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“RAQUETAS, PELOTAS Y CURIOSOS EN TECNÓPOLIS”


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El público alienta en cada punto, se emociona, sufre. Festeja. Sentimientos que nadie imaginaría encontrarse en un partido de Bádminton o Tenis de Mesa. Gradas llenas, filas numerosas y sobre todo, mucha curiosidad. Este fenómeno atraviesa cada deporte, cada parque de los Juegos Olímpicos de la Juventud disputados en Buenos Aires.

Por Miguel Posilovic

Familias, amigos y parejas danzan por la calle principal de Tecnópolis. El parque deja por unos días de albergar sólo muestras de ciencias y recursos de nuestro país para dar lugar a competiciones deportivas de alcance mundial. La calle empinada esta vallada al ingresar al sector olímpico. Las personas muestran sus pulseras, el pase a una experiencia, para la gran mayoría, nunca vivida: ver los Juegos Olímpicos (aunque sean los de menores y su historia sea más que reciente; esta es apenas la tercera edición, la primera en continente americano). Son las 5 de la tarde y ya hay cola para el Futsal, uno de los tres deportes olímpicos que se desarrollarán en el parque a lo largo de las dos semanas de competencia. A las 8 juega el seleccionado masculino argentino con Irak. El resto de los deportes son Bádminton y Tenis de Mesa. Tres disciplinas con pelota.

“¿Acá es para el ping pong?”, pregunta un señor a un miembro del staff de los Juegos. La jerga popular le escapa al hecho de que el deporte se llama Tenis de Mesa, con una mesa, reglas y sistema de puntos diferentes al juego de ocio practicado los domingos después de un asado familiar. A nadie le importa que se juegue la etapa preliminar de los enfrentamientos dobles mixtos internacionales por equipos. Probablemente la medalla de menor valor deportivo; ni siquiera serán entregadas este viernes, sino el lunes, para dar cierre al deporte. Entre telas negras están los palcos, colmados, que rodean a la mesa azul de 2,74 m x 1,52 m. Quien les habla está un poco nervioso: siempre quise ver Tenis de Mesa en un Juego Olímpico.

La arena está llena. No es para menos, juega un argentino. El local nunca está solo en estos Juegos. Es Martín Bentancor, pibe de 18 años campeón en dobles mixtos del sudamericano de la Juventud, en Santiago de Chile, el año pasado. No es uruguayo, aunque su nombre sea idéntico al del escritor y tenga un aire, tanto en el léxico de su apellido como en sus rasgos faciales, a Rodrigo Bentancur, el 5 ex Boca de la selección celeste. Su pareja en los Juegos es Andrea Pavlovic, de Croacia, y enfrentan a un dúo de Corea del Sur que varios en las gradas confunden con chinos. En el silencio del partido, los pasos son ensordecedores. El pique de la pelota produce un sonido rítmico casi perfecto, hasta que lo interrumpe un error o acierto preciso del coreano Cho, claramente superior al argentino. El lamento de Martín es el de todos los presentes. Varios errores no forzados lo llevan a perder 3 a 0 el duelo, y esperar para jugar dobles con Pavlovic.

 

El hall central del complejo donde se llevan a cabo las tres competencias está repleto. Entre la multitud, la organización de los Juegos montó stands de Squash y Bádminton para que los más chicos se familiaricen con deportes ajenos a la sociedad argentina, y los curiosos se suman. Un grupo de amigos levantan la pelota con plumas, que lleva el nombre de Volante. Al final de un largo pasillo están las canchas de Bádminton. Son tres, y en la principal jugarán por el oro los equipos mixtos de relevos: Alpha y Omega. Pura casualidad. Un camboyano y un italiano contra una pareja de Fiji y Noruega. Es el primero de una serie de 9 partidos. Probablemente el partido más largo de la historia del Bádminton, o al menos eso parecía. Nadie sabe cuándo termina. El entusiasmo, sin embargo, se mantiene durante buena parte de la final. Giovanni Toti se llama el tano. En los palcos juran que Francesco, el ídolo de la Roma, volvió de su retiro para jugar al Bádminton.

El equipo Alpha cuenta con un canadiense que les da vuelta la serie: Brian Yang, que finalizó noveno en singles y es un gran doblista. Pasos cortos y buenos reflejos para atacar la red. Se termina el partido y el público ya eligió a su ganador. “¡Alpha, Alpha!”, corean en la Arena de Bádminton. Luego de una infinidad de smashes y puntos, son éstos los que consiguen la medalla dorada venciendo por 110 a 106  al equipo Omega.

Es de noche en el predio de Villa Martelli. Una pantalla gigante atrae a los que no lograron entrar al estadio. Pasan el partido de Futsal. Argentina pierde 3 a 1, ante la atenta mirada de más de 2 mil personas. Cuesta pensar que sean los Juegos Olímpicos de la Juventud. Quizás algún día lleguen a la Argentina el de los Mayores. Estos Juegos ilusionan. Permiten soñar. Aunque hoy, probablemente, la mayoría sueñe con el volante, Brian Yang y los 216 puntos que presenció en la Arena de Bádminton.


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