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SOCIEDAD

TODAS LAS LUCHAS SON LA SUYA

Foto: José Luis Meirás - Arde! Arte

Una tarde junto a Nora Cortiñas, la referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. De la desaparición de su hijo hasta la tragedia de Once o los estragos agroquímicos de Monsanto. Una incansable compañera de las luchas populares.

Por Agustina Valle

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Apenas llega al metro cuarenta, tiene una nube de pelo gris y la contextura física de una muñeca. No lleva puesto su pañuelo blanco ni tampoco una gota de maquillaje. La miro. Sólo estamos ella, yo y las cientos de caras de desaparecidos que miran desde las paredes de la sala. Una de las miradas es la de Gustavo, su hijo.
Abril de 1977. Catorce mujeres. Una caminata alrededor de la Plaza de Mayo. Así empezó todo. Hoy revela que la presencia de las Madres en un juicio puede provocar un cambio de carátula. Ellas son la lucha de los derechos humanos en carne y hueso. El tiempo y algunos desencuentros las dividieron. Nora forma parte de la Línea Fundadora, que surgió en 1986 por diferencias con la conducción de Hebe Bonafini. Se caracterizan por tener una estructura horizontal y por no ser partidistas. Y por tener las convicciones intactas.
Tienen diferente metodología y diferente lenguaje. Sus pañuelos blancos no tienen precio y la posibilidad de entablar amistad con el represor no existe. “Hebe Bonafini se abrazó con (César) Milani, ex jefe del Ejército acusado por delitos de lesa humanidad; le dio un pañuelo a Aníbal Fernández, pero no me representa a mí ni a los 30 mil desaparecidos. Es un sacrilegio, el pañuelo es de todas, es un gesto de gran hipocresía”, sentencia Nora y agrega: “La desaparición es el crimen de crímenes. No es posible reconciliarse con los genocidas”.

—¿La ruptura debilitó la lucha?
—No, mirá, para entrar en una madera un clavo hace fuerza. Si le das dos golpes entra mejor.

No hay tema que a Nora se le escape, no hay conmemoración ni marcha en la que no esté. Todas las luchas son la suya. Cromañón, tragedia de Once, los movimientos indígenas, la toma de fábricas, el Congreso de la FUBA y más. Por eso, cuando la llaman y le dicen que la esperan en el Obelisco para marchar contra Monsanto, la empresa multinacional de agroquímicos acusada de daños ambientales, ella contesta sin rezongar que ahora va. Había estado pensando todo el día en volver a casa, allá por Castelar. Pero después de nuestra charla se iba a tomar el subte para luego subirse al tren, y horas más tarde volver a la casa baja con patio trasero y delantero donde sus plantas esperan que llueva. El domingo estaba en Salta, el lunes en Catamarca, hoy marchando en el Obelisco y mañana quién sabe. La búsqueda de su hijo Gustavo, incesante, lo atraviesa todo.
Cuando le pregunto cómo es un día en su vida, ríe. Después de conocerla un poco, la pregunta pierde validez. Ninguno de sus días se parece al anterior. Tal vez algunos domingos cuando se reúne con sus cuatro hermanas y el resto de su familia. “Llego a mi casa, escucho el contestador y veo la computadora, y ya hay para mañana lo que no llegué a hacer hoy”, explica.
Nora, que empezó como profesora de costura, sabe y mucho. Da charlas e investiga sobre la deuda externa. Desde 1998 es titular de la cátedra Poder Económico y Derechos Humanos en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Hace unos cuantos años se recibió de psicóloga social y desde entonces va por el mundo tejiendo relaciones con otras personas, como ella dice, “interaccionando”.
Hoy la tragedia de Once tiene un lugar especial en su vida. “Ese día tenía que tomar ese tren pero a último momento me pasaron a buscar unos amigos. Había apagado el celular y cuando lo prendí estaba lleno de mensajes, mi familia me buscaba ahí”, cuenta y agrega: “Más de una vez los he preocupado, fui muchas veces presa, amenazada”. Pero no se arrepiente de ni una de esas cosas.
Nora tiene una familia grande esparcida por todo el país. Va y viene sola sin pedirle favores a nadie, más bien los demás le piden a ella que por favor se cuide, que se quede en la casa. Recuerda que por entonces “no se podía parar, había que seguir”, su lema hasta hoy. Define a su marido como el que más acompañó la lucha de las Madres, su lucha, hasta que falleció hace algunos años. Del ojo izquierdo de Nora cae una lágrima que se confunde con la emoción, aunque más tarde dirá que tiene un problema de lagrimales.
Me pide que la espere, que va al baño. Pasa por la cocina y se mete en una sala que no alcanzo a ver. Creo que no cierra la puerta. Sale lista: cartera grande, bolsa en la mano y sobretodo puesto. Cuenta que no le da miedo andar de noche sola y que casi nunca toma taxi.
Recuerda el día que murió el dictador Jorge Rafael Videla. Estaba sola en su casa escuchando la radio y no le produjo alegría sino conformidad. “Murió como tenía que morir, solo y encerrado. Estas cosas hacen que la lucha de tanto años valga la pena”, expresa. Cuando salieron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida sintió tristeza, después lo que hizo Néstor Kirchner fue “lo que se tenía que hacer”, porque “el único éxito hubiera sido abrazarnos con nuestro hijos, los demás son logros”.
Nora cree en Dios, le da gracias y le pide. Recuerda la tarde de sábado en que su nieto de cinco años, entró con ella a la iglesia de Castelar. “¿Dónde está Dios?”, preguntó después de recorrer el lugar. “Él está en todas partes”, le dijo su abuela. “Si existiera, mi papá no estaría desaparecido”, reflexionó el pequeño. Su nieto, Damián, que tenía dos años cuando su padre fue secuestrado, creció en un ambiente donde no se le podía ocultar nada.

—¿Cómo entiende Damián su lucha política?
—No me atrevo a preguntarle. Todos esos años no se podía parar porque eso era lo que querían. Las pintadas en mi casa, las llamadas telefónicas, todo eso le tocó fuerte a la familia y mi nieto creció en medio de eso, donde veía que la abuela entraba y salía.
Ya de grande nunca se sintió atraído por la militancia ni participó de H.I.J.O.S. “Sus hijas preguntan poco sobre lo que pasó, pero cuando hay una fecha importante él las lleva a la orilla del río y tiran flores”, cuenta Nora.
Piedras 153, una de esas callecitas angostas del centro. Allí se encuentra la oficina de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. El 1º A está lleno de afiches y panfletos. Un cartel ruega no fumar y otro exclama “Ni una menos”. En otra de las paredes, un retrato de Azucena Villaflor, la madre que empezó todo y que fue secuestrada por la misma dictadura que se llevó a sus hijos. En el centro de una mesita un cuadro del pañuelo blanco, ese que alguna vez fue un pañal de bebé representando la búsqueda de unos hijos. Salimos juntas y nos cruzamos con una madre y una hija que nos abren la puerta. Me explica el camino pero después recuerda que vamos para el mismo lado. Esta vez, Nora me acompaña a mí.
En dirección a Corrientes, Cortiñas me indica cómo llegar al subte B y, a paso lento, esquivamos cada uno de los obstáculos que aparecen: adoquines, basura, arena, escombros. Su destino: Plaza de Mayo, aquella que recorrió tantas veces buscando respuestas, aunque sea otra razón la que la convoca. “¿Cómo no sabés qué es Monsanto?”, se sorprende y asegura que sus favoritas son las causas que el Estado desatiende, esas que parecen perdidas.

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SOCIEDAD

“La Catedral de Francisco”

Cientos de fieles dejaron sus oraciones y ofrendas en el templo que vio pasar a Jorge Bergoglio como cardenal primado de Buenos Aires. Cómo fue la despedida al “Papa de los pobres”.

A esa hora en la que Plaza de Mayo se deja ganar por la noche y los autos iluminan junto al alumbrado público, las escalinatas de la Catedral Metropolitana se convirtieron en un altar urbano. Velas encendidas, otras ya derretidas; ramos de flores frescas apoyados sobre las columnas que tienen pegadas banderas argentinas y papales, rosarios, estampitas, camisetas de San Lorenzo y cartas escritos a mano. Sobre Rivadavia, un retrato en tiza del Papa decora el asfalto como si su figura emergiera desde ese suelo que alguna vez lo vio caminar.

Detrás de las cámaras de TV de los medios nacionales e internacionales, y de los vendedores de recuerdos sobre las escalinatas, hay un murmullo bajo que envuelve. Gente que reza, que conversa en voz baja o que simplemente está. Turistas, creyentes, algunos que no se identifican con ninguna fe. Todos llegaron allí por alguna razón. Edgardo y Jazmín, una pareja peruana que observa en la entrada de la Catedral, comenta que estaban de visita cuando sucedió la muerte del sumo pontífice. “Era muy humilde, incluso ahora, en su despedida. Esperamos que el próximo Papa siga su legado, pero sabemos que en nuestra vida no veremos otro latino”, dice ella.

Unos pasos adentro del templo, un perro callejero duerme justo debajo de la cartelera que anuncia las misas y ceremonias especiales a la ocasión. No estorba el paso. La gente lo rodea, lo mira e incluso le toman fotos como si también él formara parte de esta escena serena y devota.

Adentro, el ambiente se vuelve más íntimo. Los pisos de mármol y las paredes macizas contienen la emoción de quienes ingresan. Aquí ya no hay medios de comunicación ni vendedores ni ruidos molestos. Solo pasos lentos y un murmullo que acoge.

Al final del pasillo de la nave principal, a pocos metros del altar donde Bergogliocelebraba misas, un escritorio exhibe un libro abierto. La gente se acerca a firmarlo, a dejar un mensaje, una oración. Al lado hay un cartel escrito con letras simples: “Francisco. Recibir la vida como viene. Detrás, custodiado por cadetes de la Policía Federal vestidas de gala, un cuadro del Papa con su tradicional túnica blanca y su cruz plateada. Al costado, la mitra y el báculo que él utilizó cuando era cardenal primado de Buenos Aires. Todorodeado de coronas de flores blancas sobreel piso.

Frente a ese altar se detiene Daniel, un joven brasileño que también reflexionó con ETER Digital sobre los desafíos del porvenir: “Francisco fue un hombre del futuro que luchó por los que no tienen voz. No creo que haya otro como él. Quien lo suceda tiene una tarea inmensa: sostener un legado difícil de olvidar”.

Sentada sobre los viejos bancos de madera, una mujer llora hasta con el cuerpo. Se tapa la cara mientras a su lado un hombre la abraza y un niño mira sin entender demasiado. La imagen se repite varias vecesen otros bancos: la del duelo compartido en familia y entre generaciones.

A pocos metros, tres hombres se detienen frente al mausoleo de José de San Martín, que esta vez tiene menos protagonismo que de costumbre. Hoy todos los ojos y gestos parecen estar dirigidos a Francisco.

El reloj se acerca a las 20 cuando los policías que rondaban por los pasillos anuncian el cierre de la Catedral. Pero afuera el recuerdo sigue. Una señora mayor, de pelo corto rojizo y mirada vivaz, camina con paso seguro hacia un móvil de televisión: es conocida como “La Señora de los Velorios”. Pero esta vez no vino exclusivamente por eso. “Yo vine hoy por él. Era una persona muy humilde. En las misas de San Cayetano saludaba uno por uno sin importar la cantidad” de gente que hubiera, recuerda. Orgullosa de que haya sido argentino, Mari reivindica la relación del Papa con su Patria: “No me molestó que no volviera a Argentina. Su misión acá ya estaba cumplida”.

La Catedral Metropolitana, la Catedral del Papa, no parece estar triste sino más bien emocionada, como si supiera que Francisco no se irá del todo. Que lo que deja no cabe en una tumba sino en los gestos, palabras, luchas y convicciones que muchos fielestomarán como bandera. 

Desde la vereda hasta el altar, este lugar que alguna vez fue la casa de Bergoglio hoy vuelve a serlo. Por una noche al menos. O al menos por esta despedida, por la historia que empezó en estas baldosas donde ahora se vuelve a rezar por él.

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SOCIEDAD

Sabe la Tierra: comunidad, sostenibilidad y compromiso 

La feria que tiene como objetivo cuidar la tierra y generar un vínculo entre los pequeños productores y los consumidores “rescatando la relación humana más allá de la compra-venta” está por cumplir 15 años. Conocé cómo se originó el proyecto que tiene en la actualidad mercados semanales en la Ciudad, Vicente López y Necochea.

La feria que tiene como objetivo cuidar la tierra y generar un vínculo entre los pequeños productores y los consumidores “rescatando la relación humana más allá de la compra-venta” está por cumplir 15 años. Conocé cómo se originó el proyecto que tiene en la actualidad mercados semanales en la Ciudad, Vicente López y Necochea.


Va cayendo el sol en el Parque Las Heras y la primavera se hace notar con su típica brisa de la última hora de la tarde. La esquina de French y Coronel Díaz es una postal de domingo: en el frente se alzan los puestos de la feria de consumo consciente más famosa de Buenos Aires, con sus toldos blancos y sus características mesas forradas de arpillera en las que se lee su emblema: “Sabe la Tierra”. 

De fondo, el atardecer. La calesita que completa el cuadro da sus vueltas finales despidiendo a los niños que ríen y juegan hasta el último minuto antes del cierre. Los feriantes siguen vendiendo. El ambiente huele a fruta, a inciensos, a la vainilla de los postres caseros que ofrece uno de los puestos. Cada sección tiene sus olores, sus colores y sus sabores, según los productos que ofrecen, y son tan intensos que parecen elaborados para que los consumidores puedan llevarse un pedacito de naturaleza a sus hogares citadinos.

Créditos: Gobierno de la Ciudad.

Seguramente cuando Angie Ferrazzini pensó este espacio que uniría a pequeños productores, emprendedores y artesanos para conectarlos con el público, no se imaginó que terminaría gestando toda una propuesta cultural que ofrecería desde mercados itinerantes que recorren la ciudad hasta talleres de cocina y horticultura. 

Hoy, quince años después, la creadora de esta organización cuenta que Sabe la Tierra recibe cada mes alrededor de cincuenta mil personas en los más de cincuenta mercados y festivales que se presentan en diferentes barrios y ciudades. “Somos un equipo de 30 personas que creemos en otra forma de producir y de consumir”, contaba en la Charla TED que presentó en Necochea en 2023.

Y agregó en esa presentación: “Se me ocurrió crear un mercado de productores donde se pudieran encontrar los productores con los consumidores, promover el bien común y generar lazos de confianza. Esta fue la idea inicial para el proyecto hace 20 años”.

Como suele suceder con los grandes soñadores que cambian realidades, Angie comenzó a vivir su sueño en su propio jardín: no contaba con el capital necesario para sostener una gran exposición en un centro de convenciones como habría querido por ese entonces, pero eso no la detuvo. Con el propósito firme y la visión clara, esta exponente de la cultura naturista convirtió su casa en el espacio que sostendría el puente entre las dos puntas del mercado sustentable: productores y consumidores. Hoy, ese mismo puente se extiende a lo largo de trece locaciones distribuidas por todo el país.

“Venimos porque nos gusta comprar productos orgánicos y porque nos encanta el ambiente de la feria”, dice Candela, una joven que pasea con su familia y se detiene en cada stand observando con atención los productos exhibidos. Como ella, muchos de los clientes que visitan el lugar son fieles a la filosofía de la organización, que tiene seguidores desde sus inicios, cuando solo podía encontrarse en su primera locación formal: la estación San Fernando del Tren de La Costa. Desde allí fue expandiéndose como lo hacen los fenómenos culturales cuando saben atender necesidades sociales.

Más de mil puestos de trabajo generados demuestran que Sabe la Tierra no es solo un modelo de consumo responsable, sino también de economía sustentable. Este mercado consciente abre sus puertas para que cualquier emprendedor pueda desarrollarse y ofrecer productos de calidad. Tal es el caso de Luisa, el talento detrás de los mejores tequeños de la zona, que cautivan paladares de todas las edades en la carpa de comida venezolana.

Créditos: Sabe la Tierra

Luisa recibe a las personas que se detienen en su mesa con una amabilidad especial, invitándolos a degustar un bocadito de empanadas típicas de su país. Con una sonrisa amplia acompaña el son caribeño que lleva en el habla. Cuenta que vive en Argentina hace cinco años y que forma parte de la feria hace tres; y que gracias a este espacio es capaz de mantener a su familia y que incluso pudo pagar un viaje de visita a su entrañable Caracas

“La feria nos cambió la vida. Estamos agradecidos por esta fuente de trabajo que nos permitió lograr la anhelada estabilidad económica”, afirma emocionada. Esta emprendedora, que supo sobreponerse a los embates de la expatriación e insertarse en el mercado laboral de nuestro país a través de su vocación en la cocina, es un ejemplo del impacto que tiene en los trabajadores este espacio de comercio justo y consciencia. Para esta comunidad, los valores agroecológicos y el compromiso fueron la clave del crecimiento.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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Consumo de alimentos procesados: el tabaquismo del siglo XXI 

La Biblioteca del Puente en Caballito: un gran esfuerzo para no dejar morir la cultura y los buenos valores 

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Cómo fue la toma de estudiantes en defensa de la UNTREF

En octubre del año pasado, luego de una resolución del Centro de Estudiantes de la universidad pública, se decidió hacer un plan de lucha en contra del hostigamiento a la comunidad universitaria y las políticas de desfinanciamiento del actual Gobierno.   

En octubre del año pasado, luego de una resolución del Centro de Estudiantes de la universidad pública, se decidió hacer un plan de lucha en contra del hostigamiento a la comunidad universitaria y las políticas de desfinanciamiento del actual Gobierno.   


“Universidad tomada” advierte una bandera en la puerta de la Sede Lynch de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Son las ocho de la noche de un miércoles de octubre  en el barrio de Sáenz Peña y la vereda de la sede abunda de información. 

Una clase abierta donde los alumnos sentados en ronda en pupitres azules escuchan atentamente al docente. A metros, estudiantes se reúnen distendidamente algunos de ellos con sus mochilas, mientras otros cargan bolsas con acolchados y sábanas para pasar la noche en su casa de estudios. 

La UNTREF se encuentra tomada con vigilia hace exactamente siete días luego de la Resolución Interclaustro -realizada el 10 de octubre de 2024- donde participaron docentes, no docentes, estudiantes y graduados

La decisión fue una toma organizada que garantice la continuidad de las clases y que incluya un plan de lucha para visibilizar el reclamo presupuestario por las universidades nacionales. “Estuvimos todo el fin de semana organizando el cronograma, nos acostamos a las 4 de la madrugada para levantarnos a las 7”, comenta Lucho Borzatto, estudiante de la Licenciatura en Logística e integrante del centro de estudiantes. 

A lo lejos se escuchan los murmullos de otra clase abierta que sucede en el sum del edificio, donde se encuentran el buffet y la fotocopiadora. Las luces son tenues porque el docente proyecta diapositivas para el desarrollo de la clase. En simultáneo, alumnos salen de sus aulas, algunos vuelven a sus hogares, otros se reúnen en allí o en la vereda para pasar parte a sus compañeros sobre su desempeño en los parciales. Las paredes del establecimiento aún conservan afiches pegados de otras cátedras y no faltan los carteles con consignas como “No caímos en la universidad pública, la elegimos”

“La gente camina como un caballo por acá, no habitamos la universidad, muchos venimos a cumplir, siento que eso está cambiando”, comenta Lena Blanco, estudiante de la Licenciatura en Gestión del Arte y la Cultura mientras toma el último sorbo de mate. Está sentada delante de la bandera de su carrera que pintaron para la Marcha Federal Universitaria de abril. Además, expresa su sorpresa al ver la cantidad de carteles pegados en las paredes: “Antes no se podía poner nada, no encontrabas ninguna expresión más que las típicas que hay en los baños”. 

Alrededor de 200 alumnos de la UNTREF se organizaron y formaron comandos divididos en distintas áreas. “Tomar la universidad no es joda”, indica Lucho y agrega: “Requiere de mucho trabajo y sacrificio”. Y así es, los comandos se dividen por área: prevención y logística, agenda cultural, documentación audiovisual, comidas y alimentos, higiene, prensa y comunicación, entre muchas más. De esta forma, se suman a los cientos de miles de estudiantes involucrados en el plan de lucha a lo largo y ancho de todo el país.

A partir del veto del Presidente Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario, las tomas en las facultades brotaron como pasto después de la lluvia. Un relevamiento de la FUA (Federación Universitaria Argentina) indicaba en ese entonces que ya eran más de 30 edificios tomados, mientras que asociaciones civiles como Argentinos por la Educación afirmaban más de 80. 

Incluso fue un momento donde algunas universidades fueron tomadas por primera vez, como fue el caso de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). La amenaza por el desmantelamiento de las universidades nacionales puso en alerta a todos los estudiantes en cada rincón del país y los convocó a organizarse para defender su futuro. 


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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Marcha universitaria: una multitud contra el veto de Milei

Los bomberos de Cromañón recuerdan cómo fue aquella noche

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