Famosos e influencers se manifestaron a favor de la educación pública
La UBA y las universidades nacionales lideraron una movilización masiva que sumó adhesiones de todo tipo. Famosos, artistas, actores y gente del mundo del espectáculo se sumaron a la convocatoria de distintas formas, ya sea vía redes sociales o manifestándose en la calle.
La UBA y las universidades nacionales lideraron una movilización masiva que sumó adhesiones de todo tipo. Famosos, artistas, actores y gente del mundo del espectáculo se sumaron a la convocatoria de distintas formas, ya sea vía redes sociales o manifestándose en la calle.
Desde la movilización y en diálogo con Eter Digital, la periodista e influencer Galia Moldavsky expresó: “Es una causa social para quienes nos interesa que este país sea un lugar mejor, con oportunidades de crecimiento y con acceso para todas las personas e igualdad de oportunidades”.
La actriz Julieta Zylberberg compartió un video del sitio Familias por la Educación Pública, y agregó: “Nuestra educación de altísimo nivel garantiza igualdad de oportunidades para todos los argentinos”.
Por su parte, el actor Juan Minujín señaló: “Nosotros necesitamos más médicos, más médicas, más abogados, más abogadas, más ingenieros, más programadores. Eso es lo que necesitamos, no menos”.
Otras de las voces que aparecen en el video son la cantante Hilda Lizarazu, la directora de cine Paula de Luque, el historiador y docente Felipe Pigna, la cantante Fabiana Cantilo, el actor Jean Pierre Noher y el empresario y productor Daniel Grinbank.
El reconocido actor catalán Francesc Orella, famoso por su papel protagónico en la serie “Merlí”, se sumó al respaldo de la comunidad educativa argentina. En un contundente mensaje, el actor expresó su preocupación por el devenir de la enseñanza pública en Argentina.
En la misma línea, destacó la importancia de garantizar una educación integral para los jóvenes. “Es obvio que vuestro gran país no puede permitirse cómo se está degradando la enseñanza pública”, mencionó el actor catalán.
En tanto, músicos como Ricardo Mollo cantante y guitarrista de Divididos, Juan Subirá de La Bersuit, León Gieco, entre otros, compartieron imágenes en sus redes sociales y convocaron a sus seguidores a asistir a la marcha. Otros, como Walas, cantante de Masacre o Joaquín Levington, líder de Turf, que asistieron directamente a la movilización.
Detrás de cada marca hay una historia. En el caso de Churros El Topo huele a verano, a aceite caliente y a esfuerzo familiar. Fundada a fines de los 60 por dos compañeros de trabajo en un momento en que la localidad costera bonaerense Villa Gesell recién comenzaba a perfilarse como destino turístico de la juventud argentina.
La churrería nació como una salida laboral inesperada y se transformó en una referencia ineludible de la gastronomía costera. Desde entonces atravesó dictaduras, hiperinflaciones, crisis y pandemias, sin dejar de freír ni un solo verano.
Hoy con más de 20 sucursales activas y una presencia inconfundible en redes sociales, Juan Navarro —hijo del fundador— lidera el negocio con una mezcla de intuición, humor y constancia. “Apostaron a lo distinto y eso atrajo gente”, comparte.
—¿Qué representa hoy El Topo para vos? —Una posibilidadpara mí, para los chicos que laburan conmigo. Cada local que abrimos genera trabajo. Me gusta pensar que aportamos algo más que un buen churro.
—¿Creés que se volvió un ícono de la costa? —Siempre fue fuerte en Gesell y Necochea, pero con las redes sociales y los locales en Buenos Aires dimos un salto. Hoy mucha gente nos conoce sin haber venido nunca a la costa. Eso fue un cambio total.
—¿Será por los precios? —Siempre tratamos de tener precios accesibles. Nos fijamos cuánto sale una docena de facturas en Buenos Aires o en la Ruta 2. No queremos alejarnos de eso. Hoy estamos a $9.600 mientras otros venden a $10.800. Jugamos con eso. Buscamos que la gente pueda seguir eligiéndonos.
—¿Invierten en publicidad digital para eso? —Nada. Yo creo en los mini-influencers. El cliente que sube una foto con sus 200 seguidores me vale más que uno con 300 mil. Esa fidelidad orgánica no tiene precio.
—Por la fidelidad orgánica que comentás, ¿eligieron tener Twitter como vía de comunicación de la marca?
—Fue sin querer. Un día Lucas Lauriente tuiteó criticando nuestros churros con roquefort. Le respondí con ironía, se viralizó, y ahí dije: “Es por acá”. Desde entonces manejo la cuenta. No tengo una estrategia fija; es espontáneo. Soy irónico pero no ofensivo.
Hola Lucas. Hace 52 años que hacemos estos churros. Sabemos que a veces la soberbia juega una mala pasada y creemos que el mundo que existe es sólo el que vemos y nos gusta. Seguramente tendrás otras cualidades para hacer reír a los que te siguen sin insultarnos. Saludos. https://t.co/43V5jhKQsA
—¿Qué le dirías a alguien que quiere emprender hoy? —Que es el mejor momento. Porque en la crisis se aprende más. En la pileta nada cualquiera. Pero si aprendés a nadar en el mar, después nadás con los ojos cerrados.
—¿Cómo nació Churros El Topo? —En 1965, mi viejo Hugo y mi padrino Cacho trabajaban repartiendo películas entre cines en Buenos Aires. Era un trabajo de mucha ruta, mucho viaje. En menos de seis meses, ambos tuvieron accidentes de moto. Nada grave, pero lo suficientemente fuerte como para que no quisieran volver a subirse.
Entonces mi padrino consiguió trabajo repartiendo churros en El Sol de Galicia, una panadería muy conocida. Ahí vio el movimiento y le dijo a mi viejo: “Hagamos churros, se venden a lo loco”. Así fue.
Empezaron en un localcito, pero el olor a aceite molestó a los vecinos y tuvieron que cerrarlo. Después probaron en Paternal, pero tampoco funcionó. Hasta que alguien les sugirió: “Vayan a Villa Gesell, allá no hay churrerías y hay cada vez más turismo”.
—¿Y cómo fueron esos primeros años en Gesell? —Fueron con todo. Llegaron en octubre del 67 y trabajaron todo el verano del 68. Vendieron muchísimo. La diferencia fue que se animaron a innovar. Hacían churros con roquefort, por ejemplo, algo que hoy parece moderno pero en ese entonces era una locura.
Apostaron a lo distinto y eso atrajo gente. Al año siguiente, mi padrino se fue a Necochea y mi viejo se quedó en Gesell. Así nació El Topo como lo conocemos hoy.
Local El Topo en Costa Azul, Villa Gesell. Créditos Forbes Argentina.
—¿Cómo hacían para atraer clientes en esa época? —Era todo a pulmón. No había redes ni publicidad. El cartel con la palabra churros al revés, el boca en boca y el olor a churros caliente eran las mejores estrategias.
En temporada, Gesell se llenaba de gente y si algo gustaba se corría la voz enseguida. También hacían combinaciones que llamaban la atención como dulce de leche con chocolate o roquefort. Era una forma de diferenciarse.
—Casi seis décadas después, pasaron muchas crisis. ¿Cuál fue la más dura? —Sin dudas, la pandemia. Porque nos agarró en temporada, cuando más trabajamos. Otras crisis nos tocaron fuera de temporada o con turismo igual. En 2001, por ejemplo, se vendía igual. En 1989 con la hiperinflación, también zafamos. Pero en 2020 no vino nadie. Fue un golpe fuerte.
—¿Cuántos locales tienen hoy? —Tenemos 22 funcionando. Estamos por abrir tres o cuatro más. Apuntamos a 26. Todos propios. No franquiciamos.
Hugo y Cacho en la sede de Belgrano. Gentileza Churros El Topo.
—¿Por qué decidieron no franquiciar? —Porque el producto es muy artesanal. Las freidoras las fabricamos nosotros. No usamos máquinas industriales. Hay que conocer la técnica. Y no es lo mismo hacer churros en Bariloche que en Gesell. Cambia el clima, la humedad. Para franquiciar tenés que soltar demasiado, y eso puede afectar la calidad.
—¿Qué tan importante es el producto en sí? —Es todo. Podés tener la mejor estrategia de redes, el mejor diseño, pero si el churro no está bueno, no sirve. Usamos siempre buena materia prima. La suerte, para mí, no es más que el meditado cuidado de todos los detalles.
— ¿Alguna vez pensaron que no iban a poder seguir? —No. Porque ya tenemos experiencia. Sabemos que si aguantás, pasa. Nunca bajamos la calidad. Siempre confiamos en que el cliente vuelve. El secreto es mantenerse vivo hasta que pase la tormenta.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
En un mundo que se mide según el crecimiento, éxito y expansión, hay quienes eligen otro modelo de negocio donde la prioridad es “ganar para vivir y no vivir para ganar”.
Al menos esta es la visión de un negocio familiar, líder en la industria con 48 años de permanencia que superó todas las crisis argentinas y donde el público hace cola para saborear con ilusión infantil el postre favorito de grandes y chicos. ¿Cuáles serán los secretos para no sucumbir a la tentadora franquicia y para mantener enamorada a la clientela?
Zorrito Von Quintiero, Juanse de Los Ratones Paranoicos, Emmanuel Horvilleur y hasta Charly García, entre otras celebridades, eligen este lugar en el barrio de Belgrano. Se trata de Gruta, una pequeña heladería ubicada en la calle José de Sucre 2356, casi esquina de la Avenida Cabildo. Un local un tanto quedado en el tiempo, con paredes en color pistacho y look setentero, que convoca a clientes de distintos vecindarios a disfrutar de un producto artesanal cuyo sabor y calidad se mantienen inalterables a través del tiempo.
Persiana baja. Un cartel pequeño de papel pegado con cinta scotch detalla los horarios de atención. Al golpear aparece Silvana Ambieni, hija del fundador, conocedora al detalle de la historia familiar. Tiene 65, es de contextura delgada, tez blanca y pelo rubio cobrizo.
El local aún no levantó su cortina, está en plena preparación. Cajas de cucuruchos y vasos que no encuentran su lugar de guardado.
Créditos: El Destape
-Gruta ha sobrevivido casi 50 años, todas las crisis de Argentina. ¿Cuál es el secreto?
-Muchísima dedicación. Y, al comienzo, ni preocuparte por cómo te va a rendir el negocio, sino poner toda la energía en hacer algo bueno. Cuando le ofrecieron este negocio a mi padre, Héctor Ambieni, se esperaba que fuese un fracaso porque en 1976 la Avenida Cabildo no era el centro comercial y neurálgico que es hoy.
Sin embargo, mi padre aceptó el desafío y junto a mis hermanos comenzaron con una premisa precisa: concentrarse en la calidad sin importar la ganancia. Si el helado no salía bien era capaz de tirar todo. Él quería que el producto fuera excelente.
A su vez, este es un negocio familiar, acá no hay rivalidades económicas, ninguno va a tratar de jorobar al otro, esto también nos lo enseñó nuestro padre. Yo creo que esto es clave porque muchos negocios familiares se rompen por este tema.
-¿Nunca se pelearon?
-No, tal vez nos ayudó ser una familia que no es una pegatina, ¿viste que hay familias que se reúnen para todas las fiestas obligatoriamente? Nosotros, no. Nos saludamos para los cumpleaños, si alguno hace algo e invita, bárbaro. Pero no esa cosa de ofenderse, si uno elige no ir. Para nada. Ahora si alguien necesita algo, allí estamos todos.
-Pero siendo tantos, ¿cómo logran que todo funcione?
–En mi familia nos contaban siempre que mi abuelo en Armstrong, Santa Fe, tenía un boliche al que a veces los clientes iban medio borrachos y le daban toda la plata a mi abuelo. Entonces él les decía: “No, mi amigo, esto es suyo”. ¡La honestidad ante todo!
-La pandemia delineó nuevas formas de trabajo, ustedes adoptaron un nuevo horario más acotado.
La heladería antes atendía hasta pasada la medianoche, cosa que ahora resulta imposible. Tuvimos que entender lo que se puede producir y saber lo que vamos a vender. Nos fuimos adoptando a un horario y lo mantuvimos porque realmente tampoco se puede producir mucho más. La ecuación cierra.
Oscar, uno de los hijos del fundador de Gruta. Créditos: La Nación
Mi hermano Marcelo es quién elabora el helado, es muy celoso de su trabajo y conoce a la perfección su capacidad de producción. Con mi hermano Oscar estamos muchas horas acá adentro. Yo llego a las 11 de la mañana y me voy a las 9:30 de noche. En cambio, Alejandro, mi primo, y Lucas, su hijo, tienen un horario más limitado.
Nosotros que tenemos toda la responsabilidad de que el negocio funcione, manejamos horarios un poco más extendidos.
-¿Cómo logran mantener inalterable la calidad en una Argentina económicamente inestable?
-Nosotros no cambiamos nunca de proveedor, no buscamos precio. Nos traen ofertas qué tal vez son convenientes, pero siempre decimos que no, seguimos comprando a las mismas personas y marcas.
Nunca miramos lo que nos va a salir el producto. La prioridad la tiene la materia prima y siempre tratamos de que sea la que usamos, salvo que se haya discontinuado, como nos pasó con un chocolate. Por darte un ejemplo: nosotros usamos huevo, pero huevos de verdad. No en polvo o deshidratado.
–¿Con toda tu experiencia, qué consejo le darías a una familia que va a emprender un negocio?
-La verdad… dedicarle mucho tiempo, dedicación y mucha paciencia. Además, no pretender el éxito inmediato.
Silvana menciona dos cosas importantes: compromiso de calidad y honestidad, como los grandes pilares y legados de familia. Conceptos poderosos en tiempos de tanta trampa y ventaja permanente. Llama la atención que siendo una de las mejores heladerías de Buenos Aires no hayan aceptado franquiciarla. Ignorando grandes propuestas.
-Le hicieron fuck off al Capitalismo, ¿cómo ocurrió esto?
-Te diría que es algo innato, que tal vez tiene que ver con mi papá, viste que se enseña con el ejemplo. A papá no le interesaba expandirse y nosotros, un poco por comodidad, porque cuando te expandís perdés el control y somos tan celosos de lo que hacemos que elegimos estar encima del producto.
También pasa que no tenemos grandes pretensiones económicas sumado a que no queremos tener empleados porque confiamos en nuestra manera de atender. La atención personalizada también hace a nuestra característica. El empleado te puede atender bien, pero siempre es una atención estándar; en cambio, a nosotros nos encanta el tratamiento personalizado.
Créditos: El Destape
-¿Qué se siente tener un público tan fiel y tan fanático?
–Mi satisfacción más grande es trabajar con los que vienen siempre. Hay afecto con la clientela, no se habla de política y tampoco somos de hacernos amigas; sí mucho respeto y consideración.
-¿Vos seguís tomando helado?
–Siempre. Ahora con los años como menos, pero un cuartito siempre me llevo a casa.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
El sábado 7 de octubre de 2023, Jamil despertó a las 7 de la mañana en su casa del barrio porteño de Boedo a 12.260 kilómetros de distancia de su Palestina natal, con una videollamada de su hermano menor, Mohamed.
Jamil atendió entre dormido, además de la distancia, los separaban seis horas de diferencia. Mohamed mantuvo silencio un momento como buscando las palabras adecuadas en su mente, para finalmente anunciarle que habían vuelto los enfrentamientos en Gaza. Al mismo tiempo Rami, su otro hermano, se sumaba desde su casa en Valencia a la conversación para saber de primera mano qué estaba ocurriendo.
El conflicto armado entre Israel y Palestina por el territorio no es algo que se dio en 2023 sorpresivamente, de hecho, para poder comprenderlo hay que remontarse a más de un siglo atrás con la caída del Imperio Otomano. En 1917 el gobierno británico emitió la Declaración Balfour que expresaba su apoyo al establecimiento de un estado judío permanente en Palestina.
Carta de Arthur Balfour, ministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido, dirigida a Lionel Walter Rothschild.
En 1922, la Sociedad de Naciones otorgó formalmente a Gran Bretaña un mandato sobre Palestina. Esto llevó años más tarde a las revueltas árabes debido a las malas condiciones de vida a las que eran sometidos los palestinos, y el gran aumento de la inmigración judía.
Tras el Holocausto Nazi creció la presión para el reconocimiento internacional de un estado judío en Palestina y en 1947 el Gobierno británico anunció su intención de poner fin a su mandato en la zona. En ese contexto la Asamblea General de las Naciones Unidas votó a favor de la partición de Palestina en dos estados: uno árabe y otro judío. El primero rechazó el Plan de Partición, mientras que el segundo declaró la independencia formándose así el Estado de Israel en mayo de 1948. Luego de la victoria de Israel en la Guerra árabe-israelí de ese año, éste ocupó mucho más territorio del previsto en el Plan de Partición.
Esto es lo que se conoce como la NAKBA (palabra que significa “catástrofe” en árabe). En su libro “El nacimiento del problema de los refugiados palestinos revisado”, el historiador Benny Morris explica que más de 750.000 palestinos huyeron o fueron expulsados de sus tierras ante el avance de las tropas israelíes.
Solo dos regiones de Palestina escaparon al control israelí: Cisjordania y Jerusalén del Este, ambas anexadas a Jordania, y la Franja de Gaza, controlada por Egipto. Estos territorios fueron finalmente conquistados por Israel durante la Guerra de los Seis Días en 1967.
En 1993, con los Acuerdos de Paz de Oslo entre Israel y la Organización de Liberación Palestina (OLP) se estableció una Autoridad Nacional Palestina (ANP) como órgano provisional para dirigir partes de Gaza y Cisjordania.
Créditos: Ramez Habboub de Agencia Anadolu
Los tres hermanos hablaban de lo que se estaba viviendo, Rami y Jamil le contaron a su hermano menor que “cuando ellos eran chicos subían a la terraza de la casa para ver pasar los misiles que sobrevolaban su pueblo”. Ambos creyeron que esta anécdota lograría calmar los nervios de Mohamed quien vivía por primera vez una situación así.
Desde la cocina, la esposa de Jamil escuchaba a lo lejos la videollamada en árabe entre los hermanos e intentaba entender con su poco conocimiento del idioma qué estaba ocurriendo.
Ese sábado, el día empezó más temprano que lo habitual, el sol de primavera entraba por la ventana y comenzaba a calentar la casa. Mientras ponía el agua para el mate y buscaba información en internet, los recuerdos de sus últimas vacaciones con la familia de su esposo en Jerusalén venían uno tras otro a su memoria.
Los medios locales aún no informaban nada de lo qué estaba ocurriendo en Gaza, recién al mediodía aparecen publicadas las primeras noticias al respecto acompañadas de fotos demasiado explícitas sobre el horror que se estaba viviendo.
La distancia y la sensación de impotencia llevaron a Jamil a buscar información en Instagram sobre qué podía hacer para apoyar a su pueblo. El 9 de octubre fue a la marcha organizada por el Comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino frente a la Embajada de Israel en repudio al conflicto y en enero se sumó a los primero llamados a la acción de los viernes de Solidaridad con Palestina.
El viernes 5 de enero de 2024, El Club de la Cultura Árabe -cuyo eje fundamental se basa en fomentar y celebrar el intercambio cultural entre los países latinoamericanos y los países árabes, a través del idioma, las artes y la cultura- lanzó su primer llamado a la acción a través de su campaña de Viernes de Solidaridad con Palestina (V.S.P) con la idea de realizar acciones concretas, directas y pacíficas apoyando a este pueblo.
Para esto cuenta con la colaboración de la organización FIDAI Argentinos con Palestina, que busca aportar a la hermandad entre los pueblos argentino y palestino, tendiendo puentes entre ambos a través de la política, la cultura, las artes y las diversas áreas del conocimiento.
Los viernes fueron elegidos para esta acción como un homenaje a los gazatíes que marcharon ese día de la semana desde marzo del 2018 hasta el 2019 por recuperar el derecho sobre sus tierras.
Esta campaña posee tres objetivos principales:
Presionar por un urgente y permanente alto al fuego en la franja de Gaza.
Exigir el fin del genocidio, la ocupación, la colonización y el apartheid israelí en toda Palestina. Como así también el enjuiciamiento a los responsables de los crímenes de guerra y de lesa humanidad que se vienen cometiendo contra el pueblo palestino desde hace más de 75 años.
Apoyar al pueblo palestino en su derecho inalienable a la autodeterminación, como también a la restitución de sus tierras y bienes arrebatado desde 1948.
Agustín Dib, fundador y director del Club de la Cultura Árabe, comparte al respecto: “El haber puesto un día fijo y sostenerlo en el tiempo hizo que el foco de la atención venga hacia nosotros y el hecho de que sea libre, que las personas puedan estar un viernes y otro no, hizo que la gente se pueda comprometer en la medida de lo que puede dar, entonces la respuesta es el compromiso y la entrega”.
Mientras toma mate en su casa de Córdoba con el sonido de los pájaros de fondo menciona que hace 18 años que lucha por la causa palestina, y lo que estaba pasando le hizo sentir que “organizar y concurrir a las marchas, hacer posteos en redes era poco”; por más que estaba haciendo más que nunca.
Además, comenta que hay muchas personas que defienden la causa Palestina, pero faltaba que se organizaran en acciones concretas así es como se le ocurrió la idea de lanzar diferentes campañas una vez a la semana y nacieron los V.S.P.
La intención de esta acción es que sea principalmente en redes para que pueda ser replicada en otros países y, a la vez, generar interés en personas que desconocen sobre el tema para que se interioricen.
Según la Naciones Unidas en su último informe publicado, el 2 de mayo ya había 35.000 palestinos muertos y cerca de 10.000 personas sepultadas bajo los escombros.
La campaña de los viernes solidarios consta de seguir páginas en Instagram y compartir el contenido, informarse y difundir información sobre la causa Palestina. Para el 1° de mayo, Día del trabajador, lanzaron dos llamados a la acción: uno de ellos era compartir un posteo de Instagram sobre el apartheid laboral que sufren los palestinos, y el otro consistía en grabar un video contando lo que significa para cada participante ser un trabajador hoy en Palestina y Gaza.
Los llamados a la acción de la primera fase de los V.S.P se llevaron a cabo hasta el viernes posterior a la nakba palestina que se conmemora el 15 de mayo. La idea de la segunda fase es concentrar todo en un viernes en el mes para que las acciones sean más contundentes.
Jamil dice con una sonrisa tímida: “Continuaré participando de estas actividades y todo lo que surja para poder acortar los miles de kilómetros que me separan de mi familia”.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.