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InspiraTED


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“Si cada uno de nosotros incorporara una idea por día, tendríamos 365 ideas al año”. Las palabras de Adrián Paenza, como de costumbre, abundan en elocuencia. El mejor divulgador de matemáticas mundial según la ICM (Congreso Internacional de Matemáticos, por sus siglas en inglés), protagonizó el cierre del último TEDx Río de la Plata.

Por Leandro Bukavec

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El evento, llevado a cabo en Tecnópolis a principios del mes pasado, tuvo como núcleo la incorporación de novedosas ideas para todos sus oyentes. Un modo de hacer que el cerebro de cada uno de los participantes (hombres, mujeres, jóvenes y adultos) se contagiara del espíritu innovador y creativo y se fuera, al menos, con un concepto inaudito en su interior –de forma tal que lo pudiera pensar y pensar, hasta crear el suyo propio.

¿Alguien sabe que se lee poesía en las cárceles? ¿Alguna vez se propuso abiertamente dejar de ir a las canchas de fútbol? ¿Alguno escuchó que Arquímedes inventó un artefacto que aún no fue descifrado? Todas estas preguntas y muchas más fueron los disparadores de las charlas de los 18 oradores que encadenaron al público a sus palabras. No hubo temática sin tocar: desde la importancia real del vacunarse hasta la magia perdida en el día a día, pasando por la verdadera pobreza y el puro trabajo de los abogados, los discursistas no escatimaron ni argumentos ni emociones en sus 12 minutos correspondientes para inspirar al público.

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No fue todo: el equipo coordinador de las charlas TEDx RdP, comandado por su curador Gerry Garbulsky, propuso a todos los sorteados dos experimentos sociales. El primero consistió en que cada uno llevara un libro que lo hubiese marcado poderosamente en algún momento de su vida, escribiera en su interior el porqué, y lo intercambiara con alguien más. Intercambio de libros, intercambio de ideas, intercambio de vida.

El segundo se trató de un juego. A la manera más divertida de aprender le sumaron un ingrediente: desconocerse entre los participantes. Dos jugadores y un juez harían grupo para ver cómo se desarrolla –o no- el fenómeno de juego de suma cero. Cada competidor iba a jugar dos series de pulseaditas chinas… a ciegas. La idea era que en dos minutos cada jugador hiciera tantos puntos como fuera posible, de 11 oportunidades en total. El juez sólo se encargaría de anotar quién ganaba cada pulseada –si había tal ganador.
El primer set, el caos total. Confusiones, desarreglos, si hubo vencedores se contaron con los dedos de una mano. No bien terminado el primer set, se volvió a reiterar que el objetivo era hacer tantos puntos como fuera posible. A partir de allí, las palabras sobraron: como nunca nadie dijo ni aclaró que los participantes no podían pactar entre sí, cada uno hizo sus deberes y todos terminaron sumando entre cinco y seis puntos. Todos ganaron. La cooperación está al alcance de una mano. O mejor dicho, de un pulgar.

Lo más sorprendente de todo esto, es algo que pocas veces se da en la vida: la novedad constante. Ocho horas consecutivas sin parar de profesionales de su materia dispuestos a romperles la cabeza a los oyentes. Y lo peor: el común de la gente desconoce la mayoría de sus actividades. Tristemente, la mayoría de los vecinos se enteran allí mismo de qué va la mano en materias como ciencia, educación, biología, y demases porque –a menos que se esté dentro del círculo especializado – esas noticias jamás llegan al público. Pero TED demuestra que están ahí, con esfuerzo, con lo mejor. Aquellos que, en vez de bailar, trabajan por su sueño.

Rondan ya las ocho de la noche por debajo de un cielo que nunca se decidió si romper en aguacero o no. Los 10.000 asistentes se retiran en peregrinación, dejando atrás los stands de libros, los juegos que hubo disponibles, y una jornada que les deparó más de una sorpresa: desde la presencia de Estela de Carlotto como oradora sorpresa, más una foto panorámica próximamente etiquetable, hasta el récord Guinness de mayor cantidad de personas jugando pulseaditas chinas en forma simultánea. Pero la más importante, sin duda, es el saber que las ideas, lejos de ser inalcanzables, están ahí nomás, a nuestro servicio. Que no son de nadie, y son de todos. Que, lejos de estar muertas, respiran más vivas que nunca.


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