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La casa que no existe


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Más de siete millones de refugiados hacen del Estado de Palestina la población con esa “condición” más longeva de la historia reciente. El embajador palestino en Argentina, Husni Abdel Wahed, explica cómo es nacer, vivir y morir en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo.


Sentado en su despacho, con las manos entrecruzadas encima de un escritorio de papeles ordenados, carpetas apiladas, una pequeña bandera, un monitor y un portaretrato familiar, el hombre de traje gris sonríe debajo del barbijo, dejando dos ojos castaños sólidos apenas entreabiertos.

Detrás suyo custodia la escena un cuadro de quién puso a Palestina en el mapa político internacional, Yasir Arafat, y un mástil con su bandera que sobre una alfombra roja como el mar cubre el salón completo y oficia de recordatorio de la sangre que riega el suelo palestino desde hace 73 años.

De tez morena, asoma por sobre el tapabocasel gesto de una sonrisa de quien entiende de modales diplomáticos, pero también conoce el equilibrio entre la necesidad histórica y la capacidad oratoria. Su vida entera parece estar ahí, detrás de sus ojos marrones, como si la historia o el destino del pueblo palestino dependiesen de cada respuesta suya, y comprende perfectamente que de eso se trata.

Pero su historia, con todos sus caprichos, no empieza detrás de este escritorio de madera con tapa de vidrio. Nacido el primer día de 1960, en Aqabat Jaber, un antiguo campo de refugiados de Cisjordania, Husni Abdel Wahed es hoy el embajador palestino en Argentina.

—Nacer, crecer y vivir en un campo de refugiados es vivir con la escasez de absolutamente todo — dice el diplomático que espera paciente cada pregunta, pero que sin embargo a cada respuesta, desnuda la sentencia por sobre la realidad del Estado de Palestina de manera incuestionable, mientras con calma juega con la cuchara y revuelve su tacita de té.

—Mis hermanos mayores nacieron en un campo de refugiados, pero no solamente mi familia, sino que centenares de miles. Allí prevaleció el sentir cultural, nacional y patriótico palestino —sostiene sin más miramientos de quien grita en voz baja una verdad tan esquiva cómo cierta y que escapa ya de cualquier apreciación o ideología.

Su ser diplomático, entonces, no hace más que homologar el porte de su gente adonde él vaya, y él aclara que prefiere hablar de su pueblo más que de su persona. Husni es parte de un todo, una especie de causa y consecuencia.

Sin embargo, es tan pueblo cómo embajador, y no cabe posibilidad alguna de que sea de otra manera.

Su familia entera era oriunda de Tyreh, una mínima aldea cercana a la ciudad de Lod, que luego de la guerra árabe-israelí, en 1948, desapareció del mapa para convertirse en ciudad del Distrito Central de Israel.

Sus padres, abuelos y sus nueve hermanos fueron “trasladados” al primer campo de refugiados, pero no el único. Siete años después de ver su primera luz del día –en el 67– la familia volvió a ser expulsada a otro campo en Jordania.

Hablar del Estado de Palestina remite directamente a las últimas siete décadas con el resultado en la mano, ostentando el podio de la población refugiada más longeva de la historia reciente. No es más que la verdadera cara de la conformación política expansionista y colonialista norteamericana. A la fecha, alrededor de 7 millones de palestinos y palestinas nacen, viven y mueren en calidad de refugiados, según datos extraoficiales.

—En los campos de refugiados no solamente aprendimos a vivir prácticamente sin nada, sino que tuvimos que aprender a convivir como un pueblo sin diferencias de clase, sin que nadie sea más que nadie y que todos seamos parte de una misma necesidad. Eso nos dio una identidad única y terminó por ser nuestra primera y legítima victoria como nación —aclara sin pregunta mediante, como si fuera parte de una historia de terror contada en vivo y en directo por un ser humano que salió de su propia narrativa.

Entonces, con la cuarta parte de su población refugiada, detrás del embajador existe también el chico que a los ocho años ya conocía dos campos de refugiados y lo que era cargar dos baldes para caminar eternamente por un poco de agua cada vez que el nuevo vecino abría la canilla para salir a jugar.

A la fecha, el Estado de Israel abre la misma canilla de agua potable solo ocho horas por semana para que los palestinos tengan algo para cocinar, beber, asearse. “¡Ocho horas por semana! Imagínense lo que se puede hacer con esa cantidad de agua para una familia. ¡Para un pueblo entero!”, sostiene adusto, casi inmóvil.

Porque de eso se trataba y se trata el tenebroso juego: de tomar agua, de buscar comida, de escuchar el llanto, del olor a carne muerta después de cada invasión, de cada edificio derrumbado, de cada desplazamiento y ocupación, de cada hospital colapsado, de cada escuela cerrada, de esperar…

Pero el juego se juega y tiene, generalmente, música en forma de silbido pero con luz propia, a plena luz del día o en medio de la noche, de los misiles tierra-tierra. Suponía Husni entonces lo mismo que se supone ahora: no es sólo una batería balística, sino otro dolor, otro amigo o familiar o vecino convertido en pérdida.

En este juego, mal llamado conflicto, se fue perdiendo de vista –adrede– la dimensión real de la problemática en la franja de Gaza. No fue sino hasta que la digitalización de los contenidos en manos del pueblo palestino que, copiosa y paulatinamente tuvo acceso a internet, que llamó la atención –sin perder de vista la puntada sin hilo de la costura occidental– la conformación de una nación a costillas de otra.

Sirve como paralelismo, suavemente, “Nacido en Gaza”, documental de la cantera de Netflix que relata la cotidianeidad de ocho chicos nacidos en la franja en condiciones similares a las de 1948, el mismo cuadro y la misma foto tres generaciones después, en donde se ve reflejada la realidad cotidiana de cómo es crecer y vivir en una casa que prácticamente no existe, pero omitiendo de plano cuál es el trasfondo político de la región. Algo esperable.

Lo que sí el documental acerca y permite ver es a este político siendo un chico de mirada adulta que va creciendo todos los días contra toda estadística posible: de acuerdo a Index Mundi, una base de datos que recoge información demográfica por países, un 44% de la población tiene 14 años o menos y la edad promedio es de 17 años, una de las más bajas del mundo.

También se puede entender a la propuesta del gigante de streaming como respuesta lógica ante el avance mediático de la población palestina que, con un celular en la mano, visibiliza en primera persona lo que ya no puede ocultarse debajo del tapete.

Sin embargo, no está claro en respuesta a qué, el documental aborda tal asunto, pero se puede suponer que esta casualidad coincida con el año de su estreno –2014–, con la desaparición en tiempo y forma, de Palestina en los mapas virtuales occidentales (Google Maps, Maps, etc).

Los avances de las últimas siete décadas no son casuales, “y siempre están relacionados —aclara Husni— a la ocupación de algún recurso natural como el agua o sobre campos de cultivos o sobre proyectos urbanísticos”, con identidad israelí propia.

Pero es también la historia, como una señora insaciable que va dejando su rastro conforme pasa el tiempo, quien dice que ya entre 1897-1902 (que es cuando se empieza a conformar el Estado de Israel en el los Congresos Sionistas) se barajaban tres posibilidades geopolíticas a tal fin: La Patagonia, Uganda y Palestina y, el vínculo de una región con la otra es, únicamente, el proyecto imperialista, expansionista y colonialista.

Sin ir demasiado lejos “el actual presidente norteamericano, Joe Biden, cuando presidía la Comisión de Relaciones Exteriores del senado norteamericano, sostuvo que era sionista y que si no existiera Israel, los Estados Unidos tendrían que haberlo inventado”, cuenta Husni, respira y vuelve a sonreir, pero esta vez con sorna.

—¿Pueden imaginar lo que habría en invertir para mantener nuestros intereses en esa región? Esto lo explica todo de manera precisa, concreta y acertada y, según algunos –prosigue no sin antes tomar un sorbo del té como si estuviese tomando impulso–, Israel es una base adelantada de las potencias dominantes. Para otros es un portaaviones fijo en nuestra región, pero para nosotros es un instrumento expansionista norteamericano de los cuales los propios israelitas también son víctimas.

—El hecho fue —continúa— que Israel fue creado como un instrumento para mantener su dominio y sus intereses, y ha funcionado a favor de sus creadores y en estos momentos, tal vez, haya exhibido las dimensiones regionales. Hoy presta servicio donde sea requerido como un brazo de las grandes potencias, como por ejemplo en América Latina y Asia.

La etimología de sus nombres lo colocan sobre el planeta como Husni, de origen africano sinónimo de excelencia, y Abdel, representativo de siervo de dios, esclavo o servidor. Sus estudios primarios, que hicieron equilibrio entre ese juego partido al medio con la muralla de un lado y un país en constante derrumbe del otro, cuentan en buena medida la identidad de un pueblo que tuvo que valerse de otras estructuras para mostrar un camino lectivo donde no lo había.

Ya con el alfabeto debajo del brazo y con la conformación de Organización para la Liberación Palestina (OLP) en 1964 (reconocida diez años después por la Liga Árabe y la ONU como “única representante del pueblo palestino”), las posibilidades de una generación vieron la luz suficiente cómo para seguir incomodando.

Con representación local y reconocimiento internacional, la OLP tuvo un rol clave en la vida de cualquier familia palestina: “Queríamos estudiar y tuvimos acceso a becas y a posibilidades que nunca habíamos ni siquiera escuchado”, concluye y se acuerda de un pasado lejano como quién se acuerda de una batalla ganada y por momentos parece transformarse en un soldado de la palabra.

El nuevo panorama político de Palestina hacia el mundo se transformó, entre otras cosas, en becas de estudio en el extranjero en países amigos como Bulgaria, donde cursó la carrera de Ciencias Políticas, o Cuba, en donde se consolidó como periodista.

Estudió, creció, viajó.

—La OLP nos puso dentro de un marco y, mal dicho, dentro del mapa, pero no fueron más que nuestros padres los que se sacrificaron por nuestra educación. Nuestro esfuerzo, desde entonces, está dispuesto en hacer absolutamente todo lo posible por darle educación a sus hijos y esto nos ha permitido convertirnos en uno de los pueblos con mayores índices de educación y de profesionales del planeta del pueblo árabe y esta, no es más que otra de las victorias que tenemos como nación.

La educación, entonces, se convirtió en herramienta (Palestina ofrece la mayo cantidad de profesionales del mundo árabe) y el temprano entendimiento bélico, las necesidades propias y ajenas, junto con la imperiosa necesidad tanto de respuestas como de preguntas, lo llevaron en un único sentido: ponerle voz al pueblo palestino.

Esta claridad fue tal, que nunca llegó a ser una decisión que tomar. Cualquier lugar que lo encontrase fuera de casa solamente sería para tomar partido a través de la palabra en favor de la nación que lo vio nacer. La misma voz calma que, mediante cualquier taza de café, en cualquier pasillo de la universidad, en cualquier declaración y en cualquier nota periodística que se le pongan delante, daría cuenta de la lucha de una nación

Palestino, sociologo, político y periodista, es también un  musulmán que la obviedad religiosa que se pretende como punta del ovillo entre Israelíes y Palestinos, cae de madura.

—Mi dios, como musulmán, me dice que esta tierra es mía. ¿Cómo podemos utilizar argumentos de esta índole en una situación tan terrenal como la que vivimos involucrando a dios en los problemas creados por los hombres? Dios es justicia, amor, paz, libertad, todo lo positivo y no lo que pretenden convencernos qué es. 

Entonces —insiste—cuando se barajan las alternativas como la Patagonia, Uganda o Palestina no hay nada que una un punto de otro y mucho menos por una cuestión religiosa. La definición del antisemitismo no es mas que otro engaño y otro elemento del colonialista para con el dominio cultural. El semitismo es un concepto lingüístico que no es exclusivo ni excluyente.

—Así como hay una lengua latina, y, los pueblos que hablan en lenguas semíticas somos todos semitas; los árabes hablamos árabe y es una lengua semita, no somos antisemitas, es parte del intento por diferneciarnos de ellos. Por eso, cuando me referí al momento en que fue creado el movimiento sionista 1897, no se puede pasar por alto que en ese tiempo el capitalismo entraba en una fase superior: el imperialismo.

El imperialismo al que se refiere es el mismo que modificó los antiguos métodos de unión colonial. Es, además, en donde se imponen los métodos del neo colonialismo destacando el dominio político económico y cultural como condición previa para implementar cualquier política y medida. Preparando así el terreno culturalmente para que con el correr de los años, el resto del mundo vaya digiriendo sin protestar demasiado.

Colonizar la cultura y el lenguaje es fundamental para el caso, y por eso asegura que cuando se habla del antisemitismo y se lo asocia con el sionismo es una aberración, una falta de respeto incluso para su lengua.

Atrás del funcionario está el funcionario. Porque la medida así se lo ha impuesto y el hombre así se lo ha pedido; porque todo lo que humaniza no tiene sentido puertas afuera y la religión se ha politizado de manera tan tajante como errónea para ponerle un mote que esquive, a los ojos del mundo, tamaña vergüenza. Prefiere, elige, digita y muestra al funcionario por elección propia, pero en definitiva no es más que un hombre.

Casado con Amneh Abdel Wahed, tiene dos hijos varones y dos hijas mujeres. Vivió algunos años en Santiago de Chile siendo coordinador de cultura árabe y rector del Colegio Árabe.

Y le puso voz.

Se convirtió en político en el departamento de Europa de la Dirección General de los Palestinos en la Diáspora del Ministerio de Planificación y Cooperación Internacional de Palestina. Luego fue titular del departamento de América Latina del mismo ministerio.​

Más temprano que tarde fue asistente del viceministro de Asuntos Exteriores, Director General del Mundo Árabe del Ministerio de Asuntos Exteriores; ministro consejero en las Embajadas del Estado de Palestina en Venezuela y México; director general de Administración y Finanzas del Ministerio de Asuntos Exteriores y asistente de dicho ministerio para las Américas.

Con todo, desde hace cuatro años que amanece todos los días en su casa siendo un hombre más. Desayuna, hojea los principales periódicos locales y se informa con los principales medios del mundo árabe antes de ir al otrora Petit hotel, convertido y reformado —hace dos años— en la embajada del Estado de Palestina en Argentina, sobre la calle Riobamba.

Después de dos horas y media, baja las escaleras conmigo, me acompaña hasta la puerta y, con la misma sonrisa con la que me recibió se despide:

—Esta es siempre su casa.


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