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Visita al Papa


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Enviar. Fue el botón que presionó, tras escribir y borrar durante horas, en una duda constante. Apagó la computadora y se fue a dormir, soñando con que aparezca una respuesta en las próximas semanas. Pero tan solo pasaron 6 horas.


La mitad del tiempo que hay de vuelo entre Aeroparque y Roma. Sin escalas, al igual que la respuesta: “Me alegra que tengas planeado venir por aquí”. Desde el 25 de mayo, el nombre del padre Pedro Cinieri quedó grabado en la agenda del Papa Francisco, o como él lo conoció en 1997, Jorge Bergoglio.

Allí comenzó un viaje que, si bien tuvo como fecha de partida el 6 de diciembre, tomó vuelo mucho tiempo antes. La imaginación por las nubes. Junto con su amigo y compañero de viaje, el padre Fernando, se preguntaron mil veces cómo sería vivir en la Casa Santa Marta, donde reside el pontífice desde que asumió en el cargo en marzo del 2013 (a diferencia de sus antecesores que siempre lo hicieron en el Palacio Apostólico). O cuántas veces lograrían compartir un momento con él.

Con el tiempo logró tomar contacto con el padre Juan Cruz Villalón, quien también fue ordenado como diácono por Bergoglio en 2011, y que se encuentra colaborando en el Vaticano. Gracias a él despejó muchas de sus dudas: “Santa Marta es una casa del clero, y el Papa es uno más”. Además, le confesó que Francisco estaba muy ilusionado con que vayan a visitarlo. Y, tras preguntarle con que podían ayudar en la estadía, la respuesta le causó gracia: “Dijo que se dejen de joder”.

Un viernes de mayo de 2014, el teléfono sonó. El número era desconocido, pero igual atendió. Era el Papa Francisco, a poco más de un año de haber asumido dicho cargo. El asombro del padre Pedro era enorme. En ese entonces hablaron, entre varios temas, de su posible regreso a Argentina en 2016. Aunque, por distintas razones, no lo pudo concretar. Y fue en 2015 el último encuentro entre ellos dos, en la visita del pontífice a Paraguay, aunque allí solo hubo un saludo lejano entre miles de personas desde el Papamóvil.

Luego de un domingo como cualquier otro, con misa al mediodía en la Parroquia Resurrección del Señor, almuerzo en la casa de su hermana y bautismos por la tarde, ambos tomaron camino hacia Aeroparque. 12 horas de vuelo. Y tras llegar al domicilio, un mensaje: “Estén a las ocho en el comedor. Francisco los invitó a cenar”. Tras darse una ducha, bajaron a comer. Al instante llegó el Papa, en silla de ruedas por su lesión en los ligamentos de la rodilla derecha, y no dudó en responder con absoluta sinceridad ante la consulta sobre cómo estaba: “Como el culo”. Sopa, jamón y puré fueron los platos, acompañado de un vino. Sin exclusividad, compartieron la cena con todos los que estaban presentes como suele ser habitualmente. Aunque luego pasaron a su apartado privado, donde tomaron un licor con helado y charlaron un rato.


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