Jorge Alberto Brandoni, ‘Palito’, 65 años, ex volante central del Ferro campeón del ‘82 y del ‘84, con pasos también por Comunicaciones, Defensores de Belgrano, River, All Boys y Chaco For Ever, actual director técnico, cuenta detalles de su carrera deportiva.
Además, describe cómo fue jugar y trabajar al mando de Carlos Timoteo Griguol, cuya muerte el pasado 6 de mayo conmovió a todo el mundo del fútbol.
Por Alejandro Doldán Sánchez y Lorenzo Molfetta Rapassi
— ¿Cómo te tomó la noticia de la muerte de Timoteo?
— Yo estaba en contacto con la familia. Desgraciadamente sabíamos que esto podía ocurrir, pero hasta que no ocurre uno siempre tiene la esperanza de que lo pueda revertir. Lamentablemente, no fue así, y nos ha dejado un ser humano de una hombría, de una profesionalidad, una honestidad, no solo futbolísticamente hablando, que tuve la suerte de tenerlo siete años. Él te enseñaba a ser persona, para después hacerte jugador de fútbol. Decía: “Cuanto mejor persona sos, mejor vas a jugar al fútbol. Cuanto más estudies y más inteligente sos, mejores decisiones vas a tomar dentro de una cancha de fútbol”. Él era un ejemplo todos los días. Todos los días había algo nuevo respecto a la vida y eso te ayudaba a seguir creciendo.
— Era un técnico completo, y más que eso, era un formador más allá de las cuatro líneas…
— Formador, esa es la palabra. Y se había armado de un cuerpo técnico que reunía las mismas características. El Cai Aimar, que era el ayudante y coordinador de Inferiores, fue el hijo que no pudo tener (él tenía cuatro hijas), fue muy importante también. Ni que hablar de Bonini, el preparador físico. Fue un trío muy unido, que vivía las 24 horas para mejorar. Los resultados de a poquito se fueron dando, más allá de que el primer semestre de Ferro en el ‘80 no fue nada bueno -hubo un partido clave, que fue contra Racing, en cancha de Ferro, donde perdíamos 4-1 y terminamos ganando 5-4; a partir de ahí hizo el clic el equipo y empezó a crecer-. Pero todos mejorábamos gracias a Carlos Timoteo Griguol, al Cai Aimar, y a Luis Bonini.
— Los tres eran imprescindibles.
— Sí. A mí me gusta nombrar siempre a los cuerpos técnicos. Porque nunca es el técnico solo: él es el que lleva la batuta, el que más gana, al que lo contratan, y el que después forma el equipo de trabajo. Siempre a un cuerpo técnico estable, de gente capaz, profesional, honesta, le va a ir muy bien en donde vaya a trabajar.
En 1981, Ferro peleó el Nacional contra el River de Kempes y el Metropolitano contra el Boca de Maradona. En los dos salió subcampeón, pero luchando ambos hasta el final.
— ¿Cómo hacían siendo un equipo “chico” para pelearle mano a mano a los grandes?
— Griguol siempre nos decía que si queríamos competir a nivel, siempre teníamos que estar dos goles arriba, de cualquier equipo. Sabiendo que siempre los equipos grandes tienen esa pequeña ayuda de los réferis, y les permiten cosas que a los chicos no. Entonces nosotros teníamos que estar por lo menos dos goles arriba, como para salir airosos. Y teníamos que correr más y jugar mejor que ellos. Y lo logramos, por el gran trabajo que hacíamos.
— ¿Cómo manejaba el equipo Griguol?
— Él era muy exigente en las pretemporadas, y después mantenía esa exigencia en los entrenamientos. Jamás concentrábamos: nos solíamos juntar cuatro horas antes del partido; comíamos algo, jugábamos un poco a las cartas, charla técnica, y salíamos a la cancha. Era muy simple, y la verdad que fue innovador: fuimos los primeros que no concentrábamos.
Había confianza; jamás una llamada por teléfono. Él veía el rendimiento, y decía que no hacía falta ser policía ni nada por el estilo. Y con el gran trabajo que hacíamos después podíamos llevar a cabo la superioridad en el campo de juego. Eso fue esencial en la parte física, técnica y táctica. Y después, por supuesto, en el nivel de los jugadores. Era un técnico que los potenciaba, les sacaba lo mejor de ellos. Había mucho respeto, mucha seriedad al momento de trabajar, y también había mucho divertimento cuando se podía. Fue una etapa hermosa: estuve siete años en los que todos los días se aprendía algo nuevo.
— Cuando llegó Timoteo en el ‘80, ¿cómo se vivió en el grupo? ¿Cuánto costó adaptarse al trabajo y a las ideas que proponía?
— Cuando me compra Ferro, yo venía de Defensores de Belgrano, en la segunda categoría. Fue un cambio muy rotundo con respecto a la preparación física. De movida costó. Apenas llegó Griguol, un 2 de enero, los dirigentes lo presentaron y él puso las pautas de trabajo. A partir de media hora de charla en el vestuario, a buscar la ropa y a entrenar. El primer día creo que dimos 20 vueltas alrededor de la pista de atletismo de Ferro, y no estábamos acostumbrados. A partir de ahí empezó el trabajo ese que tuvo sus frutos. Él siempre decía: “Si a la noche salís, la mañana es triste. El jugador se tiene que cuidar, la vida del futbolista no es muy larga. Hay que aprovechar todos los momentos”. Decía que Ferro tenía que pensar en cosas grandes y no en tener que pelear por el descenso. Y afortunadamente se dio así.
— ¿Creés que sería posible llevar adelante hoy en día un proyecto a largo plazo como el de Griguol, con la urgencia por obtener resultados y la dificultad para retener jugadores?
— Y, es más difícil. Pero cuando llegó Griguol en el año ‘80, nosotros veníamos a los tumbos en el primer semestre, y si se perdía ese partido contra Racing, a mí me parece que lo echaban. Porque siempre el técnico tiene que sacar buenos resultados. A veces la suerte te tiene que acompañar, y a partir de ese partido -no es fácil remontar un 4-1 contra un equipo grande- revirtió la situación. Pero ahora es mucho más difícil. Vemos que ahora mismo en Racing a Pizzi, en menos de tres meses, ya lo quieren echar, y que cambian de técnico muy seguido. Siempre es muy difícil que un técnico, en el corto plazo, pueda sacar buenos resultados. Es una profesión linda, pero es muy ingrata.
— En esos años, los grandes medios tildaban a Ferro de ultradefensivo, aburrido y especulativo. ¿Cómo vivías esas críticas sin fundamento de la prensa hegemónica?
— Nos daba bronca. El gran impulsor de todo eso fue Clarín, con (Horacio) Pagani a la cabeza. Es lo del famoso programa con Alejandro Fabbri en que le dijo “payaso mediático”. Sabemos que la prensa tiene mucho poder y que Ferro en ese momento no le convenía a nadie, como Argentinos Juniors, como Estudiantes de La Plata. Porque Ferro salió campeón invicto, y después también contra River en el ‘84, y habrán vendido 15 “Gráficos”, por decir una cifra. En cambio, cuando salían campeón Boca o River, o Independiente, San Lorenzo, Racing, en menor medida, explotaba todo. En ese momento en que no existía internet se leía mucho el papel, los diarios, las revistas. Ahora dejó de existir todo eso, pero en ese momento era muy importante para los medios que los grandes salieran campeones, porque se vendía mucho más, por supuesto.
— Te tocó compartir equipo con Cacho Saccardi, que jugaba en tu posición y era el ídolo del club. ¿Cómo fue esa convivencia?
— A partir del ‘80, cuando cae Griguol, tuvimos una charla, y me dijo que iba a arrancar con Cacho Saccardi, por diferentes motivos, por trayectoria, y que yo estuviera a tono. Y estuve bastante tiempo en el banco, casi dos añitos. Pero, ¿qué pasaba? Como Ferro ganaba casi todos los partidos, yo entraba en todos. Entonces lo mío fue bastante participativo, más allá de que me hubiera gustado jugar siempre. Pero también entendía que el que estaba adelante mío era un jugador con excelentes condiciones físicas y técnicas. Era el ídolo del club, y reemplazar al ídolo no es muy fácil. Pasa en todos los equipos. Es muy difícil, porque siempre te van a comparar. Y bueno, cuando Cacho deja el fútbol en el ‘83 porque ya estaba grande y tenía un problema en la rodilla, el ‘Viejo’ me dijo: “Ahora llegó tu turno. Ya no vas a entrar más desde el banco, ahora la 5 va a ser tuya. Llegó tu momento”.
— Siempre nos decía cosas, tanto a Cacho como a mí, que las fuimos incorporando. Como hacer el triángulo con los dos centrales; porque Ferro defendía con tres solamente, porque los marcadores de punta atacaban, y cuando los centrales se tenían que ir a los costados, el volante se tenía que meter en el medio, como un defensor más. Esas eran cosas que entrenábamos, y era muy difícil que nos agarraran mal parados. Estaba tan bien sincronizado el trabajo que era muy difícil que nos ganaran. Por eso salimos dos veces campeones; por eso salimos tres veces subcampeones; por eso en esos años, del ‘80 al ‘86, no bajábamos del 4° ó 5° puesto. Siempre estábamos ahí peleando todo.
— Viviste grandes momentos como jugador: saliste dos veces campeón de Primera, peleaste torneos palo a palo contra los grandes, jugaste la Libertadores. ¿Con cuál te quedás?
— Recuerdo tres momentos: mi primer partido en Ferro, en el ‘78, cuando debuté contra Racing de volante por izquierda; después, haber salido campeón invicto en el ‘82 contra Quilmes. Y el tercero fue el campeonato del ‘84 contra River en su cancha. Fue el mejor partido de la historia de Ferro. Ojalá lo puedan superar, pero no creo. Los dos campeonatos fueron importantísimos: el primero porque es el primero, pero se le ganó a Quilmes. Y no quiero desmerecerlos. Pero ganarle a River, en cancha de River, 3-0, a un equipo con Pumpido, con el ‘Tolo’ Gallego, Francescoli, Alonso, con Cubilla de DT… es mucho más relevante. Lamentablemente es así. Entonces, si de los tres me tengo que quedar con uno, me quedo con el 3-0 en cancha de River.
— También te tocaron momentos difíciles, como ser entrenador de Ferro (en dupla con Juan Domingo Rocchia) unos meses antes del descenso.
— Mirá, entre los años como jugador, como entrenador de Primera, como coordinador de Inferiores, estuve 13, 14 años ligado a Ferro, y la pasé siempre muy bien. Más allá de que en algunos momentos el club ya no estaba pasando una situación acorde a como había sido la década del ‘80, pero había que poner el pecho, no quedaba otra. Para tratar de devolverle a Ferro todo lo que nos dio a nosotros, ¿no? A veces no solamente hay que disfrutar las buenas, sino que también hay que saber poner el pecho cuando la cosa no viene bien. Y tengo el orgullo de que cuando Ferro estaba en pésimas condiciones, al borde de la quiebra, a mí me llamaron y yo le dí una mano. Es así.
Como director técnico también tuvo pasos tanto como primer entrenador o como ayudante, por Laferrere, Chacarita, Huracán, Lanús, Jorge Wilstermann, y por la Inferiores de Racing, All Boys y Platense. Además, encabeza como Secretario General la agrupación Técnicos Unidos Argentinos, la principal lista opositora de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA), cuyas elecciones están en suspenso hace más de un año por la pandemia de COVID.
— Has sido muy crítico del periodismo deportivo. ¿Cuál es tu opinión sobre su rol?
— Hice una crítica muy grande hace poco, cuando anunciaron la muerte de Griguol (NdeR: el 26 de abril, diez días antes, los medios replicaron una fake news sobre su supuesto fallecimiento). Periodistas profesionales, cadenas importantes, todos los canales de aire, se hicieron eco de no sé dónde. Cuando me desperté y vi en TyC “Falleció Carlos Timoteo Griguol”, lo primero que hice fue llamar a Víctor Marchesini, yerno de Griguol, que jugó conmigo. Me dijo que lo estaban volviendo loco, que estaba internado, pero no había fallecido. Entonces ahí enloquecí. ¿Cómo puede ser que nadie averigüe? Hay una familia atrás, gente que lo quiere mucho. No pueden hacer eso, puede causar mucho daño, tienen que ser responsables. El querer ser primicia no puede hacer que hagan cosas como estas. Pasaron recién diez días para que falleciera.
Otra cosa que siempre me irritó mucho es que los periodistas tienen buena onda con los que les regalan camisetas y los que los invitan a comer, entonces siempre les hacen buenas notas a ellos. Y quizá jugaban para 4 puntos y les ponían 6 ó 7.
— No es casual que muchos jugadores que fueron dirigidos por Timoteo hayan terminado siendo directores técnicos, vos entre ellos. ¿Qué fue lo más importante que te dejó y que intentás inculcar en el fútbol?
— Él siempre decía que hay que ser honesto con el jugador, no hay que mentirle. Hay que decirle cuando juega bien y cuando juega mal. Si lo sacás, hay que decirle por qué motivo lo sacás, qué le falta, decirle en qué puede mejorar. Decirle tanto las cosas buenas como las malas. Siempre de frente. Como en el ‘86, cuando yo ya tenía 32 años. Los jugadores más chicos venían empujando de abajo, con un gran trabajo de Inferiores, y se me acercaron Griguol y Aimar y me dijeron: “Palo, es momento de que vayas a otra institución. Llevás muchos años acá y hay que dejarle el lugar a los más jóvenes”. Como pasó con Saccardi, Arregui y un montón de jugadores. Me tocó a mí y fue todo siempre de frente. Si te dan vueltas, no sirve. Lo otro que me dejó fue la forma de entrenar. Es algo fundamental la seriedad del entrenamiento. Hay tiempo para entrenar y tiempo para joder. Mientras sea todo sano, no hay ningún problema.
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