Rufino Almeida estuvo detenido-desaparecido en el centro clandestino conocido como El Banco, “por ser anarquista”, en junio de 1978. Permaneció un mes cautivo junto a su compañera. Militaba desde los 15 años en Resistencia Libertaria y defendía los ideales de Errico Malatesta, un anarquista italiano. Plantea que algunos desaparecidos volvieron a aparecer y se hicieron cargo de la ausencia de sus compañeros. De sus muertes. En los ’90, cuando comenzaron los Juicios por la Verdad que sirvieron como fuente judicial y carecían de carácter penal, Rufino se encargó de contactar a algunos compañeros y empezar con los trabajos de recopilación de datos en la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos. Por esos años, se topó con Jorge Julio López.
¿Cómo conociste a López?
Julio apareció en el marco de los Juicios de la Verdad, en los ‘90. Solíamos ir de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos a acompañar a los compañeros que iban declarando. Y aparece un viejo, diciendo que había estado secuestrado. La historia de Julio era muy confusa, la primera imagen que tuve fue ‘es un viejo loco’. Suele pasar que se acercan y te dicen cualquier cosa. Además su relato era que había estado en varios campos y que conocía varios lugares, todo su discurso era entreverado. Nos cuenta que era un albañil, que había estado en Arana, pero que no estuvo sólo en el destacamento y en la Comisaria Quinta, sino que había estado en un lugar donde él había trabajado, una construcción vieja. Además decía que había sido una estancia de Rosas. Había tanta data que mezclaba épocas, era un relato complicado.
¿Desconfiaron de él entonces?
Es que en principio no se le creía demasiado y no es porque hayamos sido jodidos, sino porque se acercaban varios que ‘desvariaban’. Pero con Julio empezamos a hablar y empieza a referirse a muchos lugares, de los cuales nosotros teníamos sospechas por el cruce de testimonios. Que el destacamento de Arana no era lo mismo que otro lugar que muchos describían como ‘una casa vieja, con ventanas’. Entonces dedujimos que había otro lugar dentro de Arana. Esto se verificó y hoy se conoce como Pozo de Arana. Yo hice con él no sé cuántos viajes ahí y recorrimos por donde él decía.
¿A qué te referís con el cruce de testimonios? ¿Alguno reconoció a Julio López?
Los TRD, que es la tarea de reconocimiento de datos, consistían en contactar compañeros que hubiesen estado detenidos en campos de concentración y que nunca hubieran declarado. Y frente al tema del temor, que nosotros también planteamos, mucha gente no quería ir a declarar y no quería hablar en juicios por distintas razones. Fue una ardua tarea. Eso implicaba procesos donde te encontrabas con situaciones donde compañeros no habían hablado nunca con la familia, no sabían que habían estado desaparecidos. En el caso de Julio, se acercó él mismo. No hubo ningún ex detenido que lo reconozca y lo que pasó es que de ese campo en particular no hay muchos sobrevivientes.
Cuando comienzan los Juicios de la Verdad, ¿cuáles fueron las sensaciones? ¿Cuáles fueron los aportes de López?
La batalla con tu propia memoria es un tema, la batalla con tus miedos internos, qué te permite ver la memoria y que no te permite ver. En el caso de Julio es increíble cómo de un cuento confuso, donde mezclaba cosas y lugares, empezó a articular su discurso. Por eso está el tema de la soledad, que no es de él solo, sino de muchos de nosotros por años. Lo difícil es empezar a tomar la palabra. El tema de tener que ocultar hasta a tu familia que estás sufriendo con todo esto. Los Juicios Por la Verdad sirvieron de fuente legal, fueron declaraciones que ayudaron a la recopilación de información. Surgen por parte de cierto sector de la Justicia y algunos organismos de derechos humanos porque era un papelón que en Argentina no haya investigación y sí en el exterior. Principalmente, era investigar para saber la verdad. Porque hasta los ‘juicios en serio’, los tipos que podían ser imputados declaraban como testigos y obvio que decían cualquier cosa o se negaban. Era una situación realmente loca. En esta época se pudo ir a hacer reconocimiento de muchos lugares, fue práctico y no sólo teórico. Es por eso que el aporte de Julio fue tan importante.
Se habla mucho del rol de la familia de López, de hecho hay una declaración tuya donde contás que cada vez que llamabas a la casa tenías que decir que era por trabajo, ¿ellos sabían la verdad?
Julio una de las cosas que me decía era que cuando llame a la casa diga que era por un trabajo. No le había dicho nunca nada a la familia, y menos que estaba trabajando con nosotros. La familia no quería saber nada, especialmente la mujer.
¿Cuántas veces declaró Julio López?
Él declaró en los Juicios de la Verdad y años después nuevamente, cuando empiezan los juicios de carácter penal. Ahí es cuando el testimonio de Julio comienza a tener mucha importancia. Sobre todo en el caso de Patricia Dell Orto y el compañero. Porque él describe la situación, de hecho es una situación que él dibujó. Él dibujó la tortura de esos chicos.
Hay fotos de los dibujos y de esa carpeta…
Sí, él tenía una carpetita donde tenía cosas escritas por él, con letra de albañil, con lápiz de carpintero. Él dibujaba cuando se acordaba de cosas, agarraba la bolsa de cemento y escribía ahí mismo. Se acordaba en la obra y escribía ahí, donde podía. Es increíble.
¿Qué creés que pasó con Jorge Julio López?
Él me comentaba que había muchos represores de la Policía Bonaerense que cobraban en el mismo banco que él, que vivían en el mismo barrio, que se los cruzaba. Entonces había canas – jubilados o en actividad- que no estaban mencionados pero que él los podía mencionar. Yo creo que es uno de los motivos por el cual pudo ser objeto del secuestro. Una banda de la Bonaerense, posiblemente conducida por Miguel Etchecolatz, fue la autora de su segunda desaparición. La mafia de la Bonaerense genera muchos temores, la institucionalidad digamos. Además de que los jueces tuvieron un papel vergonzoso, concretamente fueron unos cagones que no avanzaron en las causas. No digo cómplices del genocidio, pero cuando tuvieron que mover o hacer algo que ponga en juego el tema, no hicieron nada. El silencio que generó… ni un dato, una filtración, es increíble. En el caso de Julio nadie aportó nada, ni un dato de adentro. Hay una omertá importante. Hay quiebres a veces, pero en este caso, como pasa con los hijos apropiados, hay un pacto de silencio indestructible.
¿El kirchnerismo le dio la espalda al caso López?
Lo único que puedo decir del gobierno de Néstor y Cristina es que lo trataron de otra manera. Habría que preguntarle más a (Felipe) Solá o a (León) Arslanián. Uno puede hacer la especulación política: enfrentarse a la mafia de la Bonaerense es peor que enfrentarse con la CIA. No tenés referencias de cómo termina. Tienen implicancias en muchos ámbitos de la política, del Estado, manejo de armas, seguridad, manejo de drogas. Tirás del piolín y no termina más. Todos sabemos que alguien sabe y que hay información, y es lógico que sin análisis político, salgas a presionar y digas que Néstor y Cristina le dieron la espalda al caso López. Yo creo que para el kirchnerismo fue uno de los grandes temas que tuvieron. Como los movimientos carapintadas contra (Raúl) Alfonsín: esto también pudo haber sido un coletazo. Desde la gestión del gobierno tenés poder, pero a veces no es suficiente. Que si te metés, te llevan puesto a vos también.
¿Entonces para vos la hipótesis más fuerte es que fue un grupo de la Bonaerense?
Fueron grupos de la Bonaerense, sí, fueron grupos de la Bonaerense. Cuando yo me junto con (el responsable de la Dirección de Personas Desaparecidas de la provincia, Alejandro) Incháurregui al otro día de la desaparición y le pregunto si tienen vigilados a los que operan fuera de la Bonaerense, el pelotudo me respondió que ‘no hacen inteligencia dentro del grupo’. Le tengo más miedo a estas mafias, que a lo institucional. Estas mafias siguen actuando, más allá de los gobiernos. Estos son eternos. Cuando Julio declaró en el juicio de Etchecolatz, yo estuve. El salió y con el primero que se abrazó fue conmigo. ¿Sabés lo que me dijo? ‘Me van a matar pero a Etchecolatz me lo llevo conmigo’.
¿Qué posición tomó la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos? ¿Y la familia?
Yo estoy convencido que desde la provincia fogonearon para que nos cierren la puerta a los organismos. Digamos que esto había que manejarlo políticamente y la Asociación podía ser un estorbo. El Estado iba a tener una política de selección en la información y nosotros éramos un outsider. Cuando la estructura dice que no vayas por ahí, a nosotros no nos importa. Estamos por fuera de todo. Nos tornamos incontrolables porque tenemos otras razones. Conviene que nos aparten. Cuando la familia empieza a culpar a los organismos, estaban humillando a su propio padre. Su padre vino a buscarnos, él obtuvo ese nivel de liberación psicológica. Su lenguaje, el tema de reconstruir su verdad, Julio tomó la decisión de ir de nuevo por todo. Era un tipo que estaba decidido, nadie lo indujo, ni le hicimos decir cosas que no eran. En la época de la teoría de los dos demonios, los que habíamos sobrevivido éramos lo peor, ¿te das cuenta? Hay y hubo una sociedad donde ‘por algo habrá sido’ que desaparecimos y por algo volvimos a aparecer. Yo acuñé la consigna de la asociación que dice: ‘Porque luchábamos nos desaparecieron, porque desaparecimos seguimos luchando’. Todos sobrevivimos, pero aparecer con vida no significa volver a militar o declarar. Y algunos recuperamos la libertad para seguir militando. Hay veces que ves a compañeros y decís ‘hijo de puta, ¿vos fuiste revolucionario?’. Patricia Bullrich era montonera, estuvo entrenándose para el ‘operativo retorno’. Tenemos todo en la viña del señor.
Hablando de funcionarios del PRO, ¿qué pensás cuando escuchas declaraciones como ‘no sé si fueron 30.000, ni me importa’?
Hubo compañeros desaparecidos en barrios, en fábricas, compañeros de clases populares. Iba la mujer a hacer la denuncia: ‘A mi marido se lo llevaron’ y la respuesta era ‘andate, cuidá a tus hijos y dejate de joder’. Esa mujer nunca más hizo un reclamo. Sectores de clase media, con todas las posibilidades, tenían oculto el paradero. Hay una negación en la sociedad y estos sectores son capaces de decir que esto no existió, como con los despidos, ¿me estás jodiendo? También hay gente que dice que no hay despedidos: ‘Porque lo dice el ministro’. Que el número no sea relevante: esa es a la discusión a la que nos quieren llevar. Lo más hijo de puta es plantearla. Se atreven a decir que es hasta por plata. Solo canallas como ellos pueden decir eso.
¿Quién es Jorge Julio López para ustedes?
López es la esencia del militante. Después de desaparecer una vez, volvió y retomó el frente de batalla. Eso le costó la vida.
[…] prima, su hijo mayor. Su compañero en la unidad básica montonera de Los Hornos. Sus compañeros de militancia desde los noventa. El destinatario de su mensaje tras el cautiverio, que pudo completar su historia familiar gracias […]