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SOCIEDAD

La solidaridad como camino

La Asociación Civil Amigos en el Camino no se resigna a la deshumanización de las personas en situación de calle.

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La Asociación Civil Amigos en el Camino no se resigna a la deshumanización de las personas en situación de calle.


Viernes, de noche

Diego tiene 56 años. Está tapado hasta la cabeza, viejas cajas desarmadas de cartón se transformaron en su colchón. Gorrita negra, campera y pantalón también negros, barba gris. Está acostado en la vereda a dos cuadras del Hospital Rivadavia. Santi le ofrece comida y él se sienta como si se dispusiera para un banquete: dice sí a todo; recibe el guiso, dos huevos, caldo, pan, café y facturas. Luego el kit de higiene que incluye hojitas de afeitar, jabón, shampoo. Dice que vive en Lobos, “Vengo a Capital todos los lunes y martes para hacer rehabilitación”, afirma. Hace ocho meses cruzó por Avenida Libertador y Agüero; “Me atropelló un auto. Bah, yo  lo atropellé”, dice risueño. Perdió una pierna. Luego  intentó suicidarse: “Me descolgaron dos veces”, cuenta. Se le ofrece una de las diez frazadas que tiene el equipo para entregar durante la recorrida.

– ¿Podemos sacar una foto? – pregunta Santiago Díaz Walker, un trabajador de comercio exterior de 44 años integrante de Amigos en el Camino. Todos lo llaman Santi. 

-Como los políticos- dice Diego, irónico, mientras recibe la frazada donada y debidamente registrada por Beatriz Piacentini, abogada, de 54 años, en Amigos conocida como Betty. Luego,  Diego se levanta. Toma sus muletas. “Una me llega hasta las costillas, está rota”, dice.

Pide que consigamos otras, ya que le cuesta mucho trasladarse.

Recoleta es uno de los barrios más ricos de la ciudad de Buenos Aires. Su opulencia contrasta con el desamparo de las personas en situación de calle que duermen cada noche en el piso, resignadas a su suerte. Para mucha gente forman parte del paisaje cotidiano, y se vuelven invisibles. Pero no para todos.  

Hace un año, cada viernes, Betty y Santi hacen una recorrida nocturna por el barrio, asistiendo a más de setenta personas en situación de calle.

Voluntaria y Presidenta

“Lo nuestro es una gota en el desierto, un paliativo”, dice Mónica de Russis, voluntaria y actual presidenta de la asociación solidaria. Y detalla que el 2 de octubre de 2012, un grupo de amigos se reunieron por primera vez para brindar ayuda a gente en situación de calle. Se fueron acercando más y más personas hasta que, después de la pandemia del Covid, se convirtieron en asociación civil.  Explica también que diariamente salen dos equipos, excepto  los jueves que son cuatro. Acercan, cada semana, comida, abrigo, frazadas, calzado y kits de limpieza a  unas mil personas que viven en desamparo. También intentan ayudarlas a salir de la calle y, cuando lo consiguen, las acompañan en el proceso de adaptación. Amigos en el camino difunde sus acciones a través de las redes sociales y  obtienen lo que necesitan a partir de donaciones. “Es un milagro”, dice Mónica. Las donaciones llegan por Mercado Pago o por compra directa a sus proveedores. Cientos de personas colaboran y los siguen. En la actualidad, cuentan con 150 voluntarios  que cumplen diferentes funciones dentro de la organización. Recorren Belgrano, Coghlan, Núñez, Saavedra, Almagro, Balvanera, San Nicolás, Caballito, Villa Crespo, Palermo y Recoleta. 

Los preparativos

Hoy es viernes, Beatriz recoge el guiso a las 7 de la tarde. Lo prepara María Emilia, analista de sistemas. Cuando terminó la pandemia, vio cómo se habían multiplicado las personas que vivían en la calle. Sintió la necesidad de ayudar. Sus guisos,  están preparados con las donaciones que reciben. “Está riquísimo”, dice. Una vez cargado el guiso en el gran baúl del Nissan SUV blanco, nos dirigimos a la sede ubicada en Valentín Gómez 3222, a dos cuadras del Shopping Abasto. Allí  nos  espera Santiago, su compañero de recorrida.  Mónica me entrega la pechera roja que los identifica. “Hoy no solo vas a registrar lo que ocurre, también vas a participar”, dice.  Cargamos en el auto el resto de la mercadería y todos los colaboradores realizan un video de agradecimiento para la empresa que esta semana donó 100 frazadas.

Antes de partir, todos los presentes repiten juntos los lemas de la asociación: “Cambiar indiferencia por amor”, y  “La  calle no es un lugar para vivir ni para morir”.

Primera parada

“Los políticos nos cagaron, nos robaron todo, son todos delincuentes”, dice Juan Carlos. Trabajaba de parrillero en un hotel hasta que la crisis de 2001 lo dejó en la calle. Tiene 62 años, pero parece mayor. “La calle envejece”, dirá más tarde Santi.  Juan Carlos vive en la vereda amplia que se forma en la esquina de Coronel Díaz y Soler. Allí tiene suficiente espacio para su carrito. “Ésta es mi changa”, lo señala. Todos los días camina recogiendo cartones y metales hasta Constitución. Tuvo la oportunidad de recibir un subsidio habitacional, pero no quiso: “¿Dónde voy a estar mejor que acá?”, respondió al ofrecimiento. Los vecinos lo aprecian, algunos le llevan dinero, le permiten higienizarse en sus casas, se acercan a brindar con él a fin de año. Toma un café y luego comienza a armar su habitáculo, su casita, con paredes de cartón, que le permitirá tener un sueño reparador.

Beatriz

A Beatriz la moviliza la vulnerabilidad de las personas en situación de calle. “Estando sola me preocupaba, no sabía cómo acercarme”. En equipo, con la gente de la Asociación, “hago lo que siempre quise hacer”. Siente alegría cuando la reciben con una sonrisa. ”La ayuda no es solamente llevar un plato de comida y asesorarlos, sino generar un vínculo, mirarlos a los ojos, escucharlos con empatía, reconocerlos como seres humanos, como al resto de las personas”.

Las cartoneras

Dos mujeres revisan la basura en Mansilla y Ecuador. Tienen una inmensa bolsa blanca para colocar lo que rescatan. Santiago se acerca y les pregunta si tienen hambre.

– Más o menos.  Recién llegamos- responde Milagros, junto a su suegra. Cuenta que son de Fiorito.

-¿Tenés hijos?- le pregunto.

-Sí, una nena de un año y nueve meses-, dice con una risita refrenada.

 -¿Cuántos años tenés?

– 16

– ¿Y ahora quién la cuida?

– Quedó con mi suegro 

-¿Y el papá de tu hija?

– Está preso, mató

-¿Lo visitás en la cárcel? 

-Sí, pero no diga eso delante de mi suegra, porque no quiere que vaya- dice Milagros bajando la voz. 

Le servimos la comida, le damos barbijos y alcohol en gel. Continuamos la recorrida.  

Santiago

Forma con Beatriz un equipo sólido. Ella organiza la ruta. Cada uno, de acuerdo a la afinidad o a la intuición, elige a quienes acercarse. Le apasiona esa tarea. “Mucha gente que nos ve haciendo este trabajo se contagia y quiere sumarse”. Regresa a su casa a las dos de la mañana. Dice que saber que pudo ayudar a alguien es “la recompensa más grande”.  Entiende que esta situación “merece una solución de fondo, que venga de arriba”. Pero eso no llega. 

Datos oficiales

Los últimos números  publicados corresponden al censo que efectuó el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en 2021.  Según esa fuente,  el total de personas en situación de calle al 22 de junio de 2021 era de 2573, de las cuales 1605 dormían en los llamados “Centros de Inclusión”, y sólo 968 en la vía pública. Estos datos se contradicen con la Investigación llevada a cabo por la Universidad de Buenos Aires, que indica que el 85% de las personas rechaza ir a dichos paradores. Prefieren dormir en la calle debido a los robos y a la situación de violencia a las que se ven expuestas en esos lugares. 

Teniendo en cuenta  que Amigos en el Camino recorre 11 de los 64 barrios porteños y ayuda a casi mil personas diferentes cada semana,  se vuelve evidente la inexactitud de los datos provistos. En mayo de 2022, pocos días antes del Censo Nacional, se realizó uno específico para determinar el número de personas en situación de calle en todo el país. Los resultados, por ahora, no se conocen.

Fabián

Barba y cabello gris, entradas profundas, campera verde. Tiene 55 años. Habla pausado.La semana anterior le hicieron llegar un colchón. Al ver a Fabián tirado sobre la vereda de Laprida al 1700, Betty se sorprende: “¡Se quedó sin el colchón!”. Todos bajamos del automóvil.  

-¿Qué pasó con el colchón, te lo robaron?- dice Santi. 

– Se lo llevó la basura- responde Fabián.

Él vive en la calle, a pocos metros de un edificio de departamentos en el que anteriormente vivía con la mamá. “Al morir ella, tuvo un ataque depresivo, psicótico”, dice Santi. Perdió las llaves, se peleó con el encargado  y nunca más pudo volver a entrar a la vivienda. Ya pasaron cuatro años desde entonces.  Ni Santi ni Betty dudan de la veracidad de la historia. Ella quiere ayudarlo desde su condición de abogada. 

-¿Te acordás de cuál es el nombre y el apellido de tu mamá?- pregunta.

Betty anota con cuidado. Le entregamos la comida y también un calzoncillo, medias,  una frazada. Para reemplazar el colchón, le damos un aislante realizado en una cárcel por las personas privadas de la libertad, elaborado con sachets de leche, que funciona como una bolsa de dormir.

-Cuida tus cosas- le indica Santi.

-Eco, eco- acepta Fabián, con una sonrisa.

Rodolfo

“Ahí está Rodolfo”, dice Santi desde el coche, con alegría.  Viste un pantalón Oxford negro. Tiene 38 años, y es oriundo de Chubut. “Interviene la ropa, la modifica, le gusta coser”, señala Betty. Una valija con rueditas lo acompaña. Está apoyado en las rejas de la Iglesia de San Agustín, sobre la Avenida las Heras.   Rodolfo habla con calma, su mirada es amistosa. “Realizo actividades de sacerdocio para la institución Cristo”, agrega: “Leo la Biblia y  colaboro con el arzobispado”. Cuando se acerca Santi con la bandeja de comida, toma de la maleta un estuche de cosméticos. “Tengo un obsequio muy bonito para usted, es un fórmula uno, tiene todo, solo le tiene que reparar el capot”.  Santi lo abre, se encuentra con pedacitos de telas de colores. “Primero arreglalo, un regalo no se entrega roto”, responde en tono cariñoso, Santi.

La salud mental

Mónica de Russis, dice que se siente reconfortada por brindar ayuda pero al mismo tiempo  sufre con el dolor de la gente a la que asiste. “La cantidad de personas con padecimientos mentales es alarmante, es infame, son almitas vagando por las calles esperando la muerte. Nadie piensa en ellas, el Estado las abandonó”.

 Mónica analiza los límites de la Ley de Salud Mental, Ley Nº26.657. Considera  que la ley consigue el objetivo de “desmanicomionizar”, de evitar las internaciones abusivas; pero no contempla a las personas que habitan la calle ya que requiere que den su consentimiento para ser tratadas. “¿Cómo una persona que no está bien, que está desamparada, puede expresar su consentimiento?”, pregunta. 

El último impacto

Un hombre de unos 40 años,  está parado, apoyado en un cartel luminoso, publicitario, en Las Heras y Guido. Viste un saco blanco desgastado y  un vaquero azul  desgarrado de ambos lados. Pelo afro, barba negra larga y ondulada. Muy flaco. Huele a alcohol. Balbucea para aceptar el  plato del guiso ofrecido, el pan, el  huevo y el café caliente. Toma todo entre sus manos con dificultad. Cruza de inmediato la avenida, a  paso lento, sin reparar en el paso incesante de automóviles en la medianoche del viernes. Algunos lo esquivan, otros frenan justo antes de impactarlo. Parece no darse cuenta de nada. Cruza indemne.

La recorrida continuará hasta completar la entrega de alimentos.  En la sede de la asociación se dejarán  las fuentes, los contenedores de comidas, de bebidas, el sobrante de cubiertos descartables, la ropa que no pudo ser entregada. Es la 1:40 de la mañana del sábado. La jornada ha terminado. Regreso a mi casa donde me espera una cama confortable.  

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“La Catedral de Francisco”

Cientos de fieles dejaron sus oraciones y ofrendas en el templo que vio pasar a Jorge Bergoglio como cardenal primado de Buenos Aires. Cómo fue la despedida al “Papa de los pobres”.

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A esa hora en la que Plaza de Mayo se deja ganar por la noche y los autos iluminan junto al alumbrado público, las escalinatas de la Catedral Metropolitana se convirtieron en un altar urbano. Velas encendidas, otras ya derretidas; ramos de flores frescas apoyados sobre las columnas que tienen pegadas banderas argentinas y papales, rosarios, estampitas, camisetas de San Lorenzo y cartas escritos a mano. Sobre Rivadavia, un retrato en tiza del Papa decora el asfalto como si su figura emergiera desde ese suelo que alguna vez lo vio caminar.

Detrás de las cámaras de TV de los medios nacionales e internacionales, y de los vendedores de recuerdos sobre las escalinatas, hay un murmullo bajo que envuelve. Gente que reza, que conversa en voz baja o que simplemente está. Turistas, creyentes, algunos que no se identifican con ninguna fe. Todos llegaron allí por alguna razón. Edgardo y Jazmín, una pareja peruana que observa en la entrada de la Catedral, comenta que estaban de visita cuando sucedió la muerte del sumo pontífice. “Era muy humilde, incluso ahora, en su despedida. Esperamos que el próximo Papa siga su legado, pero sabemos que en nuestra vida no veremos otro latino”, dice ella.

Unos pasos adentro del templo, un perro callejero duerme justo debajo de la cartelera que anuncia las misas y ceremonias especiales a la ocasión. No estorba el paso. La gente lo rodea, lo mira e incluso le toman fotos como si también él formara parte de esta escena serena y devota.

Adentro, el ambiente se vuelve más íntimo. Los pisos de mármol y las paredes macizas contienen la emoción de quienes ingresan. Aquí ya no hay medios de comunicación ni vendedores ni ruidos molestos. Solo pasos lentos y un murmullo que acoge.

Al final del pasillo de la nave principal, a pocos metros del altar donde Bergogliocelebraba misas, un escritorio exhibe un libro abierto. La gente se acerca a firmarlo, a dejar un mensaje, una oración. Al lado hay un cartel escrito con letras simples: “Francisco. Recibir la vida como viene. Detrás, custodiado por cadetes de la Policía Federal vestidas de gala, un cuadro del Papa con su tradicional túnica blanca y su cruz plateada. Al costado, la mitra y el báculo que él utilizó cuando era cardenal primado de Buenos Aires. Todorodeado de coronas de flores blancas sobreel piso.

Frente a ese altar se detiene Daniel, un joven brasileño que también reflexionó con ETER Digital sobre los desafíos del porvenir: “Francisco fue un hombre del futuro que luchó por los que no tienen voz. No creo que haya otro como él. Quien lo suceda tiene una tarea inmensa: sostener un legado difícil de olvidar”.

Sentada sobre los viejos bancos de madera, una mujer llora hasta con el cuerpo. Se tapa la cara mientras a su lado un hombre la abraza y un niño mira sin entender demasiado. La imagen se repite varias vecesen otros bancos: la del duelo compartido en familia y entre generaciones.

A pocos metros, tres hombres se detienen frente al mausoleo de José de San Martín, que esta vez tiene menos protagonismo que de costumbre. Hoy todos los ojos y gestos parecen estar dirigidos a Francisco.

El reloj se acerca a las 20 cuando los policías que rondaban por los pasillos anuncian el cierre de la Catedral. Pero afuera el recuerdo sigue. Una señora mayor, de pelo corto rojizo y mirada vivaz, camina con paso seguro hacia un móvil de televisión: es conocida como “La Señora de los Velorios”. Pero esta vez no vino exclusivamente por eso. “Yo vine hoy por él. Era una persona muy humilde. En las misas de San Cayetano saludaba uno por uno sin importar la cantidad” de gente que hubiera, recuerda. Orgullosa de que haya sido argentino, Mari reivindica la relación del Papa con su Patria: “No me molestó que no volviera a Argentina. Su misión acá ya estaba cumplida”.

La Catedral Metropolitana, la Catedral del Papa, no parece estar triste sino más bien emocionada, como si supiera que Francisco no se irá del todo. Que lo que deja no cabe en una tumba sino en los gestos, palabras, luchas y convicciones que muchos fielestomarán como bandera. 

Desde la vereda hasta el altar, este lugar que alguna vez fue la casa de Bergoglio hoy vuelve a serlo. Por una noche al menos. O al menos por esta despedida, por la historia que empezó en estas baldosas donde ahora se vuelve a rezar por él.

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Sabe la Tierra: comunidad, sostenibilidad y compromiso 

La feria que tiene como objetivo cuidar la tierra y generar un vínculo entre los pequeños productores y los consumidores “rescatando la relación humana más allá de la compra-venta” está por cumplir 15 años. Conocé cómo se originó el proyecto que tiene en la actualidad mercados semanales en la Ciudad, Vicente López y Necochea.

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La feria que tiene como objetivo cuidar la tierra y generar un vínculo entre los pequeños productores y los consumidores “rescatando la relación humana más allá de la compra-venta” está por cumplir 15 años. Conocé cómo se originó el proyecto que tiene en la actualidad mercados semanales en la Ciudad, Vicente López y Necochea.


Va cayendo el sol en el Parque Las Heras y la primavera se hace notar con su típica brisa de la última hora de la tarde. La esquina de French y Coronel Díaz es una postal de domingo: en el frente se alzan los puestos de la feria de consumo consciente más famosa de Buenos Aires, con sus toldos blancos y sus características mesas forradas de arpillera en las que se lee su emblema: “Sabe la Tierra”. 

De fondo, el atardecer. La calesita que completa el cuadro da sus vueltas finales despidiendo a los niños que ríen y juegan hasta el último minuto antes del cierre. Los feriantes siguen vendiendo. El ambiente huele a fruta, a inciensos, a la vainilla de los postres caseros que ofrece uno de los puestos. Cada sección tiene sus olores, sus colores y sus sabores, según los productos que ofrecen, y son tan intensos que parecen elaborados para que los consumidores puedan llevarse un pedacito de naturaleza a sus hogares citadinos.

Créditos: Gobierno de la Ciudad.

Seguramente cuando Angie Ferrazzini pensó este espacio que uniría a pequeños productores, emprendedores y artesanos para conectarlos con el público, no se imaginó que terminaría gestando toda una propuesta cultural que ofrecería desde mercados itinerantes que recorren la ciudad hasta talleres de cocina y horticultura. 

Hoy, quince años después, la creadora de esta organización cuenta que Sabe la Tierra recibe cada mes alrededor de cincuenta mil personas en los más de cincuenta mercados y festivales que se presentan en diferentes barrios y ciudades. “Somos un equipo de 30 personas que creemos en otra forma de producir y de consumir”, contaba en la Charla TED que presentó en Necochea en 2023.

Y agregó en esa presentación: “Se me ocurrió crear un mercado de productores donde se pudieran encontrar los productores con los consumidores, promover el bien común y generar lazos de confianza. Esta fue la idea inicial para el proyecto hace 20 años”.

Como suele suceder con los grandes soñadores que cambian realidades, Angie comenzó a vivir su sueño en su propio jardín: no contaba con el capital necesario para sostener una gran exposición en un centro de convenciones como habría querido por ese entonces, pero eso no la detuvo. Con el propósito firme y la visión clara, esta exponente de la cultura naturista convirtió su casa en el espacio que sostendría el puente entre las dos puntas del mercado sustentable: productores y consumidores. Hoy, ese mismo puente se extiende a lo largo de trece locaciones distribuidas por todo el país.

“Venimos porque nos gusta comprar productos orgánicos y porque nos encanta el ambiente de la feria”, dice Candela, una joven que pasea con su familia y se detiene en cada stand observando con atención los productos exhibidos. Como ella, muchos de los clientes que visitan el lugar son fieles a la filosofía de la organización, que tiene seguidores desde sus inicios, cuando solo podía encontrarse en su primera locación formal: la estación San Fernando del Tren de La Costa. Desde allí fue expandiéndose como lo hacen los fenómenos culturales cuando saben atender necesidades sociales.

Más de mil puestos de trabajo generados demuestran que Sabe la Tierra no es solo un modelo de consumo responsable, sino también de economía sustentable. Este mercado consciente abre sus puertas para que cualquier emprendedor pueda desarrollarse y ofrecer productos de calidad. Tal es el caso de Luisa, el talento detrás de los mejores tequeños de la zona, que cautivan paladares de todas las edades en la carpa de comida venezolana.

Créditos: Sabe la Tierra

Luisa recibe a las personas que se detienen en su mesa con una amabilidad especial, invitándolos a degustar un bocadito de empanadas típicas de su país. Con una sonrisa amplia acompaña el son caribeño que lleva en el habla. Cuenta que vive en Argentina hace cinco años y que forma parte de la feria hace tres; y que gracias a este espacio es capaz de mantener a su familia y que incluso pudo pagar un viaje de visita a su entrañable Caracas

“La feria nos cambió la vida. Estamos agradecidos por esta fuente de trabajo que nos permitió lograr la anhelada estabilidad económica”, afirma emocionada. Esta emprendedora, que supo sobreponerse a los embates de la expatriación e insertarse en el mercado laboral de nuestro país a través de su vocación en la cocina, es un ejemplo del impacto que tiene en los trabajadores este espacio de comercio justo y consciencia. Para esta comunidad, los valores agroecológicos y el compromiso fueron la clave del crecimiento.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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La Biblioteca del Puente en Caballito: un gran esfuerzo para no dejar morir la cultura y los buenos valores 

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Cómo fue la toma de estudiantes en defensa de la UNTREF

En octubre del año pasado, luego de una resolución del Centro de Estudiantes de la universidad pública, se decidió hacer un plan de lucha en contra del hostigamiento a la comunidad universitaria y las políticas de desfinanciamiento del actual Gobierno.   

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En octubre del año pasado, luego de una resolución del Centro de Estudiantes de la universidad pública, se decidió hacer un plan de lucha en contra del hostigamiento a la comunidad universitaria y las políticas de desfinanciamiento del actual Gobierno.   


“Universidad tomada” advierte una bandera en la puerta de la Sede Lynch de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Son las ocho de la noche de un miércoles de octubre  en el barrio de Sáenz Peña y la vereda de la sede abunda de información. 

Una clase abierta donde los alumnos sentados en ronda en pupitres azules escuchan atentamente al docente. A metros, estudiantes se reúnen distendidamente algunos de ellos con sus mochilas, mientras otros cargan bolsas con acolchados y sábanas para pasar la noche en su casa de estudios. 

La UNTREF se encuentra tomada con vigilia hace exactamente siete días luego de la Resolución Interclaustro -realizada el 10 de octubre de 2024- donde participaron docentes, no docentes, estudiantes y graduados

La decisión fue una toma organizada que garantice la continuidad de las clases y que incluya un plan de lucha para visibilizar el reclamo presupuestario por las universidades nacionales. “Estuvimos todo el fin de semana organizando el cronograma, nos acostamos a las 4 de la madrugada para levantarnos a las 7”, comenta Lucho Borzatto, estudiante de la Licenciatura en Logística e integrante del centro de estudiantes. 

A lo lejos se escuchan los murmullos de otra clase abierta que sucede en el sum del edificio, donde se encuentran el buffet y la fotocopiadora. Las luces son tenues porque el docente proyecta diapositivas para el desarrollo de la clase. En simultáneo, alumnos salen de sus aulas, algunos vuelven a sus hogares, otros se reúnen en allí o en la vereda para pasar parte a sus compañeros sobre su desempeño en los parciales. Las paredes del establecimiento aún conservan afiches pegados de otras cátedras y no faltan los carteles con consignas como “No caímos en la universidad pública, la elegimos”

“La gente camina como un caballo por acá, no habitamos la universidad, muchos venimos a cumplir, siento que eso está cambiando”, comenta Lena Blanco, estudiante de la Licenciatura en Gestión del Arte y la Cultura mientras toma el último sorbo de mate. Está sentada delante de la bandera de su carrera que pintaron para la Marcha Federal Universitaria de abril. Además, expresa su sorpresa al ver la cantidad de carteles pegados en las paredes: “Antes no se podía poner nada, no encontrabas ninguna expresión más que las típicas que hay en los baños”. 

Alrededor de 200 alumnos de la UNTREF se organizaron y formaron comandos divididos en distintas áreas. “Tomar la universidad no es joda”, indica Lucho y agrega: “Requiere de mucho trabajo y sacrificio”. Y así es, los comandos se dividen por área: prevención y logística, agenda cultural, documentación audiovisual, comidas y alimentos, higiene, prensa y comunicación, entre muchas más. De esta forma, se suman a los cientos de miles de estudiantes involucrados en el plan de lucha a lo largo y ancho de todo el país.

A partir del veto del Presidente Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario, las tomas en las facultades brotaron como pasto después de la lluvia. Un relevamiento de la FUA (Federación Universitaria Argentina) indicaba en ese entonces que ya eran más de 30 edificios tomados, mientras que asociaciones civiles como Argentinos por la Educación afirmaban más de 80. 

Incluso fue un momento donde algunas universidades fueron tomadas por primera vez, como fue el caso de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). La amenaza por el desmantelamiento de las universidades nacionales puso en alerta a todos los estudiantes en cada rincón del país y los convocó a organizarse para defender su futuro. 


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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