Fanático del fútbol y de River, Andrés Kogovsek se enorgullece cuando relata su historia de vida. Idolatra a Ubaldo Matildo Fillol con quien recuerda haberse sacado una foto y confiesa que fue fan de Soda Stéreo, banda a la cual fue a ver más de 30 veces cuando la entrada costaba diez pesos.
Aunque su edad no le juega una mala pasada, sabe que no tiene 20 años y sin embargo sigue demostrando vigencia en la cancha y en el club de sus amores. Todavía tiene registro como extremo derecho en el Sociedad Alemana de Gimnasia de Villa Ballester, donde también juega Ian, uno de sus dos hijos, sobre el cual comenta: “Compartimos el apellido pero no el nombre”.
Estudió periodismo pero nunca ejerció, recibió premios como el Revelación Clarín y el Olimpia de Plata entre otros, pero asegura que este momento es el que más disfruta y que lo mejor está por venir. En su mente, lejos está el retiro de las canchas.
Mira hacia delante y sin arrepentirse de nada.En su niñez, Andrés Kogovsek transitó por el Colegio Alemán de Villa Ballester donde comienza su vida como deportista. “Del colegio te chupan para las inferiores, en el momento que jugás con amigos por la camista. A los 15 años ya me habían convocado para selección junior”, recuerda. Aunque dice que a esa edad estaba “con los pájaros un poco volados” se sincera y asegura que “cuando te dan la celeste y blanca se te pone la piel de gallina”. Ya en 1993 la selección junior ingresa al mundial por primera vez y el ex capitán argentino retrata: “En ese momento mi cabeza hizo un click y me di cuenta que quería jugar a esto”.
“Cuando iba al cole los profesores me dejaban irme hasta el CENARD. Sabían que mi vida era el deporte. Después cumplía en el cole y aprobaba todo. Me tomaba tren, colectivo y caminaba. Llegaba tarde, pero me esperaban y podía entrenar”, expresa. Trabajó en una papelera con su papá y vendió zapatillas antes de emigrar hacia el viejo continente “Le dije a mi jefe que me iba en una semana y me dijo que cuando vuelva lo llame. Eso se lo agradezco hasta el día de hoy. Me decidí en diez días con un hijo de dos años y no me arrepiento. Fue lo mejor que hice en mi vida”, agrega con una sonrisa.
A los 29 años se fue. Lo esperaba España, Málaga y su amigo, ex Selección Argentina, Alejandro Marín en el Antequera. “Un día me agarró la loca y dije ‘vamos’. El equipo estaba mal en la tabla de posiciones pero la ciudad era de primera. Llegué por un año y medio y me terminé quedando cinco. Allá pude jugar profesionalmente al hándbol y ver las dos caras de la moneda. Fue mi mejor momento en el deporte” resalta. En cuanto a su retorno al país, el crack del hándbol argentino recuerda: “Cuando mi mujer vuelve a quedar embarazada decidimos que era el momento de volver. La duda estaba en donde queríamos tenerlo, yo soy muy argentino pero allá estábamos como en casa. Decidimos renovar por un año más y tenerlo allá. Volvimos en 2009 porque los chicos tenían que empezar el colegio, sino no hubiese vuelto por un largo rato”.
En el 2008 Eduardo “Dady” Gallardo le da la oportunidad de volver a la Selección Argentina con “Los Gladiadores”. “Yo tenía 34 años y me llamó para empezar un ciclo nuevo y con la ilusión de ir por primera vez a una olimpíada. Me puse a llorar por teléfono, no lo podía creer. Le dije ‘yo por vos me mato mañana, estoy acá jugando, en el país que sea yo estoy a la hora que me digas’”, revela con una alegría inmensa en su cara. Pasando por Londres 2012, Guadalajara 2011 y demás éxitos con la camiseta nacional Kogovsek le tira flores a Diego Simonet, actual figura del seleccionado y con el cual compartió equipo: “Es un petardo, es distinto al resto. Además defiende, es completo y es de Ballester, ¡Ja!
En la actualidad y de cara al futuro que asoma, sigue pregonando con su lema del compromiso y educación. Juega en el SAG de Villa Ballester, club en el que debutó a los 9 años, y confiesa las sensaciones que le genera ver jugar a su hijo mayor con los mismos colores: “Quiero que mi hijo sea feliz y juegue cuando quiera y hasta donde quiera. Si a los diez años no disfruta del deporte, está todo mal”.
A la hora de pensar en su retiro declara: “Yo este año lo termino y quiero uno más porque ahora clasificamos para el Panamericano del año que viene y vamos a representar a Argentina por haber jugado la final del Nacional. No pienso más allá”. “Creo que juego a mi edad porque hago hoy lo que hice toda mi vida. Nunca fumé, nunca tomé y nunca me acosté tarde antes de un partido”, agrega el hábil zurdo. Sin embargo, sin desmerecerse, enmarca en un gran papel protagónico a sus hijos Ian y Mirko de diez y seis años respectivamente y a su esposa Ileana: “Tengo una familia que me bancó esta locura siempre. La ropa limpia, la comida lista. Ver poco a mis hijos, ver poco a mi esposa. No es sólo Andrés, no podría sin ellos”.
Con la frente en alto y mirando hacia lo que está por venir, el ex gladiador, que hoy en día trabaja en la parte comercial de la marca deportiva FILA, asegura: “Algo relacionado con el deporte voy a hacer seguro después de tantos años. Pero como disfruto de entrenar con mi equipo y juego a muerte, no lo pienso. Seguramente colabore en algún equipo. Me gustaría empezar con los más chicos, porque como entrenador hay que formarse pero creo que en algún momento tengo que devolverle al deporte todo lo que me dio”.
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