POLÍTICA
Una bruja entre tantas
Mónica Zárate va por el barrio sabiendo que la cabeza piensa donde los pies caminan. Las casillas de la toma “Fuerza de Mujer”, en La Containera del Barrio Padre Mugica, amanecieron derribadas por la Policía de la Ciudad. Sin embargo, las mujeres que las levantaron con sus manos hace tres meses siguen en pie esperando respuestas que garanticen su derecho a una vivienda digna.

Mónica Zárate va por el barrio sabiendo que la cabeza piensa donde los pies caminan. Las casillas de la toma “Fuerza de Mujer”, en La Containera del Barrio Padre Mugica, amanecieron derribadas por la Policía de la Ciudad. Sin embargo, las mujeres que las levantaron con sus manos hace tres meses siguen en pie esperando respuestas que garanticen su derecho a una vivienda digna.
Fotos: Eloísa Molina, Gustavo Fraietta y José Laza
La toma amaneció rodeada de policías de la Ciudad el 30 de septiembre. Todo fue sorpresivo. Las familias dormían, era bien temprano. Algún gallo cacareaba anunciando el alba mientras los perros ladraban. Primero entró un pelotón con chalecos azules. “Vengan de este lado, vamos todos en bloque, no se separen”, ordenó uno de los capitanes mientras ingresaban por el camino de tierra.
En cuestión de minutos, las casillas fueron derrumbadas una por una. Los policías arrancaron con sus manos las paredes de nylon y madera fina que desde hacía tres meses servían como único techo para las 80 familias de la toma “Fuerza de Mujer”. Como un tsunami, la marea azul invadió La Containera. Luego llegó el cuerpo de infantería. Un grupo de mujeres puso el cuerpo para resistir el avance.
Una llamarada inmensa de fuego de repente empezó a crecer mientras los vecinos recogían sus pocas cosas para no perderlas. Un muchacho arrastraba un carro con los colchones que había podido recuperar. Una niña pequeña esperaba sentada en su sillita de plástico abrazada a su campera y con un paraguas en la mano. Su perro fiel, de rulos blancos y orejas alerta, la acompañaba.
Un niño de buzo rojo, con el escudo del Capitán América en el pecho, miraba a su mamá remover las chapas caídas. Otra mujer se sentó sobre el tronco de un árbol a observar la escena con tristeza.
La topadora terminó de aplastar lo que aún quedaba en pie.
-A las 6.20 de la mañana me tocaron la puerta -cuenta Mónica Zárate-. Cuando salí, estaba lleno de policías como si fuéramos delincuentes. Voy hasta la toma y empiezo a avisar a las compañeras. Un policía me ve y me señala: “Ella es Mónica Zárate”. Cuando me di cuenta corrí hasta mi casa. Luego, pude salir fui a lo de mi vieja. Nos agrupamos con otras compañeras y volvimos a la toma. Pudimos pasar por la casa de una vecina que nos dio cobijo. Nos preocupaba sacar a una compañera a la que le estaban tirando la casilla encima y no podía salir con su bebé. No pueden utilizar la fuerza así. Siguieron buscándome hasta las 12 de la noche porque soy la única imputada en la causa. Fueron a mi casa y le preguntaron a mi hijo Basi dónde estaba, de mala manera.
Hace tres meses, 40 mujeres que hoy llegan a 80, sin lugar donde vivir ni posibilidades de alquilar, ocuparon un terreno en La Containera del sector Cristo Obrero, al fondo del Barrio Padre Mugica. Las impulsó la necesidad de una vivienda digna, pero también la idea de una urbanización integral que incluya el derecho a un techo para mujeres en situación de violencia de género.
Mónica Zárate se sienta. Sobre la mesa un mate descansa -ya lavado- junto a un termo. En la cocina del comedor “Poder popular y esperanza”, justo en la esquina de la manzana 12 casa 38 del barrio Padre Mugica, en el corazón de la Villa 31, una de sus compañeras prepara tortas fritas. Sus manos entran y salen de la masa con precisión. Pronto, los círculos parejos repiquetearán en aceite caliente.
Es lunes 30 de agosto. La toma aún está firme, nadie imagina un desalojo inminente. Se prepara una asamblea a dos meses de su inicio.
El teléfono de Mónica no para de sonar. Lee con preocupación, se para, va hasta el pasillo y le pide a una de sus compañeras que busque a Mónica Ruejas, candidata a legisladora por el Frente de Todos y presidenta de la Junta Vecinal del Barrio Los Piletones. Llegaba para participar de la asamblea. Entra, con la tranquilidad de quien sabe dónde pisa, se sienta y cuenta qué motivó a esas mujeres a iniciar la lucha.
-La Ley de Urbanización tiene que respetar el trabajo de género de la zona e integrar el derecho a las mujeres violentadas a tener un lugar dónde vivir. La política de Larreta (jefe de Gobierno porteño) no resuelve el problema habitacional de las personas con problemas de violencia de género, ni de inquilinos. Por eso es para mí un orgullo llevar adelante esta lucha porque en realidad el barrio lo necesita. Aquí hay un 60% de vecinos que alquila -dice Mónica mientras se acomoda en la silla.
Se mira las manos, lleva una remera fucsia con inscripciones negras y un buzo gris claro con el cierre abierto arriba. Hace una pausa larga. Piensa. Y comienza a contar su historia desde el principio.
Suspira. La voz entrecortada, un poco por la emoción y tal vez por los recuerdos que duelen al brotar.
-Nací en Argentina pero me crié en Ciudad del Este, en Paraguay. Ahí pasé mi niñez y adolescencia. A los 19 años tuve a Moni, mi hija más grande, y quedé viuda cuando ella tenía un año. Volví a tener pareja, estudiaba el secundario y trabajaba mientras criaba a mi hija. Luego nació Coqui, el varón más grande. Antes tuve otro hijo que murió a los cinco meses. También perdí una hija. Todos nacieron en Paraguay. Quedé viuda una vez más y decidí viajar a ver a mi mamá. Mi vieja ya estaba en Buenos Aires y quise venir a verla. Me habían dicho que estaba mal de salud y al llegar supimos que tenía problemas cardíacos.
Dora Mackoviak toma el mate entre sus manos, se acomoda en la silla y mira con profundidad. Su rostro dibuja una sonrisa cálida cuando habla de su hija Mónica.
-Moni ya es abuela también. Tiene 45 años, es del ´75. Es una mujer bastante batalladora, está en la lucha, siempre buscando a quien ayudar. Se pelea mucho con los hombres porque no soporta la violencia del machismo. Siempre fue así, pareciera un macho más entre los machos, siempre haciéndoles frente. Jugaba al fútbol con sus hermanos. Ahora, a veces ella se enfrenta a cada loco. Yo le digo bajate un cambio pero es imposible con su carácter. Es fuerte, nunca se va a callar nada. A veces no tiene razón, pero ella va a decir igual lo que piensa.
Dora tiene 64 años, 10 hijos, 8 están a su alrededor -en el barrio-. Uno se lo quitaron al nacer porque ella era menor, y otro murió. La más chica de sus hijas tiene 26 años. Abraza 35 nietos y 6 bisnietos.
-Me abandonaron cuando era una criatura. Me encontraron unos trabajadores en medio del monte, en un obraje de Misiones. Me llevaron al pueblo, me dejaron en la comisaría y ahí me adoptó una familia. Cuando tenía 11 años se separaron y volví a vivir en la calle. Mi infancia fue bastante dura, pero logré salir adelante. Agradezco a Dios, a la Virgen y a todos los que me rodearon que encontré siempre gente buena en el camino que me ayudó a salir.
Dora habla pausado y con claridad, recuerda cómo era el barrio cuando llegó y el recorrido de lucha por la urbanización.
-Antes la lucha era más dura porque no teníamos luz, cloaca ni agua. En 2014, un grupo de compañeros y compañeras, Moni también, hicimos la Carpa Villera en el Obelisco: 53 días de huelga de hambre. Rotábamos cada cinco días, sólo tomábamos líquido. Fue una lucha muy importante. Así nació la Corriente Villera Independiente y logramos poner en agenda el problema de la urbanización y demostrar que a través de la lucha se pueden lograr muchas cosas. Las ambulancias del SAME no entraban a los barrios, entonces conseguimos ambulancias propias y construimos una Central de Emergencias Villeras que llega a los rincones de cualquier pasillo -cuenta mientras se para y camina hacia la entrada.
Un grupo de niños y niñas empieza a reunirse en la puerta del comedor. Dora se asoma y les dice que en un rato servirán la merienda. Así comienza un juego improvisado en el pasillo. Entre risas y corridas, el tiempo se estira. La leche y las tortas fritas ya casi están listas.
Un puñado de perros ladra en la esquina, un par se desprende de la jauría para acompañar la caminata. El pasillo está asfaltado y tiene un prolijo desagüe enrejado en el centro. Mónica camina a paso firme. Entre saludo y saludo, cuenta que “antes las calles eran de tierra” y que los días de lluvia “era imposible transitar”. Muchas de las obras fueron realizadas por las cooperativas del barrio a través de convenios con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La exigencia fue que ese trabajo fuera realizado por vecinos y vecinas del barrio, y no por empresas contratistas del Estado. Por un lado, para generar fuentes de empleo y, por otro, para garantizar la calidad de las obras.
-Hace 21 años que vivo acá. Cuando vine, en el 2000, ocupé el espacio de tierra en el que ahora vivo. Tuve otra pareja, el papá de Basi. Cuando Basilio nació tenía un problema cardíaco. Tuve una lucha interna entre mis otros dos hijos, que los tenía que dejar solos y el bebé que estaba hospitalizado con un problema grave, tenía tres soplos y no había forma de que sobreviviera con tantos quilombos. Cuando cumplió cuatro meses lo robé del hospital, no quería que lo operaran porque era muy alto el riesgo. Luego regresé a Paraguay. Ahí conocí lo que era un hombre golpeador. Nunca había sufrido ese tipo de violencia antes porque mi vieja siempre nos protegió por sobre todas las cosas. Me escapé con mis hijos y me quedé en la 31.
Mónica hace una pausa larga, suspira y continúa su relato mientras camina. Recuerda que en aquella época no tenía luz, ni agua y que las calles eran un desastre como la salud pública “que hasta hoy está sin resolver”. Eran diez mujeres que trabajaban en una cuadrilla de limpieza y un día decidieron cortar la autopista. Desde ese momento comenzaron la pelea por la Ley 148 que declara la atención primaria a la problemática social y habitacional en las villas y núcleos transitorios de la Ciudad de Buenos Aires.
-Ganamos mucho y seguimos exigiendo derechos para nuestros barrios. Derecho a trabajar, a que se recicle la basura, a la salud, a la educación, a la vivienda. Cuando empecé a estudiar derechos humanos con las compañeras de militancia, me interesó la parte de género, por lo que que yo había pasado y porque en el barrio hubo mucha más violencia de género. Hace años ya, hicimos la experiencia de construir la primera casa entre mujeres, para saber cómo somos y dar el apoyo a quienes lo necesitaran. Por lo menos, tomar un té o escucharlas. Esa casa me integró más al barrio. Fuimos conociendo más personas, con más dificultades pero también fuimos haciendo política de eso, porque reclamamos y peleamos por cada derecho.
Mónica agita sus brazos mientras cuenta que esa época, entre 2011 y 2013, formaron una cuadrilla que se llamaba “Vigilancia” para poder ayudar a cada mujer que lo necesitara. El objetivo era que ellas no dejaran sus casas sino lograr que el hombre golpeador se fuera. Porque cada mujer con sus hijos en la calle implicaba enfrentarse a una nueva situación de violencia. “Nosotras entendimos que cada mujer tiene derecho a quedarse en su casa con sus hijos, el golpeador que se vaya”, dice Mónica mientras la emoción atraviesa su cuerpo.
-La educación sexual en ese momento era una historia que me apasionaba también, por eso empecé a defender la Ley del Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Entendí que era mi derecho decidir sobre mi cuerpo. Hemos ido de la mano con salud y género impulsando al barrio.
Se cumplían dos meses de la toma “Fuerza de mujer” y un grupo numeroso de personas conversaba en una ronda improvisada en La Containera. Mónica saludó a cada uno y una, y entró a la toma por un pequeño camino de tierra, el mismo por el que ingresaron el jueves las fuerzas policiales.
Un fogón comenzaba a crepitar y sobre él una enorme olla agitaba el guiso para la cena. Un joven retiraba la placa de madera que funcionaba como pared lateral de su casilla. “Estoy ampliando la casa”, dijo sin dejar de trabajar.
En un rincón guardado entre una pared de chapa y otra de nylon, sobre una mesa de madera, un dibujo de manos de colores entrelazadas descansaba junto al pincel con acuarela. Las chapas de las casillas se fundían con las de las viviendas nuevas. Cayó la tarde y los rayos de sol contorneaban los bordes de las casas.
Comenzó la asamblea, recordaron los inicios de la toma y festejaron sus dos meses entre aplausos y palabras que circulaban como clavas batiendo los parches de un bombo legüero. Palabras que se oían desde lejos y clamaban por una urbanización inclusiva.
-No tenemos respuestas de Larreta, ni de la fiscalía. Estamos pidiendo una mesa de diálogo para resolver el problema habitacional de las mujeres que están sufriendo en esta toma. Es necesario tener vivienda digna, salud, educación y trabajo -reclama Mónica a viva voz agitando su brazo.
Al finalizar, la ronda se dispersó, cada familia regresó a su casilla y Mónica caminó hasta su casa, justo frente a la toma, en las viviendas recién construidas.
-Esta es la Casa de las Brujas -dijo.
La bruja “en el centro de la escena”, diría Silvia Federici, “en tanto encarnación de un mundo de sujetos femeninos que el capitalismo no ha destruido: la hereje, la curandera, la esposa desobediente, la mujer que se anima a vivir sola…”. La que construye comunidad y vive en ella.
La Casa de las Brujas como refugio, lugar de encuentro, comunión y resistencia.
Mónica Zárate, una bruja entre tantas.
En La Containera el sol envuelve la tarde. Son las cuatro y las mujeres se agrupan detrás de un tablón para iniciar la conferencia de prensa a un día del desalojo.
Rocío toma el micrófono con seguridad, su hijo está parado delante de ella. Él toma su mano y la pone en su cara, juega.
-Queremos agradecer a todas las organizaciones, a todos los trabajadores, a todos los que vinieron y se solidarizaron con nosotras desde el primer día. Que nos alcanzaron abrigo y comida. Que nos acompañaron. Gracias, a los vecinos que nos apoyan y a los que no nos apoyan que no se olviden de dónde vinieron porque todo este barrio, como todos los barrios populares se ganaron de la misma manera.
Los aplausos se expanden mientras ella hace una pausa.
-Nosotras no estamos pidiendo nada más que el derecho a una vivienda digna para nuestros hijos. Para que no tengamos que vivir en una habitación de cinco por cuatro, adultos, niños, mayores. Para que no tengamos que compartir el baño con otras veinte familias. Esa es nuestra realidad. Somos todas trabajadoras independientes que no tenemos ingresos fijos, que no podemos decidir a dónde vamos a ir a vivir, no podemos decidir si vamos a alquilar un departamento en Palermo, Almagro o Lugano. Porque los requisitos que piden no los podemos cumplir. Nos piden un recibo de sueldo hasta para un hotel familiar. Y para alquilar en el barrio te piden que no tengas hijos.
La palabra circula como en la asamblea del mes pasado.
-Muchas mujeres acá sufrimos violencia de género -dice una de ellas-. Si vinimos a vivir acá fue para tener una casa, no para que nos den un subsidio habitacional, que es lo que vinieron a ofrecernos ayer. No lo queremos.
Hoy, la garantía de un techo digno para estas mujeres, protagonistas de la toma en la Containera del barrio Padre Mugica, sigue inconclusa. Triple opresión: en las casas, en el trabajo, desde el Estado. Cuádruple violencia: de género, laboral, institucional y la represión policial.
Sin embargo, la valentía para salir a conquistar esos derechos cercenados es incansable y continúa intacta. Por eso, estas mujeres estarán siempre del lado de las imprescindibles.
POLÍTICA
Una trotskista de fierro
Celeste Fierro es candidata a legisladora porteña con pasado político en otras cinco provincias. No sólo es una de las caras del MST, sino que también es la mamá de la pequeña Emilia.

Celeste Fierro es candidata a legisladora porteña con pasado político en otras cinco provincias. No sólo es una de las caras del MST, sino que también es la mamá de la pequeña Emilia.
Las gotas de sangre recorren el cuello de Celeste. Se saca su remera blanca y se la ata a su cabeza para cubrir la herida recibida durante la Séptima Marcha por la Soberanía hacia el lago Escondido, en la provincia de Río Negro. Peones rurales que trabajaban para el magnate británico Joe Lewis la agredieron junto a otros ocho compañeros de militancia, luego de que intentaran ingresar por el Camino de Tacuifí al lago vedado al acceso público.
“Compañeros y con la cara completamente rota, nos golpearon con palos, nos tiraron piedras, no dejaban entrar a la policía, costó que entre la ambulancia, es un Estado paralelo”, explicó Celeste Fierro, dirigente del Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad (FITU), en un video publicado en redes sociales horas después del incidente el 1 de febrero pasado. “No vamos a frenar hasta que den libre acceso al lago Escondido y que se termine este enclave britanico en nuestra Patagonia”, remarcó.
Militante al palo
Fierro es una cordobesa suelta en territorio porteño. Nació en Unquillo, pero se crió en la ciudad de Villa Allende, ubicada a 19 kilómetros de la capital provincial. Aunque desde hace 17 años no vive allí, no suelta sus raíces: todavía conserva la tonada.
De pequeña no solo jugaba handball, sino que también empezó a involucrarse poco a poco en la acción política. Su primer acercamiento fue a los 10 años, al apoyar a su madre docente en una marcha realizada en 1995 contra los recortes en educación. “Mi mamá siempre fue una activista de las causas justas, tanto en la ciudad donde vivíamos como a nivel provincial por ser docente”, expresó en una entrevista televisiva con IP Noticias.
Ahora bien, su primera participación en la política partidaria fue en 2003 en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC): se unió al Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y con el paso del tiempo se convirtió en la presidenta del centro de estudiantes de la Escuela de Trabajo Social. Luego la militancia, el trabajo, el estudio –en suma la vida misma– la llevaron a vivir en otras provincias: Chubut, Santa Fe, Neuquén y Río Negro. En 2017 fue candidata a diputada nacional, mientras que a finales de 2018 anunció su precandidatura a presidenta de la Nación, pero al año siguiente su partido se integró al FITU y finalmente se presentó como candidata a diputada nacional, al igual que en 2021.
La dirigente no sólo estuvo involucrada en la política partidaria y las luchas medioambientales, sino que también al calor de la ola feminista encabezó la lucha de las mujeres por el derecho al aborto. Es más, es coordinadora nacional de la agrupación
feminista “Juntas y a la izquierda”, perteneciente al MST, y es coautora de los libros Mujeres en Revolución y El feminismo en debate: ¿reforma o revolución?.
Ser mamá en campaña
Celeste no hizo sus travesías provinciales sola, estuvo acompañada por otro cordobés: Martin Carcione, su compañero de toda la vida. Luego se sumó Emilia, fruto de ese amor, cuando vivían en Neuquén. Es una niña de siete años a la que siempre le leen las historias de Harry Potter, consume historietas estilo manga y mira Zamba. En una nota con la TV Pública, Celeste dejó claro que le ha cantado en varias ocasiones canciones de su infancia como “Aquel manzano ya no floreció”.
Aquel manzano ya no floreció, y fue tal vez por su vejez.
Por eso mi alma se entristeció al ver que se marchitó.
La pequeña Emilia hizo estructurar la rutina de la trotskista oriunda de Córdoba para poder cumplir sus roles de madre y militante. La candidata a legisladora porteña comienza el día al dejar a su hija en la escuela a las 7 y media y de ahí se dirige al local del partido, no sin antes llevarse un café para hacer frente a la mañana.
“Yo la admiro. Sinceramente es muy difícil en el marco de la campaña electoral ser una candidata mujer, joven, y madre que labura” señaló Sofía Martinez, militante del MST y amiga de Fierro, en diálogo con ETER Digital. Según ella, la dificultad está en que a diferencia de los partidos tradicionales, ellos hacen su campaña “sin privilegios, a pulmón”. “Está de un programa a otro y también milita en la calle, yendo a los lugares de trabajo a contar las propuestas a los laburantes”, indicó.
Federico Stenner, también militante del partido, agregó que la propia Celeste es quien entrega los volantes del MST a las personas. “Se sorprenden cuando lo reciben, porque ven que tiene la cara de ella. Es chocante porque creo que la gente ve que el político está en otro lado, que vive en otra realidad. Es ver que no es todo el mundo así, que hay una opción distinta, que realmente vive como ellos: como los laburantes”, afirmó.
FEDERAL
Mujeres intendentas en la provincia de Buenos Aires
Si bien el número de mujeres que accedieron al cargo siempre fue bajo, incluso por debajo de la media nacional, hay datos que animan a imaginar un escenario con mucha mayor participación femenina. Conocé a las 10 que se encargan de administrar diferentes distritos bonaerenses.

Si bien el número de mujeres que accedieron al cargo siempre fue bajo, incluso por debajo de la media nacional, hay datos que animan a imaginar un escenario con mucha mayor participación femenina. Conocé a las 10 que se encargan de administrar diferentes distritos bonaerenses.
Con la sanción de la Ley 13.010 del voto femenino en 1947, que se aplicó por primera vez en las elecciones de 1951, la mujer pudo elegir y ser elegida. Aunque en la provincia de Buenos Aires la Constitución ya otorgaba al Congreso la potestad de sancionar leyes que permitieran el voto femenino, no fue hasta la sanción de esta normativa nacional que se pudo cristalizar en el territorio. Sin embargo, tuvieron que pasar 40 años más para que una mujer pudiera ocupar una primera magistratura municipal.
El número de mujeres que accedieron al cargo de Intendenta en la provincia siempre fue bajo, incluso por debajo de la media nacional aunque pasado casi un cuarto del siglo XXI, hay datos y elementos que animan a imaginar un escenario con mucha mayor participación femenina.
Según un informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (C.I.P.P.E.C.), en 1990 había sólo un municipio (0,8%) con intendenta mujer: se trataba de María Luisa “Marisa” Kugler, electa intendenta del municipio de Tornquist el 6 de septiembre de 1987 y primera mujer en llegar a ese cargo por mandato popular en la historia provincial.
En entrevista con ETERDigital, la también declarada “Ciudadana Ilustre de la provincia de Buenos Aires” en diciembre del año pasado, manifestó: “Nosotros dejamos una huella para que sigan otras mujeres y así fue como desde ese momento hasta hoy, si bien los números siguen siendo bajos, han ido creciendo al punto que han sido electas 24 mujeres, seis de ellas en 2019 que gobiernan hasta la actualidad y dos de ellas reelegidas de un primer mandato”.
Estas seis intendentas que menciona Kugler representan el 4,4% de las 135 intendencias bonaerenses y son Marisa Fassi (Cañuelas); María Celia Gianini (Carlos Tejedor); Erica Revilla (Gral. Arenales, reelecta); Melina Fernández (Moreno, reelecta); Blanca Cantero (Presidente Perón) y Mayra Mendoza (Quilmes). En todos estos casos, sus espacios políticos obtuvieron más del 40% de los votos en las elecciones primarias del pasado mes de agosto, por lo que hay serias probabilidades de que sean reelectas.
Por su parte, Capitán Sarmiento, una pequeña ciudad del noreste de la Provincia, las dos fuerzas más importantes del arco político argentino también presentaron candidatas mujeres: ellas son Fernanda Astorino Hurtado (Juntos por el Cambio) y Mariana Vazquez Accato (Unión por la Patria) que compiten por ser la primera mujer intendenta de la historia de esa ciudad y la número 25 de la historia bonaerense.
Además de estos casos, de los 127 municipios restantes en 35 hay mujeres con chances de ser electas como intendentas. Es interesante ver cómo desde 1987, en nueve elecciones fueron elegidas 24 mujeres; y que con estas elecciones de 2023 ese número aumente significativamente.Desde no ser reconocidas como sujetos políticos, de no poder votar, a tener voto y poder ser elegidas, fue un triunfo importante hacia la igualdad de género. Luego de ese primer gran impulso, y por lo que está sucediendo en la provincia más poblada y compleja de la Argentina, estamos viviendo un nuevo empuje en cuanto a la igualdad de género, representado en la participación de la mujer en la escena grande.

Baronesas: mujeres intendentas en la provincia de Buenos Aires
¿Sigue existiendo el estereotipo de género? ¿Cómo fue el camino de todas estas mujeres que hoy están batallando en el mundo político? Este “nuevo empuje”, ¿se debe más a un cambio de paradigma social, a una convicción más férrea de la mujer, o un poco a cada cosa? Reclutamos la opinión de algunas protagonistas:
Kugler contó que en 1987 “nadie se le acercó para desanimarla a ser candidata por ser mujer, pero le costó hacerse conocer”. “Cuando llegaba a un Ministerio me decían: ‘Señora en 15 minutos llame a su Intendente que ya va a estar el Ministro para atenderlo’. Debía aclarar que el Intendente era yo”. Asimismo, esta mujer que marcó el camino sumó que “es importante que la mujer participe, que sea intendente y que la gente se acostumbre”. “Las trabas de género nunca van a ser eliminadas por completo”, lamentó.

En esa misma línea, Astorino Hurtado, candidata a Intendenta de Capitán Sarmiento, comenta que en caso de ser elegida intendenta, “la gobernabilidad pueda estar menoscabada solo por ser mujer”. Reconoció que “muchos hombres” le advirtieron que “no la dejarían gobernar”.
Vazquez Accato, su contrincante, afirmó los dichos de Astorino Hurtado: “Hubo gente que se me acercó para alertarme de que todo me sería cuesta arriba”. No obstante, dijo que la participación de la mujer “abre las puertas a otras que quieran participar”, si bien la cuestión de género “no ha sido eliminada”.
También en diálogo con ETERDigital, María Laura “Pupi” Ferrá, primera candidata a Concejal en Capitán Sarmiento compartió su visión de que el género no afecta la gobernabilidad ya que, según ella, lo que importa son “las ganas de trabajar”.
10 mujeres intendentas en la provincia de Buenos Aires
- María Luisa Kugler
- Fernanda Astorino Hurtado
- Mariana Vazquez Acatto
- Blanca Cantero
- Erica Revilla
- Mayra Mendoza
- Marisa Fassi
- Melina Fernández
- María Celia Gianini
- María Laura Ferrá
ADEMÁS EN ETERDIGITAL:
Redescubrir la ciudad en clave feminista
Celeste Fierro: “A la Ciudad la manejan como una Sociedad Anónima”
POLÍTICA
Dolarización en Argentina: entre cara chica y grande
La dolarización que proponen desde La Libertad Avanza tiene muchas variantes, pero un solo objetivo: terminar con “la maldita moneda llamada peso”.

La dolarización que proponen desde La Libertad Avanza tiene muchas variantes, pero un solo objetivo: terminar con “la maldita moneda llamada peso”.
La historia inflacionaria argentina siempre fue tema de debate en los distintos espacios políticos. Este año no ha sido distinto y se ha posicionado como eje central para las elecciones presidenciales de octubre. En los últimos 12 meses, según el último informe publicado por el INDEC, los precios aumentaron un 124,4%. Pero, ¿qué soluciones hay para bajarla?

La historia inflacionaria argentina siempre fue tema de debate en los distintos espacios políticos. Este año no ha sido distinto y se ha posicionado como eje central para las elecciones presidenciales de octubre. En los últimos 12 meses, según el último informe publicado por el INDEC, los precios aumentaron un 124,4%. Pero, ¿qué soluciones hay para bajarla?

Desde el espacio libertario se enumeraron 5 distintas formas de llevar a cabo esta dolarización, que dependerán del estado macroeconómico del país a la hora de asumir y que aseguraron que se hará lo antes posible, pero sin antes, como advirtió Milei: “arreglar el problemas de las Leliq, si no puede haber hiperinflación”.
Una de las principales incógnitas de esta medida que se preguntan varios expertos son de qué manera se llevaría a cabo una dolarización sin reservas en el BCRA y a qué tipo de cambio se haría.
Emilio Ocampo, economista y principal ideólogo de la dolarización de Javier Milei, descartó otras alternativas para bajar la inflación: “No nos quedan muchas herramientas. Hay que hacer una reforma monetaria, el peso ya no existe. Hay que crear moneda nueva o adoptar otra, y la realidad es que los argentinos ya adoptaron el dólar”, sentenció.
¿Un libro libre?
El plan de Ocampo quedó plasmado en el libro Dolarización, una solución para la Argentina, el cual escribió junto a Nicolás Cachanosky. Entre ellos mantienen el blog con el nombre homónimo en el que difunden y sostienen su trabajo. En uno de sus últimos posteos, mencionó: “NO HAY obstáculos insuperables para dolarizar la economía (que ya está de facto dolarizada)”.
Luego, basándose en la experiencia de El Salvador, puntuó el paso a paso de como funcionaria una “dolarización voluntaria” la cual, en primera instancia, escribió: “Se congelaría la cantidad de pesos en circulación. No se emitiría ni un peso más”.
Luego, “se fijaría un tipo de cambio, que sería el de mercado luego de su liberación y redondeado, para que sea fácil para la gente hacer el cálculo de conversión; ese tipo de cambio es ‘para siempre'”. Lo anterior: “Será el puntapié inicial para dolarizar, el tipo de cambio al cual el BCRA “se compromete a comprar todos los pesos en circulación” y será “de un día para otro”. Y en cuanto a los depósitos de los ahorristas, serían “dolarizados de inmediatos”, concluyó.

Algo a destacar es la utilización del término: “la libertad monetaria”, el cual sería posible vía unificación cambiaria, como dijo el miércoles pasado en la conferencia que organizó Bloomberg a lo que agregó: “No proponemos eliminar el peso, sino que los argentinos elijan qué moneda quieren usar”, que en boca de Javier Milei serían los dólares.
La cara chica de la dolarización
Desde el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), Federico Zirulnik se posicionó en contra de la eliminación del peso como moneda de uso legal y dijo: “Se necesitan aproximadamente 50.000 millones de dólares para canjear todos los pesos que hay en la economía a un tipo de cambio cercano a los paralelos”.
En el mismo sentido, sumó que al haber pocas reservas en el BCRA se tendrían que pedir prestadas divisas al exterior, pero que debido a los niveles altos de endeudamiento del país, es casi imposible que algún organismo esté dispuesto a desembolsar esa suma.
Partiendo de esta escasez de divisas, el economista del CESO también planteó otra alternativa no muy favorable: “Tienen que meter una brusca devaluación inicial para que los pocos dólares que hay en el Banco Central alcancen para ser canjeados por los pesos que circulan en el mercado”, y que sumando la posible salida del CEPO, una hiperinflación sería inminente. Con todos los precios de la economía en alza, y la licuación de salarios, la inestabilidad social y económica sería “caótica”.
América Latina dolarizada: el caso ecuatoriano
En América Latina existen tres países que están dolarizados: Panamá, El Salvador y Ecuador. Este último lo hizo para intentar estabilizar los precios. Si bien el presidente Jamil Mahuad, quien impulsó la desaparición del sucre luego de una devaluación del 197%, fue derrocado por un grupo de coroneles e indígenas, su sucesor, Gustavo Noboa, continuó con la misma política económica y logró reducir la inflación del 90% en 2000 al 40% un año después. Para el 2003, el país tenía inflación de un solo dígito.
Stian Vera es ecuatoriano, tiene 20 años y desde hace dos vive en Argentina. Es “un hijo de la dolarización” y proviene de un pueblo fronterizo con Colombia llamado Tulcán. Su familia es encargada y dueña de cabinas telefónicas y consiguen un sueldo promedio de mil dólares antes de la pandemia, pero durante la emergencia sanitaria llegó a caer a los 300 dólares.
Actualmente, la situación mejoró, pero no pudieron llegar a niveles prepandémicos. Los gastos en alimentos rondan de 70 a 100 dólares mensuales y los servicios de luz y telefonía no superaban los 20. Vera, ya con dos años de estar en Argentina, todavía tiene dificultades para manejarse con los pesos: “Es realmente frustrante, porque no sé los precios que pueden haber la semana que viene, con el dólar podés hacer mejor los cálculos”.
Si bien la tasa de inflación acumulada hasta agosto de 2023 fue del 1.9%, Ecuador no pudo resolver sus problemas de crecimiento y de productividad. El país ha mostrado muchos problemas sociales, fragilidad, altos niveles de corrupción y de inseguridad relacionados con el narcotráfico.