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CULTURA

No todo lo que brilla es un tesoro: sobre el mundillo de los detectoristas de metales

“Lamentablemente, no sigue siendo un hobby”, cuenta en esta entrevista Jacinto Bolajuzón, un argentino que en Uruguay por curiosidad e interés en las historias detrás de los objetos empezó a hacer detectorismo en las playas de Montevideo. Creó una cuenta en redes sociales para mostrar sus descubrimientos y en menos de 24 horas tuvo más de 150 mil reproducciones.

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“Lamentablemente, no sigue siendo un hobby”, cuenta en esta entrevista Jacinto Bolajuzón, un argentino que en Uruguay por curiosidad e interés en las historias detrás de los objetos empezó a hacer detectorismo en las playas de Montevideo. Creó una cuenta en redes sociales para mostrar sus descubrimientos y en menos de 24 horas tuvo más de 150 mil reproducciones.


“La detección de metales es de esas cosas que tenés que ser muy mal intencionado para realmente hacerle mal a alguien. Pero aún así hay gente que se toma el tiempo para intentar hacerte sentir mal, y aunque uno intenta armarse una coraza para que no te afecten esos comentarios, con el tiempo se van acumulando”, reflexiona un joven al que se lo puede encontrar trabajando en las playas uruguayas o en búsquedas arqueológicas con su maquinaria de trabajo. 

Jacinto Bolajuzón tiene 30 años. Es de Ayacucho, provincia de Buenos Aires, pero vive en Montevideo desde 2014. Si bien se dedica al marketing digital ha encontrado otra pasión: la detección de metales. 

Comparte sus descubrimientos en “Buscando por ahí”, donde ha conseguido cientos de miles de seguidores, también ha tenido numerosas apariciones en la TV y notas en varios diarios charrúas. Esta exposición, al igual que sus hallazgos, tiene su claroscuro: en nuestro imaginario se la pasa desenterrando piezas de oro y, aunque eventualmente lo hace, la verdad es que la mayor parte del tiempo encuentra basura que la gente deja en la playa. 

Créditos: El País, Uruguay.

-¿Cuales son los objetos más increíbles que encontraste?

-Creo que la cosa más fuera de contexto que encontré fue un revólver que apareció en el puerto de Montevideo mediante pesca con imán. Eso fue lo que más me ha descolocado desde que me dedico a esto de rescatar piezas. 

Después, cosas antiguas que son totalmente atemporales a uno. Yo creo que con el tiempo no es tanto las cosas modernas que uno puede encontrar, si no los vestigios del pasado: por ejemplo, cuando encontré mi primer moneda colonial que data del del año 1780 mas o menos, me di cuenta el potencial que tiene la detección de metales y por eso también me metí mucho en lo que es detección histórica.

-¿Cuáles son los pasos a seguir al encontrar algún objeto para devolverlo a su dueño?

-Lo primero que hago es evaluar qué información voy a dar y cuál no. Generalmente si tiene algún sello o alguna inscripción intento no mostrarlo en el video. En el caso de no tener ninguna inscripción ni nada intento no mostrar el lugar donde se encontró. 

La idea mía es intentar dar la información justa y necesaria para que una persona pueda reconocer su objeto, pero a la vez sea difícil adivinar. Uno pensaría en quién va a querer una alianza que no es suya, pero todo el mundo quiere oro. 

Toda la gente quiere dinero, entonces empiezan a tirar posibles fechas e inscripciones para ganarse una alianza como si fuera un sorteo. Luego hago el video lo más atractivo posible porque es la forma más rápida de encontrar al dueño.

Créditos: Jacinto Bolajuzón

-¿Cuál fue la vez que más satisfacción te generó devolver algún objeto que encontraste?

-Un dije de oro que perdió una chica que había jugado al voley en Playa Malvín. Me escribió que se lo había regalado su madre la cual no estaba pasando un buen momento. Fuimos a la playa con ella y con el novio, y hacía tanto calor que estaba toda la gente alrededor de la cancha, que era la única parte donde había sombra, era toda gente grande. 

Nosotros llegamos con el aparato y todos se empezaron a parar para ver qué estaba sucediendo y la chica en llanto contando que había volado su dije, las probabilidades de encontrarlo eran pocas. Cuando apareció todos empezaron a aplaudir. Acá en Uruguay la gente empieza a aplaudir de a poquito y después se hace más fuerte. 

La chica llorando, el novio abrazándola y yo ahí con el dije. Pero creo que cualquier cosa que uno devuelva y a la que la persona le tiene algún sentimiento es un lindo momento.

-¿Cómo y cuándo comenzaste con el detectorismo? ¿Qué fue lo que te empujó a hacerlo?

-Cuando terminó la pandemia, en Uruguay si bien no fue tan prohibitiva la pandemia costó mucho volver a arrancar a hacer actividades “extra-trabajo” o “extra-casa” y eso también genera que uno se aísle un poco de lo que hay afuera, y en ese aislamiento me surgieron un montón de curiosidades en internet y una de esas que me apasionó bastante era la detección de metales. 

De ahí salió la idea de salir un poco de casa, hacer algo diferente a lo que venía haciendo y compré ese mismo día un detector. Conocí a una persona en mi primera jornada y las cosas que vi que había encontrado me motivaron mucho para seguir metiéndome.

-Primer día y ya te hiciste un amigo detectorista, ¿él compartía contenido?

-Él tenía una especie de bitácora en Instagram, donde subía todas las cosas que iba encontrando y su localización. Si bien en su momento tenía unos 300 seguidores más o menos, lo hacía para él. Yo que hace 10 años que trabajo en marketing lo primero que pensé fue: ¿por qué este pibe no está haciendo videos sobre esto? Porque encuentra cosas re copadas y a veces las fotos no transmiten todo lo que hay detrás de cada hallazgo, pensaba. Con el tiempo me di cuenta de que no siempre tiene que ser así.

La primera salida que tuve con él fue a las dos o tres semanas de haberlo conocido, grabé varios fragmentos de las cosas que iba encontrando e hice mi primer video para subir a redes. Lo subí con cero expectativas y al otro día me levanté y había sido la cosa con más repercusión que había tenido en toda mi vida. 

– ¿En Instagram o en TikTok?

-Me hice una cuenta en TikTok con un usuario medio robado, con una imagen de Canva medio genérica. No quería que la gente supiese que era yo, ni siquiera en la playa. Al otro día ya tenía más de 150 mil reproducciones el video y eso me motivó e hizo que con el tiempo me fuera encariñando con el proyecto y fui perdiendo la vergüenza de dar la cara.

-¿Cómo es el mundillo de los detectoristas en Uruguay en particular y en otro países, a nivel general?

Tenés todo un mundo del detectorismo, que es como le llamamos nosotros, que es un poco más anticuado por así decirlo. Es gente grande, jubilados que tienen sus equipos hace varios años, y es una comunidad un poco más a la vieja usanza. Después tenés la comunidad que me sigue a mí, que he creado en estos dos años, que es un poco más curiosa. Gente nueva, chicos, jóvenes, que quieren meterse en este mundo ya desde más chicos.

Pero lo que tiene Tiktok y las redes sociales es que permiten posicionarte muy rápido si sabes cómo, aunque de la misma forma podés pasar al olvido. Tanto para arriba como para abajo, es un camino muy rápido.

– ¿Cómo fue la reacción de tus amigos y de tu familia al principio, cuando dijiste “che esto está pasando”? 

-Mi esposa, lo primero que pensó tanto cuando compré el detector, como cuando hice el video para subir fue: “Ahí vamos de nuevo”. Soy una persona que me encanta hacer cosas, me encanta tener hobbies. Mi hobby es tener hobbies. Entonces cuando le dije que me iba a comprar un detector, ya me miró medio raro, imaginate cuando después de ese primer día le dije que iba a vender ese y comprar otro. Por suerte, cuando le mostré el video y lo que se había generado no lo podía creer. 

A cada persona que le cuento, tanto familiar como gente que me conoce, la primera reacción es “¡Qué bizarro!”, porque mucha gente nos ve caminando por la rambla de Montevideo y nunca se esperan que sea su compañero de trabajo, o la persona con la que jugó al fútbol 5 la que está juntando chapitas en la playa. De todas maneras, en Montevideo al tener una rambla muy amplia y playa, este tipo de imágenes se hacen un poco más comunes.

-¿Qué hacés además de devolver lo que encontraste? ¿Cuál es la búsqueda además de recolectar, clasificar y buscar la historia detrás de los objetos?

-Yo creo que he diversificado un poco, veo las búsquedas varias partes: una es la recreación que va más por esto de encontrar piezas y sus dueños, y que también al compartir la playa con mucha más gente tiene esto de detección responsable, como la llamamos nosotros, que básicamente todo lo que son objetos metálicos que no tengan valor los recolectamos. 

También he estado bastante en este último tiempo con lo que es limpieza de playas con organizaciones que se dedican a eso y ver cómo podemos ayudar desde nuestra parte. 

Y, después, lo que es la historia detrás de las piezas, que he estado investigando en este último año, lo que son postas rurales. Escribí un informe de lo que fue la posta de Chelforó, en el sur de la Provincia de Buenos Aires en la localidad de Labardén, intentando reescribir la historia del lugar a través de sus piezas. 

Hablamos de postas del año 1830, que va de la mano con lo que es la ampliación de lo que era la Argentina en ese momento en la Conquista del Desierto y los fortines. 

La verdad que es algo que me interesa bastante. En este último año le he dado bastante importancia a eso. Entonces, por una parte, lo que es recreativo y por otra parte lo que es lo histórico; y obviamente dejar todo documentado de la mejor manera posible.

-¿Creés que tu trabajo puede sumar importancia a búsquedas arqueológicas?

-Lo mejor sería que un arqueólogo haga todo estos tipos de relevamientos y búsquedas. No sucede por falta de financiamiento más en países como Argentina, Uruguay y en Latinoamérica en general. Como hay falta de financiamiento, hay dos opciones: o lo hacen arqueólogos que generalmente están empezando, haciendo pasantías, o no se hace y queda en el olvido. 

Las cosas que se financian son lugares, como por ejemplo “El Rosario”, que fue donde estaba inspirado el relato del Martin Fierro, donde es juzgado, ahí sí obviamente hubo financiamiento y se hicieron búsquedas arqueológicas. En sitios como la posta de Chelforó, son sitios que son totalmente olvidados y hasta que no quedan ladrillos a la vista saliendo del piso nadie se acuerda de ellos. Entonces, lo que tiene el detectorismo es que no necesita un financiamiento muy grande, simplemente se necesita tiempo y obviamente permisos que eso es siempre lo más difícil para realizar las excavaciones. 

Yo creo que los arqueólogos y los detectoristas se ven mutuamente como algo malo, como si no pudiesen coexistir, y no comparto ese ideal. Yo creo que son totalmente complementarios, porque el arqueólogo necesita mucho tiempo para poder hacer un análisis de suelo, para poder saber donde sucedieron los hechos y obviamente ellos tienen un proceder que demora muchísimo y que muchas veces no lleva a nada. Entonces ellos pueden encontrar en los detectoristas una forma para hacer los relevamientos mucho más rápido y a costo cero. 

-¿Sigue siendo un hobby lo que hacés?

-Lamentablemente, no sigue siendo un hobby. Creo que es de los aprendizajes más grandes. Volvería atrás y lo haría de otra manera.

-¿Por qué?

-Con el tiempo dejé de disfrutar salir a detectar, de hacer los videos, también de la comunidad de detectorismo y eso se debe obviamente a que se convirtió parcialmente, no sé si en un trabajo pero sí en una responsabilidad y un hobby nunca tiene que tener esos rasgos, o por lo menos no los hobbies que yo quiero en mi vida. 

Estoy intentando cambiar un poco la dinámica de trabajo para reencontrarme un poco con el placer y la curiosidad que sentía las primeras veces que salí, pero es una tarea difícil. 

Yo creo que me cambió mucho la vida, me hizo descubrir un montón de gente nueva, me hizo ser conocido, pero a su vez todas esas cosas positivas empañaron el primer objetivo que tuvo este hobby, que fue salir de casa y divertirme un rato.

-¿Eso era por la comunidad? ¿Te empezó a pasar que la gente te pedía cosas, o la tecnología y todo lo que pasaba te empezó a invadir en tu tiempo libre?

-Es un poco eso. Soy una persona que trabaja en redes, trabajo en marketing armando campañas todos los días entonces que tu hobby signifique seguir interactuando con las redes, hace que pases doce, catorce, dieciséis horas conectado. 

Cuando tenés una cuenta más o menos movida tenes 50 o 60 mensajes por día, y ni hablar de los comentarios o interacciones que son positivas o negativas, y que todo eso obviamente si no estás preparado emocionalmente cala bastante profundo. 

A veces parece una tontería, porque la detección de metales es de esas cosas que tenes que ser muy mal intencionado para realmente hacerle mal a alguien, es un hobby que al menos que le hagas un pozo al lado a una señora que está tomando mate y le tires un poco de arena, es muy difícil hacerle mal a alguien. Pero aún así hay gente que se toma el tiempo para intentar hacerte sentir mal, y aunque uno intenta armarse una”coraza” para que no te afecten esos comentarios, con el tiempo se van acumulando.

-¿Recibís mucho hate

-Si, yo creo que lamentablemente cualquier persona que está en las redes sociales tarde o temprano va a recibir hate. Acá hay dos partes: primero tenés el que desconoce el hobby y para él todo lo que uno encuentra es mentira. Vos querés devolver, por ejemplo, una alianza de compromiso que te encontraste, y le parece tan irreal que una persona esté dispuesta a devolver una alianza de oro, que 

te dicen “es mentira”, “dejá de mentir”. 

Después, tenés la propia comunidad de detectoristas a quienes no les gusta la divulgación del hobby. Ellos quieren seguir yendo a su playa y que nadie los moleste, entonces cuando vos tenes una comunidad de 200 mil personas que quieren meterse en algo que les parece interesante gracias a tus relatos, no les gusta. 

Una persona una vez me dijo que “no hay peor cosa para un detectorista, que otro detectorista”, entonces pensé que esta persona era muy tóxica. Pero también es cierto que hay mucho recelo. Hay mucho recelo con qué encontrás, si tenés gente o no, qué equipo tenés. Es una comunidad en la que, como en cualquier otra, hay competitividad. 


*Estudiantes de la carrera de Producción Audiovisual.

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CULTURA

Todas las fuerzas: una denuncia social a través del género fantástico

El film, galardonado como mejor película de la Competencia Argentina, se estrenará en salas argentinas el 15 de mayo. La segunda película de Luciana Piantanida pone foco a través de lo fantástico en la vida de mujeres migrantes trabajadoras del barrio de Once.

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El film, galardonado como mejor película de la Competencia Argentina, se estrenará en salas argentinas el 15 de mayo. La segunda película de Luciana Piantanida pone foco a través de lo fantástico en la vida de mujeres migrantes trabajadoras del barrio de Once.

En el actual contexto argentino, que “Todas las fuerzas” haya ganado la Competencia Argentina del BAFICI se muestra como un acto de resistencia frente a los discursos del Gobierno de Javier Milei. El film, premiado como Mejor Largometraje de la Competencia Argentina, recurre a elementos del relato fantástico y a géneros clásicos como el policial para narrar una historia con una fuerte mirada social, ambientada en un universo de mujeres poderosas, cuyos dones las fortalecen y las unen.

Lo que inicialmente se presenta como el retrato de una mujer migrante en Buenos Aires evoluciona rápidamente hacia un policial: Marleen, la protagonista, vive en el barrio de Once, trabaja cuidando a una mujer mayor con demencia y, tras la desaparición de una amiga, debe recorrer la ciudad en su búsqueda.

El interés de Luciana Piantanida por filmar el barrio de Once nació de la curiosidad por conocer más el lugar donde vive. “Lo primero que me llamó la atención cuando me mudé fue la diversidad de personas y comunidades que hay en el barrio”, comentó. Al escribir el guión, tuvo muy presente el movimiento migratorio que, durante los años noventa, trajo a Buenos Aires a chicas muy jóvenes provenientes de Bolivia y Paraguay.

A partir de esas historias, Piantanida imagina un universo de mujeres migrantes que no solo sobreviven, sino que resisten y se conectan a través de poderes sobrenaturales. Marleen se comunica con palomas, mientras otras mueven objetos con la mente o manipulan la energía. Ellas se reconocen y cuidan entre sí, formando una red donde la dimensión política y afectiva está siempre presente.

No fue una decisión deliberada la decisión de partir desde el género fantástico. Había una escena que ahora no está en la película, pero que era una persecución por las azoteas de Once. Cuando estaba escribiendo, en un momento de la persecución, la protagonista llegaba a la esquina y tenía que dar un salto un poco más largo de lo humanamente posible cuenta Luciana y agrega–.  Nos quedamos pensando con los productores de la peli y enseguida dijimos: ‘Ah, la protagonista aprende a volar en el transcurso de la película’. Y entonces a partir de ahí pensé: ‘Ah, tiene superpoderes’. Empezamos a indagar cómo podía ser este universo y surgió también esta idea del lado B de la ciudad, de la noche y de las partes de atrás de los lugares que vemos como consumidores”. 

Una de las primeras imágenes de la película muestra palomas sobrevolando la Plaza Once, una postal que sintetiza el espíritu del barrio. “Haciendo la película me di cuenta de la poca relación que tenemos con el barrio y con los vecinos. Empecé a ir mucho a las plazas, que tienen poco verde y mucho cemento. Lo que hacían las palomas me pareció espectacular: un vuelo hermoso en el cielo; una imagen que no tenemos porque no estamos mirando hacia arriba”, relató Piantanida.

Para construir el elenco, un equipo de casting entrevistó a más de 150 mujeres. En una primera instancia, se las invitó a contar sobre su vida cotidiana y su trabajo. Celia, quien terminaría interpretando a Marleen, se destacó desde el comienzo. “Ella es muy creyente y contaba una historia relacionada a una enfermedad que se revirtió gracias a esa fe”, recordó Piantanida. En la segunda o tercera prueba, se le propuso representar una escena de videncia: “Relatando una visión, lo que hacía con la mirada era muy fuerte. Tiene una intuición enorme para la actuación. Es un talento enorme que ella misma desconocía”.

En cuanto al futuro del cine argentino, en un contexto de desfinanciamiento de la cultura y ataques al INCAA por parte del actual gobierno, la directora expresó su preocupación: “Hay una sensación terrible de fin de época por el enorme daño que está haciendo esta gestión sobre el INCAA y sobre la cultura en general”, manifestó Luciana. Y agregó: “Parece un chiste, pero tenemos que seguir demostrando que el cine argentino es recontra rico y diverso, e interesa tanto acá en el país como afuera”.

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CULTURA

La Zurda: una película con tonada cordobesa 

El film explora la vida de dos jóvenes marginales en la provincia de Córdoba. En medio de un crímen y la búsqueda de la fama a través del crecimiento de su banda de cuarteto, la película logra tejer entre la amistad y el drama social, acompañados de La Monada, como soundtrack principal.

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El film explora la vida de dos jóvenes marginales en la provincia de Córdoba. En medio de un crímen y la búsqueda de la fama a través del crecimiento de su banda de cuarteto, la película logra tejer entre la amistad y el drama social, acompañados de La Monada, como soundtrack principal.


Con rasgos propios del thriller policial, La Zurda se construye como una historia de amistad, traición y drama social. Más de una década después de De Caravana, el nuevo filme de Rosendo Ruiz encabeza los estrenos de la semana y reafirma la potencia del cine hecho en las provincias, esta vez con el cuarteto como protagonista.

El suspenso, la acción, las persecuciones, son los recursos cinematográficos de los que se sirve la película. Rosendo define a La Zurda como una película de género: “Me gustan las buenas películas de género, me encantan, La Zurda está hecha en Córdoba con muy pocos recursos, sin una tradición previa”. 

La trama sigue a “La Zurda” (Juan Cruz “El Gáname”) y Yonatan (Marcio Ramsés Salas Ortuay), dos jóvenes de clase trabajadora que sueñan con alcanzar el éxito con su banda de cuarteto. Pero una noche quedan atrapados en un crimen que no cometieron y deben huir, convencidos de que su condición social los condenará irremediablemente. 

Así comienza su descenso en una espiral de corrupción y relaciones turbias, que deberán exponer si quieren salvarse. Paralelamente y en el momento más inoportuno, al protagonista se le abre un camino para triunfar como cantante. 

Rosendo logra poner sobre la mesa una realidad social empapada de la identidad barrial, en gran parte por la actuación de sus actores. “Los dos protagonistas empezaron a ir al comedor comunitario conmigo durante los dos meses previos al rodaje. El trabajo que hicimos no fue para que imitaran a alguien, sino para que buscaran dentro de sí mismos quiénes serían si les hubieran tocado esas condiciones”, explica Ruiz.

El acento cordobés de los personajes también permite sentir la esencia local: “Cuando presenté la película en el Gaumont se sorprendían, como nos pasó con De Caravana, de ver una película hablada en cordobés. Así tendría que ser, no tendría que ser excepción, tendrían que haber muchas películas de otras provincias”.

Uno de los desafíos más grandes para él fue el montaje. Rosendo comentó que uno de los criterios que guió la puesta en escena fue apostar por el plano secuencia siempre que la acción pudiera sostenerse en un solo encuadre. La decisión respondió tanto a una búsqueda estética como a la necesidad de ofrecer a los actores un terreno con mayor libertad para su interpretación. “Para ellos es mucho mejor poder actuar sin cortes. Aman el plano secuencia porque son ellos respirando el plano”, señaló.

Sin dudas, la incorporación de La Monada como banda sonora fue una de las decisiones más acertadas. “Para muchos es muy acertado de que el universo musical sea cuartetero”, aseguró el director, no solo transportan al espectador al universo cuartetero con sus propias canciones, sino que también compusieron la música extradiegética usando instrumentos característicos del género.

“Si me preguntan los momentos de mayor felicidad es sumar la semana de rodaje De Caravana, de Casa Propia, de La Zurda de todas las pelis porque estando de rodaje la adrenalina está muy alta. Somos un montón de gente, la mayoría amigos en búsqueda de lo mismo, trabajar en conjunto, coordinado, ir superando problemas porque filmar una peli es superar un problema detrás de otro. Eso es dirigir una película, resolver problemas y hacer eso en conjunto. Siempre hay situaciones difíciles y hay que sortearlas y seguir adelante”.

“No sé qué va a pasar con el cine argentino”

A un año del inicio de la gestión de Carlos Pirovano al frente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), el Espacio Nacional Audiovisual presentó un informe desolador para la industria. “Presentamos un guión al Inca, en enero iban a dar los resultados, y nunca los dieron. Está desfinanciado y paralizado el Inca, lo quieren realmente destruir. El INCAA debería ser el órgano en el cual nos sentimos apoyados”, señaló Rosendo Ruiz.

“Hace 15 años que Córdoba saca varias pelis, no paramos desde el 2010”, comentó sobre la producción en la provincia. La eliminación de los instrumentos de fomento a la producción, el retiro del apoyo a la difusión y comercialización del cine nacional como la pérdida de presencia en el ámbito internacional, son los factores, que según el balance, a lo largo del 2024 no se aprobó la producción de ninguna película argentina. En el caso de Córdoba, Rosendo resaltó que “había tres pelis Incas que se iban a filmar y no se filmaron. Necesitamos nuestro cine, el mismo Córdoba no puede creer de ir al cine y ver su ciudad”. 


A futuro, proyectan la posibilidad de la continuidad de La Zurda, aunque sea la primera vez que piensa en la segunda parte de una sus película, Rosendo cree que le quedaron algunos cabos sueltos “que tienen que ver con cómo fue la transa que hizo La Tana, el comisario, el papá de Sol, que es un empresario político con poder”.

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CULTURA

Por qué debemos mirar la vida como Agnès Varda

El viernes 11 de octubre, el Barrio del Raval se transformó para homenajear a la directora de cine, actriz, fotógrafa y artista belga. Cómo fue la acción que realizaron dos cineastas en Barcelona.

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El viernes 11 de octubre, el Barrio del Raval se transformó para homenajear a la directora de cine, actriz, fotógrafa y artista belga. Cómo fue la acción que realizaron dos cineastas en Barcelona. 


¿Será que se heredan las ganas de que las cosas no terminen? Atreverse a heredar algo puede verse como un deseo de conservación pero, ¿qué conviene perpetuar de lo que se recibe? En las calles estrechas del casco histórico de Barcelona no parece haber mucho espacio para las ideas conservadoras, ¿o sí? En octubre de 2024, la Bienal del Pensamiento reapareció pero no para darle entidad a lo limitante del pasado, sino mostrar ideas visionarias e inundar la ciudad con mentes de vanguardia. 

Cuando un público permanece completamente callado en un acto póstumo se impone a gritos una sensación colectiva de respeto y nostalgia. Así como en las películas de Agnès Varda, el patio trasero del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) suele ser un espacio de juego y experimentación, pero ese día -el 11 de octubre- fue un juego de memoria y silencio inusual. 

El otoño regaló una última noche veraniega, las hojas ya tostadas se resistieron a caer y la gente se empeñó en no abrigarse. Las ganas de aferrarse a algo que supuestamente ya terminó invadieron el evento, una emoción muda pero comprendida por todos los presentes. 

Agnès nació en Bélgica en 1928 y murió en París en 2019 dejando una estela de creaciones que inundaron la mente de generaciones de cineastas y artistas de todo tipo. Fue directora, actriz y, a su vez, guionista y artista plástica. Su forma de retratar la condición humana, de invocar pausas contemplativas en quienes ven sus películas y de poner un foco honesto en lo cotidiano, marcó el movimiento artístico de la Nouvelle Vague.

Aunque aquella corriente de cineastas franceses comenzó hace más de 50 años, el siglo XXI se nutre activamente de sus formas de dar a conocer historias. La tan característica mirada juguetona de Agnès fue fuertemente atravesada por claves de género, problemáticas sociales y existencialismo sin censuras. En esa confluencia de vivencias contradictorias (enternecerse con la nostalgia o reírse de lo efímero, por ejemplo) es que se gestó un nuevo idioma fílmico: el “vardiano”.

Audrey Diwan, Carla Simón y Mariana Borull en “Herederas de Varda”. Créditos: Luna Bereciartua

Sentir admiración ante la creación de los demás puede ser una de las formas más intensas de heredar una mirada en el cine. Carla Simón fue la cineasta catalana invitada a “Herederas de Varda”, la charla en el Patio de las Mujeres del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Una de las primeras cosas que Carla destacó de Agnès fue haber decidido que la libertad sería su estilo artístico. Admitió que, incluso para una cineasta consagrada, es algo muy complejo de encontrar. 

“Varda rompió la idea de genio”, respondió la francesa Audrey Diwan, la otra directora citada al evento. Luego, la conductora Mariana Borull llevó el debate hacia los confines de la vida sosteniendo que la homenajeada le recuerda a “una niña y una abuela a la misma vez”. Puede que ahí, donde los extremos se tocan, es que resida el legado y el amor por esta cineasta. 

Collage cortesía de @millslemons y foto de Luna Bereciartua de la exposición Agnès Varda en el CCCB.

Agnès documentó historias desde 1956 hasta 2019. Entre filmar entrevistas a gente que recolecta comida desechada (“Los espigadores y la espigadora”, 2000) y retratar la vida de una joven francesa en la década del 60 (“Cleo de 5 a 7”, 1961), hay un interés de por medio: las ganas de jugar con el retrato, conservar las esencias de la gente y los lugares.

En su filmografía se siente la importancia del paso del tiempo. Ella grabó y fotografió todo lo que el tiempo quiso que pase desapercibido: las fotos de las papas de una cosecha que no fueron seleccionadas para ser vendidas por su forma inusual (“Corazón de Papa”, 1953), las gigantografías de vecinos de pueblos muy pequeños (“Caras y Lugares”, 2017), sus propias manos envejeciendo año tras año.

Collage cortesía de @millslemons y fotos de Luna Bereciartua de la exposición Agnès Varda en el CCCB.

El afán por jugar con lo actual y el vértigo de percibir que todo es efímero conviven en paz en la obra de Agnès. Sin embargo, sus dos “herederas” resaltaron que ser una mujer reconocida en el cine no es nada fácil. Hasta la propia Varda sufría el recibimiento social de sus películas. 

“Agnès no te dice qué tienes que ver, sino que te comparte lo que ella percibió”, explicó Audrey. Esa noche, la Bienal del Pensamiento homenajeó a las miradas que invitan a la reflexión personal, la herencia artística que no dicta o delimita, sino que invita al juego y a la libertad y, por lo tanto, jamás perece.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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