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JUEGO DE SEDUCCIÓN


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El periodista Rodolfo Palacios visitó ETER para charlar con estudiantes de Técnica Periodística II, materia troncal de segundo año de la carrera de Periodismo, sobre su modo de abordar los perfiles que escribe.

Por Carla Julis

El escritor marplatense, autor de  El Ángel Negro, la feroz vida de Carlos Robledo Puch; Conchita, el hombre que no amaba a las mujeres, sobre Ricardo Barreda; El clan Puccio, sobre el vecino de San Isidro que secuestraba gente en su casa; Sin armas ni rencores -una crónica sobre el mayor robo a un banco en la historia argentina- entre otros, se convirtió en uno de  los mayores referentes del periodismo delincuencial en Argentina. Se acercó a asesinos y a torturadores, a ladrones y a piratas. Y en todos los casos echó luz sobre la parte más humana de esos monstruos, algo que consigue espantar aun más.

Asegura que para el trabajo no es “muy metódico” sino que va más allá de los manuales de escuela. Antes de abordar una nota, investigación o perfil nuevo lee la mayor cantidad de libros referidos al tema, ve todas las series y las películas relacionadas, consulta la hemeroteca y se empapa de cualquier tema que pueda estar relacionado con el crimen. Así hace siempre para sumergirse en cada mundo y para encontrar lo más novedoso en donde todo se parece. “Igual, cuando estás ahí puede pasar cualquier cosa”, advierte.

También activa sus prejuicios. Estigmatiza al personaje y se imagina lo peor de él o ella: “Parto del prejuicio, armo al asesino”, admite.

Después, mano a mano con el entrevistado, deja los pensamientos a un lado para ver qué ocurre con la persona más allá del crimen que cometió, en su vida después. “En un momento tenés que empatizar con los asesinos: es muy difícil hacer un perfil de alguien que odiás”, asegura.

Ya frente a su entrevistado, Palacios se siente un cazador. “Ellos se pueden interesar por vos, te pueden usar. Yo soy consciente de que me usan y, a su vez, uso esa parte de ellos: a mí me sirve. Los dejo actuar, que sean lo que son. Hay que dejarlos hablar, no creerse superior, escucharlos, mirar todos sus gestos”, aconseja. En ese sentido, pasar inadvertido le parece una buena idea: “Uno tiene que estar sin estar, ser un misterio, un enigma que no logran descifrar. Ahí es cuando el perfil mejora porque son ellos los que quieren buscar algo, es un juego de seducción”, define. También hace uso de los silencios, sin temerles, porque suelen ser interrumpidos por declaraciones muy elocuentes.

A la hora de escribir, Palacios se siente aliviado. Prefiere los inicios atrapantes, como si fuesen cine o series. Confía en las escenas con más acción, sin tirar todo de entrada. Trata de sacarse de escena para que los personajes se muestren tal cual son, pero a veces el uso de la primera persona se vuelve inevitable porque el que hace el perfil, en definitiva es él.

Al texto lo deja dormir un tiempo para agarrarlo después pero “cuando está la moneda caliente, ahí enseguida, hay que sentarse a escribir y recuperar las sensaciones”, aconseja. Recomienda no enamorarse de un comienzo o de una forma. Las cosas pueden cambiar. Acepta las críticas y reconoce la importancia de un editor.

Palacios lee mucho teatro porque siente que la estructura de actos y diálogos lo ayuda en su escritura. Tiene más paciencia para leer clásicos que novedades. Y en cuanto a otros autores, destaca a Henry Miller en la novela negra, menciona a William Goyen, a Leila Guerriero, a Josefina Licitra, le fascina Roberto Arlt, y promete mandar por mail más autores.

¿Dónde leerlo? Además de sus libros publicados, escribe crónicas para Big Bang News y está en tres proyectos grandes: un libro a cuatro manos con Enrique Symns sobre pistoleros, narcos y crímenes; una crónica con dibujos del legendario Cacho Mandrafina; y la película “El Ángel” de Luis Ortega, donde comparte equipo autoral con el novelista Sergio Olguín.


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