalla gigante veían que estaban enfocando el patio. De los barrotes del balcón colgaban 4 banderas que rezaban “ZANNINI PARA LA VICTORIA” (con la tipografía de la campaña del FPV en mayúsculas), “La Cámpora” y la última, la más grande, de fondo azul y letras blancas, llevaba dibujada la cara de Eva Perón acompañada por el logo del Movimiento Evita.

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Hernán Castagnaro es un militante de La Cámpora del partido de Lanus y contó que cada balcón lo emociona, que siente que ahí Cristina le está hablando a él y a sus compañeros. “Desde que hace estos actos cambió nuestra relación con ella, –comentó– nosotros siempre la quisimos pero la verdad que era una figura alejada, que tenía tantas responsabilidades que nunca te hablaba a vos… a vos te llega la orden de tu organización”
No solo en la de Hernán, sino en la cara de todos los militantes, se observan los rasgos y los gestos de estar viviendo un momento conmovedor, que rompe absolutamente con su cotidianeidad: “Cada vez que venimos acá nos habla del rumbo del país, nos habla de lo que tenemos que hacer, nos dice que sería importante que discutamos… se metió en nuestro día a día”, explicó el joven militante.
Hay otro rasgo característico de estas instancias que es insoslayable: son en un día de semana a las 18 0 19hs. En otras palabras, en horario laboral. El esquema improvisado de convocatorias refleja la fidelidad de los militantes: “El responsable de mi zona se entera el día anterior, me avisa, y ahí empezamos a convocar a los militantes para que vayan”, contó Martín Arregui, militante de Nuevo Encuentro
—¿Pero cómo pueden mover la gente a esta hora?
—Muchos estamos con la remera arriba de la camisa, de la ropa de laburo. Desde la mañana sabemos que a la salida venimos para acá así que ponemos la remera en el bolso —explica entre risas.
Martín entiende esto como un proyecto de vida y opinó acerca del momento político actual: “Nosotros somos militantes políticos hoy, y lo seremos toda la vida. Es un compromiso asumido. Y dentro de eso, estamos viviendo un momento histórico, una de nuestras líderes más importantes de nuestro movimiento ocupa la presidencia y además, a pocos meses de irse, nos habla a nosotros del pasado, del presente y del futuro. Si bien crecimos como, miltiantes así, sabemos que esta dinámica no es la normal de la política, ojalá un día se repita. Entonces, ¿Cómo se me va a cruzar por la cabeza no venir porque estuve trabajando todo el día? ¿Cansancio? No es momento para estar cansado”
Cristina hizo de esta modalidad un sello distintivo. Se acercó a los militantes como su líder política. Parece que la envestidura presidencial queda de lado en esos intercambios de definiciones políticas por parte de ella, y de cánticos por parte de los militantes. Queda para el futuro saber si los próximos presidentes seguirán con esta modalidad, si buscarán un careo intenso con sus militantes en plena casa de gobierno.

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“La verdad está en lo que se trafica vía la risa”

Del interior del portero eléctrico sale una voz cálida. “Ahí voy”, la misma voz que a través de una sonrisa indica el camino. Sobre la pared, tras la inmensa biblioteca, un gato Ramón mira desde la cómoda silla donde descansa. Su dueña es la psicoanalista y escritora Alexandra Kohan. Con una mirada crítica y un estilo libre de imposturas, presenta su último ensayo El sentido del humor, donde navega por las aguas de los fallidos, los desvíos y las risas.

Del interior del portero eléctrico sale una voz cálida. “Ahí voy”, la misma voz que a través de una sonrisa indica el camino. Sobre la pared, tras la inmensa biblioteca, un gato Ramón mira desde la cómoda silla donde descansa. Su dueña es la psicoanalista y escritora Alexandra Kohan. Con una mirada crítica y un estilo libre de imposturas, presenta su último ensayo El sentido del humor, donde navega por las aguas de los fallidos, los desvíos y las risas.


¿Hay algo de la actualidad que te haya impulsado a escribir sobre el humor?

Hay algo de la actualidad que me interesa destacar en un momento particular. Cuando escribí lo del amor efectivamente había muchísima proliferación de discursos prescriptivos alrededor del amor, eso me incomodaba mucho. Lo del cuerpo surgió más por la pandemia y lo del humor, si bien es un asunto que me importa hace más de 20 años y es un tema al que vuelvo. Los últimos años se han vuelto muy solemnes y entonces me interesaba agarrar eso. Son temas que en la actualidad cobran una forma particular que me interesa discutir.

En tu libro menciónás que para vos no hay transmisión ni práctica del psicoanálisis sin risas. ¿Por qué, cómo pensás el rol de la risa en el análisis? 

La risa, el humor, son una de las cosas más emancipadoras que existen en el sentido incluso de lo instantáneo. En ese instante en el que se produce la risa algo se afloja, algo se alivia y ese alivio, por más que no se pueda constatar de manera duradera, abre y produce que pasen cosas que no pasarían. Sin la risa uno está agarrado a sus ideas, a su imagen, a sus prejuicios, a sus cosas y la risa rompe ¿no? Rompe ese modo en que cada uno de nosotros está agarrado a eso que cree que uno es y me parece que la risa en el consultorio ocurre bastante. 

En el capítulo “Usted me ofende” hablás sobre la ofensa como una reacción de nuestros tiempos. ¿De qué forma crees que nos limita la indignación a la hora de producir reflexiones o de generar debates a través del humor?

La ofensa y la indignación son dos formas del impedimento. Todos nos hemos indignado y nos hemos ofendido pero desde ahí no se puede hacer nada, solo queda detenernos y regocijarnos en la propia ofensa y la propia indignación. Son sentimientos bastante individuales y morales, “yo me ofendo, yo me indigno”, existen y no digo que está mal que existan, lo que digo es ¿qué hacemos con esos sentimientos que son muy morales cuando lo que el humor viene a proponer es otra cosa? Es una salida del impasse el humor, nos saca de esa paz del impedimento porque suspende la moral, no porque es amoral, sino porque la suspende. 

¿Crees que ofendernos y pensar que tenemos razón nos trajo donde estamos ahora?

A lo que nos llevó “me ofendo y yo tengo razón” es primero al aislamiento y a la rotura de los lazos comunitarios, no digo que eso sea lo único obvio, ni tampoco es tan directo causa efecto. Creo que si vos te encerrás en que vos tenés razón, en tu indignación y en quién tiene razón, se vuelve una lucha uno a uno y eso no tiene nada que ver con lo colectivo. Lo colectivo es justamente lo que no segrega las diferencias, lo que admite que tengamos razón vos y yo al mismo tiempo, aunque digamos cosas contrarias, como si dijera “vos tenés tus razones, yo tengo las mías, juntémonos y pensemos qué hacemos”. Para los procesos colectivos no importa quién tiene la razón, importa cuál es la fuerza que podemos obtener para para ir en contra de aquello que nos está destruyendo.

Entendiendo al humor también como ficción ¿Por qué crees que nos empeñamos en leer la ficción como una realidad fáctica?

La crisis del humor está cerca de la crisis de la lectura en el sentido de cómo leemos, cómo nos relacionamos con eso que leemos, cómo leemos todo un acontecimiento político, una ficción, una ciudad. La posibilidad de leer implica también entregarse a lo que no se sabe y sorprenderse. Si vos vas a leer una novela y confundis al autor con el narrador y crees que todo lo que hizo es expresión de lo que piensa el autor ya estás leyendo mal porque una ficción pretende ser leída como ficción no como realidad. La ficción tiene efectos de verdad, por supuesto, pero no de realidad. Mucho menos de la realidad de lo que piensa un autor. Para mí el humor va en la misma línea de la ficción. No sabemos qué verdad se articula en ese humor. La verdad no está en lo explícito del humor, está en lo que se trafica vía el chiste, la risa.

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A 17 años del Bronce de Los Pumas

En la Copa del Mundo de Francia 2007, Los Pumas lograron dos hechos históricos: ganarle dos veces al local y volver con la primera y única medalla de bronce en un mundial. En este informe, revivimos a través de algunos de sus protagonistas cada momento de aquella hazaña. 

En la Copa del Mundo de Francia 2007, Los Pumas lograron dos hechos históricos: ganarle dos veces al local y volver con la primera y única medalla de bronce en un mundial. En este informe, revivimos a través de algunos de sus protagonistas cada momento de aquella hazaña.

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Juan Pablo Buscarini: “Hoy ya no hace falta hipotecar tu casa para filmar una película”

El premiado director argentino dio su perspectiva sobre el estado de la industria del cine, la evolución del medio de la animación y los peligros de la inteligencia artificial.

El premiado director argentino dio su perspectiva sobre el estado de la industria del cine, la evolución del medio de la animación y los peligros de la inteligencia artificial.


A lo largo de sus 24 años como director de cine familiar, Juan Pablo Buscarini ha explorado diferentes propuestas narrativas y lenguajes estéticos; desde adaptaciones literarias, hasta películas que combinan animación 3D con actores de carne y hueso, como fue el caso de “El Ratón Pérez”, ganadora del Goya 2007. 

-¿Cómo aumentó tu interés por contar historias a medida que fuiste evolucionando vos y el mundo audiovisual?

-El interés no viene de mis padres. Mi mamá era profesora de literatura y mi papá fabricaba zapatos y carteras, pero yo desde chico soy fanatico del cine. Sin embargo, en su momento decidí estudiar ingeniería porque tenía facilidad para las matemáticas, e hice la carrera completa, pero con el tiempo empecé a soñar con formar parte de esa industria. Lo veía así; como una industria. Entendía que era un trabajo. Quizá no estaba pensando necesariamente en contar historias. A los 28 años tomé mis ahorros y me fui a hacer un master de animación a Inglaterra.

-Tu filmografía tiene un foco en el cine familiar. ¿Cómo describirías al niño espectador de la época de “El Ratón Pérez” en 2006 respecto a este de 2024? 

-Cuando hice “El Ratón Pérez” llevaba a mis hijas chiquitas al cine para ver qué películas familiares estaban dando y a ver quién iba a tener que fumarse ver. A mí me encantan las películas de Pixar porque venden igual cantidad de entradas para chicos que para adultos. Pero el streaming cambió todo. Hoy el espectador está fragmentado, desconcentrado. Una cosa es tratar de ganarte a los niños en una sala de cine y otra en las casas que pueden distraerse y pausar la película cuando ellos quieran.

-¿Entonces qué motiva ir al cine hoy en día? ¿Y para vos qué valor tiene el streaming?

-Antes las películas funcionaban con el boca en boca. Hoy en las reuniones de producción te dicen que hay que “eventizar”, un megaestreno, porque si no la gente no va. Total, después pueden verla en Netflix. A mí la combinación de streaming con salas de cine, en la que una película se estrena, y luego llega dos meses después a una plataforma, me parece una buena. Ahora los filmes originales de plataformas se piensan activamente para que les guste a todos por igual, independientemente de la región o la visión del realizador, y eso genera que se pierda identidad.

-Tu cine abordó un arte que es tan delicado y tan humano como la animación, incluso llegando a mezclar 3D y Live-Action. ¿Cómo vivís el arrasador avance de la inteligencia artificial? 

-John Lasseter, director de Toy Story, decía que pensar que la animación 3D la hace una computadora sola es como pensar que la stop motion la hace la plastilina sola. La computadora es una herramienta. Respecto de la Inteligencia Artificial, me asusta más que la realización de la animación, que incluso podría traerle oportunidades a artistas independientes, es el tema de la escritura de los guiones, que es la génesis creativa de cualquier proyecto cinematográfico. Detrás de toda decisión creativa hay un montón de reflexión. No quiero que se desvalorice eso. Una Inteligencia Artificial nunca va a poder hacer lo que hace Hayao Miyazaki. 

-Adaptaste al cine la novela infantil “El inventor de juegos”, de Pablo de Santis, con quien co-escribiste el guión, donde el protagonista tiene pasión por los juegos de mesa. ¿Qué te motivaba del proyecto entonces y que cambiaría si lo estuvieses afrontando ahora?

-Al día de hoy, el libro se sigue leyendo en los colegios. Creo que eso pasa con todas las buenas historias. La novela tiene muchos elementos que abren la imaginación y te recuerdan esos momentos agradables e íntimos, en familia, todos concentrados y compartiendo. El libro le hacía tributo a eso y yo quería que la película también lo haga. Creo que si la tratara de hacer hoy me dirían que es raro que no haya pantallas ni celulares por ningún lado.

-¿Creés entonces que hoy habría que poner videojuegos en vez de juegos de mesa?

-Si se hiciera eso, el protagonista ya no se sentaría a jugar con el abuelo, a que él le enseñe cómo jugar. El abuelo estaría en otra habitación. 

-En el ambiente artístico crece la preocupación por el desfinanciamiento del INCAA. ¿Te sucede lo mismo?

-Argentina tiene la característica de la oscilación y de ir de un extremo a otro. Cuando yo terminé el secundario estaban los militares, había un montón de censura en el cine. Después vino la ley de cine 95 y logró que se produjeran muchísimas películas. Más allá de que a veces puede haber un interés un poco personalista en las películas, es clarísimo que el diagnóstico y la decisión del gobierno actual está profundamente errado. 

-¿Qué le dirías a un joven que quiere dedicarse al cine en este país?

-Que deben aprovechar este momento de democratización que trajo la era digital, que es excelente. Se puede filmar una película profesional con un IPhone. Hay una abundancia de recursos como nunca antes. Hoy ya no hace falta hipotecar tu casa para que puedas filmar una película.

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