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Es una cuestión de fe: los jóvenes y la religión evangélica en Buenos Aires

Imagen de la iglesia de los evangélicos bautistas en Rosario

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En los últimos años, los datos oficiales registraron una disminución de la población católica en la Argentina y un aumento de miembros en las iglesias evangélicas. La mayoría de ellos son jóvenes de entre 18 a 29 años.


En psicología hay un concepto que permite diferenciar la juventud de la edad adulta: se trata de la pulsión de vida. Cuanta más pulsión exista en un cuerpo, más joven es. Cuanto menos, más viejo. A su vez, la pulsión puede manifestarse en emociones fuertes como el enamoramiento, la depresión, el entusiasmo y, sobre todas las cosas, la fe.

“Para mí la fe representa una parte vital en mi día a día. Representa la plena confianza y certeza de que Dios está vivo. Me demuestra que la cruz es el mayor acto de amor que alguien hizo por mí y la plena seguridad de que Dios quiere ser parte de mi vida y construir conmigo”, cuenta Josefina de 19 años. Sus días en el barrio porteño de Parque Chacabuco se pasan entre los estudios para ser maestra de primaria, su trabajo como niñera, los amigos y la religión evangelista.

Materializado en edificios de cemento gris o mármol en todo el territorio nacional, desde los barrios más cosmopolitas de la Ciudad de Buenos Aires como Flores y Once hasta el tercer cordón del conurbano; y también el Norte y el Sur Argentino, el evangelismo o los evangelismos -dadas sus tres corrientes principales- fueron conquistando adeptos en todo el territorio: un 15% de la población es suya. Y dentro de ese porcentaje, hay un 19% que tiene entre 18 a 29 años según los datos oficiales del CONICET.

En tiempos supuestamente secularizados, bien entrados en una mecánica neoliberal pero con guerras religiosas en medio oriente; dónde los algoritmos dominan los deseos de las personas y la tecnología permite discernir entre lo que es verdadero de lo que no. ¿Qué encuentran los jóvenes evangelistas en su religión? ¿Qué respuestas a las dudas e incertidumbres de siempre les otorgan?

Crédito: Revista Anfibia

Mi comunidad, mi refugio, mi culto

A principios de la nueva década, un estudio de Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL) -área del CONICET dedicada a estudiar también los cultos religiosos- titulado “Jóvenes, actitudes y creencias religiosas en Argentinaestableció que en los menores de 30 años de Latinoamérica se observa una tendencia al descenso del catolicismo y un avance de los “sin filiación religiosa” y del evangelismo.

En datos concretos, otorgados por la Alianza de Iglesias Evangélicas de Argentina (ACIERA), hay 15 mil congregaciones evangelistas a lo largo y ancho de todo el país. Este número reúne a las tres afiliaciones: pentecostal, evangélicos sin más y la Asamblea de Dios. Al mismo tiempo, dentro de un grupo de 10 evangélicos dos de ellos son jóvenes. 

Sobre su clase social, el sociólogo Pablo Semán dice en comunicación con el medio Redacción que, si bien tradicionalmente los sectores populares fueron más adeptos a ser convertidos que la clase media, en la actualidad la situación se está revirtiendo debido al ascenso social de los creyentes a lo largo del tiempo. Esto explicaría el porqué algunos de los jóvenes también son alumnos de universidades o terciarios. Pero aún así su cifra es baja: sólo el 5% de ellos llegó a este nivel de educación superior, según indica otro estudio de CEILS realizado en 2020.

“Llegué por mi familia desde chica y me quedé hasta el día de hoy”, dice Sara, estudiante de Ingeniería electrónica en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e integrante de uno de los templos más grandes y concurridos de Buenos Aires: la Catedral de la Fe. 

Edificio de La Catedral de la Fé en Parque Chacabuco.

Según la joven, dentro de la institución hay varios servicios, entre ellos la Escuela de Vida, que son clases donde se estudian contenidos bíblicos; y Anímate a Contarlo, un espacio de confianza para contar problemas y que queden en privado. Por último, Influencia donde “se encargan de que los cultos estén en orden y de llevar una dinámica”. “Mi área preferida es la Escuela de vida, comparte Sara.

“Entrego parte de mi tiempo al área de adolescentes”, cuenta Josefina, que llegó a la iglesia junto con su familia cuando tenía tan solo un año, en un momento muy complicado y gracias a una de sus vecinas. “Acompaño a los adolescentes en su crecimiento, con sus diversas realidades, para que puedan construir una relación personal con Jesús. Sin restricciones ni condicionamientos”, añade sobre el sector al que pertenece. 

Cuando son consultadas sobre las relaciones que establecen en el interior de la iglesia, ambas coinciden en que, como en todos lados, pudieron ser parte de una comunidad. “Dentro de la iglesia formé muchas amistades que hoy son un refugio en mi vida”, reflexiona Josefina.

Las respuestas de las chicas se replican en el interior de la provincia de Buenos Aires, precisamente en la Iglesia Épica del barrio de Villa Celina, La Matanza. “Estamos continuamente conectados a través de un montón de redes sociales, pero cada vez estamos más incomunicados como sociedad”, expresa el pastor del culto, Emanuel Picone. Él, junto con su esposa Gretel, coordinan la iglesia desde 2017. “El mundo tiene mucho ruido y cada vez hay menos espacios para ser escuchado. Creo que la Iglesia es ese espacio para escucharnos, reflexionar y aprender juntos”, añade. 

En septiembre del 2023, la Iglesia Épica trascendió en los medios de comunicación por haber bautizado a la vedette Andrea Rincón (en el medio). Pastor Emanuel Picone, a la derecha.

Fundada por la familia Picone hace 40 años, la institución cuenta con dos sedes: una es el templo y la otra es una ONG llamada “La Casa del Niño” que acompaña a chicos en situación de vulnerabilidad. Ahí cuenta con la participación de voluntarios adolescentes y también jóvenes adultos.

“Quienes llegan lo hacen solos, como en el caso de algunos chicos que sufren adicciones. Otros llegaron con su familia cuando eran niños, dejaron en la primera etapa de la adolescencia y volvieron”, informa el pastor. “Vuelven cuando ven todos los males que aquejan al mundo y necesitan de una comunidad”, agrega. 

Evangelistas en disputa

Comunidad, amor, ayuda. Son algunos de los principios básicos que llevan los jóvenes evangelistas. Pero, ¿qué ocurre a nivel de representación? ¿Cumplen con estos preceptos sus referentes?

En febrero de este año las iglesias evangelistas quedaron en el ojo de la tormenta tras la decisión del Ministerio de Capital Humano -conducido por Sandra Pettovello– de transferirles los fondos de alimentación de los comedores a ellos y también a la organización católica Cáritas Argentinas.

En febrero de 2024, la ministra de Capital Humano destino fondos de los alimentos a la Iglesia evangelista y Cáritas Argentina. 

Recientemente, el propio titular de ACIERA, Christian Hooft, expresó su malestar por esta medida y además salió a defender el rol de las organizaciones sociales. “Tenemos una labor que requiere mucho esfuerzo, porque era una estructura nacional que estaba enfocada a través de organizaciones sociales”, expresó. 

Pero la incursión del evangelismo en la política no es nueva: hace tiempo que su figura saltó de los programas de televisión de medianoche como el famoso “Pare de sufrir” hacia las altas esferas de la sociedad. 

Entre los nombres más conocidos está el de la diputada nacional Cintia Hotton, que desde 2011 tiene un espacio en el Partido Republicado (PRO), primero junto con Lopez Murphy y luego con el ex gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodriguez Larreta. 

Al mismo tiempo, en la Provincia de Buenos Aires dos pastores evangélicos ocuparon cargos en los municipios: por un lado, el edil de la oposición Pablo Repetto en Almirante Brown y por otro Mario Revel, ministro de culto de Ituzaingó -falleció hace un mes- que en 2019 se postuló como intendente del distrito con un partido de derecha y conservador. 

A su vez, la representación en la ficción de la religión evangélica no es positiva. Dos ejemplos son El Reino, la serie argentina del servicio de streaming Netflix, y la película independiente y ganadora del Bafici 2023, El Santo, de Agustín Carbonere. En ambas se representa el ascenso y la caída en desgracia de dos líderes de culto. 

Mientras en la primera el evangelismo es explícito -razón por la que la autora de la novela homónima, Claudia Piñeiro, fue denunciada por la iglesia- en el segundo, no. Por otro lado, en El Reino se profundiza en la relación entre evangelismo y política y los peligros que conlleva.

Por su parte, para el pastor de la Iglesia épica, fue justamente la acción social lo que lo convocó a involucrarse en la iglesia de su familia. “La ONG está en Virrey del Pino, una zona muy marginal a la veda del Río Matanza-Riachuelo. Cuando sube, todas las casas quedan bajo el agua y  ahí vamos. Nos metemos en el agua y sacamos a la gente”, explica Picone. 

En sus redes sociales, Emanuel comparte videos e imágenes de la comunidad los días después de las tormentas, donde se ve cómo el barro ingresa en las casas de los vecinos y también difunde el alias para donar a la comunidad. “En mi ADN está el hecho de querer ayudar, me interesa poco y nada el título de ‘pastor’. La iglesia es una plataforma dentro de tantas que puede ayudar a la gente y mi desafío es cada día parecerme a la persona que admiro que se llama Jesús”, reflexiona.

Esas raras etiquetas nuevas

En la película de Carbonere, El Santo, el líder del culto termina siendo desplazado por el niño que “había salvado” y que luego se convirtió en su discípulo. El clímax del film es en una de las escenas finales, cuando Rubén irrumpe en el show semidesnudo y con una pistola en la mano para asesinar al joven. 

La violencia hacia los niños, además de la corrupción política, es otro de los puntos en común que tienen El Reino y El Santo. A través de este recurso, se pretende mostrar la docilidad que pueden llegar a tener los jóvenes creyentes así como la parte más oscura de las instituciones. ¿Pero qué sucede realmente en la no ficción?

En el estudio de CEILS de 2020, se releva que solo el 6,2% de los jóvenes entre los 18 y los 29 años -consultados sobre una base de 371 personas- se consideran “cero religiosas”. Es decir, si bien pertenecen a la iglesia, no refuerzan su creencia a diferencia de los mayores de 65 años: en una escala del 1 al 10, siendo 10 el máximo, el 42% se posiciona en el número superior.

“La verdad no digo que soy evangelista, siendo sincera, creo que es un término que usa la gente para ponerle categorías a las religiones y diferenciarnos de los que creen en la virgen, los católicos. Yo solo digo que creo en Dios”, dice Sara. Por su parte, Josefina sí se considera a sí misma como evangelista y dice que la gente suele sorprenderse cuando se entera. 

Solo el 6,2% de los jóvenes evangelistas se consideran “no religiosos”.

“Explico que lo hago por elección propia y convicción. Que no vivo una religión sino una relación. Ahí la gente suele interesarse un poco más”, explica. Y finalmente concluye: “Somos seres sociales, relacionales. Cuando lo planteas así, la gente abre más la cabeza pero lo importante es que abran el corazón”.


*Estudiante de la carrera de Periodismo.

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