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Santos populares Argentinos

Un repaso por el universo de los personajes a quien elevamos nuestras oraciones nos lleva a preguntarnos, ¿por qué los elegimos? ¿cuál es la razón para que se vuelvan íconos, sujetos de consumo?

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Un repaso por el universo de los personajes a quien elevamos nuestras oraciones nos lleva a preguntarnos, ¿por qué los elegimos? ¿cuál es la razón para que se vuelvan íconos, sujetos de consumo?


En Argentina existen varias religiones pero la que tiene más injerencia en la Nación es el cristianismo, específicamente la Iglesia Católica. Su influencia no es sólo religiosa, sino también política, cultural y filosófica. Pero para muchas personas no solo existen los santos declarados así por el catolicismo sino también “santos populares paganos”. Estos últimos, no cumplen con el régimen que establece la jerarquía católica para su canonización, es decir, ser declarados como santos por el Papa, autorizando así su culto en la Iglesia Católica. A pesar de esto, en nuestro país, existen muchas de estas devociones populares. ¿Son un reclamo a las religiones oficiales para que tengan otra lectura y otra visión a la hora de la canonización? ¿Puede algo o alguien determinar en qué se puede creer y en qué no? ¿La industria influye en el significado de estos personajes para su mercado?

Existe una larga lista de “santos populares” en Argentina. Cada región tiene uno, son reconocidos en todo el país y, en algunos casos, también de forma internacional. Uno de ellos es el “Gauchito Gil”. Su nombre completo era Antonio Mamerto Gil Nuñez, nacido un 12 de agosto cerca del año 1848, en el Payubre, hoy Mercedes, Provincia de Corrientes. 

“Su vida es testimonio de una dimensión del gauchaje, la que podemos definir como el bandolero social. Esta categoría retrata la idea del ‘buen ladrón’, por lo general un joven que ha sido arrastrado a esa vida por alguna injusticia o por persecución de las autoridades. A diferencia de cualquier bandido, lo que aparece es la dimensión colectiva, donde una comunidad no considera como verdadero delito las acciones del sujeto, sino por el contrario, opera como una suerte de equilibrio y justicia al sacarle algo a los ricos para repartir entre los pobres”, sostiene Matias Segreti, autor de “Gauchito”. 

Otra es la “Difunta Correa” que al igual que el “Gauchito Gil” no hay datos biográficos certeros. A pesar de esto, ambas historias fueron ganando fuerza a lo largo de los años. Para Deolinda, se construyeron ermitas en todas las rutas que son fáciles de identificar por todas las botellas de agua que los creyentes le dejan como ofrenda para que “nunca le falte agua”. Además, se construyó un santuario en Vallecito, un pueblo de la Provincia de San Juan. 

La devoción por el Gauchito también tuvo una gran expansión. Todos los 8 de enero miles de personas se acercan a su santuario ubicado en Mercedes, Corrientes. Sus ermitas están presentes en casi todas las rutas argentinas con banderas o cintas rojas y los conductores tocan la bocina para saludarlo al pasar. “La literatura, las expresiones artísticas, la religiosidad popular no van a olvidar las muertes silenciadas, las violaciones del Estado, ni el aparato represivo sobre los sectores populares”, comparte Segreti. 

Si nos adentramos al estudio de la religión, hay ciertos debates sobre terminologías y denominaciones que aún no logran un consenso. “Religión” viene del latín “religare”, lo cual significa “ligar o unir fuertemente”. Desde un punto de vista general, la religión puede ser concebida como “lugar de memoria y de identidad vinculante”. Rita Segato, escritora y antropóloga, la define como: “Una descripción codificada del mundo desde una perspectiva particular y situada, marcada por la cultura y la experiencia social”.

A lo largo de la historia, los grupos sociales fueron construyendo su identidad, con la cual no solo ellos mismos se identifican sino que los otros grupos sociales los identifican a ellos. Y al mismo tiempo, se establece por fuera de ellos a partir de diferentes elementos culturales. 

Por ejemplo, si pensamos en el ritual de la Pachamama, una tradición de los pueblos originarios para la conexión y el agradecimiento con la Madre Tierra, se convirtió en un festejo masivo para los turistas, insertándose en el mercado turístico en formato de espectáculo. De esta forma, otros grupos sociales, ajenos a estas tradiciones, incorporan estos elementos propios de la identidad de la Pachamama como parte de su mundo cultural.

A pesar de ser parte de una costumbre católica, elementos como velas, santuarios, estampas, imágenes y oraciones forman parte, también, de las devociones a los “santos populares”. Desde una lectura de los estudios culturales, Patricia Fogelman, historiadora y gestora cultural, plantea su desacuerdo en ubicar a la “religión” en una condición de superioridad o vinculada al culto oficial. 

Jorge Gonzalez, sociólogo y Licenciado en Comunicación, sostiene: “En los grupos culturales, se construyen íconos y personajes que, al momento de insertarse en la industria cultural a través de su historia, traspasan los límites de su grupo original para constituirse en un significante vacío, al que cada consumidor puede llenar con los sentidos que desee”. Ernesto Laclau, filósofo y escritor, va a definir como significante vacío a “un significante sin significado”. 

Después de su muerte, la figura de estos “santos populares” se convierten en significantes vacíos, que al no poder decidir por sí mismos, son llenados de sentidos que también pueden ser ajenos a sus ámbitos originales. Las personas construyen sus propios sentidos sobre estas figuras dependiendo de características con las que se identifican como: historias de vida, aspectos físicos, entre otras. 

Por otro lado, la industria toma algunos sentidos que fueron construidos en la sociedad para poder transformarlos y hacer uso de esos significados para alcanzar un mayor público. Es decir, la figura del “santo popular” se transforma en un producto: puede ser moldeado dependiendo del contexto y el grupo social que lo va a consumir.

Podemos sumar que vivimos en una época de inmediatez, donde si queremos una respuesta la obtenemos rápidamente en Google. Pero, ¿qué sucede con las demandas a la divinidad?. El vacío y la desesperación que genera no obtener una respuesta desata que un país realice una canonización rápida y efectiva en estos “santos populares”. Porque no hace falta que hayan pasado por un proceso de canonización autorizado por la Iglesia o que hayan sido personajes con poderes especiales. Sino que son seres iguales a lo que viven en el suelo común pero tienen la particularidad de haber sido elevados al “panteón de los santos canonizados de forma popular”. Es decir, que si se les pide algo, nos escucharán.

Entonces podemos decir que no importa el peso que pueda tener la Iglesia Católica sobre la Nación o el negocio que la industria vea en aquellos personajes que tocaron algo en el corazón del pueblo porque justamente el pueblo es quien necesita creer en algo. Algo que sientan cercano, algo que se asemeje, algo que elijan. Un Gauchito o una Deolinda que con sus historias de vida dolorosas formaron parte de la historia del país. Un país que no olvida la represión ni las muertes silenciadas. Después de su muerte, el pueblo los eligió para no olvidar y hacer justicia. Son los “santos populares”, los santos elegidos por su gente.

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“La Catedral de Francisco”

Cientos de fieles dejaron sus oraciones y ofrendas en el templo que vio pasar a Jorge Bergoglio como cardenal primado de Buenos Aires. Cómo fue la despedida al “Papa de los pobres”.

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A esa hora en la que Plaza de Mayo se deja ganar por la noche y los autos iluminan junto al alumbrado público, las escalinatas de la Catedral Metropolitana se convirtieron en un altar urbano. Velas encendidas, otras ya derretidas; ramos de flores frescas apoyados sobre las columnas que tienen pegadas banderas argentinas y papales, rosarios, estampitas, camisetas de San Lorenzo y cartas escritos a mano. Sobre Rivadavia, un retrato en tiza del Papa decora el asfalto como si su figura emergiera desde ese suelo que alguna vez lo vio caminar.

Detrás de las cámaras de TV de los medios nacionales e internacionales, y de los vendedores de recuerdos sobre las escalinatas, hay un murmullo bajo que envuelve. Gente que reza, que conversa en voz baja o que simplemente está. Turistas, creyentes, algunos que no se identifican con ninguna fe. Todos llegaron allí por alguna razón. Edgardo y Jazmín, una pareja peruana que observa en la entrada de la Catedral, comenta que estaban de visita cuando sucedió la muerte del sumo pontífice. “Era muy humilde, incluso ahora, en su despedida. Esperamos que el próximo Papa siga su legado, pero sabemos que en nuestra vida no veremos otro latino”, dice ella.

Unos pasos adentro del templo, un perro callejero duerme justo debajo de la cartelera que anuncia las misas y ceremonias especiales a la ocasión. No estorba el paso. La gente lo rodea, lo mira e incluso le toman fotos como si también él formara parte de esta escena serena y devota.

Adentro, el ambiente se vuelve más íntimo. Los pisos de mármol y las paredes macizas contienen la emoción de quienes ingresan. Aquí ya no hay medios de comunicación ni vendedores ni ruidos molestos. Solo pasos lentos y un murmullo que acoge.

Al final del pasillo de la nave principal, a pocos metros del altar donde Bergogliocelebraba misas, un escritorio exhibe un libro abierto. La gente se acerca a firmarlo, a dejar un mensaje, una oración. Al lado hay un cartel escrito con letras simples: “Francisco. Recibir la vida como viene. Detrás, custodiado por cadetes de la Policía Federal vestidas de gala, un cuadro del Papa con su tradicional túnica blanca y su cruz plateada. Al costado, la mitra y el báculo que él utilizó cuando era cardenal primado de Buenos Aires. Todorodeado de coronas de flores blancas sobreel piso.

Frente a ese altar se detiene Daniel, un joven brasileño que también reflexionó con ETER Digital sobre los desafíos del porvenir: “Francisco fue un hombre del futuro que luchó por los que no tienen voz. No creo que haya otro como él. Quien lo suceda tiene una tarea inmensa: sostener un legado difícil de olvidar”.

Sentada sobre los viejos bancos de madera, una mujer llora hasta con el cuerpo. Se tapa la cara mientras a su lado un hombre la abraza y un niño mira sin entender demasiado. La imagen se repite varias vecesen otros bancos: la del duelo compartido en familia y entre generaciones.

A pocos metros, tres hombres se detienen frente al mausoleo de José de San Martín, que esta vez tiene menos protagonismo que de costumbre. Hoy todos los ojos y gestos parecen estar dirigidos a Francisco.

El reloj se acerca a las 20 cuando los policías que rondaban por los pasillos anuncian el cierre de la Catedral. Pero afuera el recuerdo sigue. Una señora mayor, de pelo corto rojizo y mirada vivaz, camina con paso seguro hacia un móvil de televisión: es conocida como “La Señora de los Velorios”. Pero esta vez no vino exclusivamente por eso. “Yo vine hoy por él. Era una persona muy humilde. En las misas de San Cayetano saludaba uno por uno sin importar la cantidad” de gente que hubiera, recuerda. Orgullosa de que haya sido argentino, Mari reivindica la relación del Papa con su Patria: “No me molestó que no volviera a Argentina. Su misión acá ya estaba cumplida”.

La Catedral Metropolitana, la Catedral del Papa, no parece estar triste sino más bien emocionada, como si supiera que Francisco no se irá del todo. Que lo que deja no cabe en una tumba sino en los gestos, palabras, luchas y convicciones que muchos fielestomarán como bandera. 

Desde la vereda hasta el altar, este lugar que alguna vez fue la casa de Bergoglio hoy vuelve a serlo. Por una noche al menos. O al menos por esta despedida, por la historia que empezó en estas baldosas donde ahora se vuelve a rezar por él.

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Sabe la Tierra: comunidad, sostenibilidad y compromiso 

La feria que tiene como objetivo cuidar la tierra y generar un vínculo entre los pequeños productores y los consumidores “rescatando la relación humana más allá de la compra-venta” está por cumplir 15 años. Conocé cómo se originó el proyecto que tiene en la actualidad mercados semanales en la Ciudad, Vicente López y Necochea.

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La feria que tiene como objetivo cuidar la tierra y generar un vínculo entre los pequeños productores y los consumidores “rescatando la relación humana más allá de la compra-venta” está por cumplir 15 años. Conocé cómo se originó el proyecto que tiene en la actualidad mercados semanales en la Ciudad, Vicente López y Necochea.


Va cayendo el sol en el Parque Las Heras y la primavera se hace notar con su típica brisa de la última hora de la tarde. La esquina de French y Coronel Díaz es una postal de domingo: en el frente se alzan los puestos de la feria de consumo consciente más famosa de Buenos Aires, con sus toldos blancos y sus características mesas forradas de arpillera en las que se lee su emblema: “Sabe la Tierra”. 

De fondo, el atardecer. La calesita que completa el cuadro da sus vueltas finales despidiendo a los niños que ríen y juegan hasta el último minuto antes del cierre. Los feriantes siguen vendiendo. El ambiente huele a fruta, a inciensos, a la vainilla de los postres caseros que ofrece uno de los puestos. Cada sección tiene sus olores, sus colores y sus sabores, según los productos que ofrecen, y son tan intensos que parecen elaborados para que los consumidores puedan llevarse un pedacito de naturaleza a sus hogares citadinos.

Créditos: Gobierno de la Ciudad.

Seguramente cuando Angie Ferrazzini pensó este espacio que uniría a pequeños productores, emprendedores y artesanos para conectarlos con el público, no se imaginó que terminaría gestando toda una propuesta cultural que ofrecería desde mercados itinerantes que recorren la ciudad hasta talleres de cocina y horticultura. 

Hoy, quince años después, la creadora de esta organización cuenta que Sabe la Tierra recibe cada mes alrededor de cincuenta mil personas en los más de cincuenta mercados y festivales que se presentan en diferentes barrios y ciudades. “Somos un equipo de 30 personas que creemos en otra forma de producir y de consumir”, contaba en la Charla TED que presentó en Necochea en 2023.

Y agregó en esa presentación: “Se me ocurrió crear un mercado de productores donde se pudieran encontrar los productores con los consumidores, promover el bien común y generar lazos de confianza. Esta fue la idea inicial para el proyecto hace 20 años”.

Como suele suceder con los grandes soñadores que cambian realidades, Angie comenzó a vivir su sueño en su propio jardín: no contaba con el capital necesario para sostener una gran exposición en un centro de convenciones como habría querido por ese entonces, pero eso no la detuvo. Con el propósito firme y la visión clara, esta exponente de la cultura naturista convirtió su casa en el espacio que sostendría el puente entre las dos puntas del mercado sustentable: productores y consumidores. Hoy, ese mismo puente se extiende a lo largo de trece locaciones distribuidas por todo el país.

“Venimos porque nos gusta comprar productos orgánicos y porque nos encanta el ambiente de la feria”, dice Candela, una joven que pasea con su familia y se detiene en cada stand observando con atención los productos exhibidos. Como ella, muchos de los clientes que visitan el lugar son fieles a la filosofía de la organización, que tiene seguidores desde sus inicios, cuando solo podía encontrarse en su primera locación formal: la estación San Fernando del Tren de La Costa. Desde allí fue expandiéndose como lo hacen los fenómenos culturales cuando saben atender necesidades sociales.

Más de mil puestos de trabajo generados demuestran que Sabe la Tierra no es solo un modelo de consumo responsable, sino también de economía sustentable. Este mercado consciente abre sus puertas para que cualquier emprendedor pueda desarrollarse y ofrecer productos de calidad. Tal es el caso de Luisa, el talento detrás de los mejores tequeños de la zona, que cautivan paladares de todas las edades en la carpa de comida venezolana.

Créditos: Sabe la Tierra

Luisa recibe a las personas que se detienen en su mesa con una amabilidad especial, invitándolos a degustar un bocadito de empanadas típicas de su país. Con una sonrisa amplia acompaña el son caribeño que lleva en el habla. Cuenta que vive en Argentina hace cinco años y que forma parte de la feria hace tres; y que gracias a este espacio es capaz de mantener a su familia y que incluso pudo pagar un viaje de visita a su entrañable Caracas

“La feria nos cambió la vida. Estamos agradecidos por esta fuente de trabajo que nos permitió lograr la anhelada estabilidad económica”, afirma emocionada. Esta emprendedora, que supo sobreponerse a los embates de la expatriación e insertarse en el mercado laboral de nuestro país a través de su vocación en la cocina, es un ejemplo del impacto que tiene en los trabajadores este espacio de comercio justo y consciencia. Para esta comunidad, los valores agroecológicos y el compromiso fueron la clave del crecimiento.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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La Biblioteca del Puente en Caballito: un gran esfuerzo para no dejar morir la cultura y los buenos valores 

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Cómo fue la toma de estudiantes en defensa de la UNTREF

En octubre del año pasado, luego de una resolución del Centro de Estudiantes de la universidad pública, se decidió hacer un plan de lucha en contra del hostigamiento a la comunidad universitaria y las políticas de desfinanciamiento del actual Gobierno.   

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En octubre del año pasado, luego de una resolución del Centro de Estudiantes de la universidad pública, se decidió hacer un plan de lucha en contra del hostigamiento a la comunidad universitaria y las políticas de desfinanciamiento del actual Gobierno.   


“Universidad tomada” advierte una bandera en la puerta de la Sede Lynch de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Son las ocho de la noche de un miércoles de octubre  en el barrio de Sáenz Peña y la vereda de la sede abunda de información. 

Una clase abierta donde los alumnos sentados en ronda en pupitres azules escuchan atentamente al docente. A metros, estudiantes se reúnen distendidamente algunos de ellos con sus mochilas, mientras otros cargan bolsas con acolchados y sábanas para pasar la noche en su casa de estudios. 

La UNTREF se encuentra tomada con vigilia hace exactamente siete días luego de la Resolución Interclaustro -realizada el 10 de octubre de 2024- donde participaron docentes, no docentes, estudiantes y graduados

La decisión fue una toma organizada que garantice la continuidad de las clases y que incluya un plan de lucha para visibilizar el reclamo presupuestario por las universidades nacionales. “Estuvimos todo el fin de semana organizando el cronograma, nos acostamos a las 4 de la madrugada para levantarnos a las 7”, comenta Lucho Borzatto, estudiante de la Licenciatura en Logística e integrante del centro de estudiantes. 

A lo lejos se escuchan los murmullos de otra clase abierta que sucede en el sum del edificio, donde se encuentran el buffet y la fotocopiadora. Las luces son tenues porque el docente proyecta diapositivas para el desarrollo de la clase. En simultáneo, alumnos salen de sus aulas, algunos vuelven a sus hogares, otros se reúnen en allí o en la vereda para pasar parte a sus compañeros sobre su desempeño en los parciales. Las paredes del establecimiento aún conservan afiches pegados de otras cátedras y no faltan los carteles con consignas como “No caímos en la universidad pública, la elegimos”

“La gente camina como un caballo por acá, no habitamos la universidad, muchos venimos a cumplir, siento que eso está cambiando”, comenta Lena Blanco, estudiante de la Licenciatura en Gestión del Arte y la Cultura mientras toma el último sorbo de mate. Está sentada delante de la bandera de su carrera que pintaron para la Marcha Federal Universitaria de abril. Además, expresa su sorpresa al ver la cantidad de carteles pegados en las paredes: “Antes no se podía poner nada, no encontrabas ninguna expresión más que las típicas que hay en los baños”. 

Alrededor de 200 alumnos de la UNTREF se organizaron y formaron comandos divididos en distintas áreas. “Tomar la universidad no es joda”, indica Lucho y agrega: “Requiere de mucho trabajo y sacrificio”. Y así es, los comandos se dividen por área: prevención y logística, agenda cultural, documentación audiovisual, comidas y alimentos, higiene, prensa y comunicación, entre muchas más. De esta forma, se suman a los cientos de miles de estudiantes involucrados en el plan de lucha a lo largo y ancho de todo el país.

A partir del veto del Presidente Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario, las tomas en las facultades brotaron como pasto después de la lluvia. Un relevamiento de la FUA (Federación Universitaria Argentina) indicaba en ese entonces que ya eran más de 30 edificios tomados, mientras que asociaciones civiles como Argentinos por la Educación afirmaban más de 80. 

Incluso fue un momento donde algunas universidades fueron tomadas por primera vez, como fue el caso de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). La amenaza por el desmantelamiento de las universidades nacionales puso en alerta a todos los estudiantes en cada rincón del país y los convocó a organizarse para defender su futuro. 


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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Marcha universitaria: una multitud contra el veto de Milei

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