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MANDELA, CON EL ALMA INVICTA


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La Copa Mundial de 1995 se celebró en Sudáfrica y significó la presentación de la selección anfitriona, que no había participado en Nueva Zelanda 87 ni en Inglaterra 91 por las sanciones impuestas al país debido al apartheid.

Los Springboks, además, consiguieron el título y ese resultado fue plasmado en la película de Clint Eastwood, Invictus, que muestra el apoyo político que marcó dicho acontecimiento deportivo en la cumbre del gobierno de Nelson Mandela por sus políticas de una nueva y unida nación.

Por Nerina Resende y Francisco Radaelli

El deporte no se puede aislar del contexto social. Partiendo de esa premisa es que recordaremos y analizaremos lo ocurrido en el Mundial de Rugby de 1995. Fue un acontecimiento que aportó a la unión de la población blanca y la negra de Sudáfrica, luego de que allí se diera el mayor suceso de segregación racial de la historia. El apartheid, formalizado en 1948, había sacudido a la historia de este país. Con tan solo el 21 por ciento de sus habitantes provenientes de descendencia holandesa, francesa o alemana, los negros se vieron separados de todo ámbito público, urbano y jurídico. Las leyes prohibían los matrimonios interraciales y los habitantes de raza negra fueron expulsados a habitar las zonas rurales.

En 1952, el abogado y filántropo sudafricano, Nelson Mandela, organizó una campaña de desobediencia. El poco éxito lo marcaba como un activista conflictivo, pero finalmente él sería quien cambiaría la historia 40 años después. Las divisiones de lugares como playas, hospitales, bancos y escuelas, además de transportes, tenían como intención quitar cualquier tipo de derecho sobre los habitantes negros. Su escolarización pasó a ser meramente labores manuales y se vieron desprovistos del derecho a votar. El acceso a determinadas ciudades también estaba bajo la decisión de las autoridades blancas. La actividad comercial, con el paso de los gobiernos, se vio afectada. Las nuevas normas conforme el paso de los años no encontraba unión entre los habitantes.

En el fin del apartheid, las elecciones nacionales volvían a incluir a los negros, Mandela había sufrido 27 años de prisión política. Su asunción como presidente en 1994 con el 62,65 por ciento de los votos, tendría como protagónico al deporte.

Sudáfrica no había sido invitado a participar de la Copa del Mundo de Rugby en las ediciones de 1987 y 1991, hasta que dio por finalizado el conflicto de separación racial. En 1995, como locales y con Nelson Mandela al frente del país desde el año anterior, los Springboks harían su primera aparición en el certamen en el que se consagraron campeones. En el camino, habían superado a Australia, Canadá y Rumania, en el grupo A); a Samoa, en cuartos; y Francia, en la semifinal. La emotiva definición fue en Johannesburgo ante los All Blacks y los locales vencieron por 15-12. El lema que acompañó a la campaña fue: “Un equipo, un país”.


A LA PANTALLA GRANDE

La película Invictus, estrenada en 2009 y dirigida por Clint Eastwood, refleja a través del rugby (la antesala, el certamen y la obtención del título) la participación de la población negra en el equipo y en las gradas luego de la abolición del apartheid. Morgan Freeman, caracterizando a Mandela, se une al capitán de la selección sudafricana, para acercarle la importancia de la inclusión.

“No ganamos para los 60 mil aficionados que hay en el estadio, lo hicimos para los 43 millones de sudafricanos”. Esa fue la frase de Francois Pienaar, líder de los Springboks y artífice de la ruptura desde el lado del deporte, interpretado por Matt Damon en la película. El presidente le había encargado que recorrieran el país enseñando el deporte a los niños negros. Cuando murió Nelson Mandela en 2013, Pienaar expresó: “Ha sido el ser humano más extraordinario e increíble, no sólo porque unió el país cuando esa tarea parecía imposible, sino porque a través de su humanidad única inspiró a cientos de millones de personas en todo el planeta”.

INVICTUS

William Ernest Henley es el autor del poema “Invictus” que contuvo a Mandela durante su tiempo en la prisión. Su activismo y su lucha incansable no se vieron opacados por la persecución policial ni gubernamental. Por el contrario, el ideal de unión entre el pueblo prevaleció con el anhelo de “una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades”. Durante 27 años, su compañero de celda fue el poema de Henley:

En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.

En las garras de las circunstancias
no he gemido, ni llorado.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.

Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
Y sin embargo la amenaza de los años me halla,
y me hallará sin temor.

Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino
ni cuantos castigos lleve a mi espalda:
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.


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