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Rosita y su antigua máquina de coser que le permitió mejorar su calidad de vida


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Ella, comenzó su emprendimiento para ayudar a su marido a mantener a su familia, y hoy, mucho tiempo después, gracias a esos ingresos pudo refaccionar su hogar.


Rosita, jubilada de 77 años, tuvo la oportunidad de reparar su casa, gracias a las ganancias en su trabajo como costurera más un aporte extra. “A mí me ayuda mucho, y aparte con la jubilación, pude arreglar mi casa”, expresó la señora, contenta con sus logros. Ella es una mujer de Las Toscas, y cuenta con una máquina de coser antigua, a pedal, con la cual hace muy prolijos arreglos. Se sienta a cualquier hora del día que pueda y, de lo rápido que cose, casi que le saca chispas a la Singer.

Al entrar a su casa, se puede observar una vivienda en reparación, pero ordenada. Un aparador vacío, en el comedor, que tuvo que desocupar para poder moverlo. Unas placas de yeso blancas que visualmente generan un efecto tridimensional con diferentes figuras geométricas, recubren las paredes donde se presentaba la humedad, que pronto serán pintadas, también con los ingresos por los trabajos de costuras que los clientes de la localidad y de pueblos vecinos le traen a reparar.

Los clientes le acercan las prendas en una bolsa, ella la recibe y desinfecta rociándola con alcohol. Siempre predispuesta a tomar trabajos de toda la comunidad. Dichas prendas, de diferentes tamaños y colores, se encuentran a la espera de ser reparadas, sobre un sillón de tres cuerpos recubierto con una tela color bordó, ubicado en el comedor del hogar, sobre una de las paredes recién arregladas. Enfrente, en una mesa con cuerina color negra se pueden ver montones de agujas, hilos y tijeras, donde también ella trabaja cómodamente, mirando televisión y tomándose una pava de mates.

Rosita, debió organizar su casa para tener un mayor espacio dedicado a la costura. En la cabecera de la mesa, donde antes se encontraba una silla, ubicó su máquina de trabajo. Además, utiliza la mesa donde se almuerza los domingos en familia para desarrollar su tarea, ya que no cuenta con demasiado espacio físico.

La señora, se dedica a reparar prendas como por ejemplo camisas, guardapolvos, remeras, bombachas de campo, entre otras cosas. También cuenta con una máquina chica para colocar broches a pantalones o chaquetas, y cambia cierres a camperas, chalecos, bolsos y mochilas.

Si el cliente lo necesita en un día y horario determinado, ella encantada trata de solucionarlo a tiempo, como lo expresa Soledad, una de sus fieles clientas, que nunca dejó de contribuir con su emprendimiento durante la pandemia “Hace los trabajos prolijos, los entrega en tiempo y forma. Yo siempre apoyé a los emprendimientos de barrio”.

“A mí me apasiona coser, lo hago porque me gusta, pero también para tratar un poco con gente y conversar. Con cada persona que viene a traerme costuras me quedo un rato charlando y pasando el tiempo. Esto me ayuda a despejar un poco la cabeza”, cuenta Rosita, con una sonrisa en su cara, feliz de hacer lo que le encanta. A su vez, indica que, para ella, esta vocación es de mucha ayuda, no sólo para distraerse y pasar el tiempo, sino también para poder vivir mejor.

Ella tiene un vínculo muy especial con la comunidad. No sólo con la gente del pueblo, sino también con personas de localidades vecinas, porque ya la conocen desde antes, cuando vendía diarios y revistas. La veían pasar por la calle y le gritaban ¡Rosita, después te llevo el pantalón para que le cambies el cierre!, o ¡Guardame la revista nueva que va a salir la semana que viene! En fin, es conocida por varios lugares de la zona, justamente por ser la costurera y ex canillita de Las Toscas.


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