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FUGA EN MASSA


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El portazo de los intendentes que sufrió Sergio Massa asoma como fenómeno recurrente dentro del peronismo. Qué opinan sus protagonistas. ¿Alianza o matrimonio por conveniencia?

Por Florencia Villegas

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Junio de 2013, Museo de Arte de Tigre, lanzamiento público del Frente Renovador. Elecciones legislativas. Sergio Massa obtiene casi el 44% de los votos en la provincia de Buenos Aires. Otro peronismo, uno no oficialista, comenzaba a armar su tejido político en los distritos. Fines del 2014: 25 intendentes ya pertenecen al partido de este nuevo líder en Tigre. 2015: año electoral, definiciones, deserciones. ¿Qué quedó?

“Los partidos políticos han dejado de funcionar orgánicamente”, opina Carlos Brown: “Ya no tienen autoridad como entidad para que su palabra ejerza un peso importante ante la opinión pública respecto de si está bien o mal una decisión de algún miembro”. El candidato a intendente de San Martín por el Frente Renovador habla de cómo el debilitamiento de los órganos que estructuran los partidos políticos generó que la sociedad pierda credibilidad en el sistema. La autocrítica sobre estas fluctuaciones no aparece como una explicación posible. “Katopodis, por ejemplo, tuvo miedo de perder la elección y se fue al polo opuesto con Scioli”, acusa Brown al ex intendente de San Martín: “¿Y la sociedad qué? No lo sanciona, ni lo juzga; está dormida”.

Brown está convencido de que existe una primacía de la conveniencia política a la hora de tomar la decisión de integrar o no un espacio. Por su parte, tanto Gabriel Katopodis como Humberto Zúccaro, Daniel Bolinaga, Raúl Othacehé o José Eseverri justificaron su entrada al Frente para la Victoria con argumentos, si se quiere, ideológicos. Dijeron que no estaban dispuestos a cruzar la línea antiperonista. Aseguraron que Massa cerraría filas con Macri antes de junio y en su mayoría creyeron que el frente oficialista representaba el fortalecimiento del peronismo, mientras que el massista su derrota.

Abandono, bajas, derrumbe en el conurbano, desgarramiento, descomposición, estampida. Los sinónimos sobraron, los medios enardecieron. Peronismo, kirchnerismo, sciolismo o massismo. Las etiquetas políticas se resignificaron una vez más en la historia electoral argentina. “Nosotros consideramos que el peronismo del Frente Renovador es el peronismo auténtico, me refiero a que seguimos las enseñanzas de Perón y no generamos enfrentamientos estériles entre los sectores trabajadores y los productivos, como sí hace este gobierno”, caracterizó el Brown. Un espíritu purista se puede leer en esa opinión.

Pero la búsqueda de un peronismo no oficialista, un aglutinador de los distintos opositores, parece ir por colectora. El famoso baño de humildad influyó en todos los sectores del peronismo, aunque Massa prefirió el cambio justo. “Scioli es un hombre más dispuesto al diálogo, si llega a ganar posiblemente algunos sectores se le acerquen”, vaticina Brown.

La postura que adoptará el oficialismo en esta nueva etapa se vuelve escéptica. Hacia adentro, la heterogeneidad que personifica al peronismo apuesta a ensancharse. Pero por fuera de los límites demarcados por la Presidenta, la pared.


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