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La mirada del piloto que evacuó a De la Rúa de la Casa Rosada tras su renuncia


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El brigadier Juan Carlos Zarza que trasladó al mandatario el 20 de diciembre de 2001 habló con ETER Digital y recordó detalles de ese crítico momento histórico.


El brigadier Juan Carlos Zarza es testigo de la historia argentina. Es el piloto que voló el helicóptero en el cual el ex presidente Fernando De La Rúa dejó la Casa Rosada aquella tarde del 20 de diciembre de 2001 tras renunciar a su cargo. Mientras tanto, en las calles de todo el país vivía la furia por la crisis económica y social y vecinas y vecinos se juntaban golpeando las cacerolas al grito de “¡qué se vayan todos!”, en rechazo al estado de sitio declarado un día antes y al “corralito”, que les impedía sacar su dinero de los bancos.

Pero no fue el único día crítico que vivió por su trabajo. También fue observador directo de lo que sucedía puertas adentro del gobierno de Raúl Alfonsín durante el levantamiento carapintada liderado por Aldo Rico en 1987 que, por unos días, puso en jaque la democracia del país.

-¿Qué recuerda del momento en que le avisaron que debía buscar a De la Rúa a la Casa Rosada aquel 20 de diciembre de 2001?

-Ese día entré en el turno de la mañana a la Quinta de Olivos. Ya estábamos al tanto de lo que estaba sucediendo en las calle, pero me llamó la atención un camión golpeado y otro que lo iba empujando. Fui con un compañero a ver el mantenimiento de los helicópteros. En un momento, vemos que cerca de la zona el parquero estaba preparando una cancha de fútbol para Aíto, el hijo del presidente. Nos pareció muy raro. Afuera la calle era un desastre. Más tarde, nos llamaron a mí y al copiloto y nos dijeron que teníamos que ir a Aeroparque. Llegamos, nos ve el jefe de la Base Aérea y dice que tenía una orden para nosotros. Fuimos a su oficina donde tenía los mejores equipos de telecomunicaciones y ahí nos pasan la renuncia del Presidente y tres posibles destinos donde teníamos que trasladarlo. Eran Olivos, Campo de Mayo o Uruguay. Esperamos la orden y alrededor de las 17.30 nos pusieron la alerta. Una hora después, nos mandaron al balcón presidencial.

-¿Imaginaba que el Presidente iba a renunciar antes que le dieran el aviso y la orden?

-Sí, dio la casualidad que yo había sido el último que pisó el balcón de la casa Rosada cuando trasladamos a Alfonsín en el levantamiento de Aldo Rico durante Semana Santa. Son vueltas de la vida.

-¿Cómo lo vió al Presidente que dejaba su cargo?

-Se lo notaba estresado y asustado. Era una situación muy compleja.

-¿Dijo algo Fernando de la Rúa cuando subió al helicóptero?

-No, no hubo diálogo en ningún momento. Solo se sentó y nosotros esperábamos que nos informen a cuál de los tres destinos iríamos. Terminamos yendo a Olivos. Estaba la familia esperando para recibirlo.  Él levantó los brazos de una forma como rendido.

-¿Cómo definiría esa situación de ese 20 de diciembre de 2001 en una sola palabra?

-Creo que la palabra es tristeza. Por lo que se vivió y por cómo terminó ese gobierno. Argentina tuvo muchos antecedentes y ese fue uno de esos grandes.

La semana que la democracia estuvo en jaque

Zarza fue también el piloto que trasladó a Alfonsín a Campo de Mayo para desactivar el levantamiento carapintada en 1987 liderado por el entonces teniente coronel Aldo Rico. Los soldados sublevados reclamaban que no se juzgara a los cargos medios militares de la misma manera que a los jefes de las Fuerzas Armadas por los crímenes de lesa humanidad que cometieron durante la Dictadura.

-¿Dónde estaba usted cuando sucedió el primer levantamiento carapintada?

-Nosotros habíamos ido a la procesión católica. La gran mayoría no vivía en Buenos Aires, sino que tenían familia afuera. Como era Semana Santa se iban al interior y viajaban. En ese momento, me suena el bíper y me dicen: “Comunicate con la gente de la Brigada”. Hablé y me dijeron que fuera para allá.

-Y cuando llegó, ¿con qué se encontró?

-Recuerdo que todo fue muy rápido, no había mucho tiempo para pensar. Estábamos aislados en el Edificio Cóndor y el problema surge cuando se rompe el auto de Alfonsín. Ahí me avisan que había que trasladarlo desde la Rosada. Ingresamos a Plaza de Mayo y vimos a toda la gente en la calle. Lo que más me llamó la atención era la cantidad de militares armados. Le digo a mi copiloto: “Espero que sean amigos”. El helicóptero fue en diagonal hacia el río hasta llegar a donde estaba el Presidente. No sabíamos dónde aterrizar. Ese también fue un imprevisto. Había mucha gente y todo estaba ocupado. Cuando apoyamos parte del helicóptero en el techo, las vibraciones rompieron un trozo.

-¿Cómo lo vio a Alfonsín en ese momento cuando tenía que reunirse con los militares sublevados?

-Alfonsín estaba un poco perdido. Cuando sube al helicóptero, el brigadier Ernesto Crespo, que casualmente fue el jefe del componente de la Fuerza Aérea Sur durante la guerra de Malvinas, le avisa: “Señor Presidente esto no es un golpe de Estado. Usted se va a dar cuenta que Aldo Rico no quiere atentar contra usted, sino contra sus superiores”. Alfonsín le decía que estaba bien pero le preguntaba qué podía hacer. Fue así que se reunió con Rico, quien le explicó que él no era un antidemocrático y le entregó las armas.

-Y usted, ¿interactuó con Alfonsín?

-No, normalmente uno no habla. El que era más hablador era Carlos Menem. Un personaje.

-¿Se acuerda qué informaban los medios de comunicación durante el levantamiento carapintada?

-Ese día fue terrible. Nosotros escuchábamos idas y vueltas de un lado y del otro. Frases como: “¿Quién va a atacar? ¿Quién está a favor? ¿Quién está en contra? ¿Qué pasó? ¿Quién lo va a llevar? ¿Quién no lo va a llevar?”. Hasta llegaron a hablar de la llegada de otra Dictadura. No fue de mucha ayuda.

-Como brigadier y parte de las Fuerzas Armadas, ¿qué piensa del Golpe de Estado de 1976?

-Particularmente considero que hubo grandes errores a partir de que el militar sale de su profesionalismo y se mete en la política. Si uno quiere hacer política, se forma como uno. La carrera militar es para otra cosa, el problema es que durante años en nuestro país muchos militares consideraron que se podía hacer las dos cosas a la vez, y eran los “dueños de la verdad”. Los medios de comunicación también influyeron mucho en esa idea.


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