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Lauri Fernández: “Cuando termino un laburo pienso que lo haría todo de nuevo”


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Dibujante, guionista e investigadora del CONICET, Lauri Fernández publicó Turba, una historieta documental sobre las Malvinas en la que entrevistó a veteranos argentinos y británicos, e investigó el proceso de identificación de los cuerpos que aún permanecen sin identificación. 


Lauri Fernández nació en San Rafael, Mendoza. Es historietista, dibujante, guionista, además de docente e investigadora del CONICET. Realizó decenas de trabajos, entre los más destacados se encuentran El Pozo, Tupamaros y Turba, una historieta documental con una mirada distinta sobre Malvinas. Cuenta la historia de sus viajes entre Argentina y Reino Unido entrevistando a veteranos de ambos bandos y especialistas que trabajan, por ejemplo, en la identificación de los caídos en las islas que aún permanecen anónimos. Desde una narración que la tiene a ella también como personaje, la historieta reflexiona también sobre la mirada de cada sociedad en torno a la guerra y a los ex combatientes. 

Además cuenta sobre la historieta y el dibujo como una forma distinta de representación, su camino dentro del rubro y cómo desarrolló alguno de sus trabajos.

-¿Cómo se te ocurrió hacer una historieta mezclándola con el género de crónica o documental?

-En principio la idea era hacer solo entrevistas, ni siquiera aparecer yo misma como personaje. Tomar los testimonios y hacer la historia de esa persona que fue entrevistada. La idea era una entrevista de un veterano argentino y un veterano inglés, pero el producto se fue haciendo cada vez más grande porque fui contactando otra gente. Empecé con un veterano pero terminé llegando a un equipo de antropología forense. Se empezó a diversificar y me pareció bueno entrevistar a esta gente y hacerlo en historieta porque no es algo que se haya hecho acá. Las historietas que hablan de Malvinas se enfocan más en las vidas de los veteranos y en general abordan la ficción. Nunca salen de la historia del ex combatiente. ¿Qué pasa con las familias? ¿Qué pasa con la sociedad en general? ¿Cómo respondió el Estado cuando ellos volvieron? Después tuve la necesidad de meterme como personaje para unir las historias y para meter otros elementos que podían quedar afuera como el contexto de la investigación o las entrevistas. No es exactamente una crónica periodística, sino que va más a un documentalismo más amplio.

-¿El dibujo en la historieta te deja plasmar cosas que quizás las palabras en una novela no?

-Es distinto, también es distinto hacer historieta en lugar de un documental filmado o una sesión fotográfica. La fotografía tiene ese estatuto de verdad que lo que muestra uno lo asocia con algo real. Con el dibujo es una interpretación y lo evidencia. En el caso Malvinas, en lo que me ayudó que sea un dibujo, fue el tema de la muerte. La historia de las exhumaciones, los cadáveres puntualmente. Una de las cuestiones éticas era hablar del reconocimiento de cuerpos y uno no puede pensarlos así. En una parte de la historieta, a un inglés, Geoffrey Cardozo, lo mandan a hacer las tareas de recuperación a las islas, y lo que dice él es que no pueden tratar a los cuerpos como cadáveres, los tenés que historizar. A mi no me interesaba hacer algo morboso, quería que vaya por otro lado, entonces el dibujo me ayudó a trabajar con la metáfora y salirte de la obviedad de la representación. 

-¿Por qué acuarelas para Turba? No todas tus historietas tienen el mismo estilo de dibujo.

-Trabajo mucho con lo digital, la mayoría de las cosas que hago son con tinta analógica y después coloreado digital. Con Turba me pasó que, cuando estaba en Inglaterra, todo me llamaba la atención. Era la primera vez que iba a Europa, la sociedad es muy distinta a la nuestra. Siempre ando con una libreta de viajes y unas acuarelas e Inglaterra tiene mucho color pese a que parece tan gris. Cuando empecé a hacer las primeras vi los bocetos que tenía y, como en principio iba a ser algo breve, me quedé con ese estilo. También tenía un poco que ver con el proceso de un diario de viaje. 

-¿Cómo entraste en el mundo de las historietas? 

-Uno dibuja siempre de chico, hay gente que tiene más predisposición a algunas artes que a otras, pero todos dibujamos. Pasa que en un momento te empezás a comparar y empiezan a jugar los cánones de imposición escolar y creés que no dibujás tan bien como otros, y quizás dejás. Yo siempre dibujaba, mi mamá es pintora y mi abuelo era muy fan de las historietas y tenía revistas ya viejas para ese momento. Imaginate en San Rafael en ese momento, ahora es una ciudad que tiene algunas cosas, pero hace 30 años no había un carajo. Entonces yo iba a lo de mi abuelo y leía esas revistas de los sesenta y setenta, súper simples o canónicas y me encantaba. Todo lo que veía lo convertía en historia, los dibujitos animados, todo. Nunca lo pensé profesionalmente pero, por ejemplo, en la secundaria dibujaba historietas para mí, no se las mostraba a nadie. 

-¿Cómo te formaste?

-Me metí a Artes Visuales en Mendoza cuando tendría que haber estudiado diseño gráfico, pero yo no tenía idea, en San Rafael nadie hacía artes. Cuando llegué era una academia de bellas artes que no tenían ningún tipo de interés en la historieta o en la ilustración, pero encontré un profesor que le interesaban las historietas y me alentaba siempre a seguir haciendo. Recién me empiezo a dedicar a las historietas en el 2010/2011, yo estaba en un grupo de investigación del CONICET en Córdoba haciendo un doctorado sobre Oesterheld (Héctor, creador de El Eternauta, entre otras obras) y encuentro un grupo que trabajaban sobre historieta y política, tenían un blog que se llamaba Historietas Reales. Ellos me pusieron en contacto con una editorial independiente de Córdoba que, en esa época que estaba todo más o menos bien, ellos publicaban a varios autores y ahí publiqué, junto con otros autores, mi primera historieta. 

-¿Es difícil llegar a ser tenido en cuenta? Alguna vez dijiste que el mundo de la historieta era un tanto machista. 

-Cuando empecé era muy incómodo. No había cosas muy evidentes, pero sí un machismo implícito. Recuerdo que en mis primeros trabajos te comías el garrón de que en un evento invitaban a hablar a todos los chabones que presentaban de esa editorial y a vos no te llamaban: llamaban al guionista porque era varón y a vos no. En 2012, cuando me vine a Buenos Aires, armamos un grupo de amigas dibujantes e historietistas y nos unimos entre 4 o 5 pibas que nos buscábamos entre nosotras para plantarnos para decir: “este laburo de onda no lo vamos a hacer”, “este trabajo sale tanto”, etc. Tenía que ver con eso de escuchar el “la pareja de”, “la novia de”, sobre una chica re talentosa que tiene publicadas un montón de cosas. Ahora se cuidan más pero antes te decían que hacías historietas para chicas porque sos mina. Hago historietas, punto final. 

¿Quiénes o cuáles fueron tus inspiraciones?

Me gustan muchas cosas, tengo épocas, según lo que voy leyendo. Voy cambiando mucho de estilo porque me aburro de dibujar siempre igual, voy variando entre dos o tres estilos según el proyecto. En una época me gustaba Mignola, cuando era chica copiaba el estilo. Hace 10 años Paul Pope sacó Battling Boy y dije “wow, como dibuja este chabón, me volaba la cabeza”. Hoy me gusta pero leo otras cosas, voy cambiando mucho. El manga me gusta, la forma de narrar es buenísima. 

-¿Cuál es tu obra favorita? 

-Cuando termino un laburo pienso: “Lo haría todo de vuelta”. Después pasan los años y tomo una distancia y lo miro con otros ojos y con más amabilidad. A nivel general, me parece que Turba es el más unitario de los trabajos en cuanto a estilo y guión, a pesar de que le dibujaría un montón de partes de vuelta. Con El Pozo me pasa que las tintas me gustan, pero el color me parece problemático, aunque la historia está bien. Tupamaros, por ahí tiene páginas que las odio y otras que me parecen buenísimas, que pienso: “¿cómo hice para dibujar esto?”. Esa historieta tuve que dibujarla muy rápido y salió bien. 

-¿Cómo creés que la historieta puede ampliar el público?

-Hoy en día llegan a los colegios o universidades pero tiene que ver con los temas. Hay temas que son más fáciles de entrar a la currícula escolar. Hay una renovación de profesores y quizás les gusta leer historieta, por ahí no saben mucho pero quieren darle a los chicos un material distinto. Ahora, en provincia de Buenos Aires y en Ciudad, hay capacitaciones para docentes de primaria y secundaria. Esto hace que los chicos reciban la historieta. Cuando fue el 30 aniversario de la desaparición de Oesterheld pusieron El Eternauta como material para la currícula escolar. Eso cambió todo, algunos profesores se interesaron más en el tema y empezó a haber charlas de historietistas en colegios. Esto ayudó a que el objeto historieta no sea tan ajeno. 


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