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Ferrowhite, un museo taller en movimiento

Interior Ex Usina General San Martín. Foto: gentileza Rosina Smit.

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La mañana obliga a buscar el pulóver grueso, la campera más larga.  Los pasos de las y los anfitriones se apuran, es la hora señalada y las visitas ya llegaron.

El recorrido está en marcha y como dice el equipo de trabajo “el museo comienza afuera”. ¿Dónde está el museo? ¿Qué lugar ocupa en el territorio? ¿Cómo son las construcciones que lo rodean? ¿Se escuchan ruidos?. El aire huele a aceite de girasol,  la presencia de la oleaginosa se hace patente.

Ubicado en la localidad portuaria de Ingeniero White en la ciudad de Bahía Blanca, al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, Ferrowhite es un lugar en el que se entrelazan historias de trabajadores y trabajadoras del puerto y del ferrocarril, de habitantes de ayer y de hoy, de playas e industrias. El museo, como una embarcación que soltó ancla, permanece en el lugar pero se mece.

En donde fue el taller de mantenimiento de la ex usina General San Martín, luego de cruzar el umbral protegido por una luminosa puerta  con paños de vidrio, las paredes comienzan a narrar para estudiantes curiosos de todas las edades, vecinos y turistas, una forma diferente de mirar la historia local. Se ofrecen las primeras pistas sobre cómo se teje la red de vínculos comunitarios que sostienen viva y alerta la memoria.

 “La definición de qué es Ferrowhite se fue encontrando con el tiempo, cuando nosotros comenzamos a trabajar acá creíamos que estábamos formando un museo ferroviario”, dice el Director del museo taller, Nicolás Testoni, y agrega “pero nos dimos cuenta que más que de los trenes estábamos hablando de la experiencia de aquellas personas que habían salvado del desguace, del desmantelamiento, algunas cosas, cosas pequeñas. Nos preguntábamos ¿cómo es que no tenemos ninguna locomotora en este museo ferroviario que estamos armando? Bueno, no la teníamos porque ningún ferroviario encontró la manera de hacerla caber en un bolso para traerla acá. Ahí nos dimos cuenta de que el museo, más que el museo de los trenes era el museo de los que se habían quedado en la vía, en Pampa y la vía. Que nuestro principal patrimonio no eran esas cosas que estaban ahí, que eran menos un patrimonio que el testimonio de un despojo, sino esa capacidad de colaboración entre distintas personas para ponerlas a resguardo y de esa manera evitar que el proceso doloroso del desmantelamiento fuera fácilmente olvidado”.

En el momento fundante coincidieron el salvataje de objetos  que hicieron los trabajadores, con la intención del Museo del Puerto de Ingeniero White de tener un espacio de conservación con el que no contaban y la cesión del complejo de la ex usina a la Municipalidad de Bahía Blanca. Desde su apertura como museo autónomo e independiente en el año 2005, contó con una hoja de ruta, una forma de hacer que atraviesa constante las prácticas en cada espacio de Ferrowhite.

“Así arrancó esta idea alternativa de un museo que hace con su comunidad de referencia, del pasado y del presente, que dio paso a la idea del museo taller en el que además de exhibir objetos, las cosas se producen y no de cualquier manera sino en colaboración con esos ferroviarios y esas vecinas y esos vecinos del puerto”, remata Testoni.

El museo taller extiende los brazos para incluir los demás espacios que lo conforman. La Casa del Espía y la ex usina General San Martín conocida popularmente en la ciudad como “el castillo” que contiene al Taller Prende en dos salas recuperadas del abandono tras su cierre en 1988. La Rambla de Arrieta, el paseo costero, que constituye nada más y nada menos que el único lugar del puerto en el que se puede acceder a ver el mar sin interferencia de vallas ni de industrias.


Maquinarias imponentes, una vagoneta con imágenes imantadas para construir una secuencia histórica y hacerla girar, una antigua máquina de coser, semillas, bolsas, fertilizantes, bicicletas, una línea del tiempo con las decisiones que le dieron o quitaron vida al ferrocarril, la recreación de una oficina de telégrafo, abren la puerta para hilvanar el pasado y el presente con el trabajo como centro y eje.

Ya ubicados en el espacio y en el tiempo, comienza el encuentro directo con los objetos, las herramientas y las preguntas, porque en este lugar las preguntas también son protagonistas. El museo se mece y busca respuestas colectivas pero no cerradas, se van tejiendo día por día.

Para muestra sobra un botón. Cómo síntesis del diálogo y la diferencia entre los tiempos, ahí está “El arca obrera”. Completamente hecha en plástico, 61 bidones de agua vacíos atados con tiras de polietileno y un domo de varillas que sostienen el nylon  protector. Para construirla se sumaron en su momento, las manos de Luis Leiva ex maquinista de dragas; Roberto “Chapa” Orzali ex Marino Mercante; Roberto “Bocha” Conte ex Capitán de barcos y Angel Caputo ex trabajador de la ex Usina; con todos sus conocimientos y habilidades a disposición del proyecto. En su interior está el manual de instrucciones por si es necesario usarla en caso de emergencia. Este artefacto antiguo y moderno a la vez flota de verdad y está listo para navegar en la ría de una ciudad que ya conoce de escapes de cloro, de un mar al que se le gana para aumentar la producción, de una escasez de agua en épocas calurosas y de la creación de toneladas, en aumento, de plástico. Resulta razonable pensar en usarla para tomar distancia de esos conflictos aunque sea por un rato y volver con fuerzas renovadas a seguir dando batalla.

En Ferrowhite todos los encuentros son diferentes. Analía Bernardi y Julieta Ortiz de Rosas son las responsables del área educativa del museo. ”Hay un plan de visita armado que se va adaptando a los distintos grupos según sus características, se va pensando para cada uno, se organiza con la información de la charla previa con los docente sobre las edades  y considerando el tema que están trabajando previamente” cuenta Analía.Julieta continúa:En todas las acciones del museo tenemos esta valoración de la particularidad, entonces la visita de un jardín de infantes, de un grupo de PAMI,  de una agrupación scout, o de una escuela rural es distinta. Reconocer eso implica que hay que intentar dialogar de otra manera.  Es un objetivo siempre presente”.


Es domingo y se aproxima la hora de la merienda. En la Casa del Espía el té humea y acompaña los recuerdos que relata Florentino “Cacho” Mazzone, uno de los amigos del museo. “La parte de arriba se está refaccionando, pero pronto se va a poder visitar” explica y luego anima a conocer la historia del piano que reina en el salón. ”Esos  de los carteles son vecinos y vecinas comunes de Ingeniero White, nuestros amigos, varios ya nos dejaron, vamos quedando pocos” cuenta con pesar pero se recupera. Saca una bolsita con fotos que lo tienen como protagonista junto a actrices y cantantes que pasaron por la Casa. “Me las sacó él” dice y señala a Rodolfo Díaz, trabajador del museo, fotógrafo y autor del libro La Casa del Espía en el que relata las historias de tres mujeres que vivieron en este lugar, en el que hoy funciona el café de Ferrowhite.

El taller prende

En las paredes de las dos salas recuperadas del “Castillo” las filas de estanterías  contienen las cajas de herramientas mágicas. Arte, serigrafía, costura, huertas, cobran vida en los proyectos que crecen con y en comunidad. Así un club puede estampar sus propias camisetas, las vecinas confeccionar lo que les guste y/o necesiten, los chicos y chicas del barrio pueden encontrarle otra oportunidad a algún objeto llenándolo de color y los patios de la casas abrigar las semillas y los plantines que salieron de este lugar. Guirnaldas con bombitas de papel colorido atraviesan las alturas, el taller prende y enciende.

Silvia Gattari es una de las talleristas que ayudan a que funcione la maquinaria humana y artística del Prende. Cuenta que hay un aprendizaje conjunto, que el taller forma parte de distintas acciones que genera el museo, y que aprendieron a tener el oído, la cabeza y la mirada atentas para que puedan seguir surgiendo proyectos a partir de los intereses que ven en las distintas familias con las que se vinculan.

El resto del “Castillo”

Imponente, con 6.000 metros cuadrados cubiertos y la estampa que lo hace único en la ciudad, el castillo espera y no está solo. La usina eléctrica que abasteció a la ciudad y el puerto durante 50 años es Patrimonio Histórico Nacional y Provincial. Eso no le ha garantizado la remediación de la presencia de asbesto, en poca cantidad, pero contaminante, ni la recuperación de sus espacios que permanecen con aberturas de vidrio destrozadas y un deterioro general propio del abandono y el desmantelamiento. Aun así, o tal vez potenciado por eso, conmueve.  La torre que se divisa a varios kilómetros de distancia, los arcos en las galerías y en las ventanas, en el frente San Gabriel con su lanza dentro de la boca del dragón, atraen  cámaras fotográficas y teléfonos celulares por igual, nadie se va del complejo sin su foto.

Cuando el museo cumplió diez años, se habilitó el acceso al público del primer piso del castillo para observar la sala principal con instalaciones y muestras. La convocatoria superó cualquier expectativa, había que pasar sin detenerse, porque afuera la fila de espera seguía creciendo. Existía y existe una necesidad  de saber cómo es ese espacio, de develar el misterio permanente. Mientras tanto la Asociación de Amigos del Castillo, promueve acciones  para hacer visible  la situación del edificio que sienten propio y contiene parte de su historia.

El director del museo reflexiona: “Un museo taller supone producir y preguntarse qué se está produciendo, en definitiva con lo que el museo sueña es con colaborar a producir  por un lado el día a día de una comunidad que no tiene su presente tan asegurado, el museo se pregunta con sus vecinos ¿cómo llego a fin de mes?, pero al mismo tiempo lo que se intenta a través del estudio del pasado es una idea, una perspectiva de futuro más amplia, pensar que este además de un lugar de trabajo es un lugar de disfrute, de goce, que no es solo una zona de sacrificio sino que acá se puede pensar en vivir bien o mejor.”

En Ferrowhite la historia se sacude la nostalgia y nada sucede en soledad.


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