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¿El planeta a quién le importa?


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La discusión entre dos modelos en pugna en un contexto de crisis económica sobre cuál es el camino para garantizar una vida sustentable.


En la antigua Grecia existía la creencia que las enfermedades eran un castigo de los dioses a los pueblos. Lo cierto es que la historia de la humanidad, a lo largo de los siglos, estuvo condicionada por el avance de pestes y pandemias.  Tifus, paludismo, viruela, sarampión, fiebre amarilla, entre otras. Y en el año 2020 llegó el Covid-19.

Las medidas de distanciamiento ayudaron a que se vieran imágenes inéditas, como animales silvestres recorriendo ciudades. La anomalía del panorama hizo surgir en algunos la idea de un fin del mundo apocalíptico.

Pero el planeta no se terminó. Con el tiempo, tras la llegada de las vacunas, el coronavirus empezó a ser un tema del pasado. Sin embargo, la humanidad continúa amenazada por una pandemia invisible, consecuencia de la degradación ambiental que afecta al planeta. 

Uno de los ejes de este problema es la relación entre el capitalismo y el uso de la naturaleza. Todos los argentinos cuentan con el derecho constitucional (https://leyes-ar.com/constitucion_nacional/41.htm) a vivir en un ambiente sano, y cada vez son más los activistas ambientales, científicos y referentes políticos que denuncian las señales de alerta que está emitiendo la Tierra. 

El debate está instalado. Por un lado, el ambientalismo. Por el otro, el desarrollo. Pero, ¿es posible articular el modelo ambientalista con la necesidad de una política económica desarrollista?

SISTEMAS EXTRACTIVISTAS

Desde un punto de vista geopolítico, América Latina se posiciona en un rol extractivista con respecto a sus recursos naturales. El término “extractivismo” fue acuñado por Eduardo Gudynas, ecólogo social, en el 2009. Se trata del estilo de desarrollo basado en la apropiación de la naturaleza cuyo objetivo es la exportación de materias primas hacia los mercados internacionales.

“El problema de la definición de Gudynas es que no ve los matices entre los tipos de extracción de los recursos naturales”, señala Elisabeth Mohle, licenciada en Ciencias Ambientales y Magister en Políticas Publicas. Explica que no se debe condenar cualquier tipo de extractivismo si se puede añadir valor agregado a las materias primas. Un ejemplo: no es lo mismo exportar el poroto de soja como sale de la planta, que convertido en aceite. 

Entonces, el extractivismo profundiza el uso de recursos naturales para obtener ingresos para el desarrollo nacional, generar empleo y reducir los índices de pobreza. 

Sin embargo, Teresa Suarez, doctora en historia y activista ecofeminista de larga trayectoria dice que: “el extractivismo no es solo una explotación circunstancial, sino que también implica la destrucción del recurso impidiendo su regeneración”. Explica que el primer caso ocurrió en Santa Fe cuando la empresa inglesa La Forestal destruyó los bosques de quebracho del norte de la provincia, a fines del siglo XIX, dejando como consecuencia apenas un monte bajo y algunos árboles pequeños. 

“Uno de los puntos flacos que veo en el discurso ecologista es que parece apoyarse principalmente en un entendimiento vulgar más que en análisis técnicos”, opina, Manuel Máximo Cruz, licenciado en economía y especialista en desarrollo económico y políticas públicas. También, menciona el ejemplo de la provincia de Santa Cruz que tiene un modelo de producción extractivo en toda regla. Los principales actores de la región son la ganadería, la pesca, la explotación de hidrocarburos y la minería, y sin embargo es una de las provincias que tiene uno de los menores niveles de desempleo y desigualdad, con los mayores salarios promedios del sector privado a nivel nacional. 

¿CRECER PARA PAGAR? 

Durante el año 2019, un estudio de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) arrojó la cifra que el 82,6% de las exportaciones de Argentina corresponden a sus riquezas naturales, siendo esta la base de su economía. (https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/44918/7/S1900748_es.pdf

Durante el mandato del ex presidente Mauricio Macri se contrajo la mayor deuda que un país haya tomado con el FMI: más de 45 mil millones de dólares. La situación es crítica. En un contexto de post pandemia, Argentina se encuentra asfixiada por las obligaciones de pago y la necesidad de obtener dólares para poder hacerle frente. ¿Cómo se debe conseguir ese dinero para saldar la deuda?

“El mundo es nuestra casa. Y no tenemos derechos a seguir destruyendo y maltratándola como hasta ahora. Y que no me vengan con los argumentos económicos para tratar de sostener que sigamos contaminando al mundo”, sentenciaba con vehemencia Alberto Fernández, el año pasado, durante una charla con jóvenes de diferentes provincias. 

No obstante, la realidad muestra que la agenda del ejecutivo nacional está avocada principalmente a responder a la crisis económica, y así lo hicieron saber diferentes sectores del oficialismo que se sumaron al slogan “crecer para pagar”. Con el aval del Consejo Agroindustrial Argentino, se puso en marcha el régimen de fomento industrial que busca impulsar la producción de los sectores agroindustriales. En esta línea, el Ministro de Ambiente Juan Cabandie sinceraba su posición al declarar en Fuego Amigo la intención de canjear deuda por acción ambiental, ya que conseguir dólares para los vencimientos no se puede hacer sin contaminar.

Frente a esto, los activistas ambientales argumentan que la nueva ola extractivista viene de la mano de un ciclo de despojo y lo vinculan con la desigualdad, ya que, si bien puede concretarse un crecimiento económico y aumento del pbi, este no se verá reflejado en un progreso para la población debido a la reprimarización de la economía y la creación de puestos de trabajo en condiciones paupérrimas. También, la concentración de la riqueza será aun mayor y no dará lugar a una transformación estructural, porque el capital extranjero no solo presiona a través de la deuda, sino que también ejerce un control sobre el agua, la energía, y los recursos naturales de nuestra tierra. 

“El camino no es el desarrollo como vino haciéndose hace dos siglos”, sostiene la Dra. Suarez, y agrega que la consecuencia directa es el calentamiento extremo del planeta que tenemos en la actualidad. 

De la vereda de enfrente, el economista Cruz argumenta que para avanzar hacia un desarrollo económico se necesitan niveles de actividad e ingresos elevados, siendo irrelevante si los sectores son primarios, con tal de que provean salarios y altos niveles de empleo. 

LA POLEMICA TRANSICION

Según una investigación realizada por la Fundación Vida Silvestre (https://shar.es/af1E8W), el 89% de los consultados asegura que en Argentina el estado del medio ambiente afecta a las personas. Asimismo, es indudable la vinculación que hay con la economía: la mitad del PBI mundial depende de la naturaleza (Investigación Verdone y Seidl, 2017 / https://acortar.link/W7lUPu). Entonces la degradación de los suelos, el avance de la deforestación y el agronegocio, como consecuencias del extractivismo, se centran en el medio de la polémica. ¿Se puede generar una transición ecológica sostenible del modelo productivo en Argentina?

“El tema de la transición era a fines del Siglo XX, allí se empezaba. Ahora cabe hablar de mitigación, para ver si nos podemos salvar de los vientos con velocidades de 200 km/h, los tsunamis o las reacciones de la naturaleza”, comenta la ecofeminista Teresa Suarez. 

Por su parte, Elizabeth Mohle considera viable una transición y lo proyecta como un desafío muy grande y clave. “La estructura productiva argentina tiene que ir transicionando al desarrollo sostenible, es decir, que reduzca el impacto ambiental y sea mas eficiente en el uso del agua, la energía y la ocupación del espacio”, sostiene la licenciada y para eso explica el nexo que se tiene que crear entre políticas ambientales y desarrollo. 

Las nuevas actividades de la economía verde, entendida como una rama de la economía que reduce las carencias ecológicas, apunta a ubicar en el centro de la escena a las energías renovables y limpias. Para esto es necesario que la política promueva un uso mas eficiente de la energía en la industria, generando ahorro energético y a la vez un aumento de la eficiencia y productividad. Es una forma mas virtuosa de pensar a los sectores económicos y el medio ambiente en unión con las deudas sociales de nuestro país. 

En este sentido, el economista Cruz advierte que no hay diferencias insalvables entre economía y ambiente porque el problema no viene desde la cuestión técnica. Según su posición, el ambientalismo es hoy una estrategia para tener proyección política rápida, con poco esfuerzo y a bajo costo.

EL ROL DEL ESTADO

“Tanto a nivel nacional, como provincial y municipal existen organismos de contralor cuya función principal es la de velar por el cumplimiento de la normativa ambiental” explican desde la catedra de Ambiente y Mercosur de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. 

El uso del aparato del Estado está detrás de la exportación de materias primas a los mercados internacionales, y no es lo mismo desarrollar el extractivismo sin ningún tipo de regulación a que haya un control estatal que pueda monitorear la actividad de las empresas que incumplen el marco legal ambiental. 

“Poco debería interesar el monto de la multa que pague una empresa o los años de condena que cumpla un gerente si el ambiente queda dañado”, sostiene la catedra, ya que el foco tiene que estar puesto en la recomposición del ambiente frente a los casos que produzcan una degradación. 

En todos los casos el desafío que tiene Argentina entre el desarrollo y la protección ambiental está trazado. Hay esperanzas porque desde ambos espacios se impulsan campañas de educación y se busca generar conciencia. Sin embargo, esto nunca se solucionará si desde el Estado no se acompaña con políticas públicas que generen una sinergia entre los que piensan distinto. 


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