“Lamentablemente, no sigue siendo un hobby”, cuenta en esta entrevista Jacinto Bolajuzón, un argentino que en Uruguay por curiosidad e interés en las historias detrás de los objetos empezó a hacer detectorismo en las playas de Montevideo. Creó una cuenta en redes sociales para mostrar sus descubrimientos y en menos de 24 horas tuvo más de 150 mil reproducciones.
“La detección de metales es de esas cosas que tenés que ser muy mal intencionado para realmente hacerle mal a alguien. Pero aún así hay gente que se toma el tiempo para intentar hacerte sentir mal, y aunque uno intenta armarse una coraza para que no te afecten esos comentarios, con el tiempo se van acumulando”, reflexiona un joven al que se lo puede encontrar trabajando en las playas uruguayas o en búsquedas arqueológicas con su maquinaria de trabajo.
Jacinto Bolajuzón tiene 30 años. Es de Ayacucho, provincia de Buenos Aires, pero vive en Montevideo desde 2014. Si bien se dedica al marketing digital ha encontrado otra pasión: la detección de metales.
Comparte sus descubrimientos en “Buscando por ahí”, donde ha conseguido cientos de miles de seguidores, también ha tenido numerosas apariciones en la TV y notas en varios diarios charrúas. Esta exposición, al igual que sus hallazgos, tiene su claroscuro: en nuestro imaginario se la pasa desenterrando piezas de oro y, aunque eventualmente lo hace, la verdad es que la mayor parte del tiempo encuentra basura que la gente deja en la playa.
-¿Cuales son los objetos más increíbles que encontraste?
-Creo que la cosa más fuera de contexto que encontré fue un revólver que apareció en el puerto de Montevideo mediante pesca con imán. Eso fue lo que más me ha descolocado desde que me dedico a esto de rescatar piezas.
Después, cosas antiguas que son totalmente atemporales a uno. Yo creo que con el tiempo no es tanto las cosas modernas que uno puede encontrar, si no los vestigios del pasado: por ejemplo, cuando encontré mi primer moneda colonial que data del del año 1780 mas o menos, me di cuenta el potencial que tiene la detección de metales y por eso también me metí mucho en lo que es detección histórica.
-¿Cuáles son los pasos a seguir al encontrar algún objeto para devolverlo a su dueño?
-Lo primero que hago es evaluar qué información voy a dar y cuál no. Generalmente si tiene algún sello o alguna inscripción intento no mostrarlo en el video. En el caso de no tener ninguna inscripción ni nada intento no mostrar el lugar donde se encontró.
La idea mía es intentar dar la información justa y necesaria para que una persona pueda reconocer su objeto, pero a la vez sea difícil adivinar. Uno pensaría en quién va a querer una alianza que no es suya, pero todo el mundo quiere oro.
Toda la gente quiere dinero, entonces empiezan a tirar posibles fechas e inscripciones para ganarse una alianza como si fuera un sorteo. Luego hago el video lo más atractivo posible porque es la forma más rápida de encontrar al dueño.
-¿Cuál fue la vez que más satisfacción te generó devolver algún objeto que encontraste?
-Un dije de oro que perdió una chica que había jugado al voley en Playa Malvín. Me escribió que se lo había regalado su madre la cual no estaba pasando un buen momento. Fuimos a la playa con ella y con el novio, y hacía tanto calor que estaba toda la gente alrededor de la cancha, que era la única parte donde había sombra, era toda gente grande.
Nosotros llegamos con el aparato y todos se empezaron a parar para ver qué estaba sucediendo y la chica en llanto contando que había volado su dije, las probabilidades de encontrarlo eran pocas. Cuando apareció todos empezaron a aplaudir. Acá en Uruguay la gente empieza a aplaudir de a poquito y después se hace más fuerte.
La chica llorando, el novio abrazándola y yo ahí con el dije. Pero creo que cualquier cosa que uno devuelva y a la que la persona le tiene algún sentimiento es un lindo momento.
-¿Cómo y cuándo comenzaste con el detectorismo? ¿Qué fue lo que te empujó a hacerlo?
-Cuando terminó la pandemia, en Uruguay si bien no fue tan prohibitiva la pandemia costó mucho volver a arrancar a hacer actividades “extra-trabajo” o “extra-casa” y eso también genera que uno se aísle un poco de lo que hay afuera, y en ese aislamiento me surgieron un montón de curiosidades en internet y una de esas que me apasionó bastante era la detección de metales.
De ahí salió la idea de salir un poco de casa, hacer algo diferente a lo que venía haciendo y compré ese mismo día un detector. Conocí a una persona en mi primera jornada y las cosas que vi que había encontrado me motivaron mucho para seguir metiéndome.
-Primer día y ya te hiciste un amigo detectorista, ¿él compartía contenido?
-Él tenía una especie de bitácora en Instagram, donde subía todas las cosas que iba encontrando y su localización. Si bien en su momento tenía unos 300 seguidores más o menos, lo hacía para él. Yo que hace 10 años que trabajo en marketing lo primero que pensé fue: ¿por qué este pibe no está haciendo videos sobre esto? Porque encuentra cosas re copadas y a veces las fotos no transmiten todo lo que hay detrás de cada hallazgo, pensaba. Con el tiempo me di cuenta de que no siempre tiene que ser así.
La primera salida que tuve con él fue a las dos o tres semanas de haberlo conocido, grabé varios fragmentos de las cosas que iba encontrando e hice mi primer video para subir a redes. Lo subí con cero expectativas y al otro día me levanté y había sido la cosa con más repercusión que había tenido en toda mi vida.
– ¿En Instagram o en TikTok?
-Me hice una cuenta en TikTok con un usuario medio robado, con una imagen de Canva medio genérica. No quería que la gente supiese que era yo, ni siquiera en la playa. Al otro día ya tenía más de 150 mil reproducciones el video y eso me motivó e hizo que con el tiempo me fuera encariñando con el proyecto y fui perdiendo la vergüenza de dar la cara.
-¿Cómo es el mundillo de los detectoristas en Uruguay en particular y en otro países, a nivel general?
–Tenés todo un mundo del detectorismo, que es como le llamamos nosotros, que es un poco más anticuado por así decirlo. Es gente grande, jubilados que tienen sus equipos hace varios años, y es una comunidad un poco más a la vieja usanza. Después tenés la comunidad que me sigue a mí, que he creado en estos dos años, que es un poco más curiosa. Gente nueva, chicos, jóvenes, que quieren meterse en este mundo ya desde más chicos.
Pero lo que tiene Tiktok y las redes sociales es que permiten posicionarte muy rápido si sabes cómo, aunque de la misma forma podés pasar al olvido. Tanto para arriba como para abajo, es un camino muy rápido.
– ¿Cómo fue la reacción de tus amigos y de tu familia al principio, cuando dijiste “che esto está pasando”?
-Mi esposa, lo primero que pensó tanto cuando compré el detector, como cuando hice el video para subir fue: “Ahí vamos de nuevo”. Soy una persona que me encanta hacer cosas, me encanta tener hobbies. Mi hobby es tener hobbies. Entonces cuando le dije que me iba a comprar un detector, ya me miró medio raro, imaginate cuando después de ese primer día le dije que iba a vender ese y comprar otro. Por suerte, cuando le mostré el video y lo que se había generado no lo podía creer.
A cada persona que le cuento, tanto familiar como gente que me conoce, la primera reacción es “¡Qué bizarro!”, porque mucha gente nos ve caminando por la rambla de Montevideo y nunca se esperan que sea su compañero de trabajo, o la persona con la que jugó al fútbol 5 la que está juntando chapitas en la playa. De todas maneras, en Montevideo al tener una rambla muy amplia y playa, este tipo de imágenes se hacen un poco más comunes.
-¿Qué hacés además de devolver lo que encontraste? ¿Cuál es la búsqueda además de recolectar, clasificar y buscar la historia detrás de los objetos?
-Yo creo que he diversificado un poco, veo las búsquedas varias partes: una es la recreación que va más por esto de encontrar piezas y sus dueños, y que también al compartir la playa con mucha más gente tiene esto de detección responsable, como la llamamos nosotros, que básicamente todo lo que son objetos metálicos que no tengan valor los recolectamos.
También he estado bastante en este último tiempo con lo que es limpieza de playas con organizaciones que se dedican a eso y ver cómo podemos ayudar desde nuestra parte.
Y, después, lo que es la historia detrás de las piezas, que he estado investigando en este último año, lo que son postas rurales. Escribí un informe de lo que fue la posta de Chelforó, en el sur de la Provincia de Buenos Aires en la localidad de Labardén, intentando reescribir la historia del lugar a través de sus piezas.
Hablamos de postas del año 1830, que va de la mano con lo que es la ampliación de lo que era la Argentina en ese momento en la Conquista del Desierto y los fortines.
La verdad que es algo que me interesa bastante. En este último año le he dado bastante importancia a eso. Entonces, por una parte, lo que es recreativo y por otra parte lo que es lo histórico; y obviamente dejar todo documentado de la mejor manera posible.
-¿Creés que tu trabajo puede sumar importancia a búsquedas arqueológicas?
-Lo mejor sería que un arqueólogo haga todo estos tipos de relevamientos y búsquedas. No sucede por falta de financiamiento más en países como Argentina, Uruguay y en Latinoamérica en general. Como hay falta de financiamiento, hay dos opciones: o lo hacen arqueólogos que generalmente están empezando, haciendo pasantías, o no se hace y queda en el olvido.
Las cosas que se financian son lugares, como por ejemplo “El Rosario”, que fue donde estaba inspirado el relato del Martin Fierro, donde es juzgado, ahí sí obviamente hubo financiamiento y se hicieron búsquedas arqueológicas. En sitios como la posta de Chelforó, son sitios que son totalmente olvidados y hasta que no quedan ladrillos a la vista saliendo del piso nadie se acuerda de ellos. Entonces, lo que tiene el detectorismo es que no necesita un financiamiento muy grande, simplemente se necesita tiempo y obviamente permisos que eso es siempre lo más difícil para realizar las excavaciones.
Yo creo que los arqueólogos y los detectoristas se ven mutuamente como algo malo, como si no pudiesen coexistir, y no comparto ese ideal. Yo creo que son totalmente complementarios, porque el arqueólogo necesita mucho tiempo para poder hacer un análisis de suelo, para poder saber donde sucedieron los hechos y obviamente ellos tienen un proceder que demora muchísimo y que muchas veces no lleva a nada. Entonces ellos pueden encontrar en los detectoristas una forma para hacer los relevamientos mucho más rápido y a costo cero.
-¿Sigue siendo un hobby lo que hacés?
-Lamentablemente, no sigue siendo un hobby. Creo que es de los aprendizajes más grandes. Volvería atrás y lo haría de otra manera.
-¿Por qué?
-Con el tiempo dejé de disfrutar salir a detectar, de hacer los videos, también de la comunidad de detectorismo y eso se debe obviamente a que se convirtió parcialmente, no sé si en un trabajo pero sí en una responsabilidad y un hobby nunca tiene que tener esos rasgos, o por lo menos no los hobbies que yo quiero en mi vida.
Estoy intentando cambiar un poco la dinámica de trabajo para reencontrarme un poco con el placer y la curiosidad que sentía las primeras veces que salí, pero es una tarea difícil.
Yo creo que me cambió mucho la vida, me hizo descubrir un montón de gente nueva, me hizo ser conocido, pero a su vez todas esas cosas positivas empañaron el primer objetivo que tuvo este hobby, que fue salir de casa y divertirme un rato.
-¿Eso era por la comunidad? ¿Te empezó a pasar que la gente te pedía cosas, o la tecnología y todo lo que pasaba te empezó a invadir en tu tiempo libre?
-Es un poco eso. Soy una persona que trabaja en redes, trabajo en marketing armando campañas todos los días entonces que tu hobby signifique seguir interactuando con las redes, hace que pases doce, catorce, dieciséis horas conectado.
Cuando tenés una cuenta más o menos movida tenes 50 o 60 mensajes por día, y ni hablar de los comentarios o interacciones que son positivas o negativas, y que todo eso obviamente si no estás preparado emocionalmente cala bastante profundo.
A veces parece una tontería, porque la detección de metales es de esas cosas que tenes que ser muy mal intencionado para realmente hacerle mal a alguien, es un hobby que al menos que le hagas un pozo al lado a una señora que está tomando mate y le tires un poco de arena, es muy difícil hacerle mal a alguien. Pero aún así hay gente que se toma el tiempo para intentar hacerte sentir mal, y aunque uno intenta armarse una”coraza” para que no te afecten esos comentarios, con el tiempo se van acumulando.
-¿Recibís mucho hate?
-Si, yo creo que lamentablemente cualquier persona que está en las redes sociales tarde o temprano va a recibir hate. Acá hay dos partes: primero tenés el que desconoce el hobby y para él todo lo que uno encuentra es mentira. Vos querés devolver, por ejemplo, una alianza de compromiso que te encontraste, y le parece tan irreal que una persona esté dispuesta a devolver una alianza de oro, que
te dicen “es mentira”, “dejá de mentir”.
Después, tenés la propia comunidad de detectoristas a quienes no les gusta la divulgación del hobby. Ellos quieren seguir yendo a su playa y que nadie los moleste, entonces cuando vos tenes una comunidad de 200 mil personas que quieren meterse en algo que les parece interesante gracias a tus relatos, no les gusta.
Una persona una vez me dijo que “no hay peor cosa para un detectorista, que otro detectorista”, entonces pensé que esta persona era muy tóxica. Pero también es cierto que hay mucho recelo. Hay mucho recelo con qué encontrás, si tenés gente o no, qué equipo tenés. Es una comunidad en la que, como en cualquier otra, hay competitividad.
*Estudiantes de la carrera de Producción Audiovisual.
ADEMÁS EN ETERDIGITAL:
La cultura argentina: el elixir para un alto bienestar mental
Agregar comentario