La escalera mecánica de la estación Callao funciona como una puerta a otro mundo. Decenas de pañuelos verdes viajan en uno de los vagones del subte, colgados de cuellos, muñecas y mochilas. En su mayoría, de jóvenes mujeres que se mueven en grupos. Se envuelven en abrigos a medida que ascienden y terminan de montarse el maquillaje, las pelucas y pañuelos. Cuanto más cerca de la puerta están, más verde todo se torna. La masa de aire helado le da la bienvenida a la superficie mientras que la llovizna da fríos golpecitos en el cuero cabelludo, la nariz y las mejillas.
Por Sofía Ana Leguizamón Dubin y Diego Pacheco
Dentro del Senado se está definiendo la ley de Aborto Legal Seguro y Gratuito y una marea verde llega hasta allí para montar guardia. Vienen de distintos sectores de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires. La Ciudad de Buenos Aires está teñida de verde: la “operación araña” dejó marcas de lucha por toda la ciudad. Es miércoles 8 de agosto, un millón y medio de personas se preparan para una jornada histórica. Llegan micros de todo el país.
La comunidad internacional mira atenta, apoya, puja.
Tiene que ser ley.
Están listas, lo dieron todo, el final es inminente y triste, pero estarán hasta el final, no importa la lluvia, ni el frio, mucho menos la mirada opositora.
Desde temprano los alrededores del Senado explotan de gente. Pañuelos verdes, naranjas, remeras, cánticos: “Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”.
Empieza la sesión, llueve, hace frío, ellas siguen ahí: “Aborto legal, en cualquier lugar”. Adentro se discute qué se va a votar, la media sanción o con modificaciones. Se votará la media sanción. Por momentos se escuchan cosas increíbles como Rodolfo Urtubey, que comenta: “A veces la violación es un acto no voluntario con una persona que tiene inferioridad absoluta de poder frente al abusador”.
Las calles están llenas de brillos verdes, violetas, mujeres empoderadas pidiendo por el derecho de sus cuerpos, el derecho a vivir: “Si no hay aborto legal, que quilombo que se va armar”. Improvisan pilotos, arman carpas, entre todas se cuidan del viento y la lluvia. Pasan artistes por los escenarios.
Se escuchan especulaciones por todos lados, sueños de que sea ley: “Si uno se da vuelta, otro se abstiene…”. Tienen miedo de que no sea ley, recién se podría volver a discutir el año que viene y hasta ese momento se van a seguir muriendo las pibas.
Las carpas se empiezan a guardar, empieza a correr el rumor de que van a reprimir. En la calle se oyen ecos: “Si no sale se va a armar, si hay corridas nos vemos todos en el Bauen”, “Vayan a la casa de algún compañere”, “Estemos todes juntes”. Michetti pide acelerar la sesión por seguridad.
Ya son las 10 de la noche, los grupos de WhatsApp explotan y la tensión se apodera de los cuerpos: “Estamos de fiesta, no pueden reprimir”.
Es el turno de Pino Solanas, el único que se anima a hablar del goce de la mujer: “El derecho a la vida y el derecho a gozar, a gozar de su cuerpo”. Explotan las calles de mujeres que quieren gozar.
La Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito anuncia que ya no hay esperanzas de que hoy salga, hay 38 votos en contra. No se van, un millón y medio de personas que todavía no pierden las esperanzas, cantan, lloran, se abrazan.
Llega el momento de votar.
Es ahora.
Los diputados ponen las cartas sobre la mesa: 38 votos negativos a 31.
“Vamos carajo”, exclama Michetti.
Explotan los llantos, los abrazos, la tristeza, comienzan las corridas, todo es un caos, llegan las fuerzas con los camiones hidrantes, algunos tiran piedras, ellos reparten gases.
El 8 de agosto de 2018, no fue ley. Las calles fueron de las mujeres y sus aliados.
Será ley.
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