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“ESTA CAUSA ES EL MANUAL DE LA PERFECTA IMPUNIDAD”

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Nilda Eloy integra la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos en La Plata y conoció a Jorge Julio López en los ’90, en el marco de los Juicios por la Verdad. Durante la última dictadura, permaneció cautiva en algunos de los mismos centros clandestinos que él,  aunque en distintos períodos, y compartió muchos momentos con el albañil durante la preparación del juicio a Miguel Osvaldo Etchecolatz en 2006, que terminó con su condena a prisión perpetua.

Muy crítica por la falta de avances en la causa que investiga el secuestro de López, Eloy plantea que en democracia no se desmanteló el aparato represivo dictatorial del Estado y que nunca se investigó a los represores que López mencionó en su testimonio ni a quienes podrían estar interesados en su desaparición. A 10 años, lo recuerda como un “ejemplo” que “luchó, declaró y dio la vida por sus compañeros”.

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¿Cómo era su vínculo con López?

Era de un enorme afecto. Desde el momento en que nos reconocimos como que habíamos estado secuestrados en el mismo lugar, se entabló una relación distinta que con otras personas. En ese momento, en 1999, no se hablaba de Arana (uno de los centros clandestinos del Circuito Camps, donde ambos estuvieron cautivos). Los dos teníamos en común que reconocimos a Etchecolatz en nuestros respectivos secuestros. Creo que eso nos unió y a partir de ahí se fueron abriendo las puertitas para obtener justicia. Fuimos caminando relativamente juntos.

¿Cómo era López como testigo, qué aportó en los juicios y como se preocupaba para colaborar con más datos?

Cuando pudo hablar declaró y con los Juicios por la Verdad él declaró en la primera instancia de la Comisaría Quinta dos o tres veces, llevando alguna nueva información o para ver si se reconocía a algún cana. El viejo estaba ahí para lo que se necesitase hacer. Era un tipo muy responsable.

Mencionó que López desapareció cuatro veces: en dictadura, en democracia, en el expediente judicial y por último en los medios, ¿por qué?

Es el resultado de la impunidad. Cuando tanto desde la dictadura como desde los diferentes gobiernos se ha trabajado para sostener y solidificar la impunidad, el resultado es este. No hay otra manera de explicar la desaparición de Jorge Julio López hace 10 años ya.

Con el fin de la dictadura, ¿se desmanteló el aparato represivo del Estado?

No, no, no. No sólo no se desmanteló sino que cuando se trabaja para sostener y solidificar la impunidad se permite que las prácticas genocidas sigan persistiendo. Nosotros en este momento no estamos en dictadura, pero la práctica genocida se mantiene. Por eso tenemos los desaparecidos en democracia. Los asesinatos que conocemos como ‘gatillo fácil’ son resultado de la impunidad. Si acá el proceso hubiera sido de otra manera, seguramente las cosas serían distintas. Son impunes para asesinar a un chico desde un patrullero, son impunes para torturar adentro de una comisaría o adentro de una cárcel, son impunes para repetir los casos como un calco. Estaba escuchando ahora el caso de este chico que lo matan a golpes adentro de la cárcel de Olmos. El chico era epiléptico, era calcado a uno de los juicios. La práctica permite que la impunidad se sostenga en el tiempo.

Con lo cual esta impunidad lo que hace es fortalecer el aparato represivo…

Exactamente. Más cuando este aparato represivo les es necesario. Porque digamos que ningún gobierno del ’83 en adelante tuvo como objetivo primordial modificar la estructura económica que permite determinadas condiciones sociales. Entonces, si vos no vas a solucionar el problema, lo que vas a tener es por supuesto de parte del pueblo, de parte de la gente, el reclamo, el rechazo. Tenés problemas sociales y la respuesta es y ha sido represiva. Para eso, para tener ese tipo de respuesta, necesitan un aparato represivo fundamentalmente impune.

¿Qué reclamo le puede hacer al actual gobierno sobre el caso López?

Los mismos reclamos que al principio: necesitamos una investigación real de la causa, por lo menos que alguien ponga el sentido común en ver, en dar esos pasos que tendrían que haber sido los primeros. ¿A quien nombró López? ¿Quiénes podrían ser los beneficiarios de su desaparición? ¿Por qué? ¿A quienes les podría interesar?

¿Por qué cree que no se hizo hasta el momento?

Hablamos de cómo se sostiene una y otra vez la impunidad. Si esta causa se llega alguna vez a estudiar, yo creo que se va a estudiar como el manual de la perfecta impunidad

¿Mantiene vínculo con la familia de López?

No, en este momento no tengo relación.

¿Qué rol tuvieron los organismos de derechos humanos en el reclamo por López?

Yo creo que la marca que en nuestro pueblo tiene la figura de la desaparición provocó una respuesta por encima de la respuesta que podían tener las organizaciones. No hay lugar en este país, desde ciudades grandes hasta pueblitos chicos, donde no se haya hecho alguna actividad por la aparición con vida de Jorge Julio López. Algunos organismos han aportado, otros no, de acuerdo a la conveniencia política.

¿Qué queda hoy en día del recuerdo de López?

El ejemplo. Queda el ejemplo de alguien que luchó y militó por sus compañeros, por su pueblo, por su familia, por un país distinto y en la última etapa de su vida también luchó y declaró y dio la vida por sus compañeros.

 

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“La verdad está en lo que se trafica vía la risa”

Del interior del portero eléctrico sale una voz cálida. “Ahí voy”, la misma voz que a través de una sonrisa indica el camino. Sobre la pared, tras la inmensa biblioteca, un gato Ramón mira desde la cómoda silla donde descansa. Su dueña es la psicoanalista y escritora Alexandra Kohan. Con una mirada crítica y un estilo libre de imposturas, presenta su último ensayo El sentido del humor, donde navega por las aguas de los fallidos, los desvíos y las risas.

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Del interior del portero eléctrico sale una voz cálida. “Ahí voy”, la misma voz que a través de una sonrisa indica el camino. Sobre la pared, tras la inmensa biblioteca, un gato Ramón mira desde la cómoda silla donde descansa. Su dueña es la psicoanalista y escritora Alexandra Kohan. Con una mirada crítica y un estilo libre de imposturas, presenta su último ensayo El sentido del humor, donde navega por las aguas de los fallidos, los desvíos y las risas.


¿Hay algo de la actualidad que te haya impulsado a escribir sobre el humor?

Hay algo de la actualidad que me interesa destacar en un momento particular. Cuando escribí lo del amor efectivamente había muchísima proliferación de discursos prescriptivos alrededor del amor, eso me incomodaba mucho. Lo del cuerpo surgió más por la pandemia y lo del humor, si bien es un asunto que me importa hace más de 20 años y es un tema al que vuelvo. Los últimos años se han vuelto muy solemnes y entonces me interesaba agarrar eso. Son temas que en la actualidad cobran una forma particular que me interesa discutir.

En tu libro menciónás que para vos no hay transmisión ni práctica del psicoanálisis sin risas. ¿Por qué, cómo pensás el rol de la risa en el análisis? 

La risa, el humor, son una de las cosas más emancipadoras que existen en el sentido incluso de lo instantáneo. En ese instante en el que se produce la risa algo se afloja, algo se alivia y ese alivio, por más que no se pueda constatar de manera duradera, abre y produce que pasen cosas que no pasarían. Sin la risa uno está agarrado a sus ideas, a su imagen, a sus prejuicios, a sus cosas y la risa rompe ¿no? Rompe ese modo en que cada uno de nosotros está agarrado a eso que cree que uno es y me parece que la risa en el consultorio ocurre bastante. 

En el capítulo “Usted me ofende” hablás sobre la ofensa como una reacción de nuestros tiempos. ¿De qué forma crees que nos limita la indignación a la hora de producir reflexiones o de generar debates a través del humor?

La ofensa y la indignación son dos formas del impedimento. Todos nos hemos indignado y nos hemos ofendido pero desde ahí no se puede hacer nada, solo queda detenernos y regocijarnos en la propia ofensa y la propia indignación. Son sentimientos bastante individuales y morales, “yo me ofendo, yo me indigno”, existen y no digo que está mal que existan, lo que digo es ¿qué hacemos con esos sentimientos que son muy morales cuando lo que el humor viene a proponer es otra cosa? Es una salida del impasse el humor, nos saca de esa paz del impedimento porque suspende la moral, no porque es amoral, sino porque la suspende. 

¿Crees que ofendernos y pensar que tenemos razón nos trajo donde estamos ahora?

A lo que nos llevó “me ofendo y yo tengo razón” es primero al aislamiento y a la rotura de los lazos comunitarios, no digo que eso sea lo único obvio, ni tampoco es tan directo causa efecto. Creo que si vos te encerrás en que vos tenés razón, en tu indignación y en quién tiene razón, se vuelve una lucha uno a uno y eso no tiene nada que ver con lo colectivo. Lo colectivo es justamente lo que no segrega las diferencias, lo que admite que tengamos razón vos y yo al mismo tiempo, aunque digamos cosas contrarias, como si dijera “vos tenés tus razones, yo tengo las mías, juntémonos y pensemos qué hacemos”. Para los procesos colectivos no importa quién tiene la razón, importa cuál es la fuerza que podemos obtener para para ir en contra de aquello que nos está destruyendo.

Entendiendo al humor también como ficción ¿Por qué crees que nos empeñamos en leer la ficción como una realidad fáctica?

La crisis del humor está cerca de la crisis de la lectura en el sentido de cómo leemos, cómo nos relacionamos con eso que leemos, cómo leemos todo un acontecimiento político, una ficción, una ciudad. La posibilidad de leer implica también entregarse a lo que no se sabe y sorprenderse. Si vos vas a leer una novela y confundis al autor con el narrador y crees que todo lo que hizo es expresión de lo que piensa el autor ya estás leyendo mal porque una ficción pretende ser leída como ficción no como realidad. La ficción tiene efectos de verdad, por supuesto, pero no de realidad. Mucho menos de la realidad de lo que piensa un autor. Para mí el humor va en la misma línea de la ficción. No sabemos qué verdad se articula en ese humor. La verdad no está en lo explícito del humor, está en lo que se trafica vía el chiste, la risa.

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A 17 años del Bronce de Los Pumas

En la Copa del Mundo de Francia 2007, Los Pumas lograron dos hechos históricos: ganarle dos veces al local y volver con la primera y única medalla de bronce en un mundial. En este informe, revivimos a través de algunos de sus protagonistas cada momento de aquella hazaña. 

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En la Copa del Mundo de Francia 2007, Los Pumas lograron dos hechos históricos: ganarle dos veces al local y volver con la primera y única medalla de bronce en un mundial. En este informe, revivimos a través de algunos de sus protagonistas cada momento de aquella hazaña.

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Juan Pablo Buscarini: “Hoy ya no hace falta hipotecar tu casa para filmar una película”

El premiado director argentino dio su perspectiva sobre el estado de la industria del cine, la evolución del medio de la animación y los peligros de la inteligencia artificial.

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El premiado director argentino dio su perspectiva sobre el estado de la industria del cine, la evolución del medio de la animación y los peligros de la inteligencia artificial.


A lo largo de sus 24 años como director de cine familiar, Juan Pablo Buscarini ha explorado diferentes propuestas narrativas y lenguajes estéticos; desde adaptaciones literarias, hasta películas que combinan animación 3D con actores de carne y hueso, como fue el caso de “El Ratón Pérez”, ganadora del Goya 2007. 

-¿Cómo aumentó tu interés por contar historias a medida que fuiste evolucionando vos y el mundo audiovisual?

-El interés no viene de mis padres. Mi mamá era profesora de literatura y mi papá fabricaba zapatos y carteras, pero yo desde chico soy fanatico del cine. Sin embargo, en su momento decidí estudiar ingeniería porque tenía facilidad para las matemáticas, e hice la carrera completa, pero con el tiempo empecé a soñar con formar parte de esa industria. Lo veía así; como una industria. Entendía que era un trabajo. Quizá no estaba pensando necesariamente en contar historias. A los 28 años tomé mis ahorros y me fui a hacer un master de animación a Inglaterra.

-Tu filmografía tiene un foco en el cine familiar. ¿Cómo describirías al niño espectador de la época de “El Ratón Pérez” en 2006 respecto a este de 2024? 

-Cuando hice “El Ratón Pérez” llevaba a mis hijas chiquitas al cine para ver qué películas familiares estaban dando y a ver quién iba a tener que fumarse ver. A mí me encantan las películas de Pixar porque venden igual cantidad de entradas para chicos que para adultos. Pero el streaming cambió todo. Hoy el espectador está fragmentado, desconcentrado. Una cosa es tratar de ganarte a los niños en una sala de cine y otra en las casas que pueden distraerse y pausar la película cuando ellos quieran.

-¿Entonces qué motiva ir al cine hoy en día? ¿Y para vos qué valor tiene el streaming?

-Antes las películas funcionaban con el boca en boca. Hoy en las reuniones de producción te dicen que hay que “eventizar”, un megaestreno, porque si no la gente no va. Total, después pueden verla en Netflix. A mí la combinación de streaming con salas de cine, en la que una película se estrena, y luego llega dos meses después a una plataforma, me parece una buena. Ahora los filmes originales de plataformas se piensan activamente para que les guste a todos por igual, independientemente de la región o la visión del realizador, y eso genera que se pierda identidad.

-Tu cine abordó un arte que es tan delicado y tan humano como la animación, incluso llegando a mezclar 3D y Live-Action. ¿Cómo vivís el arrasador avance de la inteligencia artificial? 

-John Lasseter, director de Toy Story, decía que pensar que la animación 3D la hace una computadora sola es como pensar que la stop motion la hace la plastilina sola. La computadora es una herramienta. Respecto de la Inteligencia Artificial, me asusta más que la realización de la animación, que incluso podría traerle oportunidades a artistas independientes, es el tema de la escritura de los guiones, que es la génesis creativa de cualquier proyecto cinematográfico. Detrás de toda decisión creativa hay un montón de reflexión. No quiero que se desvalorice eso. Una Inteligencia Artificial nunca va a poder hacer lo que hace Hayao Miyazaki. 

-Adaptaste al cine la novela infantil “El inventor de juegos”, de Pablo de Santis, con quien co-escribiste el guión, donde el protagonista tiene pasión por los juegos de mesa. ¿Qué te motivaba del proyecto entonces y que cambiaría si lo estuvieses afrontando ahora?

-Al día de hoy, el libro se sigue leyendo en los colegios. Creo que eso pasa con todas las buenas historias. La novela tiene muchos elementos que abren la imaginación y te recuerdan esos momentos agradables e íntimos, en familia, todos concentrados y compartiendo. El libro le hacía tributo a eso y yo quería que la película también lo haga. Creo que si la tratara de hacer hoy me dirían que es raro que no haya pantallas ni celulares por ningún lado.

-¿Creés entonces que hoy habría que poner videojuegos en vez de juegos de mesa?

-Si se hiciera eso, el protagonista ya no se sentaría a jugar con el abuelo, a que él le enseñe cómo jugar. El abuelo estaría en otra habitación. 

-En el ambiente artístico crece la preocupación por el desfinanciamiento del INCAA. ¿Te sucede lo mismo?

-Argentina tiene la característica de la oscilación y de ir de un extremo a otro. Cuando yo terminé el secundario estaban los militares, había un montón de censura en el cine. Después vino la ley de cine 95 y logró que se produjeran muchísimas películas. Más allá de que a veces puede haber un interés un poco personalista en las películas, es clarísimo que el diagnóstico y la decisión del gobierno actual está profundamente errado. 

-¿Qué le dirías a un joven que quiere dedicarse al cine en este país?

-Que deben aprovechar este momento de democratización que trajo la era digital, que es excelente. Se puede filmar una película profesional con un IPhone. Hay una abundancia de recursos como nunca antes. Hoy ya no hace falta hipotecar tu casa para que puedas filmar una película.

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