Victoria para Sainz antes de decirle adiós a Ferrari
El español, que salió desde la primera posición, se quedó con el triunfó en México. El argentino Franco Colapinto terminó 12º en otra buena performance.
El español, que salió desde la primera posición, se quedó con el triunfó en México. El argentino Franco Colapinto terminó 12º en otra buena performance.
La Fórmula 1 disputó su 20º carrera en el Autódromo Hermanos Rodríguez de México DF y el piloto que se llevó la victoria fue Carlos Sainz. El español de Ferrari consiguió su cuarto Gran Premio en lo que va de su carrera y el segundo en lo que va del año. La Ferrari #55 lideró toda la competencia, su compañero Charles Leclerc lo acompañaba en el segundo puesto para que la scudería italiana haga un 1-2, pero en las últimas vueltas el piloto monegasco se vio afectado y Lando Norris lo adelantó, finalmente el inglés se quedó con el segundo puesto y Leclerc completó el podio.
Por otra parte, Franco Colapinto dio una gran actuación y quedó 12º sin sumar puntos. El piloto de Williams se vio involucrado en una disputa con Liam Lawson que durante un roce rompió el alerón delantero del RB. Al finalizar la carrera, los comisarios hicieron responsables al argentino y lo penalizaron con 10 segundos, además le quitaron 2 puntos en la Superlicencia. Tras la carrera, destacó: “Di lo mejor desde la vuelta uno y tenía buen ritmo. Me frenó un poco el hecho de haber tenido tanto tráfico durante la carrera. Viendo esos segundos que perdí en las vueltas del principio, miro atrás y pienso que podría haber llegado por lo menos adelante de (Lance) Stroll. Cerré todos los diferenciales desde la vuelta uno para tener estabilidad y mejoramos los problemas que tuvimos. Hay que trabajar para que eso no pase de vuelta”.
Entre 1990 y el 2000 fue la década de la pizza con champán. Del famoso y añorado por muchos 1 a 1. De la constante oleada de argentinos en el exterior sintiéndose poderosos porque su moneda (el peso) por fin valía y era fuerte. De la farándula y la frivolidad, en todos sus ámbitos, en su máximo esplendor. Y también del boom por un deporte, el pádel, que empezó a crecer en moda, fanáticos y canchas, y que parecía haber llegado para instaurarse de manera vitalicia en todo el país.
Ahora bien, esa primavera no fue eterna. Con la debacle económica y el inicio de los 2000, se puso fin a su explosión. Concordia, Entre Ríos, no fue ajena a ello, y tanto canchas como complejos fueron abandonados o demolidos. Sin embargo, lo que pareció ser una sentencia de muerte, el paso del tiempo, sumado a algunos cambios, lo convirtieron en furor -sobre todo post pandemia- en una ciudad que ya cuenta con casi 30 canchas, superando a las de fútbol, y que no para de generar nuevos adeptos que se suman a la fiebre nacional y mundial por la paleta y la pelotita.
“Creo que a este deporte le quedan todavía dos años más de crecimiento y después se va a mantener, pero no va a caer”, afirma Joaquín Aranda, dueño del complejo de canchas “Hangar”.
Complejo de canchas profesionales montado en Concordia
La cantidad de jugadores no para de aumentar. Muchos de ellos provienen de otros deportes como el fútbol o el tenis tentados por la diversión e intensidad del juego; con el agregado de que las modificaciones que se implementaron -como el cambio de suelo de cemento a césped sintético, paredes vidriadas y paletas de goma más livianas- disminuyeron considerablemente el riesgo de lesiones que tenía hace 30 años.
En este sentido, Aranda sostiene que la transformación de la superficie sumado a las instalaciones donde se puede comer y pasar un buen rato con amigos, es la principal razón por la que muchos empezaron o volvieron al pádel.
El número de profesores también ha crecido como respuesta a la demanda de gente que quiere aprender. En los 90, su práctica estaba más asociada a personas mayores y tomar clases no era la regla. No obstante, los tiempos cambiaron. Daniela, reciente jugadora amateur, comparte: “Al principio iba sólo a jugar, cuando me invitaban. Ahora estoy tomando clases una vez por semana porque me enganché y quiero mejorar algunas cosas técnicas”.
Historias como ésta ocurren todo el tiempo, donde lo que comienza en encuentros ocasionales, deriva en ganas de progresar. Hoy en día, Concordia ya cuenta con complejos que tienen hasta sus escuelitas en las que cada vez más niños y adolescentes empiezan a jugar desde temprana edad con la ilusión -¿por qué no?- de convertirse en jugadores profesionales, cuestión que era impensada hace 10 o 15 años atrás.
Las redes sociales, la televisación de los eventos, argentinos destacados entre los mejores del mundo, sin lugar a dudas han sido clave como plataformas de difusión y crecimiento. Asimismo, su masificación ha provocado determinados cambios sociales que denotan el impacto que ha tenido sobre ciertas costumbres.
Históricamente, los padres se volcaban hacia deportes más clásicos como el fútbol o el básquet como actividades iniciales para sus hijos. Niños vestidos de futbolista y canchas, sobre todo de fútbol, se multiplicaban por toda la ciudad de Concordia siguiendo la tradición de un país adicto a la pelota. Sin embargo, esta tendencia ha cambiado en los últimos años y cada vez es más común ver pequeños con su paleta y bolso en mano asistiendo a clases de pádel.
Nuevo complejo de canchas en Concordia con restaurante para el postpartido.
En cuanto a los adultos, el hecho de que el físico y la técnica no sean imprescindibles para jugarlo, hace que haya lugar para todos. Si a ello le sumamos el costado social que trae aparejado su práctica, con múltiples asados post partido o familias enteras que se quedan a comer en la cancha, el combo es perfecto.
“El pádel es un deporte grato donde hay competencia, compañerismo y un tercer tiempo. Este conjunto de cosas hizo que la gente que probó el deporte no lo abandone nunca más”, expresa Carolina Aranda, presidenta de la Federación Argentina de Pádel (FAP).
Ahora bien, no se trata solo de recreación, despejar la mente y hacer una actividad física. Competir es otro de los combustibles que alimentan la búsqueda de mejorar y avanzar de categoría. En Concordia hay tantos torneos como fines de semana existentes en el calendario. La adrenalina de sentir que se está jugando por algo, aunque algunas veces sólo sea el honor o subirse a un podio para una foto, genera un aluvión de parejas dispuestas a darlo todo por coronarse campeones.
Este entusiasmo ha llevado a intentar profesionalizar lo más posible los niveles de organización. Por ello, los jugadores están divididos en base a su nivel y hasta hay veedores que se encargan de controlar y descalificar a quien intente sacar ventaja jugando en una categoría que no le corresponde. Al respecto, la directora de la FAP enfatiza: “Hoy se vive una etapa donde casi todos los fines de semana hay torneos. Si uno como dirigente u organizador sigue una línea que le dé un orden al deporte, la competencia va a ser igualitaria”. “Podés ganar o perder, pero sabes que siempre vas a estar jugando con alguien de tu misma categoría”, determina.
Canchas al aire libre donde los profesores dan clases a sus alumnos.
Está claro que el pádel ha sido uno de los deportes de mayor crecimiento en los últimos años producto de múltiples factores como la organización, cambios implementados, efecto contagio en la gente y hasta factores externos como la pandemia, ya que fue uno de los primeros deportes en habilitarse en tiempos de restricciones.
Actualmente, conviven en Concordia aquellos complejos históricos que resistieron la crisis y se readaptaron, con los nuevos que se construyeron en los últimos cinco años. La pregunta, duda o incertidumbre que sobrevuela entre dirigentes, organizadores, dueños de canchas y el público en general es si estamos ante un deporte que volvió para asentarse definitivamente (optimistas) o si se trata sólo de una burbuja que corre riesgo de explotar como consecuencia de la saturación (pesimistas). Como en múltiples ámbitos y en la vida en general, la respuesta la tendrá el tiempo.
Shanghai fue escenario de algo que parecía escrito por el azar y el afecto familiar. Bajo un calor húmedo y denso, el Stadium Court del ATP 1000 de Shanghai vibró con una tensión poco común; no se trataba solo de una final, sino de una historia de lazos y destino. En un estadio colmado, los murmullos en distintos idiomas se mezclaban con el sonido seco de las pelotas golpeando el cemento. Allí, dos primos se cruzaron en una final que nadie había visto venir. Valentin Vacherot, de Mónaco, llegó desde la clasificación, atravesó el cuadro con victorias memorables —incluida la de semifinales ante Novak Djokovic— y sorprendió al mundo con su tenis sereno y preciso andar. El francés Arthur Rinderknech, por su parte, alcanzó su segunda final ATP luego de eliminar a Daniil Medvedev y lograr su victoria número 100 en el circuito. Ambos, sin ser preclasificados, protagonizaron una final inédita: la sangre los unía, ya que son primos, pero la gloria solo esperaba a uno.
Arthur arrancó con autoridad. Rompió el servicio de Vacherot en el tercer game y marcó el ritmo del partido con su saque, ganando 20 de los 25 puntos que disputó con el servicio y conectando 10 saques que su rival no pudo devolver. Dominó con 14 tiros ganadores y solo 9 errores no forzados, frente a los 11 de su primo. Con solidez y confianza, impuso su experiencia en los peloteos largos y controló los intercambios tanto desde el fondo como en la red. Vacherot buscó respuestas, pero le faltó precisión. El francés cerró el set 6-4 con un ace cruzado. Apenas celebró: miró a su primo, respiró y fue hacia la toalla. Sabía que todavía quedaba mucho por jugar.
Vacherot cambió la historia del partido con decisión. Se adelantó en la cancha, comenzó a tomar la pelota más temprano y ajustó los ángulos. Encontró solidez en su servicio, con un 65 por ciento de primeros saques y una eficacia del 76 por ciento cuando entraban. Desde el fondo, impuso su ritmo con derechas y el quiebre llegó en el octavo game, tras un intercambio que obligó a Arthur a dejar la pelota en la red. Con temple, cerró el parcial por 6-3 con un gesto de puño apretado, sin estridencias, pero con la energía de quien acababa de entrar definitivamente al partido. La final estaba empatada y la tensión, al máximo.
El desenlace fue puro nervio y determinación. Vacherot sostuvo su servicio con autoridad y, en el noveno game, quebró con un derechazo profundo que se convirtió en el punto más simbólico de su vida. Rinderknech apenas atinó a mirar el suelo. En el punto final, Valentin conectó una derecha y cayó de rodillas sobre el cemento de Shanghai. Había sido campeón. El marcador final, 4-6, 6-3, 6-3, cerró una batalla de 2 horas y 14 minutos en la que la emoción pesó tanto como los números: 29 tiros ganadores, 19 errores no forzados y la madurez de quien, por fin, creyó en sí mismo.
Cuando el partido terminó, los dos se fundieron en un abrazo largo, de lágrimas compartidas. Rinderknech, con la voz quebrada, alcanzó a decir: “Lo único que te puedo decir es que te quiero felicitar. Estoy muy contento por vos. No puedo hablar…”. Y del otro lado, Vacherot devolvió emoción con gratitud: “Mi primera vez en China, gracias a todos. Llegué hace tres semanas sin saber si iba a jugar este torneo. En 2007 no sabía si iba a seguir con el tenis o no, pero gracias a vos, Arthur, lo hice”.
Con esta victoria, Valentin Vacherot se convirtió en el primer jugador de Mónaco en ganar un título ATP, y también en el campeón con ranking más bajo en la historia de un Masters 1000, ascendiendo al puesto 40° del ranking mundial. Las lágrimas fueron compartidas, pero el título tuvo un dueño. Un trofeo, una historia y Shanghai que los unió para siempre.
Con una mirada centrada en la inclusión y el desarrollo federal del deporte, llegó a la Secretaría de Deportes de la Nación en 2019 para dejar una huella memorable en nuestro país: se consagró como la primera mujer argentina en ocupar ese cargo.
No obstante, comenzó a escribir su legado años atrás iniciando su recorrido en una sociedad de fomento de su ciudad natal, Mar del Plata. Allí comenzó a adentrarse en el mundo del deporte para años más tarde integrar la Selección Nacional de Hockey sobre césped y ser campeona del mundo.
-¿Quién era Inés Arrondo antes del hockey?
-Era una joven marplatense muy entusiasmada e interesada por el deporte. Hice atletismo, tenis, gimnasia deportiva… siempre el deporte estuvo muy presente en mis intereses. También era bastante soñadora: quería ser primero Nadia Comăneci y después quería ser Gabriela Sabatini, así fue como un poco el deporte se presentó en mi vida.
Con el cambio de colegio que tuve entre primaria y casi secundaria fue que apareció el hockey en mi vida.
-¿Terminaste siendo vos?
-Terminé siendo yo misma. Una niña común y corriente, muy activa, viviendo en un barrio muy agreste. Una niña también con una profunda admiración por un montón de mujeres deportistas y no deportistas.
-¿Cómo fue emprender tu carrera deportiva en una nueva ciudad?
-Creo que lo primero que recuerdo fue haber tomado la decisión con un alto nivel de inconsciencia; de apostar a la carrera deportiva, me fuera como me fuera. Me lo planteé como una aventura, más allá de si me fuese bien o no.
Las cosas por suerte se fueron dando y, de repente, me encontré en la instancia de ser convocada a una preselección. Una vez dentro, pasé también a tener que sostener todo… la verdad eso también es muy difícil porque mi familia estaba en una condición económica muy complicada.
Había que sostener laburo, comida, traslados, ¡la vida misma! Porque hasta que no formás parte de la Selección no cobrás beca. Toda la previa fue dura para gestionar porque también era pleno fin de los 90, un momento del país muy complicado.
-Sobre el crecimiento que tuvo el hockey en materia de inclusión a partir de aquella camada de las Leonas, ¿qué te llevás de ese proceso? ¿Todas las medallas quedan en un segundo plano?
-La consagración más importante que logramos o la medalla más linda que logramos fue haber hecho popular nuestro deporte y que el hockey empezara a jugarse en todos los rincones del país. Es lo mágico que pasó con Las Leonas como símbolo y es lo más memorable a la hora de pensar todo lo vivido.
-¿De qué forma creés que se podría seguir fomentando un deporte de acceso popular?
-Hay comunidades y barrios que, por una serie de condiciones, tienen las posibilidades de organizarse. Encuentran el espacio físico para poder disponer de infraestructura deportiva y tienen un desarrollo socioeconómico acorde a la posibilidad de ponerse a impulsar el proyecto deportivo.
Los clubes, en cuanto a creación colectiva, son de las cosas más maravillosas que tenemos como sociedad. Construyen sentido de pertenencia y los hay recontra variados. Cuando eso no pasa naturalmente es importante que el Estado esté de garante para que los pibes de una barriada, en donde no se pudo terminar de conformar el club, puedan acceder al deporte.
Lo viví durante el desarrollo del programa de hockey y ahí es cuando empiezan a pasar un montón de cosas que son muy lindas y que tienen que ver justamente con el modelo asociativo que implican.
-Al mencionar los planes dentro de lo que fue tu gestión se me hace imposible no preguntarte sobre el proyecto Potenciar Deporte. ¿En qué consistía el mismo?
-Ese programa fue un programa lindísimo. Estaba en el marco del plan de los salarios sociales complementarios para reconocer justamente a los integrantes de la economía popular como trabajadores y al promotor deportivo como un trabajador del deporte en los barrios.
En barrios donde no estaba la posibilidad de acceder al deporte hasta que se desarrollara el marco de formación y de asistencia de estos promotores, quienes eran del barrio podían tener la formación para enseñar distintos deportes.
Podemos entender que los clubes de barrio en nuestro país son más que un espacio para realizar actividad física, son un espacio fundamental de contención y una forma de vincularse para los chicos. Pero también son espacios que se ven fuertemente vulnerados y luchan constantemente por preservar el modelo asociativo en un contexto de cambios políticos y sociales.
-¿A qué disciplinas apuntaba?
-Estaba enfocado en ocho disciplinas deportivas, las cuales mayoritariamente eran requeridas en las comunidades barriales y se disponían en espacios públicos para poder desarrollarlas.
Esto permitió el desarrollo deportivo en un montón de barrios en donde antes el deporte no había desembarcado directamente generando un efecto multiplicador del deporte en los barrios.
El @CeNARD_ cumple 70 años. @ines_arrondo, Secretaria de deportes de la Nación, analiza el rol del Estado en el desarrollo del deporte.
-¿Cómo interpretás el fuerte contraste que hay entre las políticas públicas deportivas impulsadas en el primer peronismo con los recortes presupuestarios que hay en la actualidad sobre este sector?
-La verdad es que es alucinante ver cómo una ideología se traduce en políticas y en el impulso de programas que transforman la realidad del deporte argentino, como son los Juegos Evita, como es disponer de un centro de alto rendimiento, y cómo otras ideologías contrarias y opuestas por completo a eso generan lo que está pasando ahora que es un vaciamiento del deporte argentino.
-Los Juegos Evita actualmente sufrieron una gran disminución en su presupuesto en términos reales, ¿esto repercute en la representación nacional del deporte?
-Si, claro. En los Juegos Evita en vez de participar 22.000 jóvenes de todo el territorio nacional están participando 8.000. El deporte está prácticamente sin programas de apoyo para el esquema de representación nacional para las y los atletas, sin profesionales para este trabajo interdisciplinario que es importante y necesario hacer.
Es importantísimo tener programas donde el Estado esté acompañando esa función que es un poco lo que no está pasando. Estamos atravesando una situación de extrema gravedad por esto que decíamos antes: por el impacto positivo que tiene el deporte y la actividad física en la sociedad, y por la importancia que tiene que el Estado esté presente para garantizar.
Arrondo en una clínica de hockey del programa Deportes en el Playón, impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social, en Posadas en 2015.
-Si tuvieras la posibilidad de hablar con aquella Inés que tuvo la posibilidad de ir a probar suerte a una sociedad de fomento, como muchos niños lo hacen, o lo hacían, ¿qué le dirías?
-Al momento en que decidí salir caminando con Silvana, mi amiguita de casa, hacer una cuadra y media hasta la sociedad de fomento para anotarme en danza clásica, destreza, folklore, danza española y gimnasia deportiva también; la verdad que no tenía ni la más remota idea de todo lo que iba a significar eso después en mi vida.
Mucho menos de que iba a volver después a pensar una política pública en base a lo que a lo que me tocó vivir y comprender, desde el sentimiento en el cuerpo, lo que implica tener la posibilidad de acceder a ese espacio con otros pibes para escuchar música, bailar, correr, nadar.
Creo que todo eso también es parte de mí y de mi ser, y fue lo que también me fortaleció para después seguir el recorrido y seguir el camino. Entonces, le diría a esa Inés que no se pierda la posibilidad de vivenciar todas esas actividades que están en la sociedad de fomento. Le diría que pase por todas las actividades, que no se quede sin haber probado ninguna. Todo eso hace bien.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.