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“TRASLADÉ MI INFANCIA DE ANTIHÉROE A LA LITERATURA”


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Mano a mano con Hernán Casciari, el creador de Orsai, el escritor es uno de los referentes más consumidos del último tiempo. Con la autogestión como motor conquistó a varias generaciones a través de sus libros, podcasts, obras de teatro y narraciones en TV. En esta entrevista habla de sus orígenes y de la forma de entender la escritura a través de lo lúdico.

Por Leticia Orsi

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Es una mañana hermosa de primavera. Casciari entra al bar del barrio porteño de Villa Urquiza. Entre el ruido de las máquinas de café, el jazz que suena de fondo y la gente que habla fuerte, desde la puerta levanta la mano y saluda, para confirmar que es él y que llegó. Se acerca y sin preámbulos, dice: “¿Empezamos?”

¿Cuán determinante fue haber nacido en Mercedes en la elección de tu profesión?

Yo creo que fue muy determinante para tener amistades duraderas haber nacido ahí. Y si a eso le sumás que por casualidad esas poquitas personas terminan conformando un corpus literario, de repente todos empezamos a leer al mismo tiempo y después no te escapás de esa gente, sino que seguís con ellos, a mí me parece que eso fue lo fundamental.

Respecto de tu obra, hablás mucho de cosas cotidianas. ¿Tenés algún criterio a la hora de elegir sobre lo que querés escribir y lo que no?

Más que un criterio es mi pereza. Hablo de lo que me importa. No voy a buscar nunca una historia cuando no conozco muy bien de lo que se trata o qué sé yo, sería incapaz de escribir una novela histórica. Escribo sobre cosas que tengo muy cerca. No me gusta trabajar, me gusta que sea un hobby. Y para que sea un hobby estoy siempre en lugares donde me siento cómodo.

¿Que te vaya bien está ligado a la forma auténtica en la que te mostrás en tus relatos? (leer Canelones)

Sí, pasa que yo no trabajo eso en lo literario, lo trabajo desde chico en la vida real. O sea, cuando sos chiquito y sos gordo tenés que decirlo vos. Mi infancia de antihéroe la trasladé a lo literario. Pero el principio es: el chiste lo hago yo primero, antes de que lo hagas vos. 

Tenés como filosofía democratizar tu trabajo y que todos tengan acceso, para empezar, de forma gratuita. Va en la línea contraria de muchos escritores.

No sé cuál es su fin último, de lo que sí estoy seguro es de que no entienden un carajo de marketing. No hay nada más rentable que hacer lo que yo hago. Yo no entiendo que hacen dejándose pagar las migajas de Mondadori. A mis colegas les pregunto: ¿vos sos consciente de que no solamente te están robando, sino que tenés que hacer otras cosas que no querés hacer por culpa de que te están robando? Y después yo entendí que no todo el mundo tiene ganas de hacer lo que yo hago. 

¿Por qué?

Ellos no lo entienden como divertido. Entonces yo dejé de evangelizar para ese lado. Es mejor, es más rentable, me hace mejor. Pero los dos o tres primeros años, mientras lo armamos, hubo que ponerle una energía a eso, que otra gente la usó en escribir dos o tres novelas fantásticas. Yo no.

¿Encontrás algún paralelismo entre tu obra y la de otro escritor argentino? ¿Tal vez Roberto Arlt?

Me han dicho lo de Arlt, pero no tengo un recuerdo de gran fascinación. De todas formas, siempre me sentí mucho más identificado con Cortázar, pero no por la escritura, sino por el procedimiento. La relación con el lector, lo que le importaba era el lector. 

¿Cuándo descubriste a Cortázar?

De chico, yo tendría 14 años. Y creo que desde los 15 a los 18 leí todo lo que había de él. Recién había muerto y sentí que se me abría un mundo que tenía que ver con lo lúdico, que se podía tener 40, 50, 60 años y jugar. Este tipo me está diciendo no solamente que siga por acá, sino que allá nos está esperando eso. A mí me parece que eso es fundamental. Tengo hoy en el recuerdo de las cosas de Cortázar más que un escritor, un amigo que me decía cosas. Entonces, me parece que no me parezco a él en la escritura, sino en el motorcito, en lo que me mueve a levantarme y a hacer cosas. 


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