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RELATO DESDE LAS ENTRAÑAS DE MONTEVIDEO


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Gerardo González, un hincha que viajó a Montevideo, cuenta cómo fue la vez que Racing se consagró campeón del mundo. Las pedradas de las hinchadas de Nacional y Peñarol y el aliento de los uruguayos hacia el Celtic, ejes de un partido que dividió al Río de la Plata.

Por Nicolás Lafuente (@Nickolafuente) y Marcos Méndez (@JMarcosMendez)

Primero de noviembre de 1967. Luego de haber perdido como visitante 1-0 frente a Celtic en Glasgow, Racing tenía la chance de dar vuelta la serie de local y así adjudicarse la tan anhelada Copa Intercontinental. En Avellaneda, su barrio. Ante su gente, y en el mejor escenario: El Cilindro. Según cuentan los que presenciaron el partido, en el estadio de Racing ese día hubo alrededor de 120.000 personas. Todo un récord para el club. ¿Cómo lo justifican? Ellos afirman que en aquél entonces sólo había populares. Todos de pie para poder observar el encuentro, nada de asientos cómodos. Además, coinciden en algo: esa jornada en el Estadio de Racing se vivió una carnicería, se “mataron” a patadas. Cuando los jugadores del equipo escocés salieron al campo de juego, desde un sector de la tribuna, arrojaron una botella que impactó de lleno en la cabeza de Ronnie Simpson, arquero titular del Celtic. Jock Stein, entrenador del conjunto europeo, decidió sacarlo y poner en su lugar a John Fallon, el segundo portero del equipo, ese que voló de forma aparatosa en el gol del Chango Cárdenas en el partido que se jugaría en Uruguay. Racing, después de haberle ganado 2-1, se vio obligado a desempatarlo tres días más tarde.

Gerardo González en aquél momento tenía tan sólo 10 años de edad. Integrante de una familia donde todos compartían la misma pasión por el club de Avellaneda, viajó hasta el país vecino para presenciar el último partido. El definitorio. Racing podía volver lleno de gloria, como también podía regresar con las manos vacías. Acompañado de su papá y su tío mayor, tomaron el ferry que los llevaría a tierras uruguayas a primera hora. “El viaje fue complejo porque el ferry estaba colmado de gente. No entraba un alfiler. Y lo peor es que allá nos recibieron a piedrazos entre las hinchadas de Nacional y Peñarol. Fue bravo llegar, pero también lo fue irse”, cuenta González con cierta nostalgia por lo vivido. Todos los argentinos que viajaron a alentar a La Academia se agolparon en la plaza principal de Montevideo; esa era la única forma de mantenerse protegidos. El que andaba solo, cobraba. Dicen que la policía local no ejercía su trabajo de la mejor manera y cuando alguien se acercaba le respondían de forma irónica con un “argentino llorón”. Una rivalidad común de la época.

Ya dentro del Centenario, González recuerda de forma nublosa lo acontecido ese día. El término ‘La batalla de Montevideo’ no podía encajar mejor. El estadio colapsado de miles de personas sería el campo ideal para un feroz encuentro entre dos equipos que se dirimían la gloria o el fracaso. El día había llegado. No se encontraban escoceses a la vista, sólo uruguayos que alentaban para los europeos. Alrededor de quince mil hinchas de Racing presenciaron la final, una cifra que muchos desconfían, pero los que fueron lo afirman. Finalmente, Racing se proclamó Campeón Intercontinental tras ganarle 1-0 al Celtic con un gol de película de Chango Cárdenas, que clavó la pelota en uno de los ángulos del arco mientras John Fallon, aquel que entró por Simpson en el segundo partido, voló por los aires con la mínima esperanza de evitar que la pelota entrara, pero no lo logró. “Lo rescatable fue que en ese momento se festejó como un título argentino, no solo de Racing. Muñóz y Fioravanti en el relato decían ‘gol argentino’. Debemos tener en cuenta que antes de Passarella en el ’78 y de Maradona en el ’86 hubo un argentino que levantó una Copa del Mundo: Oscar Martínez, el capitán del equipo de José Pizzuti”, dice Gerardo González, hoy secretario de la Comisión Fiscalizadora de Racing.

Al regresar a la Argentina, en el Cilindro de Avellaneda los esperaban con banderas de todos los colores, de todos los clubes: Boca Juniors, San Lorenzo, Independiente, River Plate, Banfield, entre otros. El título obtenido por el equipo de José Pizzuti era festejado como si hubiese sido conseguido por la Selección Argentina. El país se unió para celebrarlo. En aquellos años, el espectador argentino disfrutaba de las victorias de cualquier equipo del país. Y así se hacía sentir. Era la primera vez que un club de la Argentina salía campeón del mundo. El seleccionado de fútbol había ganado varias Copas América, pero en los Mundiales no había conseguido resultados similares. “Llegamos acá a Avellaneda a las 23 en el ferry. Fue impresionante ver cómo desde Ezeiza hasta aquí, la gente salía a la Autopista Richieri a vitorear al equipo”, señala González qué, además cuenta que se había armado un palco de honor donde estuvo Juan Carlos Onganía y, que pese a ser una dictadura, no era como lo que significó Jorge Rafael Videla en 1978. “Hasta se veía con cierta simpatía a aquellos milicos”, añade con aspecto de burla.

En el primer partido del campeonato argentino, luego de haberse coronado en Uruguay, Racing se midió frente a River en el Monumental, y los jugadores del Millonario les hicieron el tan conocido ‘pasillo de honor’ a los jugadores de La Academia pasaban por entremedio. Desde todos los puntos del estadio, los hinchas locales aplaudían a la vez que el capitán del equipo rival mostraba la Copa Intercontinental con los brazos en alto. Sin embargo, el próximo rival de los dirigidos por José Pizzuti sería Independiente, también de visitante. No obstante, la hinchada de su máximo rival, como había sucedido con el club de Nuñez, se rindió ante Racing. Algo utópico hoy en día. “Mi papá fue hincha de Racing desde los 5 o 6 años. Iba a la cancha con mi tío mayor, que también era fanático del club. Cuando nací yo, mi viejo me hizo socio y, como si fuese una tradición, yo la continué. A mi hijo el día en que nació también lo hice socio. En mi casa no había otra opción que ser hincha de Racing”, remarca González con exultante. Recuerda que después de ver jugar a La Academia iba con su papá por la calle Alsina a tomar un café con leche en un bar de la cuadra, porque en aquél entonces, los partidos se jugaban a las 3 de la tarde. Los domingos a las 15 y en verano comenzaban a las 17. “Me acuerdo que caminaba con mi viejo y veíamos que pasaban los jugadores a la sede a cobrar. Era algo extraordinario, algo que hoy en día no sucede. Pasaban, no sé, Juan Carlos Rulli o Roberto Perfumo, los tipos siempre a pie. Para mí Perfumo fue el mejor marcador central del mundo. Era un tipo guapo, que pegaba y jugaba. Tenía una calidad extraordinaria. A veces se tomaba un café con leche a donde iba con mi viejo”, recuerda estupefacto.

Gerardo González, secretario de la Comisión Fiscalizadora del club, cuenta que tuvo el privilegio de ver salir campeón a Racing con su papá y su hijo. “Mi viejo se estaba yendo. No me olvido el abrazo que nos dimos en el campeonato del 2001, alcanzó a ver nuevamente a Racing campeón. Yo sabía que se me iba. Finalmente, falleció dos años después, en 2003, por cáncer de colon. Para mí hubiese sido horrible que partiera sin ver a su equipo en lo más alto de todo”, expresa con voz rasposa y los ojos acuosos. “Y luego, ver a Racing otra vez campeón, pero esta vez con mi hijo, fue algo hermoso. Más que en 2001, porque ese año Nacho tenía cuatro añitos, entonces es como que no lo vivió prácticamente. No hay nada mejor que salir campeón con tu hijo y tu papá”, finaliza Gerardo González. Lo dice él, que estaba en la cancha cuando Racing llegó a la cima del mundo.


“CREO QUE FUE EL GOL MÁS GRITADO DE LA HISTORIA”

Daniel Rosello, hincha vitalicio de Racing, también viajó a Montevideo y vio desde las tribunas cómo su equipo se quedó con la Copa Intercontinental.

Por Agustín Bartolucci

¿Qué sensaciones se generaban cuando jugaba Racing en ese entonces?

-Cuando Racing jugaba no era un día cualquiera, era el día más lindo de la semana. Era ese momento en el que se olvidaban todos los problemas personales que tenía uno en su momento. Muchos amigos de otros clubes hablaban mucho de Racing y de su estilo de juego. Ver jugar a Racing me daba una satisfacción enorme, era un equipo ordenado y compacto en todas sus líneas. Antes de los partidos solíamos juntarnos a ver los partidos en la casa de un amigo y todos sentados uno a la izquierda del otro. Nos poníamos siempre la misma ropa con la camiseta de Racing y el short. Racing fue y va a ser lo mejor que me pasó en la vida.

¿Cómo fue para vos viajar a Uruguay para ver el último partido de la serie final?

-Fue una experiencia única. Los nervios ya antes de ingresar al estadio se sentían a flor de piel. El gol del Chango Cárdenas no fue cualquier gol, nos dio una hazaña histórica, creo fue el gol más gritado de la historia. No lo podía creer cuando sonó el pitazo final, me emocioné muchísimo y comenzamos a gritar “RACING CAMPEÓN”. Tuve la suerte de estar presente en ese momento tan importante. Había muchos uruguayos que querían que ganara el Celtic. Pero con esa victoria se cerró un año histórico y muy merecido por los jugadores, quienes hicieron tremendo campeonato y quedó coronado como ellos se lo merecían. Racing llegó a la gloria”.


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