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“LOS ARTISTAS NO PODEMOS LABURAR GRATIS…”


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“…porque también pagamos cuentas y tenemos una familia”

Un pibe de barrio, un artista comprometido, un padre de familia, un militante sindical, un hincha de fútbol. La carta de presentación es más larga que su apellido compuesto.

Por Patricia Fortino

Pibe de barrio

Si los artistas son personas sensibles o no, puede ser una pregunta retórica, pero cuando nos encontramos con creadores como  Christian “Kily” Fernández Glazer la respuesta surge sola: “Cuando vos notás que al que está más abajo le va mejor, ese es el indicador de que a todos nos va mejor”.

El decorado del aterrazado noveno piso del edificio de Ciudadela donde vive con su mujer y sus hijos de doce, ocho y mellizos de dos años, es la primera señal afectiva del “Kily” con sus primeros amores. En el exterior: un banco hecho con “tablones de la cancha de Chicago”, el cráneo de un toro que será parte de una escultura ya proyectada, plantas, jaulas vacías y esculturas varias conviven con juguetes y pelotas infantiles. Adentro la cosa es más variada aún: un restaurado aparador setentista pintado de rojo cambió su destino original y hoy tiene  libros, pinturas y fotos. La integrada cocina-comedor muestra cuadros suyos y de otros artistas consagrados y también obras de arte garabateadas por sus pequeños, hechas con lápices de colores sobre las paredes: “Ven pintar a su padre cada muro blanco que se le cruza”, justificó con orgullo.

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“Yo me crié en el barrio, al lado de la Oculta –la Villa de Mataderos-, a la vuelta de la casa de Lorenzo Miguel (histórico sindicalista peronista de la Unión Obrera Metalúrgica). Siempre de Chicago”. La Unidad Básica le enseñó a tocar el bombo desde los cinco años, allí comenzó su militancia política.

Se recuerda a sí mismo de la mano de su abuelo, los sábados a la tarde, mientras cruzaba Ciudad Oculta, caminando unas doce cuadras, para ir a la cancha.  “Ahí nos encontrábamos los compañeros del colegio, los pibes del barrio, nos reconocíamos como de la familia, eso es Chicago para mí”. Cada palabra que Fernández Glazer expresa tiene el tono de la pasión por todo lo que hace.

“De chico en la escuela me hacían pintar los pizarrones para las Fiestas Patrias y zafaba de estar en clase, estaba bueno”, sonríe buscando complicidad, mientras cuenta sus nacientes vínculos con el arte. En los guardapolvos de sus compañeros de la primaria pintó los primeros “bocetos” de toros y escudos deportivos.

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Los pálidos murales de la cancha de Chicago han quedado atrás. “Cuando el proyecto comenzó era un laburo social para sacar a los pibes de la calle y para embellecer al barrio”, dijo. Desde el vecino Club Cárdenas se proyectaron las obras en la cancha del Torito de Mataderos. Primero un boceto, después una bandera, una camiseta pintada, las tribunas, los tablones y hoy todo el club tiene el sello distintivo del artista. Las boleterías, los interiores, el muro exterior y cada pincel es obra del “Kily y su Banda del rodillo y el pincel”, como ellos mismos se identificaron.

“No es fácil cuando se hace desde un espacio militante. Los artistas tenemos que tener nuestro reconocimiento desde lo económico como una necesidad puesta al servicio del Estado”, explica entusiasmado. La creación del Ministerio de Cultura le da una nueva expectativa a Fernández Glazer sobre la profesionalización de la labor artística.

“El mecánico que me  arregla el auto es peronista, pero no me lo arregla gratis; el electricista que viene a casa, es peronista, pero me cobra su laburo; tuve que empezar a cerrar puertas. Los artistas no podemos trabajar gratis porque también pagamos cuentas y tenemos una familia”, define el creador.  Fernández Glazer integra el colectivo Cultural Vallese y desde allí hace combinar la militancia política con su vocación artística.

La armonía, en el arte popular con el que se identifica, es informal  y está en línea con  su manera de ser: un piercing en su ceja derecha, la música que acompaña sus jornadas y Shafika, una perra pinscher miniatura que lo custodia ladrando a desconocidos, en su rol de mascota guardiana.

Los artistas no son entelequias de la ficción. Se tocan, toman mate, viven, comen, son personas comunes, algunas menos comunes que otras. Esos, los que se destacan, son los que sueñan con el reconocimiento popular, ese reconocimiento que los conserve vivos: “Le tengo terror a la muerte  y siempre que hago una obra nueva pienso que ahí queda algo mío, algo para que valga la pena haber vivido. ¡Qué jodido debe ser pasar por la vida sin dejar nada para los demás!”, reflexiona.

Las calles de Mataderos, en su color verde y negro, llevan la firma de sus reconocidos dibujos, que hoy son de todos los que registran en “el Kily” un propio, uno más entre los hinchas, uno mejor a la hora de crear y también un hombre solidario al que cada vez más vecinos le dicen “compañero”.

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No es un hombre que pueda compartimentarse en sus actividades, cada pincelada, cada escultura, cada grito en la cancha, acompañado por sus cuatro hijos varones, tiene la materialización de su militancia.

“La AUH la inventamos nosotros en la CTA y muchas cosas de las que hizo el gobierno salieron de esos reclamos. Esta Presidenta te plantea cosas que te pone en discusión y que ni te lo ibas a imaginar.

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“Hay dos cosas importantes en mi vida: Chicago y el arte”

Para mí, Cristina trascendió lo que fue Perón y Evita. Esta mujer se convirtió en una estadista. Después de haber perdido una generación en la época de la dictadura, los pibes que se fueron en los ‘90 y como estaba el país en diciembre de 2001, esto de hoy es mágico.”


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