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La literatura del mestizaje


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El libro de Martín Segreti aborda la gauchesca y se mueve como pez en el agua dentro del  género. Entre lo épico y lo popular se renueva la tradición. 


Gauchito, de Matías Segreti, es una novela corta que relata la historia de Antonio “el gauchito” Gil. A lo largo del libro el autor combina la voz de un narrador en tercera persona con testimonios ficcionales. Se trata de una obra que se inscribe en la tradición de la literatura gauchesca argentina. Gauchito se ajusta en ciertos aspectos a la concepción de Lugones acerca del género y, a la vez, refleja algunas de las dimensiones y matices que Borges virtió en su célebre texto de 1928 La poesía gauchesca. A continuación, se explorarán los fundamentos y el alcance de estas afirmaciones.

Si partimos de la definición básica de la literatura gauchesca, podemos observar que la obra de Segreti cumple con sus dos condiciones fundamentales: por un lado relata la vida de un gaucho y a su vez, para hacerlo, reproduce en cierta medida el lenguaje y los usos del habla de la época.

Es el mismo autor el que ha reconocido en diversas entrevistas la intención de trabajar a partir de ese acervo y ha destacado su ejercicio de lectura de los clásicos de la gauchesca, así como de libros de historia, con el fin de construir la voz del narrador y de los protagonistas. En una conversatorio reciente, consultado por la metodología utilizada para construir el lenguaje utilizado en el libro, Segreti señaló: “Tuve que ir a buscar los textos que me podían nutrir para escribir esto, por supuesto Martin Fierro, Don Segundo Sombra, los clásicos. Pero también me fui a un libro que es precioso que es Excursión a los Indios Ranqueles (…) Creo que una de las cosas que me llevó a escribir Gauchito fue leer varias veces ese libro”.

Cabe destacar que, aunque esta obra de Lucio V. Mansilla es una crónica y su relato abarca más que la vida de los gauchos, la historia de “Miguelito” que está incluida en la misma, es una pieza clave de la literatura gauchesca y es considerada como uno de los antecedentes más claros del Martín Fierro. Además, siendo un auténtico “dandy” criado entre Buenos Aires y Europa, Mansilla logra reproducir en forma fiel el habla de los personajes que se cruza. En ese encuentro de dos mundos se da una dinámica central del género gauchesco que retomaremos más adelante aplicada al caso del autor de Gauchito.

Habiendo señalado el curso literario del cual abreva Segreti para encontrar el tono de su obra, pasamos a enfocarnos en su visión del gaucho y en cómo esta se ajusta a la concepción épica de Lugones. Así como Lugones consideraba al gaucho como un puntal fundacional de la identidad nacional y un símbolo de justicia; Gauchito propone a Gil como un ídolo representativo de los oprimidos, un “bandolero social”. En un ensayo publicado en la revista “Nación Trabajadora” poco antes de la publicación del libro, Segreti escribe: “A diferencia de cualquier bandido, lo que aparece es la dimensión colectiva, donde una comunidad no considera como verdadero delito las acciones del sujeto, sino por el contrario, opera como una suerte de equilibrio y justicia al sacarle algo a los ricos para repartir entre los pobres. Un verso de Julián Zini titulado La Cruz Gil lo sintetiza: ‘Si robó, le robó al rico / por justicia popular / la inocencia de los pobres / ¡se llama necesidad!’”.

Segreti, entonces, también recupera la dimensión épica y justiciera del gaucho que era esencial para Lugones a la hora de pensar la gauchesca, tal como expone en su libro El Payador. Sin embargo, cabe destacar dos dimensiones que se alejan de la concepción de Lugones: por un lado el trabajo de Segreti no hace hincapié en la “identidad nacional”, muy por el contrario, el autor de Gauchito pone el foco en el carácter mestizo de Gil, en se empatía y su relación con la cultura negra, en su decisión firme de desertar de la Guerra del Paraguay y no por motivos personales o de conveniencia individual, sino por una convicción ética, alejada del nacionalismo a ultranza.

Pero además, Gauchito se aleja del estereotipo definido por Lugones en un punto crucial, que lo acerca a la visión borgeana del género.

Para Borges, considerar a los autores como Hernández “payadores” es un error de apreciación de Lugones. Él considera que, dado su origen culto, la gauchesca no deriva  de la poesía de los payadores aunque le reconoce un carácter “genuinamente popular”, que está claramente expresado en la obra de Segreti.

“Los payadores tratan de eludir lo vernáculo pues tienen una visión reverencial del arte y quieren abordar temas alejados de lo cotidiano”, señala Borges en su ensayo La poesía gauchesca, donde también escribe: “Derivar la literatura gauchesca de su materia, el gaucho, es una confusión que desfigura la notoria verdad. No menos necesario para la formación de ese género que la pampa y que las cuchillas, fue el carácter urbano de Buenos Aires y de Montevideo. Las guerras de la Independencia, la guerra del Brasil, las guerras anárquicas, hicieron que hombres de cultura civil se compenetraran con el gauchaje; de la azarosa conjunción de esos dos estilos vitales, del asombro que uno produjo en otro, nació la literatura gauchesca”.

Creo que hay pocos casos más ejemplificadores de esta condición de “azarosa conjunción” que el de Gauchito. En el prólogo del libro, Segreti describe como su primer encuentro con la figura de Antonio Gil se da jugando al fútbol en el Parque los Andes, en el barrio porteño de Chacarita. Años después, se reencuentra con el personaje a través de una persona adulta a quien estaba acompañando en su proceso de alfabetización. Según cuenta Segreti, el alumno le regaló una cinta roja y le habló extensamente de Gil. Luego de este episodio, ya con la idea de escribir acerca del gauchito, el autor viaja a Corrientes y asiste a los rituales mezclándose con sus fieles.

Es apasionante la idea de Borges de que la gauchesca es fruto de ese mestizaje entre campo y ciudad, ya que se aleja de la noción ingenua de que es un producto “puro”. Sin duda es una gran virtud de Segreti lograr un tono genuino y verosímil a pesar de la distancia temporal y cultural. A través de un trabajo que combina la investigación y el estudio de género pero también la simpleza y la autenticidad que le brindan un carácter orgánico, el autor logra no solo inscribirse en la tradición del género gauchesco, sino también ampliarlo y refrescarlo.


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